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UMBRALES, SIGILOSO SEGMENTO DE CULTURA

UMBRALES, SIGILOSO SEGMENTO DE CULTURA

Por Luis Machado Ordetx

Los estudios regionales referidos a la Cultura cubana en predios villaclareños tienden en los últimos años a una mirada de soslayo —sin justipreciar en la integralidad—, hacia el proyecto que trazó Umbrales (1934-1938), la revista de la pedagoga y poetisa María Dámasa Jova Baró.

Dislates históricos asoman en reseñas literarias, y hasta en tesis doctorales. El análisis más coherente —aunque deja vacíos—, lo ofrece Ricardo Riverón Rojas en «La ninfa de Umbrales» (Signos 53), una visión abarcadora a pesar de no penetrar en especificidades de autores y contenidos expuestos durante los cuatro años de bregar de la directora-fundadora frente a su publicación.

El principio de «Confraternidad y Perfeccionamiento», lema de la revista, queda cortado por las estrecheces económicas que rondan a Umbrales luego de vencer una efímera época —1934—, cuando el proyecto, acogido a la franquicia postal como correspondencia de 2.da clase en la Oficina de Correos de Santa Clara, cesó en instantes de radicalización del pensamiento estético e ideológico de los promotores.

Con acertado tino el pedagogo villaclareño Severo García Pérez, con visión de Avance y vanguardia cubana, dijo que «lo trascendente no acuña las monedas del arte sino cuando éste rebasa las sierras nacionales». La frase era de suma predilección en la óptica de Marinello al enjuiciar lo nuestro.

Hacia allí miró Dámasa Jova Baró con Umbrales luego de la ruptura ideo-estética que se produjo en el segundo número —30 de septiembre de 1934—, cuando la dirección de la revista fue compartida por última ocasión en la parte literaria y artística junto Onelio Jorge Cardoso y Carlos Hernández López. Ambos escritores constituyeron un paso, el desbroce del sendero, y no el camino de la publicación. Eso es evidente.

De Jorge Cardoso conocemos sus aportes al cuento nacional. Hernández López es un escritor olvidado en el panorama literario del pasado siglo. Tiene libros —siempre publicados y otros inéditos— de poesía y narrativa con discreto relieve. Su obra, cierto, muestra desbalances. No obstante, llegó a disputar el galardón del Premio Nacional de Poesía —Feria, Mención Honorífica— a los versos contenidos en Al sur de mi garganta (1950), de Carilda Oliver Labra.

¿Dónde surgen los desatinos históricos?

Cuando salió el número 0 de  Umbral, en el Camino de la Cultura (abril- junio de 1999), un recuadro insinuó «Umbral (es) y no es…», en referencia a la predecesora. Dice: «Onelio Jorge Cardoso —20 años de edad— era su director literario, acompañado en el Consejo por María Dámasa Jova y Carlos Hernández. Pretendían recoger la creación de aquellos que “llegados al umbral en el arte literario”, se proponían explorar otros caminos y alcanzar otras estancias». 

Ahí viene el primer error repetido con insistencia en otras investigaciones. Riverón Rojas en su estudio salvó el escollo: «La presencia de alguien como Onelio Jorge Cardoso en su colectivo de dirección, pese a que posteriormente disintiera y la abandonara, da fe de que Umbrales logró convocar en su momento, en caldo ecléctico, a los talentos más promisorios del territorio junto a otros menos agraciados».

Tiene razón aunque no apunta los números de Umbrales en los cuales intervino el Cuentero Mayor en calidad de director literario. Fueron dos: el inicial de 15 y después el 30 de septiembre de 1934. Es un primer momento de la publicación, de tanteos, con el rótulo de «Literaria Artística», y en la cual Jorge Cardoso en «Dedicires» editorial indica: «nuestra línea  a seguir: simientes ahora; árboles después […] Umbrales es un gesto que quiere traducirse en esfuerzo». Carlos Hernández dirá: «Umbrales pertenece a la prensa de los espíritus enamorados de la cultura».

Lo más destacado del primer y segundo números está en «Crisis y Crítica», artículo de Emilio Ballagas. Hay un replanteo ideológico, propio de una etapa del autor de Cuaderno de Poesía Negra (1934) en vínculo con la lírica social y de servicio. Allí dice: «Nuestro país, como el mundo, vive un período en que se agudiza el sentido crítico. Se vive valorando hombres y cosas, instituciones y sistemas; actitudes y omisiones. Esto pone pavor en los espíritus débiles que piensan que todo se quiebra, que los cimientos se deshacen y que no estamos seguros de la constancia del terreno que pisamos».

 Después del 30 de septiembre  de 1934 la revista quedó en un suspenso hasta noviembre del siguiente año.  En los tres números de ese último mes Dámasa Jova dirige las direcciones técnica, artística y literaria, y repite en los «Decires», editorial que: «Tenemos los mismos ideales; tenemos el mismo programa. No pedimos dejar huérfanos de ambiente a los hijos de Ninfas. Solo una cosa ha variado en la revista Umbrales, y es que la revista Umbrales de ahora descansa sobre los hombros de quien sabe que, para emprender una cosa es menester cordura, para ordenarla se necesita experiencia y para terminarla paciencia».

Fue una referencia tácita al principio de la escisión de directivos.  Exhibe Umbrales idéntico rótulo: «Literaria Artística», con similar formato que los dos números anteriores —5½ por 8½ pulgadas—, y cubierta cromada y discreta viñeta. En el interior papel gaceta en 30 páginas carentes siempre carentes de grabados.

Carlos Hernández López, alguna que otra vez, publicó después en la revista y también hizo «asesoría artística», y Jorge Cardoso se desentendió del proyecto. De la ruptura surgió el Club Artístico-Literario  Umbrales, con sesiones sabáticas, de ejercicios narrativos y poéticos y de difusión radial con «La Hora Hontanar» (1939-1943), transmitido por la emisora CMHI, de Santa Clara.

Son dos momentos diferentes y nada tienen en común el Club Artístico-Literario que guía el dramaturgo Juan Domínguez Arbelo y la revista Umbrales, de Dámasa Jova. En última instancia solo se vinculan en formar «árboles después», como dijo Jorge Cardoso. Una fotografía, en ocasión del homenaje que tributó el Ateneo de Villaclara, tiene ambos grupos en 1938 como testigos de ocasión para engrandecer la Cultura local. Tal vez sea el único testimonio gráfico de fusión y de cuánto representaron las huellas plantadas en las letras y las artes del centro del país.

Una segunda etapa de Umbrales —no vista en estudios previos—, surge en las postrimerías de la revista. Abandona el pórtico de presentación. Deja de llamarse «Literaria Artística» y asume el carácter de «Mensuario de Cultura Popular» con rango mensual, como en períodos precedentes.

Acumula 42 números publicados —cifra que puede aumentar de acuerdo con lo incompleto de la colección—, y los últimos encontrados corresponden a marzo-abril, así como mayo-junio, y julio-agosto de 1938. Una alerta específica: «Estimados Lectores: Por motivos muy ajenos a nuestra voluntad y que han sido más poderosos que nuestros deseos, hemos tenido que refundir en este núm. las ediciones correspondientes a…». Era la agonía económica que hizo sucumbir a Umbrales, y también de Ninfas (1929-1938), las propuestas de revistas literarias y artísticas de Dámasa Jova para engrandecer a jóvenes y a niños.

El formato varió, y continúa en el montaje tipográficos con similar papel y número de páginas, pero en dimensiones de 7 pulgadas por 10½  pulgadas. Las tiradas no rebasan entonces los 200 ejemplares con emplanado y distribución, según suscriptores, en la imprenta «Ninfas» radicada en la calle Manuel Dionisio González (San Miguel) número 59, en Santa Clara.

¿Cuál constituye la diferencia entre una Umbrales y otra, según épocas? La poetisa Dámasa Jova Baró comparte las riendas de la revista con L. Fernández Cordero. De acuerdo con las «Proyecciones», carta de presentación de ese directivo, vinculado al contexto de la docencia y la poesía, se percibe un cambio de pensamiento, y de radicalización ideológica.

Veamos ¿qué dice en su Editorial?: «Cultura, Minoría y Pueblo», repetidos en los cinco números de 1938. Apunta: «La cultura de un pueblo no puede juzgarse por el índice de cultura de las minorías que naturalmente se forman en las grandes áreas de población.

«Las minorías directoras pierden su trascendencia cuando el egoísmo individualista las invade hasta el extremo de arrancarles el hondo sentido de responsabilidad que la vida les asigna. Pues cuando la cultura se encierra en altas torres de marfil orgullosamente elevadas, y a cuyas puertas solo pueden llegar los moradores de las torres vecinas, cuando la mirada se aparta indiferente de la realidad sobre la cual están los pies, cuando el oído se cierra a la llamada, y el sentimiento a la comprensión, entonces, las minorías altas que son esas torres, esos ojos, ese corazón, dejan de responder a la verdadera y elemental razón de su existencia.

«El problema del pueblo Vs. minorías, es tan viejo, como viejo es el egoísmo dañino del hombre inútilmente útil, narcisamente culto […] Individualmente, el hombre es menos libre cuando carece de conocimientos esenciales para lograr conceptos definidos de las “cosas”. Despojarle de la ignorancia significa quitarle un tupido velo de los ojos».

Obvio. Van contra las capillas y los grupos. Fustigan el arte alejado de su dimensión popular y las genuinas raíces de la mayoría impedida del disfrute espiritual. Son otros los colaboradores. Aquí están reproducidos artículos de Gregorio Marañón y Ortega y Gasset que abordan «Prolegómenos a nueva Filosofía del Porvenir», y recogen las habituales poesías de Dámasa Jova, Manuel Serafín Pichardo, América Bobia de Carbó y otros escritores de la región. También difunden, como antes, aspectos de la Historia nacional relacionada con Letras y la Artes.  

Sorprendente resulta, además, encontrar una colaboración de ese primer Gastón Baquero, articulista. Antes de conseguir el título de agrónomo y químico azucarero, y hasta firmar ensayos cortos y reseñas  para Grafos —la revista dirigida por Guy Pérez de Cisneros—, Social, Verbum o Espuela de Plata, dejó en Umbrales —el Mensuario de Cultura Popular que desde Villaclara rigen Dámasa Jova y Cordero Fernández—, un estudio, tal vez inédito y escasamente reproducido después.

Gastón siempre pensó que «todo lo que enseña algo, añade, descubre pedazos de la realidad», y con esa óptica trajo para Umbrales «Las puertas abiertas en el teatro de Federico García Lorca», una pieza que encaja en los poemas póstumos del granadino y las notas a «Aire de Amor» y «Ribera de 1910», dados a conocer en Verbum, edición de junio-agosto de 1937. 

¿De cómo los editores de Umbrales lograron la colaboración de Baquero? Es una incógnita. Cierto es que el artículo no está recogido  en ensayos del poeta y periodista oriundo de Banes.  Es una joya que sorprende. De ahí realidades y grandezas, como otras,  no vistas por  investigadores que reseñan aspectos de la revista. Eso convierte las páginas de Umbrales en «obreras silenciosas del progreso y el conocimiento en sus más brillantes manifestaciones», tal como dijo siempre Dámasa Jova.

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