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GATRONÓMICOS DE "GATOS POR LIEBRE"

GATRONÓMICOS DE "GATOS POR LIEBRE"

Por Luis Machado Ordetx

 

En el plantío de la Gastronomía hay de todo; no niego su apariencia de urgentísima revitalización, pero en muchas ocasiones los malos ejemplos de dependientes y las inobservancias reglamentadas en administradores, hacen un guiño en el ojo de cualquier cliente; simplemente la susodicha protección al consumidor no funciona a la hora de ocurrir un hecho puntual o las normas higiénico-sanitarias andan en ausencia.

 

 

¡Qué decir del pesaje de la mercancía inferior a lo fijado! Los ejemplos sobran, y el hombre sigue en choque con idéntica piedra; esa que favorece el bolsillo personal del que comercia.

 

 

Al menos así sucedió en la zona hospitalaria cuando una viejecita palideció; los colores cambiaron en su cara ante la macabra respuesta. Jamás había encontrado a un joven tan deshonesto; hurtarle a mandíbula batiente dos pesos por un refresco que en venta estatal cuesta solo 8; ¡increíble! ¿Dónde están los inspectores; los jefes de área?; inquiría la señora recién salida de una consulta médica. Todos los gastronómicos hicieron mutis; como si con ellos no viniera el justo reclamo.

 

 

La historia nada tiene de ficción; sucedió el viernes pasado en el horario de la mañana ante un "carrito estacionario" ubicado en las áreas exteriores del "Arnaldo Milián Castro", en Santa Clara, sitio en el cual la mujer y su acompañante adquirieron dos pomos de refresco carbonatado "Amaro", de sabor naranja, de 330 mililitros. De inmediato, después de abrir una de las botellas plásticas, ella esperó por el cambio de los 20 pesos; sobrevino la debacle: exigió los 4 pesos de vuelto, y la respuesta fue: ¡aquí cuestan 10!

 

¡Cómo...!, estalló en ira  la interlocutora. Vinieron las preguntas: ¿Cuál es tu empresa? ¿Dónde están tus administrativos?; el otro nada contestó, excepto un susurro confesional: "!Gastronomía en Divisa!" Tamaña mentira decía la anciana ante el rostro del especulador amparado en un "carrito" descolorido con el rótulo de "Festival, Gast. Popular."

 

 

La tabilla de expendio exhibía dos productos; cigarro Popular y bocadito de cerdo asado. Nada de refresco "Amaro". No obstante, en la tierra tenía situado varias cajas de la bebida en su apropiado empaque, un caldero grande de aluminio, lleno de agua y el correspondiente hielo casero. Otros equipos contiguos mostraban cigarro y bocadito de jamón. Había que creer en el pesaje exacto; a veces determinado por el tacto del que vende. Atrás un local mejor habilitado ofertaba, entre otros refrigerios ligeros, diferentes tipos de refrescos enlatados, pero al tiempo, calientes; carecen de hielo.

 

 

Tal parece que el refresco frío, te empujaba a que dos aprovechados tomaran por asalto el bolsillo ajeno. Lo adquieres o lo dejas, intuí; de lo contrario tendría que recurrir al establecimiento de ventas en CUC.

 

 

 ¡Qué bárbaros!, me dije, y al igual que la anciana comenté: no aparecen los inspectores o los administrativos a la hora necesaria de exigir los derechos del consumidor; obvio, el negocio de esos gastronómicos aledaños a la zona hospitalaria es redondo: por cada frasco que compran en unidades similares de la ciudad, ingresan a sus bolsillos un peso per cápita.

 

 

 ¿Nadie ve eso en un lugar tan concurrido por los villaclareños? ¿Hasta dónde llega la impunidad del que se acostumbra a esquilar? Esas son preguntas, a veces, sin las debidas e inmediatas respuestas; ocurre un acto similar con la cerveza dispensada que se expone en vasos plásticos "reciclados" -desechables y vueltos a utilizar con un simple fregado-, y en botellas recortadas -tipo de vasija muy rudimentaria que resta elegancia y seguridad a la salud humana-, en las cuales uno se percata que el "volumen" está por debajo de lo normado; y entonces la carta no juega con el billete, dice cualquier ciudadano común.

 

 

Las situaciones se repiten en los expendios del ron adulterado en  algunos  bares. ¡Qué decir de la ausencia de café en los altos de Coppelia! Meses, meses, y el moderno equipo situado allí aguarda por un aseguramiento estable de aromático grano molinado.

 

 

Las historias no son precisamente de vida, pero tienden a reiterarse, a contrapelo de la revitalización de los puntos gastronómicos en los cuales, aquel situado fuera del mostrador, solo queda la única opción de "hacerse el bobo" y cruzarse de brazos ante ese que amparado en cierto manto protector de  "legalidad" tiende a burlarse en provecho propio de lo estipulado por normativas del Comercio.

 

 

 ¡Ojalá que administradores e inspectores obren con agilidad para extirpar esas malas raíces!, confesó la anciana del hecho sucedido  en el área hospitalaria; y por respuesta muchos de los presentes dijeron, ¡ojalá!, y que sea bien rápido.  

 

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