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CHE, TRAS LAS HUELLAS DE UN POETA

CHE, TRAS LAS HUELLAS DE UN POETA

Por Luis Pérez de Castro

 

El hombre sobrevive a las maquinas, a las antiguas edades históricas, a los espacios dominados por la ingravidez y el silencio. El hombre sobrevive a su propio hecho en sí, y lo hace gracias a su voluntad de asumir la existencia con pasión, en hacer de lo cotidiano una fuente de curiosidad y descubrimiento, apoyado en una voluntad creadora original, lejos de todo dogmatismo. A este pedazo de historia, ajeno al peligro que constantemente lo acechaba, en defensa de una ética y una conciencia lúcida, pertenece Ernesto (Che) Guevara de la Serna, no el guerrillero, no el político comprometido con su causa, solo el poeta que, sin conocer los rudimentos del oficio, fue capaz de ejercitar un verso y una prosa en ocasiones incisiva, otras diáfana, estremecedora.

Si rastreamos, aunque sea someramente, en la poesía cubana, encontraremos las huellas de este poeta de rotunda afirmación humanista.

Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.

(Carta de despedida a sus padres)

En sus versos hay paz, inclinación a la fe, no a la impostada, si a la satisfacción de los desesperados, de los que necesitan esa fuerza emocional que solo es capaz de trasmitir la poesía. En toda su obra se percibe el instante, la realización y la frecuencia de imágenes en movimiento, transgresoras de la realidad.

Vámonos,

ardiente profeta de la aurora,

por recónditos senderos inalámbricos

a liberar el verde caimán que tanto amas.

Aquí, En canto a Fidel, (Poema escrito en la cárcel de Miguel Schultz 1956, 7 de julio, día del juramento), da constancia de una sensación exacta, de una justicia sobreponiéndose desde el fondo claro oscuro de su propia naturaleza, para al final, como en un tirón, gritarnos a viva voz:

 

Pero, si en nuestro camino se interpone el hierro,

pedimos un sudario de cubanas lágrimas

para que cubran los guerrilleros huesos

durante el tránsito a la historia americana.

Nada más.

También es fácil encontrar las alucinaciones, el fluir desgarrado de un hombre que, sin abandonar el doloroso paralelismo poesía/deber, define la posición de su carácter en forma crítica, pero en nada distante del lenguaje poético:

Me acuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la atención de los preparativos...

A veces todo parece fluir de un sinsentido que de momento irrumpe en razón desgarradora, aplastante, como quien presiente la desolación de la muerte y no le teme, abriéndole el pensamiento en pos de una certeza; el deber.

Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti.

(Carta de despedida a Fidel)

Es un hecho el comportamiento moral del Che ante la poesía y la cultura en general. Su obra, dispersa aún, duplica su propio universo, lo reitera estéticamente, lo formaliza a través del verso libre y la prosa poética. Lenguaje y visión andan al encuentro de una estabilidad emotiva, solo encontrada en el desahogo de una expresión lírica/dramática con sus hijos:

Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro ha sido leal a sus convicciones... Crezcan como buenos revolucionarios... Hasta la victoria siempre, hijitos, espero verlos todavía...

(Carta de despedida a sus hijos)

La reflexión es una constante que funciona en todo su discurso, la inteligencia como mediación ante el acontecer histórico, como contragolpe al silencio a que la historia obliga (a veces) al lenguaje, como ocupación mítico del hombre ante su propia inquietud.

Son múltiples los ejemplos para evitar la postergación de la obra poética, narrativa y de pensamiento del Che: Epistolarios, poemas, discursos y otros.

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