BALLAGAS EN OTROS RASTROS SIMBÓLICOS
Por Luis Machado Ordetx
En la literatura, también en el periodismo, persiste un desciframiento de lo simbólico, de circunstancias transhistóricas que recalan más allá del signo lingüístico. En eso reside, como aseguró Jorge Luis Borges, el examen de la capacidad de una obra literaria o periodística para desprenderse del escritor y continuar viva, inalterable, en otros tiempos.
Al menos constituye la exigencia de tomar en cuenta, desde una perspectiva sincrónica, qué dice Martí en permanencia insoslayable dentro del pensamiento ideoestético y la creación artística de una época indeterminada y en la escritura de otros hombres.
Esa es la huella, y la localizamos en la misión periodística y por encargo que desplegó el poeta Emilio Ballagas Cubeñas (1908-1954), quien al margen de su quehacer poético y pedagógico, reclama, en este sentido, una revalorización puntual.
¿Por qué? La crítica y la historia de la Literatura Cubanas no han reparado de una manera íntegra en ese rastro singular, de pertenencia martiana, de fulgor nacionalista. Incluso, han especulado más, sobre todo en el plano poético —el de mayor realización artística en Ballagas—, sin determinar cuál sintetiza la envergadura o infinitud de lo que Humberto Eco denomina “lecturas posibles” aludidas y admitidas en una escritura. En tal sentido, Luis Álvarez Álvarez tiene absoluta razón cuando expone:
«Extraña permanencia la de Emilio Ballagas en nuestra poesía, donde se mantiene como un recinto aislado o una peligrosa excepción. La crítica, década tras década, parece estar más dispuesta a concederle algún sitio, uno cualquiera, que a descubrir el suyo exacto.»1
La perspicaz observación condena también al escritor camagüeyano a una exclusiva valoración de la poesía. Cierto es que esa constituyó la mayor amplitud artística, pero no la única y definitoria en un corpus literario de marcada dimensión histórico-cultural. Todo está dado por una visión reduccionista que condena la extensión más abarcadora de su escritura literaria. Álvarez Álvarez propone y fustiga, y da horizontes para la búsqueda puntual. También olvida de manera tangencial otra parte trascendente del servicio social, profesional y cultural que legó Ballagas a su tiempo: las influencias, el ejercicio del periodismo, la ensayística y la pedagogía, contenidos todos en columnas que sustentan una visión orgánica o aclaratoria del escritor.
Sin embargo, tal parece que Ballagas dejó una admonición a la contemporaneidad. Al recordar al poeta y dramaturgo español Fray Félix Lope de Vega y Carpio, precisó que «[…] el hecho de celebrar un centenario no ha de ser en sí mismo un fin, sino instrumento para acercarnos al genio…»2 En Lope de Vega, el articulista José Martí también reconoció que en su «[…] frente cabían todos sus dramas…»3 Con Ballagas diría más: no “acercarnos” como aseguró el poeta, al genio literario, al puro individualismo histórico, sino a una época y su trascendencia a la posteridad.
En 2008 dos libros saldaron las deudas con Ballagas, justo en su centenario de natalicio. El lector cubano tuvo un re(encuentro), uno más, con la magistral poesía y la prosa que el escritor camagüeyano ofreció a la Historia de la literatura nacional y universal. Por desgracia, ambos textos4 —debido a un diferendo del heredero por los correspondientes derechos de autor—, están condenados a circular exclusivamente en nuestro país. No obstante, ese suceso no lastra una eternidad de encantamiento con un discurso literario de inaudito acabado estético. En realidad, ese escritor pertenece a la residencia enciclopédica del pensamiento humanístico de cualquier época.
Octavio Paz afirmó que el «[…] hombre que se distrae, niega el mundo moderno…»5 Con Ballagas, en una superficie u otra, sustentamos esos “instrumentos” que exigió para adentrarnos en los vericuetos de la averiguación histórica. Ahí se incita un cúmulo sostenido de inferencias sincrónicas, y también diacrónicas, con el pensamiento humanístico, ideoestético y de cubanía —por el sentido raigal del término— de las exposiciones teóricas y de crítica artística y literaria de Martí.
El aniversario 90 del natalicio del más universal de todos los cubanos instituyó la exacta fecha que ofreció Ballagas para transmitir a sus coetáneos, y también a la contemporaneidad, qué lo acercó a Martí. Dio las claves para mostrar cuáles representaron sus puntos de contactos más próximos, y cómo deseó redimir al hombre de aquellos entuertos que deparó la vida en su decurso histórico y literario ante la contemporaneidad cubana. Tenía razón: su generación cultural formada hacia finales de los años 20 del pasado siglo, había recibido un antecedente de honestos intelectuales encargados de reconstruir el paso inquebrantable de Martí por el firmamento de la Patria.
Fue también el sentido más próximo de exponer una precisión nacionalista, propia, que desatara al país de la “ineficiencia aparente” de los desgobiernos republicanos que operaban desde el “pillaje y la desvergüenza” sobre la conciencia del cubano. Casi cinco décadas estuvo escondida a la crítica y la historia de Cuba la primera alusión directa de Ballagas a la raigambre del pensamiento de Martí. Está concebida desde una óptica teológica, cristiana, de filiación patriótica y de puro humanismo.
El contexto que escogió para esgrimir sus fundamentos, al menos los más abiertos y defendidos, así como las circunstancias del auditorio, y los esfuerzos de escritores villareños agrupados en torno al Club Umbrales (1936-1944), dan inusual valía a la labor comunitaria, cultural, y de reconocimiento al sustento antiimperialista, cubano, independentista y humanístico de Martí. Era una prueba terminante, demostrativa, de que la «[…] amistad me premia, a mí, que es otro modo de amor…», según la sentencia del Apóstol.6
De enero a mayo de 1943 se dictaron cinco conferencias en la Cárcel de Santa Clara, el principal centro penitenciario de la central provincia de Las Villas.7 Emilio Ballagas, profesor de la Escuela Normal para Maestros, inauguró el ciclo de disertaciones para recordar el jueves 28 de enero el aniversario 90 del natalicio de Martí. Por tema escogió “La Condición Martiana”, una visión de humildad ecuménica, de evangelio americano. Decantó el poeta las particularidades en las cuales por «[…] el sacrificio cotidiano y la renuncia al fácil enriquecimiento conoceremos en la actualidad a los verdaderos martianos, no por el brillo efímero de la palabra elocuente…»8
Ahora que estoy aquí con ustedes, dejo un recordatorio: un cienfueguero, el poeta Pedro López Dorticós, el miércoles 19 de mayo cerró esas magistrales presentaciones con un esbozo de la “Intimidad en cartas de Martí”, texto que luego completó con el propósito de dar la estatura espiritual del hombre y del Apóstol en su correspondencia con Manuel Mercado.9 La presencia allí de Raúl Ferrer, Juan Domínguez Arbelo, López Dorticós y Ballagas, los cinco disertantes, refrendó el ánimo de concordia intelectual, y de virtud, en torno al singular ideario americano del cubano universal.
Volviendo a Ballagas, el poeta sabe a la perfección que, con Martí «[…] ¿Quién no ayuda a levantar el espíritu de la masa ignorante y enorme, renuncia voluntariamente a su libertad…»10 Cree, como dijo en su “Castillo Interior de Poesía”, que la:
«[…] salvación del hombre está en el espíritu; la salvación de la poesía también; [porque el] verdadero poeta sabe que el hecho lírico puro es inefable e incomunicable y, conciente de esta realidad, habla como él “sabe” y “puede”, como el que sabe poco y puede mucho, como el que se alza sobre los talones sin acercarse al cielo ni más ni menos, pero soñando que su frente se quema en azul místico...»11
Era, como puntualizó, engrandecer el gesto humano, atalayar y perdurar sus esencias sin importar que las formas o las actuaciones cambien a partir de las circunstancias. Marcó la confidencia por el “Homo Hominis Lupus”, como si espetara, o repitiera a voz ardiente, con Martí a su Ismaelillo: «Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura y en la utilidad de la virtud.»12 A partir de esa cualidad, devoción y condición absoluta de la mirada de Martí hacia los hombres, Ballagas destacó un realce para el ser social, y lo apreció desde la óptica del pedagogo y del escritor, como cualidades inherentes a una exquisita existencia patrimonial de todos los cubanos.
Ya en «Castillo Interior», había dicho antes que «En una época de colaboración en que la comunidad de bienestar es anhelo ecuménico, un ansia de los espíritus auténticamente cristianos inspirados en la fe de los grandes fundadores, el poeta no ha de quedarse solo en poeta, sino fundirse amorosamente al hombre, a su hermano...»13 El apunte de Ballagas tiene un colofón, un escenario en el cual Martí sugirió que «Solo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad…»14 Ese artículo, aparecido en la edición de La América, de Nueva York, en mayo de 1884, explicó circunstancias inseparables a la naturaleza humana y a los estados de “prosperidad” constante: ser bueno es el único modo de ser dichoso; ser culto es el único modo de ser libre. Fue esa la propagación que quiso legar Ballagas a la posteridad con su inicial conferencia.
También representó el ánimo que insufló el Club Umbrales a los convocados a las cinco disertaciones. No eran hombres doctos, tampoco pedagogos los que exigió Martí en su puntualización de los “Maestros Ambulantes”, sino conversadores para redimir la ignorancia, fomentar cultura, y salvar al hombre. Los cuatro disertantes elegidos —Ballagas tuvo dos presentaciones— para presentarse ante un inusual auditorio, más allá de sus respectivas profesiones, tenían un fervor humanístico y lealísimo al sueño cumbre de Martí: el ansia de total libertad de la patria y la concordia entre todos.
Desde esa fundamentación, Ballagas va al hallazgo de la visión teológica, humana y sincera de la prédica martiana. Por eso rebuscó en su propia fe religiosa, y también indagó y exteriorizó el conocimiento que tiene sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Hizo énfasis en el presagio de la muerte, y en determinados pasajes bíblicos que rebosan el crecimiento espiritual, no como obra efímera, sino como sustancia cósmica, imperecedera.
Cree en la certeza de la historia de la humanidad, e invocó entre los reclusos y carceleros que «[...] Hay más dicha en dar que en recibir». Hch 20.32-35. Alabó por el «¡Dichoso aquel que usa de su libertad sin cargos de conciencia!...» Ro 13.22, y porque todos «Dejen caer el rocío, ¡oh cielos!, desde las nubes dejen llover la justicia». Is 45.8.15
¿Por qué ese tono expositivo, de vehemencia y liturgia sacramental, bíblica? ¡Ah, Ballagas recurrió con insistencia a una frase antológica de Martí! Recordó con el Apóstol que «En la cruz murió el hombre un día, pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días».16 La cruz, alada en este caso, es valorada como alegoría, como un símbolo, una sentencia, un destino procreador de la vocación independentista, bolivariana, antiimperialista, antirracista y americanista del Cubano Mayor.17
Ballagas juzgó, desde un “humilde e insobornable entender” que palabra y fe no bastan «[…] porque tenemos que justificarnos también por las obras, oponiendo a la inevitable condición humana la salvadora condición martiana.»18 Tendríamos que volver la mirada hacia los motivos bíblicos, y observar esa analogía azarosa a partir de suceso en el cual «El espíritu se recibe por la fe», Gá 3.11. Sin embargo, mayor precisión se encuentra en la lectura a la «Epístola Universal de Santiago», donde se sentencia que «Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, sino se demuestra con hechos, es cosa muerta», Stg. 2.17. Mayor denotación refrendó el poeta cuando aludió a que «Tal vez alguno dirá: Tu tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos, y yo te mostraré mi fe con mis hechos.» Stg. 2.18. De igual modo ilustró ese acontecimiento humano y espiritual al clamar que «Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe», Stg. 2.24.19
La palabra y la razón son inmensas, dijo Martí. Un mayor destinatario afloró cuando el «[…] pensamiento se ha de ver en las obras. El hombre sólo cree en las obras. Si inspiramos hoy fe, es porque hacemos todo lo que decimos. Si nuestro poder nuevo y fuerte está en nuestra inspirada unión, nos quitaríamos voluntariamente el poder si le quitásemos a nuestro pensamiento su unidad.»20 Esa mirada retrospectiva la encontramos en el pensamiento de Ballagas cuando anunció en su “Castillo Interior”, de manera sentenciosa, que «[…] lo humano también es monstruoso en la medida que se aparta de la semejanza divina impresa en la criatura por el Creador.»21
Los pronunciamientos de Ballagas se sustentan desde una óptica ecuménica, cristiana, ya lo dije antes, a partir de profunda filiación religiosa que alcanzó un parangón singular en su visión literaria y periodística. Por tal razón pretende, como dijo en esa conferencia leída en la Sociedad Cultural Ateneo de Villaclara, cinco días antes de la presentación de López Dorticós en el reclusorio provincial, que la «[…] salvación del hombre está en el Espíritu; la salvación de la poesía también…»22 Entiende y defiende ese «estado de gracia, de concordia y confraternidad» que engrandece la obra de lo humano y hace perdurar sus esencias, aunque las formas espirituales y de actuación social cambien o se transformen de manera afirmativa en la mirada del entorno comunitario.
Allí insiste en que el poeta está consciente que “todo hecho lírico puro es inefable”, como aludiendo a Martí en un encantamiento sublime. Al cierre de la disertación, dice el camagüeyano:
«Salgamos, no cada año, sino a cada paso, a dar testimonio de la ética y de la estética martiana, ya que ambas se integran en una sola pieza: la vida honesta como obra de arte. Que no en vano dijo Keats, el poeta inglés: “Verdad es bondad y bondad es belleza, y esto es todo lo que necesitas saber”.»23
Es como recordar el probo pronunciamiento del Apóstol en sus “Maestros Ambulantes”: «Solo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad…»24 Ahora, ¡qué raro! ¿Por qué Ballagas hace un recordatorio en torno al ideario poético, ensayístico y filosófico del inglés John Keats, un hombre de espíritu protestante, antibíblico, muy diferente a su credo religioso y estético? No brota otra explicación que atribuirlo a la carácter de la naturaleza y a la vida cotidiana como atributos insustituibles de la experiencia sentimental, el paisaje amoroso y el mundo “caballeresco” que determinan el conocimiento que encierra todo desempeño humano.
Tal como indicó Ballagas, es como un atributo de virtud. Desde la oscuridad percibe la luminosidad y el sentido de la vida intrínseca a cuánto de «excelencia» e indulgencia asisten a la «condición humana» en la reafirmación activa dentro de una sociedad. Cierto es que el poeta camagüeyano constituye un hombre de amplia cultura universal, de dominio fluido del idioma inglés, y personifica una cualidad positiva para impregnarse de todas la fuentes del saber. No tiene fronteras que lo dispersen de cualquier conocimiento, y disfruta del gusto predilecto de Martí por la lírica cautivadora de un escritor del calibre de Keats, impuesto con marcados parangones en la recreación de un contexto de perfecta divinidad.
No por gusto Martí precisó que Keats en su exhuberancia y plasticidad:
«[...] sólo veneraba a Dios, a la memoria de los grandes hombres y a la belleza. A eso venimos los estetas: a mostrar a los hombres la utilidad de amar la belleza, a excitar al estudio de los que la han cultivado, a avivar el gusto por lo perfecto, y al aborrecimiento de toda fealdad; a poner de nuevo en boga la admiración, el conocimiento y la práctica de todo lo que los hombres han admirado como hermoso; [en donde] nace esa lucha dolorosa de los poetas ingleses, que lidian, como contra ejército invencible, por despertar el amor de la belleza impalpable y de las dulces vaguedades espirituales en un pueblo que rechaza todo lo que hiera, y no adule o adormezca sus sentidos…»25
Similar apreciación tiene Martí de los versos de Oscar Wilde, y evalúa de manera acertada el derecho de ese poeta a la independencia de su pensamiento. Tal vez en este sentido, el texto referido al lírico sajón disponga de un aprecio infinito en Ballagas. Un hecho análogo asomó, de un modo u otro, en el autor de “Elegía sin nombre” (1936), el más antológico y desgarrado, o descarnado de los poemas del camagüeyano. A partir de entonces, ese texto elegíaco, cambió su vida, y hubo otra condena aparente, quemante, al sentido raigal de su existencia humana. Lo digo por esa «[…] verdad que devora e ilumina…»26, según afirmó Martí.
Sin apartarse de Wilde, y mucho menos de Keats, la opinión de Martí retomó nuevamente el ejercicio de la opinión, del criterio. Lo expone en equivalente dimensión a Ballagas. Es como un punto de descubrimiento, o desciframiento simbólico. Dice el más universal de los cubanos: «[…] ¡Qué importa que murmuren los críticos! El que puede ser artista no se limita a ser crítico, y los artistas, que el tiempo confirma, solo son comprendidos en todo su valer por los artistas…»27 En “Sergio Lifar, el hombre del espacio” —notas para un ensayo—, Ballagas indicó que el:
«[…] crítico es el revés del danzarín; la antinomia desintegrada en la mesa de disección […] La crítica es arquitectura sin música, y desde luego sin silencio; arquitectura congelada […] El único hombre con jerarquía para la crítica es el propio artista, porque al introducirse en la obra de arte llega a ella con recogimiento y humildad perfecta, con inocencia e ignorancia confesadas; humildemente, sin dar importancia a las palabras que son viento en el viento…»28
Seguidamente Ballagas hace una acotación en torno al ejercicio del criterio, a la opinión sobre el hecho artístico-literario, recogido a partir de la realización del comentario, el artículo y el ensayo periodístico, tipologías que respaldan una tesis sobre un acontecimiento particular. No se detienen solamente a informar, sino también a orientar y formar estados de opinión en el público lector. Por eso acota:
«[…] Una mariposa es una mariposa en tanto que convoca en torno de ella a la luz, a las flores, a las hormigas y a las alondras; en tanto que forma parte de la danza general de la vida. Cuando se la arranca del espacio de oro para conducirla al mundo de las momias, ya no es más que un simple gusanillo de frágiles membranas a las que el polvo llama con insinuantes voces oscuras. El microscopio define las patitas, analiza los segmentos del cuerpo, la ingeniosa disposición de los ojos… pero a Dios, es decir, a la misma mariposa no se la encuentra por ninguna parte, exactamente como le sucede al crítico cuando se pone a buscar al poeta en las palabras del poema…»29
¿Quiere esto decir que Ballagas desdeña la crítica literaria y artística? ¿Existe alguna contradicción entre el creador artístico, el que moldea y encuentra la palabra precisa, y el analista juicioso? ¿Cómo es posible eso, cuando, al margen de la poesía, también hace crítica artística y literaria? No, jamás hubo negación tangencial, aparente. Tampoco en Martí. En Ballagas, sencillamente, el ejercicio de la opinión se mostró de una manera honesta en todas las colaboraciones de índole especializada de la prensa cubana o extranjera. Su hacer periodístico fue una constante reconstrucción subjetiva, de asiento objetivo en torno a las principales manifestaciones y cultivadores del hecho artístico. Sin embargo, como toda forma de pensamiento preexiste una visión impresionista, intemporal, rebasada más allá de la brevedad y la actualidad que caracterizan al periodismo. Nótese que, como Martí, en todos los textos de Ballagas persiste una prudencia histórica, sociológica, formal y cultural del suceso artístico —individual o colectivo— que se valora. Concordaríamos aquí con Alfonso Reyes cuando propuso que «[…] puede ser que la crítica impresionista no sea tal crítica, en el sentido riguroso de la palabra, y conserve por sí mismo un alto valor poemático…»30 Es el caso de Martí, también el de Ballagas, quien a partir de 1945 inauguró dos columnas semanales en el Diario de la Marina: “Periscopio”, de menor duración, y “Peristilo”, de mayor alcance en tiempo y hondura del periodismo interpretativo, del articulismo de fondo, desde los cuales hay una opinión convincente. Las reflexiones y los conocimientos vertidos son más certeros, duraderos y de análisis contextual con contraposición de fuentes documentales.
Eso ocurre luego de su reinserción al ambiente habanero tras abandonar en 1948 la cátedra de profesor de Gramática y Literatura en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara.31 Una vuelta a Martí, al margen de la aclaración anterior. El 14 de septiembre de 1888 escribe a Manuel Mercado, y precisa que:
«[…] A mí, por supuesto, me gusta más alabar que censurar, no porque no censure también yo, que hallo en mi indignación contra lo injusto y feo mi mayor fuerza, sino porque creo que la censura más eficaz es la general, donde se señala el defecto en sí y no en la persona que lo comete, con lo cual queda el defecto tan corregido como del otro modo, sin dar lugar a que el censurado lo tome a mala parte, o encone el defecto, creyendo la crítica maligna y envidiosa […] La crítica no es censura ni alabanza, sino las dos, a menos que sólo haya razón para la una o la otra…»32
Obviamente, existe una analogía entre los conceptos de Martí, también en los de Ballagas. La crítica artística y literaria de ambos —salvando las distancias temporales y estilísticas—, va al tropiezo de ese énfasis estético que demanda de recursos poéticos o de índoles narrativos. La opinión no queda constreñida a lo informativo, característica muy propia del periodismo. El empleo de un discurso de amplias riquezas estéticas, sin visibles fronteras impuestas por la urgencia de la comunicación, convierten ese hacer periodístico en suceso más perdurable, creíble, histórico e interpretativo. Hay una hibridación, casi permanente, de multiplicidad genérica y pensativa, de tipo ensayístico y de privilegio por un juicio o un criterio que transmuta el gusto indefinido, de pluralidad —discursiva, textual o temática—, entre la sensación y la impresión del hecho cultural de la contemporaneidad.33
El jueves 25 de marzo de 1943 Emilio Ballagas efectúa su segundo tropiezo con reclusos y personal militar de la cárcel de Santa Clara. El horario de la mañana es el fijado por las autoridades del penal. Dictará la tercera conferencia recordatoria del aniversario 90 del natalicio de Martí. El programa de extensión cultural, como de costumbre, está organizado por el Club Umbrales, de la antigua capital de Las Villas. La presentación, ante el auditorio, la hace el dramaturgo y crítico literario Juan Domínguez Arbelo. El poeta camagüeyano está convencido de criterios que, dos meses después, recogerá en su «Castillo Interior»:
«En una época de colaboración en que la comunidad de bienestar es anhelo ecuménico, un ansia de los espíritus auténticamente cristianos inspirados en la fe de los grandes fundadores, el poeta no ha de quedarse solo en poeta, sino fundirse amorosamente al hombre, a su hermano...».34
Por tema escoge “Martí, traductor literario”.35 Ballagas aborda ese tópico a parir de la generalidad y la experiencia personal. Tal vez sea el antecedente del texto que miró a otro, aún no localizado en la papelería martiana, dedicado al poeta romántico Thomas Moore. La versión de “Lalla Rock”, un largo relato oriental, llevó una inapreciable atención de Martí, así lo refiere Ballagas. Ahí está recreada la simpatía por los ideales de libertad y fe en el progreso humano, según la óptica de ese lírico nacionalista irlandés, muerto mucho antes de que naciera el Apóstol.
Ballagas estima la traducción como original rareza poética, únicamente posible, cuando se retoma la «[…] afinidad electiva solo explicable por la unión de los contrarios, por una especie de paradoja solo aparente; un hecho explicable por la mutua compensación de espíritus que buscan su equilibrio.»36 El poeta, también traductor itinerante de inglés y francés, precisa cuáles constituyen las cualidades de un escritor cuando traspone las fronteras originales de un texto en otro idioma. Sabe, incluso, ajustado a los criterios de Martí, que representa una particularidad declarada para no «[…] dejar de ver un solo instante la persona propia.»37 Todo debe fluir al natural, de amplio dominio de frases idiomáticas, de riqueza léxica y estilísticas, y sobre todo de añadidos en el conocimiento de la vida y obra de quien se pretende traducir.38 Por eso Ballagas anda más allá de ese acontecimiento literario, y se cuestiona:
«[…] cómo resolver el viejo conflicto de los traductores de poesía sobre si la versión ha de enajenarse para la lengua del que amorosamente traduce, o si debe conservarse el sabor y el aroma de una cosa que pertenece al genio lingüístico en que la idea tomó su molde original, pero entre la versión utópica que apenas pone un cristal finísimo sobre la idea que queremos aprisionar, y la versión asequible que no tiene más recurso que asir el poema con los medios verbales de que se dispone, nosotros preferimos la versión prismática en tres modos posibles: el de la prosa, el de la paráfrasis rimada y el de la aproximación por el verso libre…»39
Más explícito resulta el poeta camagüeyano cuando en ediciones consecutivas del domingo 4, el sábado 10 y el miércoles 28 de febrero de 1951, incluyó en el Diario de la Marina sus acotaciones referidas a la traducción literaria.40 Aquí emprendió conceptos sobre el cambio de timbre que registra un texto, el genio nacional que lo produjo, y las circunstancias históricas en que fue creado. Eso es vital para «[…] aceptar con fría crueldad el llevar el corte a corte el genio de una lengua al genio de la otra…»41 Cuando revela “genio”, Ballagas insinúa el hecho lingüístico por encima del personal. O sea, de quien concibe el texto. Esa regla también siguió Martí. Siempre se mostró seguro, original y competente en el conjunto de traducciones que hizo, algunas por encargo, entre 1883 y 1888. Fue la fecha en que residió en los Estados Unidos y, junto al ejercicio periodístico, halló en libros de otros una urgencia para preservarlos en la historia y la cultura de la humanidad.
Las dos últimas aproximaciones a Martí, las refrendó Ballagas en el centenario del natalicio del Apóstol. El poeta camagüeyano estaba a un escaso año de la muerte prematura. Antes tuvo bríos para escribir la “Conciencia Martiana”, una mirada crítica, amarga, en torno al pensamiento y la vigencia histórica del más grande de todos los cubanos. El artículo está despojado del credo cristiano que caracterizó “La Condición Martiana”, y ahora precisó un contrapunteo entre «[…] la eficacia real de su ideario con el reverso de su ineficiencia aparente, o sea su valor operante sobre la conciencia del pueblo…»42 Aquí se percató de cómo desde 1902 entre los cubanos existió «[…] un estado de conciencia martiano, un estilo de pensar, un modo de sentir y de afrontar nuestros problemas que no se desentiende de lo que esencialmente predicó el Apóstol y aun el modo de cómo lo predicó.»43 Más preciso no pudo ser en ese estallido social, revolucionario y democrático que brotó después con la Generación del Centenario.
Tal parece que el poeta, justo cuando presiente la muerte prematura, se debate en antinomia cívica, nacionalista, filosófica. No era la primera vez que manifestó tales preocupaciones. La actitud recuerda aquella estancia en Santa Clara, posterior a 1934, cuando junto a los comunistas y militantes de izquierda, se enalteció con el proselitismo entre cubanos de acción virtuosa, revolucionaria, antiimperialista.
Encarnó la época en la cual escribió entusiasmado los “poemas sociales y de servicio” dentro de un ambiente cultural y de repulsa histórica que lanzó a obreros, campesinos y estudiantes a las calles de la capital provincial del centro del país. Jamás abjuró de aquellos versos de rebeldía, de inconfesable mirada crítica, contenidos en “Abrid bien los ojos”, El campesino herido”, “España, 1937”, y “Balada en blanco y negro”, devenidos, de un modo u otro, en rupturas estilísticas y temáticas con libros precedentes. No era el Ballagas paradisíaco de Júbilo y fuga (1931), y mucho menos el rastreador de la plasticidad melódica del Cuaderno de poesía negra (1934), y tampoco el distraído y “noctámbulo” de Blancolvido (1935), sus textos de mayor significación lírica hasta entonces.
Allí hubo un lamento por las heridas de la historia cubana. Sostuvo una invocación que miró hacia la deslealtad martiana, y el estado de necesidad y urgencia de cambios. No por gusto afirmó: «[…] Tener a un hombre de la estatura espiritual de José Martí por fundador y rector de una nación es sin duda alguna la más alta gloria a que un pueblo puede aspirar, pero implica también el más inviolable compromiso de su memoria…»44 Ese fue el antecedente para un último y humilde hallazgo desde la perspectiva del Héroe Nacional Cubano: Décimas por el júbilo martiano en el centenario del Apóstol José Martí (1953), libro que caló con sencillez en una desacostumbrada pureza estilística y patriótica, muy diferente al recogimiento íntimo, católico, de desgarramiento espiritual, registrado antes en poesía. Ahora la realidad lírica desnudó otras esencias en torno a un hombre y su significación histórica.45
Esas Décimas…, no constituyen el «[…] testamento político del poeta…»46, tal como afirmó Osvaldo Navarro en un edulcorado y desalmidonado prólogo a la Obra Poética de Emilio Ballagas (1984). No tengo explicación al dogmatismo subjetivo de ese ensayista. Ahora, estoy seguro que esa mirada hay que buscarla en la “Conciencia Martiana”, uno de sus últimos exámenes periodísticos aparecidos en el Diario de la Marina, donde recordó que a «[…] la luz de esa conciencia martiana el camino erizado de dificultades se nos hará, si no más difícil, mejor alumbrado…»47 Ahí reside otra visión, no ostentosa de un contenido discursivo que, nítido, apeló en Ballagas a la sinceridad despojada de signos ecuménicos. Allí está el hallazgo con el mayor símbolo que prodigó el escritor desde un aula o el verso: la humilde virtud nacionalista de un cubano que tendió su mano limpia hacia el inaudito y sublime pensamiento del Apóstol. Al menos, en medio de la asfixia republicana, constituyó un sentido honesto para buscar o refundir necesarias respuestas puntuales a su tiempo creativo y existencial.
NOTAS:
1- Luis Álvarez Álvarez (2004): «Emilio Ballagas, desde este fin de siglo», en Saturno en el espejo y otros ensayos, p.109, Ediciones UNIÓN, La Habana.
2- Emilio Ballagas (2008a): «Centenario de Lope», en Prosa (Selección, prólogo y notas de Cira Romero), p. 379, Editorial Letras Cubanas, La Habana.
3- José Martí (1975): «El Centenario de Calderón», en Obras Completas, tomo 5, p. 125, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
4- Cfr. Emilio Ballagas (2008): Obra Poética, (Compilación y Prólogo de Enrique Saínz), Editorial Letras Cubanas, La Habana, y Emilio Ballagas (2008): Prosa, Ob. cit.
5- Octavio Paz (2003): El Arco y la Lira, p. 38, Fondo de Cultura Económica, México.
6- José Martí (1975): «Carta a Fernando Figueredo”, en Obras Completas, tomo 1, p. 294, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
7- Fue frecuente que los intelectuales de la localidad hicieran visitas y sesiones culturales en centros penitenciarios villareños. Desde principios de la sexta década de siglo xix, en 1862, la cárcel de Santa Clara, destinada a detenidos por causas «políticas» o comunes, estuvo radicada en las actuales calles Villuendas, esquina a Carretera Central. A partir de 1931 tuvo al frente la Audiencia de Las Villas, con el propósito de efectuar y agilizar los procesos legales. Ese lugar, desde 1977, dejó de ser centro penitenciario, y tras una readecuación de sus instalaciones, se convirtió en escuela especializada para la enseñanza de niños ciegos o débiles visuales. Cfr. Luis Machado Ordetx (2006): Kilates del testigo, 61-86, Editorial Capiro, Villa Clara.
8- El texto, hasta 1991, estuvo parcialmente inédito dentro de la vasta papelería escrita por Emilio Ballagas durante su permanencia profesional y literaria en Santa Clara. Su original se localizó en 1988 en la documentación que el declamador presentó al autor. Cfr. Emilio Ballagas: «La condición martiana», en Anuario Martiano, sección Vigencias, (14): 258-259, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991.
9- Cfr. Pedro López Dorticós: «Intimidad de Martí en sus cartas a Manuel Mercado», Conferencia leída en la sesión celebrada el 30 de marzo de 1950 en la Academia Nacional de Artes y Letras, en Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, tomo xxxi, año xxxvi, pp. 126-171, La Habana. Las disertaciones anteriores correspondieron a Juan Domínguez Arbelo con “Martí, crítico teatral” (jueves 25 de febrero), y a Raúl Ferrer Pérez con “Martí y sus Versos Sencillos”, dictada el 22 de abril de 1943.
10-José Martí (1963): «Carta al Director de La Nación, Nueva York, junio 7 de 1884», en Obras Completas, tomo 10, p. 60, Editora Nacional de Cuba, La Habana.
11- Emilio Ballagas: (2008a): «Castillo Interior de Poesía», Ob. cit., pp. 288-289.
12-José Martí (1964): «Ismaelillo», en Obras Completas, tomo 16, p. 17, Editora Nacional de Cuba, La Habana.
13- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., p. 289.
14- José Martí (1975): «Maestros Ambulantes», en Obras Completas, tomo 8, 289, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
15- Cfr. La Biblia, Dios Habla Hoy, (1993): Sociedad Bíblicas Unidas, México.
16- José Martí Pérez (1963): «Carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui», en Obras Completas, tomo 1, Ob. cit., p. 28.
17- Cfr. José Martí (1981): «Carta a Manuel Mercado», en Obras Escogidas, tomo 3 (Noviembre, 1891-Mayo, 1895), pp. 576-579, Editora Política, La Habana.
18- Cfr. Emilio Ballagas: «La condición martiana», en Anuario Martiano, sección Vigencias, (14): 258-259, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1991.
19- Cfr. Biblia Devocional de Estudio [Antiguo y Nuevo testamento] (1996): Versión de Cuasimodo Reina (1569), revisada por Cipriano Valera (1602). Otras revisiones: 1862; 1909 y 1960: La Liga Bíblica, Sociedades Bíblicas en América Latina, Estados Unidos.
20- José Martí (1963): «Generoso deseo», en Obras Completas, tomo 1, Ob. cit., p. 424.
21- Cfr. Emilio Ballagas: «Castillo Interior de Poesía», revista Letras Cubanas, 3(11): 246-291, La Habana.
22- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., 98
23- Idem., p. 259
24- José Martí (1975): Ob. cit., tomo 8, p. 289
25- Cfr. José Martí (1975): «Oscar Wilde», Ob. cit., tomo 15, 361-368. V. Andreu Motion: «El último viaje de John Keats», en Crítica, Universidad Autónoma de Puebla, México, 23 (90): 75-98, diciembre 2001-enero 2002.
26- Idem., p. 362.
27- Idem., p. 365
28- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., p. 354
29- idem., p. 358
30- Cfr. Alfonso Reyes (1968): “Aristarco o anatomía de la crítica», en Ensayos, Casa de las Américas, La Habana, p. 235.
31- La ensayista Cira Romero no se percató de un hecho singular. En periodismo, sobre todo de corte literario, con altos vuelos poéticos y a veces de rebuscamientos estilísticos, una sección fija de un diario se da por concluida por tres razones: cuando el escribiente es torpedeado por la autocracia de directivos de la redacción, o se percata que nada tiene que decir a sus lectores, y en su defecto, comienza a repetir los temas. Es lógico que Ballagas concluyera con su columna “Periscopio”, pues, aunque firmaba los textos desde La Habana, no residía en esa ciudad, sino en Santa Clara. Después de 1946 estuvo durante dos años en los Estados Unidos, de donde regresó para instalarse definitivamente en la capital del país y reabrir, a solicitud de Gastón Baquero, otra sección con nombre diferente y similares objetivos a la anterior. Cfr. Emilio Ballagas (2008a): Ob cit., p. 16
32- José Martí (1975): Ob. cit., tomo 20, pp. 134-135
33- Hugo Achurar (1994): La Biblioteca en Ruinas, p. 59, Ediciones Trilce, Montevideo.
34- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., p. 289
35- Cfr. Severo Bernal (1943): «Recordatorio a Martí, la conferencia de Ballagas en Santa Clara», en La Publicidad, 39(135764):7, viernes 19 de marzo. En la papelería del escribiente solamente se encontraron apuntes sobre esa disertación, desconocida o no recogida en libros hasta el momento. Tal parece que formó parte de otros artículos que luego incorporó sobre ese tema en las páginas del Diario de la Marina, en su habitual columna “Peristilo”, elaborada a partir de 1948.
36- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., p. 410
37- José Martí (1975): Ob. cit., tomo 14, p. 40
38- Tendríamos que recordar el artículo “Del Traducir y enajenar”, Emilio Ballagas (2008a): Ob.cit., pp. 304-307. Habla sobre el romántico francés Félix Arvers (1806-1850), y las particularidades del soneto «Ma âme a son secret…», del cual hizo una versión al español.
39- Idem., pp. 305-306
40- Cfr. Emilio Ballagas (2008a): Op. cit., pp. 308-316
41- Idem., p. 309
42- Idem., p. 415
43-Idem.
44- Idem., p. 416
45- Cfr. Emilio Ballagas (2008): Ob. cit, p. 25-26. En el prólogo a esa Obra Poética, el ensayista Enrique Saínz distingue cualidades menores en este libro, sobre todo al compararse con Nuestra Señora del Mar (1943), décimas consagradas a la Virgen de la Caridad del Cobre. De advertirse qué dice el poeta en su ensayismo-articulismo periodístico, dejaríamos de observar determinados ejercicios retóricos que se le endilgan, principalmente por el tono sincero, las formalidades técnicas y el impecable discurso de convocatoria espiritual contado a la manera tradicional.
46- Osvaldo Navarro (1984): «Ballagas, ni más ni menos», Prólogo a Emilio Ballagas: Obra Poética, p. 39, Editorial Letras Cubanas, La Habana.
47- Emilio Ballagas (2008a): Ob. cit., p. 416