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CAROLINA VISTE LA CALLE

CAROLINA VISTE LA CALLE  

Por Luis Machado Ordetx

 

El «Autoretrato», pieza digital compuesta por la fotógrafa y diseñadora Carolina Vilches Monzón, fulgura como ensueño de locura, tal vez acentuado dentro del cubano que se mueve en una cotidianidad y pugna por la búsqueda de lo «eterno» imposible albergado en una imaginación  determinada por la idiosincrasia y el ser nacional.

 

Así lo atestiguó Lezama Lima en sus arranques de la Teleología insular, y un tiempo atrás confirmé la perspectiva en ocasión de la primera exposición fotográfica que organizó la artista, fecha en que mostró peripecias y juegos con lentes y software. Fue un acontecimiento que aprecié en el discurrir de esos instantes perfeccionistas del detalle y la inmediatez del discurso, propios del modo de hacer en que equilibra el tiempo libre, alejada de compromisos hogareños.

 

Vinieron premios, válidos para reconocer la paciencia familiar,  y ahora la localizo inserta en un proyecto artístico -amén del sentido que ampara al colega y su eticidad-, auspiciado por la Casa de la Ciudad: «Imagen Arte», sitio en que comulgan estudiantes de pintura y asiduos visitantes a la TRD «Siglo XX», en Boulevard y Máximo Gómez, en Santa Clara.

 

Allí, como uno más, choqué por azar del destino con dos de sus piezas de arte digital; incluso, indagué por el modo y la forma en se acercan a la comunidad, y por sorpresa aduje que existía tal proceder en otros lugares, pero no a la altura y significación del precedente.

 

De tal yerro sacó Walfrido Ravilla, animador del proyecto, quien testificó que, desde un año atrás, unos diez artistas villaclareños confraternizaron con la colectividad asidua a la entidad comercial.  Luego esos hacedores, al paso de unos instantes, dialogan sobre técnicas creativas con estudiantes vinculados a la galería «Encuentro» de la Casa de la Ciudad.

 

Aquí se atesoran valiosas piezas de coterráneos, residentes o no en este terruño, mientras por los vestíbulos del recinto comercial circularon con anterioridad, tal como comprobé, nombres tan significativos como Róger Echevarría, Amílkar Chacón, Juan Ramón (Yiki) Valdés, Raúl Santos Serpa y Tomás Rodríguez Toledo, entre otros.

 

En octubre se espera que asista la insustituible Aída Ida Morales, fecha que saludará el Día de la Cultura Cubana, y será ocasión para otro topetón artístico.

 

Ahora, Carolina Vilches Monzón, con sus fotografía, no requiere -tanto en la recreación periodística o artística-, de mucha presentación, dadas las pericias y juegos que logra en la reconstrucción fotográfica de la realidad, del fragmento que escapó a la pupila o del minuto que late en el recuerdo.

En arte digital, gracias a la paciencia de composición, y a la minuciosidad del orfebre que espera la búsqueda del detalle, persiste una nota de acentuación, de respeto y sinceridad ante la imagen y la expresividad del discurso.

 

Sin embargo, en ese ambiente de «locura» creativa, de voracidad «selvática» en que los fragmentos quedan apresados en la verosimilitud de una realidad, aparece moteada por una contraposición entre lo que se exhibe: «Autorretrato» -pieza legendaria y con galardones en certámenes internacionales- y «Sueños rotos», vertiente que juega ab libintum con la carga onírica y la fusión sensual del cuerpo.

 

Hay una ruptura, es lógico, no ex profeso, sino (re)pensada para que el otro ofrezca una valoración; y ahí precisamente Vilches Monzón aprisiona el talle y corona mayores pretensiones en el gusto por la naturaleza sensual que envuelve toda realidad.

  

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