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San Juan de los Remedios en la mirada de Carpentier

San Juan de los Remedios en la mirada de Carpentier

Por Luis Machado Ordetx 

En los señoríos de la Parroquial Mayor, en los callejones de tierra roja, de aceras estrechas y altas de San Juan de los Remedios, en Villa Clara, no hubo una pista física de Alejo Carpentier[1] —el más universal de los narradores cubanos—. Más, Su huella espiritual revive por años en los aires renovadores que despertaron la música, las preocupaciones sinfónicas y orquestales, recreadas por Alejandro Tomás García de Caturla.

 

Hizo un siglo en el 2004, que —en la calle Maloja, de La Habana—, nació el periodista, musicólogo, ensayista y novelista Carpentier. Dos años después, en la vivienda ubicada en la calle José Antonio Peña, número 14, en Remedios, vino al mundo García de Caturla. El siglo xxi acogió a los dos artistas en sus respectivos centenarios, y como generación inacabada, todavía dan que indagar en sus creaciones distintivas.

 

Ambos amigos, desde la juventud, representan una parte significativa del embrión, la renovación de valores y la defensa de la cultura cubana en las diversas latitudes del planeta.

 

No por gusto, y hasta por azar de la vida, Carpentier y Caturla dejaron una huella tras las andanzas artísticas y creativas por predios habaneros o de Paris. La difusión respectiva de sus obras en países europeos y americanos —sitios donde impusieron la novedad y la riqueza imaginativa de sus discursos narrativos y musicales— los definió como hombres de cualquier época.

 

El rescate y la búsqueda de una originalidad autóctona de lo nacional-cubano, llevaron al remediano, en variadas dimensiones y posibilidades, hacia el afrocubanismo sinfónico; mientras el autor de Concierto barroco ideó la concepción de los «real maravilloso americano», diseñado en una vasta proyección teórica y narrativa.

 

Los tambores de la Casa de los Congos, en la calle Soledad; las lecciones de violín, , en sus primicias impartidas por América Pardo Ruiz; el coro y los cantos gregorianos de Fray Pedro, en la Iglesia del Buen Viaje; y el bembé de Antonia la Lucumí, escuchado en el trillo de La Mar, en San Juan de los Remedios, permitieron que, a la llegada a La Habana —en octubre de 1922— apuntara no hacia la bohemia y el cosmopolitismo, sino a la indagación de los compases musicales de otros contornos artísticos, así como  los estudios de Derecho Civil en la Universidad.

 

Aquí surgen las amistades que perdurarán: Carpentier y los intelectuales de izquierda, junto los instrumentistas de la Sociedad de Conciertos y la Orquesta Filarmónica de La Habana.

 

Carpentier dice que es el «descubridor del músico». El 11 de diciembre de 1941 el rotativo El Huracán, órgano de difusión de los intereses jurisdiccionales de Remedios, publica un extenso artículo   —tal vez el único que ese narrador envió en su carrera de escritor a una redacción local del interior del país—, con un título de alto puntaje: «Alejandro García Caturla», concedido a petición del oboísta, cornista y saxofonista Abelardo Cuevas.[2]

 

Aquí dice: «Ayudado por la escarcela paterna, Caturla subió al puente de un trasatlántico. Quería reunirse conmigo en Paris, por algunos meses: yo había sido su descubridor, musicalmente hablando. En muchas ocasiones mis consejos —instándolo a la maduración, a la simplificación de su estilo— le habían sido útiles. Ahora quería completar sus conocimientos bajo la dirección de algún buen maestro que yo le recomendara».[3]

 

Desde 1923 eran amigos. Catarla, a la vez que estudia su carrera universitaria, atenúa la economía personal como pianista en los teatros Campoamor, Mundial, Méndez, Oriente, Norma, Garden y…

 

Lo dos consolidan las preocupaciones sobre la inclusión de los motivos negros dentro del hacer artístico. El remediano discrepa y habla, el habanero discurre en el comentario y el conocimiento de la obra compuesta por impresionistas, expresionistas y forjadores de las técnicas de la vanguardia musical.

 

Son comunes los pronunciamientos sobre Schomberg, Stravinski, Satie, Verese, Villa Lobos, Milhaud y… El nombre de Caturla y Amadeo Roldán anda en la palestra pública bajo el aliento de Carpentier. El «Minuet de la Pequeña Suite de Conciertos» se estrena en el Teatro Nacional, y simultáneamente prepara la «Obertura Cubana», «Tres Danzas Cubanas» y «Piezas para Cuartetos». Toca el violín, y ofrece una impronta artística y de osadía renovadora en la Jazz Band Caribe.

 

Solo los estudios, y servir al país como jurista y músico, lo animan. Carpentier lo explica en más de una ocasión cuando aborda las figuras descollantes de Roldán y Caturla en La Música en Cuba. No se equivocó al conducirlo en medio del crudo frío parisino  hasta la casa de Nadia Boulanger, en 36, rue ballu, 9eme., para recibir clases de contrapunto y fuga.

 

La pedagoga, de inmediato, está convencida del talento musical que tiene ante sus ojos. Lo reconoce ante Carpentier, quien luego admitirá que los conocimientos adquiridos y las relaciones sostenidas con creadores del denominado «segundo arte», fueron definitorias en su literatura para penetrar en la búsqueda de las estructuras verbales.

 Juntos deambularán por teatros, verán funciones del ballet ruso y el español, concurrirán a las exposiciones surrealistas de Miró, Max Ernest, Arp, Pacabia y… Disfrutarán de diálogos con Manuel M. Ponce, Breton y el cubano Eduardo Abella…

De esa época datan los trabajos a cuatro manos: Carpentier escribe el texto y García de Caturla pone música a la «Liturgia yamba- o», y piensan en «Manita en el suelo».

También polemizan en sobre lo que Fernando Ortiz denominó un tiempo después, factores humanos de la cubanidad.

 

Caturla regresa rápido a la isla. Apenas cree que tiene minutos para vivir mayores ensoñaciones creativas y personales, y su nombre resuena en los principales escenarios del mundo. Nuevamente la música cubana figura como un eco. Sin embargo, el remediano, según Carpentier reseña, se aferró y eligió la carrera de Derecho, un punto sin conexiones con su arte, para no hacer concesiones a los ambientes.

 

Las amplias y variadas cartas cruzadas con el autor de La Consagración de la Primavera, atestiguan grados de hermandad y comunión intelectual, y en el centro de las mayores indagaciones, están el hombre y el disfrute artístico. No por casualidad dice del remediano que « […] fue el temperamento musical más rico y generoso que haya aparecido en la isla. Dotado de un verdadero genio […] su expresión marchaba como fuerza telúrica.[4]

 La correspondencia es copiosa. Por última vez se encuentran después de enero de 1939, cuando alejo funge como codirector de la estación de radio CMZ. Un año y medio lo separará para siempre del contacto físico. Hay un estallido de dolor en toda Cuba, y también en el mundo alcanza una rápida repercusión. El 12 de noviembre de 1940 —en las calles de su pueblo natal, Remedios—, Caturla fue ultimado a balazos, y con su muerte, Carpentier sus amigos y la Cultura Cubana, perdería la rectitud del jurista y al hombre de miles de anécdotas y acordes, salidos de una inteligencia legítima.  


[1] Alejo Carpentier: [La Habana, 1904-Paris, 1980]. Narrador, periodista, traductor, crítico literario, ensayista e historiador. Cfr. Diccionario de Literatura Cubana, t. i, Op. cit., pp. 183-191.
[2] V. Alejo carpentier: «Alejandro García Caturla», en El Huracán, Remedios 265(12):1-2. 
[3] Idem 
[4] Cfr. Alejo carpentier (1979): La Música en Cuba, p. 255, Editorial Letras Cubanas, La Habana.

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