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GUILLÉN, ESENCIAS VOLCÁNICAS DE HISPANOAMÉRICA

GUILLÉN, ESENCIAS VOLCÁNICAS DE HISPANOAMÉRICA

  «Sentirse plácido, tras sus páginas,  es como

                       tocar  el pensamiento, y vivir lo cubano  en las profundidades  de la

                       tierra». [1]

                                                                         Emilio Ballagas

 

 

Por Luis Machado Ordetx

 

Pertenece al libro Kilates del testigo, Editorial Capiro, Villa Clara, 2008. Testimonio del declamador villaclareño Severo bernal Ruiz. Homenaje este 16 de julio de 2009 en ocasión del aniversario 20 de la desaparición física del Poeta Nacional Cubano.

                     

Ciertamente habrá un gesto que confirma y sentencia. Jamás inventé nada. Tampoco haré un cuento asentado en la fantasía. De ningún modo residí allí en el ámbito físico, pero... No importa dónde estén los titanes, y las latitudes que los separen, porque una huella los contagiará  y los convertirá en ubicuos.

 

En enero del 47, en Buenos Aires, Argentina, encontró Nicolás Guillén Batista una sorpresa: El son entero; suma poética 1929 -1946.[2] Sabrán por qué lo advertí con propiedad, y no parafraseo una utopía. Lo percibí por quienes procedieron como testigos: el protagonista lo confesó con posterioridad.

 

 En lo subterráneo sosteníamos contactos con artistas que, ilusionados, remitieron las letras con exactitud. La correspondencia que conservo es una prenda excepcional de absoluta responsabilidad ética.[3]

 

Sin producirse el regreso -en estadía por el Sur-, aquí, en Santa Clara, Cuba,   disfrutábamos de sus éxitos. La radio y la prensa escrita «de ribetes oficiales y representante de intereses privados», mantuvieron en el anonimato la vitalidad del peregrinaje. Ninguna vez hizo falta que arribara para describir el inmenso entusiasmo lírico y las vivencias.

No: existieron formas más eficaces para mantenernos atentos. Las buenas ocurridas se propagaron con prontitud. En el círculo de escritores que confluíamos en diferentes sitios de la ciudad, se conjeturó en detalles las conquistas agenciadas entre los...

 

Embriagado y pletórico él retomó los palmos llanos y altos de Sudamérica. Lo confirmó sin desdeñarlo, y transpiró el virtuoso oxígeno que invadió las estaciones. No es una alternativa del rastreo: fue a los recónditos lugares y aplanó la pleitesía en los honores.

 

La voz, claro está, tuvo el tono diáfano y cristalino, parecido a las aguas de un riachuelo. Era suya, cargada con el sonido grave de las inflexiones, y se retenía en cadencias precisas, porque de las entrañas brotaban las sugerentes pausas. Así rememoro su actuación. Por dentro percibía la soltura, y por fuera, en los exteriores, el linaje natural que compete el discurrir que inquiere a las vastas multitudes. 

 

Antes que llegara al conocimiento de los mexicanos -insistiera en paso urgente y breve por Norteamérica, y se alimentara de la hoguera antifascista de los españoles-, lo intimé de tú a tú, como un excepcional amigo, por medio de cartas y conversaciones. Fue un genuino conversador. No obstante, poseímos diferencias...

 

 Es justo que apele a la memoria -sin huir de las alegrías y los sinsabores-, para reedificar los días en que su  particularidad se confundió con la  nuestra. En Santa Clara, una ciudad con encanto original, supe comprenderlo, tal como él oteaba el contagio literario de la región.

 

El verdor de los campos -lo que engalana-, se justiprecia en reflexiones que permiten una referencia de Guillén con esa época: atrapo la inocencia. Hurgo y reposo en... Comentó él -además, en su momento lo explayó-, sobre los vínculos que estableció aquí, en un territorio donde la poesía -de corte social y hasta amoroso-, se decantaba en contenido y forma, muy diferente, a lo elaborado hasta ese instante en otras partes del interior del país. En quienes lo  congeniaron -entre esos yo-, prendió una firmeza telúrica. Nadie, absolutamente, quedará apartado de su fecunda influencia, de anunciador de una sistemática señal.

 

Evoco a Juan Marinello, María Josefa [Pepilla] Vidaurreta[4] y Emilio Ballagas cuando, en reiteradas oportunidades, se refirieron al poeta, periodista y comunista camagüeyano. Luego, a mediados de los años 30, le expusieron en persona, y coincidimos en actos públicos, redacciones de prensa, imprentas y...

 

 Por esos días tenía un inmenso reconocimiento en el ámbito cultural cubano y extranjero. El prestigio no le resignaba margen a la existencia de una  petulancia embriagadora. Era uno entre todos, y las visitas que realizó a Santa Clara, por una razón u otra, se hicieron frecuentes.

 

Sus libros escritos con anterioridad -Motivos de son, Sóngoro cosongo, West Indies Ltd., Cantos para soldados y sones para turistas, y España; poema en cuatro angustias y una esperanza- revelaron una perspectiva particular. Constituyeron una expresión distintiva de componer el entorno, y de contemplar lo negro o lo mulato, en fin lo cubano,  sin folclorismos baratos.[5]

 

Las metáforas que Guillén confeccionó, no por que lo diga -tal como lo disfruté cuando declamaba-, calaron en raíces de catadura antillana, y marcaron un vestigio evidente de la identidad americana. Sin resquemores, sé del valor inestimable, donde predominó la pausa y el encaje precioso.

 

Volviendo a otras reminiscencias -como supe al seguir el itinerario sudamericano, y del cual atesoré valiosas experiencias desde Santa Clara-, comprendí que las tierras del Continente se desataron, al principio, en Venezuela, el martes 20 de noviembre de 1945, tras el arribo a La Guaira.

 

Mientras Ballagas y varios amigos, por correspondencia o conversaciones personales, se interesaban por el periplo del mulato,  allá, a la espera, estaba Otero Silva.[6] En su maleta -por abultada o no que estuviera en objetos  de utilidad extrema-, jamás faltaron los apuntes que integrarían el último libro: El son entero... [1946].[7] Sería considerado el fundamento de la  madurez creativa.

 

Confirmo esa información. Siempre que lo fraternicé pude apreciarlo -con pliegos de papeles en estado virginal, aptos para emprender la escritura-, atando el concepto que revolotea en la cabeza, y prendido del delinear de los lápices de colores, sobre todo, del rojo y el azul, considerados los preferidos para la exposición.

 

Por mucha prisa que lo contemporizara -y no dudo que por el Sur fuera agitada y vertiginosa-, daba margen para el comentario con cualquier transeúnte, tomaba notas y  «volaba» la imaginación con la reflexión sabia. No sé si entrado en más edad cambió de parecer. Lo dudo. Considero que eran cualidades aferradas al temple de su personalidad.

 

Después por un ameno intercambio de palabras advertí cuánto duro el deambular por las tierras de abajo del Río Grande: dos años, tres meses y diez días, en un caminar trascendente por Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, Argentina otra vez, y Brasil.[8]

 

 Esa gira adecuó una línea de sones, canciones diversas, imágenes insustituibles, conferencias, bosquejos y perfección  acumulada en el decurso del tiempo. Emilio Ballagas, su coterráneo, alertó que esa travesía tuvo una dispersión inquieta y fructífera para Cuba, y se elevaba a un sentido de universalidad y de cercanía interpersonal.

 

Frecuentes, por allá, fueron sus idas a campos y ciudades, donde predominaban las confidencias con lengua suelta  y reflexiva, y el discreteo junto a hombres que sudaban la camisa. Él, halagado, compartía la palabra en ofrenda solidaria.

 

Así imagino que Guillén se ensanchó en una plática amena y abierta con los intelectuales: Otero Silva, Alberti, María Teresa de León[9], Amorín, Yupanqui, González Tuñón[10] y... De ningún modo erraron en lo absoluto.

 

 Allegó con el sabor de los indelebles modismos del habla popular, los giros proverbiales de las tertulias, las sirenas de las fábricas, el silencio nocturno de los parques, y la nitidez social que exigen los pueblos hambreados.

 

En los oídos, lo sé, retumbó ese instante que iluminó los ojos, y detalló en brillo intenso, para corroborar la urgencia y la validez del proceder. De otra manera no comprenderemos la extensa  veneración por una poesía cargada de marcada intencionalidad transformadora.

 

Sí, en febrero de 1947, cruzó el Río de la Plata, y luego  Montevideo, mientras en marzo arribó otra vez a Buenos Aires, a la Casa del Teatro, perteneciente a la Sociedad Hebraica, de Sarmientos No. 2233, y leyó su ensayo «Presencia negra en la poesía cubana».[11] Después, retornó  a Uruguay en una efímera estadía.

 

La colección Mirto, de la editorial Pleamar -que en octubre de 1946 editó la antología Mapa de la poesía negra americana, preparada por Ballagas-, extrajo de la imprenta El son entero; suma poética 1929-1946, con los más importantes y frescos poemas de Guillen. El texto se decantó como el Libro del Mes, tras la rubrica de Fatone,[12] Borges,[13] Baeza Flores,[14] Amorín y Martínez Estrada.[15]

 

El sábado 14 de junio de ese año se confrontó aquí: «Guillén discurre de vuelta entre los bonaerenses».[16] Lo guiaba León Felipe[17] y Cándido Portinarí.[18] Tal aparentaba que los amigos del centro de la isla caribeña también radicábamos allá, sintiendo en la piel el frío del clima,  y paladeando el calor solidario que dispensaban al coterráneo...

 

Tamaña paradoja en la distancia. La mente vuela, y del pasado emerge el presente. Uno no es mago. El arte entraña ilusión, sueños, alas... ¿Por qué...? Con la correspondencia venían  mensajes que consideraban los hechos. Los escribientes narraban -con letras, fotos, recortes de prensa y firmas- las huellas que sembraba el cubano, como itinerante estremecedor del Continente. En particular, los argentinos, precisaron en el intercambio que  se estableció  por esos lares.

 

La inmediatez de la  palabra «habitaba» en Santa Clara. Los primeros días de agosto del 47 configuraban pilares. Los escritores argentinos sistematizaban los envíos. Un abultado paquete certificado ofrecía la primicia. Todos gozábamos. Guillén era el protagonista de la noticia que enaltecía.  Teodora [Nena] Olivera Ruiz -una de las voces  del territorio-, disfrutaba y deleitaba con el documento que extendió a todos. Después lo entregó para salvaguardarlo y conservarlo.[19]

 

El albarán -en esta oportunidad- tiene una importancia extrema. Es del locutor y cantante rioplatense Eduardo Rayo, un hombre de micrófono en la emisora L.R-2, Radio Argentina. ¿Cuál era el contenido de esa prenda de virginidad absoluta, desprendida de la pleitesía instintiva de la acrimonia?

 

 Bien sé, antes y ahora, del valor de ese joyel primigenio. El fardo traía recortes de la prensa local, fotos de Guillén con los argentinos, y algo sorprendente -inusitado, y de vecindad para cualquier fecha-, que sustentaba la frescura de los tipos de letras de una máquina de escribir.  Al margen, con un zurcido de aquellas correcciones caligráficas que delimitaban la pincelada puntual, venía un libreto radial original.

 

Recurro a especificar lo sorprendente. El guión,  redactado por el escritor y poeta gallego Xavier Bóvedas -exiliado en Argentina-, sirvió para lucir a los oyentes el calibre de un intelectual dotado de avidez comunicativa. En la Tertulia Literaria -programa difundido en un horario estelar de la noche-, reconoció al renovador de la lírica caribeña, y entre preguntas y respuestas, el agasajado encaró el micrófono y recitó versos definitorios y sugerentes.

 

La hoja que encabeza el argumento, en la parte superior, añadía las consideraciones refrendadas por Rayo. El documento fue elaborado hace más de medio siglo, y evidenció el tributo que brindó la emisora, el colectivo de realizadores y el espacio radial -patrocinado por la librería El Ateneo, enclavada en la calle Florida, número 340-, al visitante.

 

Un sello impoluto, que tocaba en el umbral de lo puro, se exhibía en la remesa. Junto a las letras del escribiente se anexaron las 12 páginas [hojas de 8,5 por 13 pulgadas] que, foliadas con una costurilla, concibió Bóvedas. Sin duda, avalaban el refinado estilo y la limpieza mecanográfica del redactor.

 

Esos pliegos explicaron la forma en que se apreció con mano sabia la presentación de Guillén: reconocía la magnitud del hombre que estaba enfrente, y destacaba la valía de una voz auténtica de la literatura y el arte comprometido.

 

  ¡Qué nadie piense en un fraude...! El texto que Rayo trasladó -para releerlo hasta el delirio-, ostenta el matasello  permanente de la Dirección General de Radiodifusión, División Cultural, de Argentina. También juntó una foto de Guillén, tomada durante la presentación, frente a los micrófonos del estudio, y otros recortes de la prensa de ese país, donde se resaltaba el semblante agradecido y plácido del cubano.

 

Entiendo que huelgan las apostillas. La autenticidad de lo consignado -por contraste y  cotejo-, es fácil. Lo evidente puede corroborarse. No hay quien imagine un presunto impostor. ¿Por qué dudarlo...? Así pensamos y defendemos aquí. El camagüeyano accedió gustoso al intercambio de opiniones, y se fotografió mientras su voz se «descargaba» por el aire.

 

 Antes que eso ocurriera, Guillén realizó a última hora acotaciones en el orden de su lectura. Los caracteres de las letras escritas son propios y comparables a las caligrafías suyas. Yo destierro incertidumbres. En casa, poseo ciertas cartas que despachó en lapsos previos o posteriores. No hay necesidad de apalear a la fabulosa Guía del artesano, y tal vez requerir de un perito para fundamentar la similitud de los rasgos y los grafemas.[20]

 

Después de lo transcurrido, el libreto trasladado a Nena Olivera refuerza el enorme sacrificio que hacen los hombres para afianzar la cultura humanista y la identidad americana en un homólogo código verbal o escrito. Lo formulado por Guillén a los sudamericanos -y lo que estos hicieron por él-, sintetiza la  lección legada por un fundidor de palabras. El calado ahonda en las cualidades de los metales y se acoge a los tañidos nítidos que retumban.

 

Jamás advirtió que estuviéramos al tanto de sus éxitos. Tampoco olvidó qué esencias volcánicas refrendaron el texto. En definitiva, valido el rastreo, y doy rienda a la exposición minuciosa  cargada de perpetuidad.

 

El cantante lo retrata como un «intelectual aferrado al compromiso social con el pueblo».[21] Guillén fungió, lo reconozco, como animador y difusor de nuestros modos y costumbres en el actuar expresivo. En el fondo, esa actitud la asumió en reiterados periplos: propagó la oratoria como sentido elegido del mensaje, del decir...

 

Retomando el epistolario de Rayo -del cual somos partícipes-, el miércoles 23 de julio, retoco lo acontecido en las calles bonaerenses. Al siguiente día de la presentación en L.R-2, Radio Argentina, inspeccionó la ciudad, fue a la librería El Ateneo. También dialogó con cuánto hombre humilde se interesó por el arte y la literatura.

 

Por las letras comprendo que el locutor se extasió en la comunicación que sostuvo el poeta con los oyentes y el público. Especificaba cómo el cubano disfrutó de la audición, al enumerar y recitar «El son número 6», «Palma sola», «Sensemayá», «Una canción en el Magdalena», «Iba yo por un camino» y «Agua del recuerdo».[22] En El Ateneo leyó similares versos y prendió admiración en la cita con la palabra y la imaginación.

 

Más que recital, valoro que la entonación musical dada a la estrofa, respondió a las exigencias de la declamación. Lo digo porque, antes y después, coincidimos en intercambios artísticos: especificaba con rotunda frecuencia cómo el acento y la medida interior de los versos exigían una adecuación precisa. No en balde Mirta Aguirre indicó que: « [...] las influencias decisivas [...] se llaman -lo ha dicho él mismo y lo grita su obra- el Sexteto Habanero y el Trío Matamoros».[23]

 

Él recurrió más a lo interno, colgado de concepciones personales y ciertos «caprichos» para que todo se hiciera según su... Ese era el camino que encaró en la  recitación de sones y baladas. Por supuesto, no era el que acogí. De ahí nuestra diferencia: respetaba su formulación. En cambio, recibí reciprocidad.

 

 Las disertaciones, no exentas de discusiones, abrieron la polémica al tocar la individualidad, las cadencias metafóricas y los efectos emocionales del ritmo, sin desvirtuar lo que otros concibieron. Había que ejecutar bien el verso en su presencia.

 

En público, con facilidad, se escrutaba mucho al oficiante oral: todos sabíamos que eran recreadores decisivos, en una palabra, artistas. No obstante, algunos de estos hombres percibían el desdén de los poetas. En cambio, él admiraba y respetaba  al declamador y lo distinguía como un «prolongador» de sus estrofas y metáforas.

 

En algo jamás discrepó Guillén conmigo: confluía en la necesidad de incorporar el acompañamiento musical a la voz, sobre todo, con el uso de la  percusión. Ambos éramos artistas, y a la par, seguidores de estilos inconfundibles... Hay que admitirlo: no estaba desvariado del todo y los espacios opuestos eran mínimos. Al «recitar» el camagüeyano atribuía mayor vigor que el requerido a la inflexión y la sonoridad interior. Con la experiencia, la actitud de acoger el verso hablado, tendió a la medida perfecta.

 

Rayo, en otras palabras, testimonió que «... mostraba la argumentación adecuada y necesaria».[24] Conocí en pueblitos cubanos a esa voz que alienta la unidad, estremece el entorno y halla una originalidad integradora. Refuerzo lo anterior: siempre confirió cualidades al ritmo, al acento o el compás que define las vestiduras del texto, así como al toque musical que empinaba a los cantores populares. Jamás dudé del atributo que se posesionaba para conquistar los auditorios.[25]

 

La noche del sábado 25 de octubre, en La Estancia, un típico restaurante de la ciudad, se despidió de los argentinos. Desenterró aquí -con frases desgranadas y sueltas-, los meses sucedidos en el país. Rayo reveló cómo y por qué no se desprendió del caribeño: estuvo entre los que dieron el palmoteo.

 

Allí, también concurrieron los inseparables Alberti, María Teresa de León, el gallego Bóvedas y parte del equipo técnico de Tertulia Literaria. Al otro día, en Radio El Mundo, tomó los micrófonos y agradeció por última vez la hospitalidad del Sur: oficializó la partida.

 

La misiva del diligente y entusiasta locutor rioplatense tuvo asidua entrada en la casa de Nena Olivera. De esa forma, después, seguíamos enterándonos de su trotar. Al cabo de un tiempo, esas letras se eclipsaron. No sé la causal, aunque intuyo muchas..., y quedamos sin comunicación posible de qué sucedía allá.[26]

 

Al autor de Sóngoro cosongo  volví a verlo en Santa Clara, a principios de la década de los 50. ¿Quién cree que ese fue el único, último o preciso instante que acercó a Guillén al grupo de intelectuales de Santa Clara? No, aparecieron otros espacios, sobre todo, porque aún en el interior del país, esta ciudad se caracterizó por una variada proyección cultural y los escritores comparecían atraídos por la plenitud de la raigambre de la creación artística.[27]

 

 Dos caras de esa propensión -lo tangible e intangible-, fecundaron en las tendencias poéticas de corte negrista, folclórico y social nacidas hacia los años 30: significativas en los anales de la localidad. Guillén -un hombre conocido en el ámbito nacional- se instaló como un habitual transeúnte en nuestra preñez cultural. Como otros artistas marcó un sendero y depositó un hálito.

 

Del empeño no se alejaron con facilidad los que confluían al lado de las gestaciones izquierdistas, radicales, comunistas y antiimperialistas. En el coloquio intervenían por igual ateos y católicos, idealistas y materialistas. Ahí reinó el respeto mutuo y el acto que trascendía. Todo estaba cercano al diálogo y la conversación sobre los misteriosos límites que acechan al talento.

 

La filiación política -mientras estuvo por Santa Clara-, nutrió nuestras razones democráticas y populares. Innumerables fueron sus venidas por los barrios pobres del Condado o Dobarganes. También se expresó con similar tino en las tertulias hogareñas [las peñas literarias de entonces], donde afincó el calado humanista de su personalidad.

 

Los galenos Celestino Hernández Robau[28]  y Nicolás Monzón Domínguez lo condujeron por las calles céntricas y  humildes de Santa Clara.[29] La poetisa María Dámasa Jova,[30] una de las originales voces de la región, enseñó el proyecto de instrucción para niños humildes -adiestrados simultáneamente en la enseñanza elemental, y, además, en el estudio y el trabajo de labores de encuadernado y tipografía-. Él se sintió impávido por todo lo que acontecía en la ciudad.

 

Juan Mier Febles, Gaspar Jorge García Galló, Marinello, Pepilla Vidaurreta[31] y Ballagas, lo intimaron en disímiles puntos de acción cultural.[32]

 

El jueves 12 de enero de 1939 está con nosotros: prepara la organización de la reunión político-cultural que festeja la sesión ordinaria de la III Reunión Nacional del Partido Comunista, fijada para el siguiente día en La Caridad, el vetusto teatro de Santa Clara. Se volvió afiebrado, y recabó cooperación para que el montaje artístico-ideológico quedara a la altura de las circunstancias históricas. Hacía de todo en aras  de la naturaleza exacta del programa.[33]

 

Estuvo en las imprentas donde revisó las documentaciones solicitadas, según los pedidos, y cerca de las cajas -con los juegos de letras y rayas ordenadas, los linotipos, las máquinas Chandler y la litografía en piedra y el fotograbado-, ponderó la pisada ferviente por el periodismo. Además, enmendó in situ, utilizando lápices de colores,   planas y galeras.[34]

 

En la casa editora de Emilio Lanier Zaldo, en la calle Martí, número 29, esquina a Lorda, lugar donde yo trabajaba, todo era ardor por la tirada de los documentos encargados en la víspera. Él impartía lecciones a los tipógrafos y maquinistas jóvenes, y conversaba, contiguo a los operarios, sobre su iniciación en los talleres de La Libertad, en San Patricio  27, en Camagüey, allá por 1917.[35]

 

 Conmigo anduvo por la imprenta de García-Llanzó -en la calle Maestra Nicolasa 36-, y se asombró con los magistrales grabados en madera y piedra, donde dialogó sobre el difícil magisterio de componer una representación con la fidelidad que exigía un original. No salía de la extrañeza por el prodigio que apreciaba.[36]

 

Endiosado enojo descubrió su contemplación hacia el Parque Vidal -desde comienzos del año 30 dos zonas de paseo, una de blancos y otra de negros, dividía a la perfección la sombreada y circular plaza con ínfulas burguesas y eclécticas-, y apreció que la mulatez, para orgullo, se delataba en su físico. Por tanto, acudió a otros lugares donde respiró un mejor ambiente y fomentó tertulias informales. La segregación por el color de la piel lo ahogó.[37]

 

- Así, «no pagamos los cinco o diez centavos que cuesta el instante de ocio y placer por ocupar sillas y sillones de ese sitio», dijo, y patentizamos, en tal sentido, repudio al racismo aplastante. Contentura mayor lo cobijó para desterrar, con el proceder, un mal que laceraba la espiritualidad.

 

Después se arrebató y deliró con lo que vendría: se creyó partícipe directo, y se devoró en inquietud. Estaba vigilante y desterraba cualquier fallo: lucía meticuloso en las revisiones de las planas y lo diseños tipográficos de la papelería. El espectáculo presentaba el estreno en Cuba de «Mariana Pineda»,  el romance popular en tres estampas, escrito por García Lorca en 1925.[38] Marinello condujo al amigo en todos los menesteres, y oyeron frases elogiosas para el grandioso hecho artístico que, en la noche del viernes 13 de enero de 1939, subió al escenario de La Caridad.[39] Yo figuré en el elenco seleccionado por los promotores para agasajar a los participantes. Era un magnífico recibimiento, y así trascendió en la cultura de la localidad. 

De más está apuntar que Juan Marinello se dispuso como alma y guía, mientras la dirección artística y escénica correspondió a Mercedes Pinto y Francisco [Paco] Alfonso, respectivamente.[40] En el reparto intervino una veintena de actores que, desde meses antes, realizaron con exactitud el trabajo de mesa y el montaje del peliagudo drama del andaluz. La profesionalidad y la repercusión social fueron decisivas en la función-homenaje.[41]

 

La Coral Popular Revolucionaria, tutelada por el profesor Carlos Moreno Valdés, los puntos guajiros de Clavelito[42] y Moriano; las ejecuciones vocales de la soprano Zoila Gálvez, y las recitaciones de Alfonso Pérez y las mías, acogieron un espacio dentro del escenario.[43]

 

Los valores de la cultura villareña se unieron a otros actores de reconocido desenvolvimiento nacional, y eso acreditó el calibre del arte  imbricado a las raíces de la Patria. Al siguiente día, cuando los ecos de las discusiones políticas todavía retumbaban en la ciudad -en un brindis de despedida-, Guillén, en un decir muy característico, elogió el convite, y señaló el empeño ideológico del intelectual que responde a los reclamos de su pueblo.

 

Destacó la estrenuidad  durable de la idiosincrasia  fecundada en la manigua insurrecta, y delimitó la inexcusable defensa de una axiología capaz de desterrar falsas concepciones  elitistas. Esa tampoco fue la última comunicación, cara a cara,  que mantuve con el escritor: aparecieron otras en las que  ahondaba en el disfrute de lo tradicional, y en los diálogos -apenas permitía que el interlocutor ripostara-, corroboró la validez de la razón histórica que tipifica y particulariza en la visión de lo americano y  la relación con lo universal.

 

Los enfoques eran sustentados con ejemplos: lo valioso se discernían con prontitud de lo superfluo e inconcluso. Colocaba a los cubanos en primera fila dentro de la representatividad.

 

Ballagas, Cosme, Roldán,[44] García Caturla,[45] Lecuona,[46] Grenet,[47] Ignacio Villa [Bola de Nieve], Marinello, García Galló y..., no escaparon del juicio: estimaba sus aportes a lo insular. A algunos los aprecié por cartas -discusiones interpersonales o colectivas, y en medio, la letra impresa-, y otras formas de enfocar la palabra, los textos que partían o venían a Santa Clara, Yaguajay, Caibarién, Cienfuegos, Matanzas, Manzanillo, La Habana, México, París, Nueva York..., y  otras remotas latitudes.[48]

 

 Donde acontecía lo análogo, ahí estaba la mirada para atrapar lo valedero, aunque eso pareciera fugaz o efímero. Una foto amarillenta, captada en un parque cercano a la estación de trenes de La Habana, descorre la cortina que puntualiza la fecha en que hallé a Guillén y a Lázaro Peña[49], el dirigente sindical, en la capital del país.

 

Todos trepidamos de emoción: iba yo en el tránsito hacia Nueva York, y acordamos que el mejor regalo de viaje para Eusebia Cosme sería una instantánea firmada al dorso por los tres. Era la vía para transmitirle elogios por los triunfos que ceñía en escenarios latinos de Estados Unidos.[50]

 

Ballagas tiene otra historia..., y soporta una conexión con Guillén: desentierro a ambos y rompo una barrera de silencio. El viernes 22 de septiembre de 1939 Emilio escribió para confesarme enfoques sobre la «estética de raíz negra y española -en definitiva cubana- que acompaña la gestación del verso», casi perfecto de su  coterráneo.[51]

 

El artesano de Cuaderno de..., había abandonado esa línea tras la salida de su libro. Sin embargo, en teoría no desdeñaba las ideas, y disponía de vías para conformar una antología, donde recogería a voces que narraban el tema.

 

Compendiaría un libro para abordar las maneras en que «iluminados» líricos filtraban un mismo tópico durante épocas diferentes. Recapacitaba en Guillén, porque  reveló sus conceptos, capacidad y la esencialidad de representación de lo americano, caribeño e insular.[52]

 

Colofón de Ballagas: obsequió el original de un poema que Guillén le confeccionó en prueba de aprecio imperecedero. La actualidad lo convierte en estruendo jocoso e inusual. La antinomia del ejemplar lo admite.[53]

 

 El «Romance del jalao de Emilio» se protege aquí: confirma el perpetuo celo por resguardar las papelerías confiadas. Es un tesoro. También mañana lo será porque el decidor cubano perdura y flota, a la vez que emerge el oficio del hacedor.

 

El compositor de «Nocturno y elegía» quedó fotografiado y retenido por la pupila rítmica de su coterráneo. La radiografía se contenta en hallazgos: comenta que  Guillén marca  « [...] el prístino encantamiento de una poesía y una música de fragor popular, y [lo colocó dentro] del concéntrico culto a un sistema en que ambos aspectos confluyen hasta hacerse bilaterales».[54]

 

La catadura del «Romance del...» fue admitida. Junto a su rúbrica estampó: «Fue hecho con algunos licores, como comprenderás, y sin literatura». No obstante, ahí -en letras impresas por una mano ágil-, yace la voz, la armonía y el gusto para adentrarse en la psicología de una personalidad afín.

 Caló en el recreo y la diversión: un divertimento pasajero y efímero con trazos métricos y estróficos, propios de la herencia española. Su contemplación se restituyó juguetona e irónica, y tendió, incluso, al refugio del que se envuelve en meditaciones.

 

En una tarde... de juerga se atrapó un instante que, al transcurrir el tiempo, evidenció el «excelente» regalo. El sabor popular, en menor medida, reforzó las posibilidades que afinó en  acentos, sonidos y  recursos estilísticos de otros libros.  Lo fidedigno y sui géneris del donativo a Ballagas expuso a la vista de toda una coincidencia que demarcó y afiebró más la estirpe singular de los involucrados: apreciados amigos. Dudas que no queden. Lo proclamo.[55]

 

Emilio Ballagas reiteraría: « [...] he ahí su grandeza: no existe un instante donde la búsqueda de los dolores, las alegrías nimias, los sabores puntuales y las esperanzas supremas dejen de abarcar un flanco, y lo devoto se convierta en plástico, mientras lo rebelde acaricie lo ignoto...».[56]

 

Defendió al amigo. Así lo ausculté: recalcó que las metáforas « [...] notan las cadencias y la comunicación se transporta al oyente, pues su estrofa inculca emoción en el vórtice de un ojo aciclonado y ese éxtasis va hacia la inspiración luminosa de lo cubano».[57]

 

A finales de 1959, en un tránsito agitado por Santa Clara -adonde vino Guillén en funciones profesionales-, afinó la gentileza del conversador, y recordamos muchas cosas: la vitalidad de Eusebia Cosme, y la congratulación que tributaba en Nueva York a los artistas e intelectuales, coetáneos y coterráneos, que la visitaban.[58] En el coloquio abordó la comunión de la poesía y la declamación en el ámbito de un público que palpita al reencuentro de la voz que calza el  gesto, y la insistencia por una metáfora que prolonga su  límite insospechado.

 

Ballagas -con virtudes y defectos discutibles-, no estuvo ausente de la memoria. Después mencionó a otros villareños. Entonces,  expuse el contenido de un viejo file -protegido de los estragos de las polillas- con reflexiones desistidas por el otro. El asombro fue mayúsculo: desconocía la esencia recóndita del contenido.

El autor de «Elegía sin nombre» -quien tardó horas en concebir las líneas argumentales-, no estaba físicamente: años atrás había abandonado el seno de los vivos. En sus observaciones Guillén se arrebató: resuelto demandó que recitara versos de Cuaderno de...

 

Al final lo sorprendí con tres poemas suyos: «Balada de los dos abuelos», «Balada de Simón Caraballo» y «La canción del bongó», pero... Con el epílogo surgió otra evocación a Ballagas. Fue una tarde noble -de rarezas inigualables y hasta graciosas-, donde reímos y reverenciamos por los desaparecidos.

 

De la  invención del son y la vocación musical para aquilatar el cancel de las páginas -y los perdurables instantes que lo relacionaron con Santa Clara- seguiría hablando, pero... Prefiero que ensanche la profusión que él coronó.

 

Sí -esos momentos y otros  semejantes-, no escapan del pensamiento. Quedan nítidos... Los traicionaría al no reflexionar en uno que...

 

En los años setenta alguien «sopló» a Guillén que conservaba un libro de versos de Miguel Hernández, el poeta antifascista español, quien se lo había regalado. Tal vez enviado a mediados de los 30.

 

¿Quién lo sabe...? ¿Cómo, cuándo y dónde comprobar el hecho? En la dedicatoria decía: «A mi amigo Nicolás, el cubano...».[59] Ignoro por qué el poemario, junto a otros, integraba «parte» de la biblioteca que Ballagas me dejó para custodiarla cuando se marchó a los Estados Unidos: desconozco qué persona ajena lo viera.[60]

 

 Imprudente al fin, puede ser que «alardeé» o enseñé el ejemplar... No lo recuerdo, pero jamás me amilanaré porque entrañaría defraudar a la Cultura Cubana y a los amigos. Eso sí, reitero que, cuando el autor de Cuaderno de poesía negra enfermó en 1954, en La Habana, ya muchos de los manuales los tenía consigo, y otros quedaron a mi cobijo. Eran  mínimos: aquí estaban, junto a las cartas que impuso dando consejos, solicitando opiniones, mensajes... Hoy «algunos» libros podrían abrirse para detenerse en las dedicatorias que especifican la procedencia, las firmas de los autores y fechas de los obsequios...[61]

 

En absoluto retengo el título del libro de Miguel Hernández.[62] Lo borré de la mente: nunca lo diré a usted u otra persona. [63] No, no lo considero un legado maldito: es el causante de ciertos «sinsabores» que, aseguro, trajeron dimes y diretes de anjá en un litigio estéril. ¡Qué carajo se creían alguna gente! Jamás me dejé intimidar, y  de ningún modo aquello pasó más allá de un encontronazo «con pretensiones de dividir y enturbiar» la amistad. Esa es la esencia.[64]

 

           El día que me entierren los objetos -papeles, colecciones numismáticas y filatélicas, apuntes y libros almacenados por años- tienen designada a la institución estatal o  persona jurídica que recibirá la modesta donación. El patrimonio cultural cubano reconquistará...[65]

 

 Antes, nadie sacará algo de aquí: otros han consultado todo lo que les interesa esclarecer, y lo que está a mi alcance. Eso evidencia cierta distinción. Diferentes amigos, incluso Marinello y Ferrer Pérez..., conocieron que un fruto maduro y floreciente acompañaba los desvelos que sostengo por la cubanía. ¿Qué otros no lo crean? Importa poco.

 

De todas formas, promuevo -gracias a la colaboración de investigadores de la localidad- hechos que por un tiempo prolongado atesoré con genuino placer. Quede claro, Ballagas sin desearlo, nada tuvo que ver con el libro de Hernández. ¿Quién sabe y deslinda lo acontecido...? Dejémoslo todo al tiempo que escapó. Eso permite que converse persistentemente, y exprese, de cierta manera, una probidad al legado de los fraternos escritores.[66]

 

Sin embargo, un «exilio interior», en el que me sumergí después, indujo a partir  de 1971, que -último instante donde crucé en un escenario público palabras grabadas por la voz-, solo intercambiara impresiones con Guillén por medio de una mensajería marcada con sellos de brevedad.

 

Con el envío de la reedición de El gran zoo,[67] él consignó acotaciones portadas por amigos de entonces, y en todas reiteraba el llano afecto.[68]

 

Gloria tiene este camagüeyano en cualquier calado que se esboce, por la ensoñación que procreó: la médula está contenida aquí. A ese convite recurro por su frescura detallada para remontar la mulatez y nacionalidad.

 

Digo en cercanías y distancias que Guillén es padre y señor de poesía, desde que despertó los ojos al mundo, allá por 1902. Bóvedas, en Argentina, lo puntualizó, y agregaría yo lo de hijo pródigo en pinceladas. Así borro diferencias o puntos no coincidentes, y recuento un pedazo de historia olvidada y de silencio perturbador.

 

La memoria, respaldo, requiere de un acento que atestigüe -al compás del círculo que recorrió con nosotros-, conspirando por la identidad volcánica. ¡Qué no quepa la menor duda! Su poética se confabuló y esparció lo auténtico de la inquietud humana: en extremo fue leal a su distinción...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

[1] Emilio Ballagas Cubeñas: «Carta a Severo Bernal Ruiz», La Habana, viernes 22 de septiembre de 1939. Contiene: «Romance del jalao de Emilio», dedicado por Guillén a su coterráneo tras los éxitos de Cuaderno de poesía negra [1934], así como dos de los poemas capitales incluidos en Sabor eterno: «Elegía sin nombre» [1936] y «Nocturno y elegía» [1938.] Definen la amistad que durante años unió a los creadores en diversos confines: evidenció el respeto existente entre autores inmersos en una aparente y respetable bohemia, y un compromiso social con el pueblo. [La misiva es parcialmente inédita como texto, y solo algunos fragmentos fueron publicados con anterioridad en trabajos periodísticos del investigador.]

[2] Nicolás Guillén: El son entero; suma poética 1929 -1946, Colección Mirto, Editorial Pleamar, Argentina, 1947. Aparece: una carta de Miguel de Unamuno, y textos musicales de Eliseo y Emilio Grenet, Alejandro García Caturla y Silvestre Revueltas. Las ilustraciones corresponden al pintor Carlos Enríquez. Comenzó a reeditarse en los talleres de Tucumán No. 1585, sitio donde radicaba el proyecto Pleamar, dirigido por Rafael Alberti y  María Teresa de León.

[3] Teodora [Nena] Olivera Ruiz: [Santa Clara, 1920-Id., 1998]. Poetisa villaclareña que, el miércoles 16 de agosto de 1947, recibió  documentaciones remitidas desde Buenos Aires por el cantante y locutor radial Eduardo Rayo. También el actor Juan Carlos Stella envió informaciones que refuerzan los apuntes de su coterráneo. Cfr.: Ángel Augier: Nicolás Guillen. Notas para un estudio biográfico-critico, t. ii, pp. 262-66,  Universidad Central de Las Villas, Santa Clara, 1965.

 

[4] María Josefa [Pepilla] Vidaurreta Cañal: [La Habana, 1905-Id.,1976]. Destacada pedagoga. De agosto de 1933 a febrero de 1934 dirigió la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara, fecha que coincidió con el arribo a ese centro docente de Emilio Ballagas Cubeñas y Gaspar Jorge García Galló. Por ese tiempo se iniciaron las transformaciones en la institución educacional en defensa de los valores culturales y nacionales. Es el período en que se gesta el influjo vanguardista en la realización pictórica de una obra muralística, al estilo mexicano de Orozco y Rivera, de lo más selecto de los artistas plásticos del país. El pensamiento antimperialista y martiano de Pepilla provocó persecuciones y arrestos durante la tiranía de Gerardo Machado Morales (1925-1933), así como en años siguientes cuando dirigió la Escuela Normal para Maestros de La Habana. V. José Seoane Galló (1986): Eduardo Abela cerca del cerco, Editorial Letras Cubanas, La Habana. Cfr. Gaspar Jorge García Galló (1979): «Testimonios», en Recopilación de textos sobre Juan Marinello, pp. 667-668, Ediciones Casa de las Américas, La Habana.

[5] Cfr.: Nicolás Guillén: Motivos de son, Imprenta Rambla y Bouza, La Habana, 1930; Sóngoro cosongo, poemas mulatos, Imprenta Úcar García, La Habana, 1931; West Indies Ltd., poemas, Imprenta Úcar García y Cía, La Habana, 1934; y Cantos para soldados y sones para turistas [Prólogo de Juan Marinello,  y grabados de José Chávez Morado], Editorial Masas, México, 1937, y España; poema en cuatro angustias y una esperanza, Editorial México Nuevo, México, 1937.

[6] Miguel Otero Silva: [Venezuela, 1908-Id., 1985]. Poeta, periodista, narrador y político de amplio reconocimiento en Latinoamérica.

[7] Contiene: Motivos de son (1930); Sóngoro cosongo (1931); West Indies Ltd., (1934); Cantos para soldados y sones para turistas (1937), y España (1937).

[8] Ángel Augier: Op. cit., p. 264. [Prólogo de Juan Marinello,  y grabados de José Chávez Morado.] El autor conserva una fotocopia de ese material que detalla aspectos del periplo. El texto original estuvo primero en el archivo del investigador hasta que pasó definitivamente a manos de la familia del declamador.

[9] María Teresa León: [Logroño, 1903-Madrid, 1988]. Narradora, novelista, directora teatral, dramaturga,   periodista, guionista de radio, televisión y cine, y editora. Esposa de Rafael Alberti. Luchadora antifascista. Entre sus obras aparecen las biografías: Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador; El gran amor de Bécquer y Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar, así como las novelas Juego limpio y Contra viento y marea, y...

[10] Raúl González Tuñón: [Buenos Aires, 1905-Id., 1974]. Poeta, periodista, crítico literario y dramaturgo. Colaboró en las revistas Proa y Martín Fierro y... Toda su poesía, de tendencia vanguardista, está relacionada con su mundo porteño y la combinación de formas estróficas clásicas y populares, incluyendo el verso libre. Destacan sus libros El violín del diablo (1926), Miércoles de ceniza (1928), La calle del agujero en la media (1930), El otro lado de la estrella (1934), Todos bailan [poemas de Juancito Caminador] (1935), La rosa blindada (1936), Las puertas del fuego (1938), La muerte en Madrid (1939), Himno de pólvora (1943), Hay alguien que está esperando (1952), Demanda contra el olvido (1964), Poemas para el atril de una pianola (1965) y El banco de la plaza (1967), así como una serie de piezas de teatro.

[11]  Una copia, con algunos apuntes realizados a lápiz por el autor, se conservó durante mucho tiempo en la papelería del declamador.

[12] Vicente Fatone: [Buenos Aires, 1903-Id., 1962]. Filósofo y escritor interesado en investigar sobre los con los conceptos de libertad y la mística desde una  posición existencialista, y el pensamiento orientalista. En su obra destaca El existencialismo y la libertad creadora, de 1948, fecha en que Guillén reside en el país sudamericano.

[13] Jorge Luis Borges: [Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986]. Figura entre los más destacados narradores, poetas, ensayistas, traductores  y teóricos literarios de la lengua hispanoamericana y universal en el siglo xx. En sus inicios se relaciona con el Ultraísmo y la filosofía de Schopenhauer. Colaboró en las revistas Prisma (1921-1922), Proa (1922-1926), Martín Fierro y Nosotros. Entabló relaciones en su juventud con Ricardo Güiraldes, Macedonio Fernández, Alfonso Reyes, Oliverio Girando y... Fundó en 1930 la revista Sur, y se vinculó a Victoria Ocampo y Adolfo Bioy Casares. En 1956 recibió el Premio Nacional de Literatura; 1961 compartió el lauro «Formentor», con Samuel Beckett, y 1980 el Cervantes, con Gerardo Diego. Cfr. Volodia Teitelboim (2004): Los dos Borges: vida, sueños, enigmas, Editorial Arte y Literatura, La Habana.

[14] Alberto Baeza Flores: [Santiago de Chile, 1914-Miami, 1998]. Poeta, ensayista, pedagogo y periodista. Vivió en Cuba desde 1939 hasta mediados de la década de 1960, donde se relacionó con escritores del Grupo de Orígenes, principalmente Gastón Baquero y Lezama Lima. También sostuvo amistad con los intelectuales villaclareños de ese tiempo, principalmente con la poetisa Teodora (Nena) Olivera Ruiz, con quien mantuvo un amplio epistolario, y con Emilio Ballagas Cubeñas, Severo Bernal Ruiz, Enrique Martínez Pérez, Gilberto Hernández Santana, Carlos Hernández López, Ramón González Barrerto y José Ángel Buesa, así como con el narrador y político dominicano Juan Bosch, residente por ese tiempo en Santa Clara.

[15] Ezequiel Martínez Estrada: [San José de la Esquina, Argentina, 1895- Bahía Blanca, Buenos Aires, 1964]. Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista. Estuvo en su juventud bajo el influjo de las ideas poéticas de Leopoldo Lugones y las filosóficas por Oswald Spengler y Friedrich Nietzsche. Derivó luego hacia posiciones socialistas y antiimperialistas. Tiene una vasta obra literaria: Oro y piedra (1918),  Motivos del cielo (1924), Títeres de pies ligeros (1929),  Sábado de gloria (1956), Martí, el héroe y su acción revolucionaria (1966) y...

[16] Eduardo Rayo: «Carta a...». Op. cit. Juan Carlos Stella también suministró datos, casi simultáneamente, a Nena Olivera Ruiz, sobre la estancia del poeta cubano en Buenos Aires. [El autor dispone de fotocopias de esas documentaciones.] V.: Joaquín G. Santana: Nicolás Guillén: un juglar americano, p. 212, Editora Política, La Habana, 1989.

[17] León Felipe: [Tábara, Zamora, España, 1884-México, 1968]. Seudónimo de Felipe León Camino Galicia. Poeta y traductor que desenvuelve su obra en el compromiso y la justicia social por la dignidad del hombre. Sus libros principales son: Versos y oraciones de caminante (1920-1929) y Versos y oraciones de caminante II (1929),  Drop a Star (1933), La insignia (1936), El payaso de las bofetadas (1938), Pescador de caña (1938), El hacha (1939), Español del éxodo y del llanto (1939), Ganarás la luz (1943), y...

[18] Cândido Portinari: [Brodosqui, Brasil, 1903-Sao Pablo, 1962]. Pintor y muralista de notable influencia cultural y artística en el contexto sudamericano. Su obra se caracteriza por una ruptura con lo académico y la búsqueda de abstraccionismo, así como el recreo del paisaje y los hombros anónimos de su país.

[19] El declamador precisó: «Entiéndame -desposeído de petulancias-, soy como un albacea: me enorgullezco sin envanecimientos. Tal vez en eso estriba que la papelería prevenida en los archivos personales -tan valiosa-, ostente características notables, por lo inédito, para las letras cubanas».  Con un informador seguro, de testimonio fehaciente, y ante la prueba de la no existencia de un hecho histórico seguro, el silencio de la fuente (argumentum ex silentio), atestigua fidedignidad de ese «documento oral» ante el esfuerzo de justificación de noticias contradictorias que tienden a la verificación de sucesos indiscutibles para la comparación. Esa afirmación, no obstante, se demostró con pruebas contundentes, en lo oral y documental, que exhibían autenticidad en todas las argumentaciones expuestas durante el interrogatorio investigativo-periodístico a que se sometió el testigo durante largas sesiones de entrevistas.

 

[20] Esteban Paluzie Cantalozella: Guía del artesano, Editorial Caminos, Barcelona, 1898. Calígrafos villaclareños cotejaron el texto y aprobaron la autenticidad del escribiente al compararlo con otros materiales del autor. Por muy crédulo, desconfíe por naturaleza humana. Sin embargo, de cabida a la autenticidad documental y oral que ofrezco -aunque haya determinada mediación-, porque en la memoria de este viejo se descorre el telón del olvido que lo veló y lo rodeó. Entonces, conceptuará la validez inusual de esas prendas.

[21] Eduardo Rayo: Op. cit.

[22] Excepto: «Sensemayá», perteneciente al libro West Indies..., los restantes poemas integran el apartado  El son entero...

[23] Mirta Aguirre: «Palabras sobre Nicolás Guillén», en Estudios Literarios, p. 497, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981.

[24] El libreto del programa radial de la L. R-2, Radio Argentina tiene las correcciones y cambios propuestos por Guillén al escritor Bóvedas. [Inédito.]

[25] Las documentaciones corroboraron los criterios expuestos, según los datos remitidos por el argentino. La poetisa villaclareña [Nena] Olivera admitió en 1992 la existencia de la correspondencia, y habló al investigador sobre las repercusiones alcanzadas. También aprobó lo señalado por Bernal Ruiz.

[26] Después un exilio forzoso lo alejó nuevamente de la Isla: Guillén andaba junto a los sudamericanos, cuando los rebeldes acometían una rápida ofensiva guerrillera desde la Sierra Maestra.

Un canto arrollador se anunciaba tras la victoria popular, y el país aguardaba por la definitiva liberación de los males económicos y sociales. Un hervidero invadía los llanos. Sabemos que otras historias surgieron, más cuando -rodeado después de los barbudos que bajaron de las lomas-,  vibró con pletórica conmoción al transcurrir los meses del 59.

[27] El 15 de julio de 1689 unas 18 familias procedentes de la villa de San Juan de los Remedios arribaron al Hato de Antón Díaz para constituir lo que después sería la ciudad de Santa Clara. La tricentenaria urbe aglutinó desde entonces a algunos de los excelentes literatos cubanos y extranjeros. En la década de los años 30 del siglo pasado muchos se involucraron en un quehacer artístico y dejaron una impronta. La realidad -al decir de Oscar Wilde-, «es el espíritu visible, y el espíritu, la naturaleza de lo invisible», pues al caminar, con rumbo fijo, se sugiere una historia en itinerarios que permanecen grabados con nitidez. De ahí la necesidad de sacarlos a relucir. Escritores y artistas, desde épocas remotas, en pleno siglo xix, encontraron refugio creacional en esta región. Apud.: Manuel Dionisio González: Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara y su jurisdicción, VillaClara, Imprenta El Siglo, 1858.

[28] Nicolás Guillén: [1975]. «Médico dos veces» y «Obrero e intelectual», en Prosa de prisa, t. i., pp. 240-245, Editortial Arte y Literatura, La Habana.

[29] Ambos médicos, vinculados a la Clínica del Centro benéfico de los Trabajadores de Las Villas, fueron ctivos militantes marxistas-leninistas y, casi siempre, después de sus labores profesionales, se encontraba durante las tardes en la sede de esa organización política, ubicada en la calle Cuba, número 8, entre San Cristóbal y Candelaria, Santa Clara.

[30] María Dámasa Jova: [Ranchuelo, 1890-Santa Clara, 1940]. Pedagoga, poeta y editora de las revistas Ninfas y Umbrales. Constituye una de las más auténticas voces líricas del territorio villareño. Su obra está recogida en Arpegios Íntimos, 1930, y Ufanías, 1937. Su obra no está lo suficientemente estudiada. V. Rafael L. Miyar: «María Dámasa Jova», en El Villareño, Diario de la Tarde de Información General, ix (242):5, Santa Clara, Las Villas, jueves 16 de octubre de 1958. Cfr. Luis Machado Ordetx: «No olvides a Dámasa», en Coterráneos, Op. cit., pp. 31-38.

[31] María Josefa [Pepilla] Vidaurreta Cañal: Esposa del crítico y teórico marxista-leninista Juan Marinello. Entre agosto de 1933 y febrero del siguiente año gestó las transformaciones docentes en defensa de valores culturales y nacionales en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara. Más tarde cristalizó su tentativo proyecto de murales,  ejecutado por muchos de los que integraron la vanguardia pictórica del país.

[32] Son los años en que su actividad política, ideológica e intelectual, ligada al contexto nacional y extranjero [recuérdese la tensión que generó la Segunda Guerra Mundial y su repercusión en Cuba], adquiere mayor resonancia. Junto a Mier Febles y José Felipe Carneado visitó la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara, donde Ballagas y Gaspar Jorge García Galló impartían clases, y quedó extasiado con la cualidad estética de los murales  pintados en diciembre de 1937 por las firmas y los estilos de Eduardo Abella, Ernesto González Puig, Mariano Rodríguez, Amelia Peláez, Domingo Ravenet, Jorge Arche y René Portocarrero... Los frescos rompían moldes académicos, al tiempo que abrían líneas -técnicas y contenidos- de la pintura cubana contemporánea y su inserción en el acontecer internacional. Constituyó  la primera muestra mural del país que quedó instalada en un centro educacional. V.: José Seoane Gallo: Eduardo Abela cerca del cerco, pp. 321-331, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.

[33] Precisamente durante ese período se forjaron los poemas incorporados en El son entero. También escribe con reiteración para la radio y la prensa plana. A la par ocupó cargos de dirección en la revista literaria Mediodía, el semanario Resumen, y después en la Gaceta del Caribe. Relee con fervor los innumerables artículos y comentarios políticos, económicos o literarios, así como los poemas satíricos y los editoriales de corte social e ideológico que se editan con su crédito. Pronto llegó a la jefatura de redacción de Hoy, periódico de vertiente comunista. Cfr.: Ricardo L. Hernández Otero y Enrique Sainz de la Torriente: «Proyecciones e iniciativas culturales de los comunistas cubanos [1936-1958]», Revista Temas (22/23): 321-331, La Habana, junio-diciembre de 2000..

[34] El investigador atesora los señalamientos que plasmó Guillén en las pruebas de planas solicitadas. Allí el ojo del corrector de estilo no erró. El suyo dominaba a la perfección el arte de detectar o enmendar las fallas. El texto condensa la descripción de la pieza de Federico García Lorca, el reparto de actores y oradores políticos.

[35] La imprenta Lanier & Cia: Casa fundada en 1916, radicada en las calles Martí esquina Lorda, número 178. Especializada en trabajos de litografía, impresiones en alto relieve, encuadernación, rayado y fabricación de sellos de goma. Por indicación de Guillén asumió la mayor parte de los trabajos solicitados por los organizadores de la reunión.   

[36] Ubicada en la antigua calle Maestra Nicolasa, número 36 [hoy Candelaria], esquina a Colón, realizaba labores de litografía y grabados en madera y metal, papelería -anillos, habilitaciones y envolturas para tabacos, etiquetas de farmacia, licores, perfumes y dulces-, encuadernado e impresión de libros y folletos. Por el prestigio y variedad en la calidad de los terminados fue una de las casas especializadas y reconocidas del interior del país para ejecutar todo tipo de órdenes y servicios. 

[37] Después de 1959 las barreras metálicas, que delimitaban el paseo y anunciaban el NO PASE discriminatorio, fueron rotas en la historia de esta plaza pública. Otros horizontes se abrieron para la localidad. Desde mediados del siglo xix se instauró en el lugar un sentimiento de segregación de acuerdo al color de la piel de los hombres: un hecho que laceró el ímpetu de la nacionalidad.  

[38] V.: Federico García Lorca: «Mariana Pineda», (Romance popular en tres estampas), Obras Completas, pp. 691-770, Editorial Aguilar, Madrid, 1962.

[39] V. Juan Marinello (1989): «Verbo y alusión», en Cuba-Cultura, Op. cit., pp. 310-317.

[40] Francisco [Paco] Alfonso Hernández: [La Habana, 1906-Id., 1989]. Actor, escritor, director de teatro, radio y televisión, tuvo una destacada participación en la preparación y desarrollo del espectáculo. Militante del Partido Comunista en esa fecha. Fundador del Teatro Popular, un proyecto artístico-cultural de los marxistas cubanos en la década de los 40, para acercar el arte dramático a los trabajadores. En 1950 ganó el premio de teatro con su obra Cañaveral. Cfr.: Diccionario de la Literatura Cubana: Op. cit., t. i, p. 36. V. Ricardo L. Hernández Otero y Enrique Sainz: Op. cit., pp. 92-96.

[41] Después, al respecto Guillén escribió un agradecimiento a todos los villareños involucrados en el espectáculo. En archivo del declarante apareció este texto.  [Inédito.]

   « Habana, julio 2, 41.

     Santa Clara

    Mi estimado y admirado amigo:

    ¡Qué pena haberle hecho esperar tanto! Pero  tengo muchísimas cosas entre manos, y a veces no puedo cumplirlas todas a la vez. Todavía late el estreno de «Mariana Pineda», qué éxito, y qué altura...

    Además, me consolaba el hecho de que siendo su petición relativa a un homenaje a Lorca, y este tardaba cuando yo recibí la carta (sería en septiembre), el tiempo me venía ancho.

    Ahora sí le escribo, para darle la fecha de la muerte de Federico  [al menos, la que más se acerca a la verdadera, pues no existe una que se pueda tener como cierta]. Es la del 18 de septiembre de 1936.

    Le envío los versos que yo le dediqué, y que están en el poema «España». Le consigno también, por si no los tiene, los magníficos versos de Antonio Machado, que acaso sirvan,  para decirlos con motivo del homenaje.

     No deje de acusarme recibo. Ahora preparo nuevos versos. Luego los conocerá.

     Y... nada más, sino que, no tiene razón cuando piensa tan mal de mí, creyendo que yo pienso tan mal de usted...

      Un saludo a los amigos, y mande siempre al que lo es suyo de veras.

       Oquendo, 855.

       Guillén.»

Estudiosos de la vida y obra de Federico García Lorca, incluidos el hispanista Ian Gibson y Manuel Francisco Caballero, investigador del Instituto de Estudios Hispánicos Jiménez de Gregorio, afirman que el miércoles 19 de agosto de 1936, el poeta fue sacado de la cárcel provisional -sitio donde sufrió interrogatorios y vejaciones- y fusilado junto a un nutrido grupo de granadinos, y luego enterrado en una fosa común, método que después sistematizó el fascismo alemán.

El domingo 17 de agosto, en la emisora CMHW, se efectuó la recordación. V.: Antonio J. Vidaurreta Casanova: «Conferencia de Emilio Ballagas sobre Federico García Lorca y escenificación de la muerte de un poeta en La Hora Hontanar», La Publicidad, xxxviii (13026): 3-4; Santa Clara, Las Villas, viernes 15 de agosto de 1941.

[42] Miguel Alfonso Pozo [Clavelito]: Inició la presencia en la radio cubana formando un dúo con Moriano, donde transmitían sus canciones por la CMHI, de Santa Clara. Después logró «popularidad» artística. En «Coplas de Juan Descalzo», VIII, agosto 14, 1952, Guillén reseñó la inmoralidad que fundamentaba el programa «El vaso de agua», protagonizado por  Clavelito. También la Audiencia de Las Villas presentó una demanda por contravenir el artículo 571 del Código de Defensa Social, al impresionar falsamente y perturbar la tranquilidad pública. Cfr.: «Modesto analfabeto, trovador de décimas ante la Audiencia de Las Villas: alegato del letrado Octavio Garcerán de Valll y Loredo contra Clavelito», en El Villareño, El Diario de la Tarde de Información General, Santa Clara, Las Villas, 4(204):1; lunes 1 de septiembre de 1952; V.: Oscar Luis López (1981): La radio en Cuba, Op. cit., p. 147.

[43] Un año más tarde el autor de Motivos de Son se enorgulleció cuando supo que el declamador preparaba un recital con el magistral «West Indies Ltd.» -caracterizado por una amarga ironía contra el imperialismo y la tradición de los gobernantes corruptos y movidos por intereses económicos de su clase-, y confiaba, sobre manera, en su solicitud.

Desde hacía tiempo ambos artistas intercambiaban opiniones y los unía la amistad. El sábado 27 de julio de 1940, en horas de la noche, en el local del Sindicato de Torcedores de Las Villas, en la calle Eduardo Machado, número 22, en Santa Clara, el recitador rodeado de un heterogéneo público, fundamentalmente obreros afiliados a la Central de Trabajadores de Cuba [CTC], presentó un variado repertorio en el que incluyó: «Pregón», «No sé por qué piensas tú», «Caminando», «¡Dale con la mocha!», y después «West Indies Ltd.». En la tercera parte aparecieron: «La canción del bongó», «Velorio de Papá Montero», «Sabás», «Balada de Simón Caraballo» y «Sensemayá». El maestro de la guitarra Mario Ruano hizo el intermedio musical. El autor conserva ejemplares de ese programa cultural.

[44] Amadeo Roldán: [Paris, 1900-La Habana, 1939]. Uno de los más importantes compositores y directores de orquestas Sinfónica y Filarmónica de Cuba durante el siglo xx. Su obra está relacionada con las tendencias contemporáneas del folklorismo, caracterizadas por la síntesis y transformación de la música universal. Introdujo instrumentos y ritmos relacionados con la percusión cubana dentro del sinfonismo: «Tres pequeños poemas», «La rebambaramba», «El milagro de Anaquillé» y... Sus piezas fundamentales están dentro del ciclo «Violín y piano», «Voz y piano», «Diversas combinaciones musicales», «Obras sinfónicas», «Ballet» y «Versiones varias y piano». Cfr. Helio Orovio (1981): Op. cit., pp. 349-355. V. Alejo Carpentier (1979): «Amadeo Roldán-Alejandro García Caturla», en La música en Cuba, pp. 243-275, Editorial Letras Cubanas, La Habana. 

[45] Alejandro García de Caturla: [San Juan de los Remedios, 1906-Id., 1940]. Abogado y músico de reconocido prestigio universal. Director y compositor sinfónico. Está considerado el músico clásico más importante de Cuba durante el siglo xx. V. Helio Orovio: Op. cit., pp. 162-178. Cfr. Alejo Carpentier: Idem.

[46] Ernesto Lecuona: [Guanabacoa, 1896-Islas Canarias, 1963]. Pianista y compositor relacionado con temas cubanos y ritmos de fuerte melodía española. Tiene un amplio reconocimiento en la música dedicada a la zarzuela. V. Helio orovio: Op. cit., pp. 223-226.

[47] Eliseo Grenet: [La Habana, 1893-Id., 1950]. Compositor y director de orquesta. Hizo música para películas. Introdujo la conga en la música cubana. Su obra está relacionada con la poesía de Guillén, Tallet y Ballagas, al incorporar el motivo negro dentro del texto y la melodía. V. Helio Orovio. Op. cit., pp. 193-194.

[48] Cientos de fotografías, que muestran a artistas e intelectuales cubanos o extranjeros, se hallaron en el archivo de Bernal Ruiz. En casi todas,  aparece  el declamador junto a personalidades de la cultura nacional o latinoamericana. Algunas están conservadas por  el investigador.

[49] Lázaro Peña González: [La Habana, 1911-Id., 1974]. Líder obrero cubano durante el período seudorrepublicano. Desempeñó diferentes oficios: herrero, carpintero, albañil, tabaquero, entre otros. Desde joven ingresó al Partido Comunista. En 1939 estuvo entre los fundadores de la CTC, y participó, un año después,  en la Asamblea Constituyente. Después de 1959 ocupó responsabilidades como dirigente obrero. También sostuvo una intensa actividad en la  Federación Sindical Mundial.

[50] En 1949, Guillén, junto a Juan Marinello, visitó a Eusebia Cosme en Nueva York. Los dos hombres estaban en esa ciudad invitados a la Conferencia Cultural y Científica sobre la Paz Mundial. La declamadora cubana los acogió, y en carta a Bernal Ruiz hace referencia al encuentro amistoso con sus coterráneos. [Inédito.]

[51] Emilio Ballagas: «Carta a Severo Bernal», viernes 22 de septiembre de 1939. Op. cit.

[52] Emilio Ballagas: Mapa de la poesía negra americana, pp. 86-153, Colección Mirto, Editorial Pleamar, Argentina, 1946. En la parte correspondiente a la época actual, sección Antillas II [Cuba], están los nombres de Felipe Pichardo Moya, Ramón Guirao, Nicolás Guillén,  Alejo Carpentier, Regino Pedroso y el antologista. Del autor de El son entero  hay incluidos siete poemas. Cfr:. Emilio Ballagas: «Poesía Afrocubana», Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, (27): 6-18,  t. ii, La Habana,  1951. V.: Argyll Prior Rice: Emilio Ballagas: poeta o poesía, Ed. De Andrea, México, 1966. Apud.: José Antonio Portuondo: «Nicolás Guillén», en Capítulos de Literatura Cubana, pp. 529-553, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981. V.: Mónica Mansour (1973): La poesía negrista, Op. cit., pp. 120-173. V.: Rosa Pallas: La poesía de Emilio Ballagas, Ed. Playor, s.a., Madrid, 1973.

[53] Ángel Augier: «Poemas desconocidos de Nicolás Guillén» La Letra del Escriba, La Habana, (8):14-15, agosto de 2001. En el texto «Romance del jalao de Emilio Ballagas», donde coexisten imprecisiones: Sobra en el título el apellido Ballagas. No fue escrito en 1930 durante  « [...] una época en que persistía en la capital cierta bohemia literaria», como se consigna, sino nueve años después en las calles de Santa Clara. Los dos artistas confraternizaron por varios días en esta ciudad. Inicialmente ese texto en su forma original lo dio a conocer Bladimir Zamora Céspedes: «Los 80 de Ballagas», El Caimán Barbudo, 22 (252): 24; noviembre de 1988. En esa publicación aparece otro inédito: «Soneto preso», perteneciente al autor de Cuaderno de... Cfr.: Luis Machado Ordetx: «Otros trazos líricos de Guillén», Vanguardia, XXXVIII (277): 3; Sección Domingo A.M., Santa Clara, Villa Clara, 1 de julio de 1990.

[54] Emilio Ballagas: Op. cit. El villareño Antolín González del Valle, en noviembre de 1975, desde la University of North Carolina at Wilmington, en Estados Unidos, expuso a Sergio Pérez Pérez, residente en Caracas, criterios similares, al recrear parte de la historia de la ciudad en esos años, y particularizar sobre la presencia de Ballagas en la Normal para Maestros y, en especial, en  esta ciudad. [Inédito.]

[55] Textos, manuscritos, de Guillén dan cuenta de la amistad con Emilio Ballagas. En el scrap book de Severo Bernal Ruiz se localizaron poemas del autor de Motivos de son dedicados a su coterráneo, así como el criterio que ofreció sobre la labor cultural desplegada por el declamador en el engrandecimiento de la lírica cubana. El investigador dispone de fotocopias.

[56] Emilio Ballagas: Ibídem. Originales del recitador.  

[57] Ídem.  

[58] V. «Próximo recital poético de Nicolás Guillén en la Universidad Central de Las Villas», en El Villareño. Diario de la Tarde de Información General, x (89):3, Santa Clara, Las Villas, sábado 18 de bril de 1959. Cfr. «Personalidades de Santa Clara asistirán al recital de Guillén», en El Villareño. Diario de la Tarde de Información General x (93):6, Santa Clara, Las Villas, jueves 23 de abril de 1959. El encuentro del poeta, con sus versos y sus amigos y estudiantes residentes en esta ciudad, fue auspiciado por la Universidad Central de Las Villas y el Casino Español. Dos recitales ofreció en la institución docente: uno a las 10:00 a.m., y otro a las 8:30 p.m. A ambos asistió el declamador Severo Bernal Ruiz, quien confraternizó con Guillén en unión de otros intelectuales comunistas del territorio.

[59] La fuente no deseó recordar el resto de su conversación: el investigador tampoco exigió mayor precisión. No obstante, se cree que era Viento de pueblo [Valencia, Socorro Rojo Internacional, 1937], una de las obra más lograda por Hernández. Aquí se advierten historias de hombres que vibran en la impetuosidad colectiva de la guerra antifascista. En el prólogo el autor indica: «Los poetas [...] nacemos para pasar soplados a través sus pozas y conducir sus ojos y sentimientos hacia las cumbres más hermosas.» Miguel Hernández: Obra Completa [Edición crítica de Agustín Sánchez Vidal], Madrid, Espasa Calpe, 1993.

[60] Emilio Ballagas Cubeñas: Residió en los Estados Unidos entre 1946 y 1948. Durante ese tiempo el apartamento  alquilado, con seña númedro 4, en el edificio Núñez [calle Marta Abreu, altos, esquina a Central, en Santa Clara], y parte de la biblioteca privada, quedaron conservadas por Severo Bernal. Poco a poco los textos se trasladaron a La Habana. Algunos, por años, llenaron las «vitrinas»  literarias del declamador. El investigador lo comprobó, y tras su fallecimiento, en 1989, fueron traspasados a la Biblioteca de la Universidad Central de Las Villas. Entre los que allí llegaron, citaría: Mapa de la poesía negra, Cuaderno de..., ambos de Ballagas, Hombre sin mujer, de Carlos Montenegro, Motivos de son, de Guillén, y...  

[61] Antes de la repentina muerte de Ballagas su familia no  solicitó las cosas restantes. Al fallecer Severo Bernal Ruiz las cartas ubicadas en su archivo se entregaron a Luis Suardíaz, según consta en el testamento. Cfr.: Luis  Machado Ordetx (1997): Coterráneos, Op. cit., pp. 39-56.

[62] Miguel Hernández: [Orihuela, 1910-Alicante, 1942]. Poeta, dramaturgo y periodista español vinculado a la lucha antifascista. V. Miguel Hernández (1993): Obras Completas [Edición Crítica de Agustín Sánchez Vidal y  José Carlos Rovira con la colaboración de Carmen Alemañy], en 2 t., Editorial Espasa-Calpe, Madrid.

[63] En varias ocasiones Bernal Ruiz eludió el tema, y por último propuso que: «Escritores cercanos a Guillén intentaron sacar faroleras ventajas, y tramitaron una posible «reflexión autocrítica». Ciertamente quedaron en el vano intento de la devolución voluntaria o forzosa del libro: preferimos recordar las actuaciones artísticas y el aprecio de antaño, y seguimos tan amigos como siempre. Nadie dude eso», concluyó. No obstante, el polémico y antológico texto regresó a manos de Guillén por conducto de Ángel Augier, señaló José A. Barrero del Valle.

[64] La suposición es posible, más cuando el cubano al regresar de España, -donde en julio intervino en las sesiones del ii Congreso de Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Barcelona, Valencia y Madrid-, publicó dos textos sobre el autor de El rayo que no cesa [1936.] V.: Nicolás Guillén: «Un poeta en espardeñas. Hablando con Miguel Hernández», Mediodía, La Habana, 25 de octubre de 1937. Apud.: Nicolás Guillén: «Milicia y permanencia de Miguel Hernández», en Homenaje a Miguel Hernández, La Habana, 1943.

[65] Arquímedes Pérez Pérez: [Sancti Spíritus, 1907-Santa Clara, 2004]: Notario villareño, ofreció datos precisos, anexados a la información suministrada por la familia del declamador. Ambas corroboran lo expuesto sobre la suscripción de un testamento en favor de la Cultura Cubana. También las instituciones estatales y las personas beneficiadas confirmaron el hecho.

[66] Varios investigadores recurrieron antes y después del inicio de este trabajo, a la búsqueda de referencias en idéntica  fuente testimonial, para reforzar los estudios  culturales y literarios que realizaban  sobre la ciudad y sus figuras más descollantes. En el libro de apuntes de Severo Bernal están consignados los nombres de Manuel Moreno Fraginals, Hernán Venegas Delgado, Ciro Bianchi Ross y Pedro Martínez Pírez, entre otros.

[67] Nicolás Guillén (1967): El gran zoo, Editorial Ciencia Nueva, Madrid. El texto, acompañado de ilustraciones de Francesco Todó, tiene por dedicatoria: «Al amigo de siempre, al que en tiempos malos y buenos estuvo en alerta presencia, su Admirador Nicolás». Con seguridad el libro se conserva en la biblioteca de los sobrinos del declamador.  

[68] Después de esa fecha muy poco actuó el declamador Bernal Ruiz en público: se sumergió en el olvido y la desatención de las instituciones culturales cubanas. En 1989, por instancias de investigadores villaclareños, recibió un cálido reconocimiento de las autoridades gubernamentales de la ciudad. En esa ocasión le confirieron el carné de Miembro de Honor y Fundador de la UNEAC.

 

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