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FILIGRANAS DE HUMOS AL AIRE

FILIGRANAS DE HUMOS AL AIRE  

                                            

Por Luis Machado Ordetx

 

El Che, en su delectación del aroma de un puro cubano, sin distinguir cualquier hechura del terminado, jamás consultó al Cemí para conocer los posibles resultados de una guerra: se fue a las cavilaciones, la inteligencia, la honestidad y la experiencia, siempre prendido de un tabaco, criollo, tal como lo prefirió y atestiguan fotos e historias.

 

Midió, como pocos, acontecimientos y circunstancias en la exacta dimensión de los hombres, incluso, en la predilección por la arrogancia del tabaco, penetró en los orígenes de una singular tradición apegada siempre a las prédicas libertarias.

 

En la Sierra Maestra, y también en la pugna contra el asma, al parecer comprendió, como dijo Fernando Ortiz que «[...] Fumar un tabaco es elevar suspiros de humo a lo ignoto», y al poco tiempo, ya en La Habana, escribió por primera vez un prólogo a un libro ajeno, en el cual, a la par que sustenta elogios por la investigación, precisa valoraciones históricas, económicas y sociales para y en el país que contribuyó a trascender desde el momento en que se sumó al proyecto revolucionario de Fidel, allá en México.

 

Solo 627 palabras bastaron al Che para detallar en la historia del pasado y el devenir de una nación a partir del cultivo y proceso tecnológico de la hoja de una venerada solanácea, y ese «Prólogo» corresponde a la segunda edición, en 1961, de Biografía del Tabaco Habano, libro de Gaspar Jorge García Galló, preparada por Tipografía Ideas, al cuidado de la Comisión Nacional del sector productivo.

 

Dos años antes, después de sufrir azares de publicación, salió una tirada similar con el sello del Departamento de Relaciones Culturales de la Universidad Central de Las Villas.

 

En 1990, junto a un grupo de profesores de Filosofía, el Maestro García Galló habló con satisfacción en Santa Clara sobre el «Prólogo»  sui géneris que el Che escribió para un texto empeñado en demostrar la significación de una cultura y una idiosincrasia signada en la lucha por la independencia de un pueblo, nunca dispuesto a doblar la cerviz frente a las adversidades más inverosímiles.

 

Gracias al empeño del pedagogo Antonio Florit García se conserva una grabación de aquel soliloquio devenido en conferencia: Ahí Galló rememoró que «La última vez que el Che estuvo en la Tribuna, también tuve la suerte de estar al lado de él, y allí recordamos -al cabo de unos cuatro años-, cómo hizo el Prólogo de mi libro, a pesar del cúmulo de responsabilidades políticas y económicas que desempeñaba.

 

«La Biografía..., antes, fue publicada aquí, en la Universidad, pero en aquella oportunidad el loco Feijóo nunca quiso ponerle el prólogo que Juan Marinello había hecho, pues decía que no se hacía prólogo, y al final, el libro salió sin ese texto.»

 

García Galló sustenta en una «Advertencia» (tomada de la primera edición), las dificultades que tuvo ese libro, escrito en 1946, para publicarse, aun cuando intentó autofinanciarlo con recursos monetarios solicitados en préstamos, hasta que, con el justo nacimiento de la Revolución, llegó como texto medular presentado por la Universidad Central, en la que fungía como profesor de ese centro docente.

 

«En la Tribuna [de la Plaza de la Revolución José Martí, afirmó García Galló], en marzo de 1965, el Che, con un gesto afable, se mostró jaranero por la amistad que los unía y durante el diálogo se interesó por temas sobre filosofía y religión, en los cuales convergían puntos de vista, al tiempo que el argentino-cubano sentía predilección en todo lo que escuchaba de las explicaciones que solicitaba a quien por muchos años estuvo relacionado por el universo de las tabaquerías y las luchas del proletariado

 

Muchas historias ocurrentes en torno a aquel «Prólogo» concebido por el Che para Biografía del... -con dos ediciones simultáneas en inglés y español en 2001-, casi seguro guardó García Galló antes de fallecer en 1992 en Ciudad de La Habana. En ese suceso, prendido, estuvo el momento en que el Guerrillero argentino-cubano dispuso en el acto escritural relacionado a un tópico tan cercano con el tabaco, contemplar en la meditación, esas filigranas, que al aire dejaba el gusto por el deleite de un puro criollo procesado con hojas lustrosas y oscuras de las vegas más encumbradas de un país en esencia batallador en toda su historia.  

  

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