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CAMAJUANÍ; LABOR PRIMA VIRTUS

CAMAJUANÍ; LABOR PRIMA VIRTUS

Por Luis Machado Ordetx


Soplo exaltado por emprender la historia y el tiempo; así recoge aquel original escudo que diseñó en 1880 el pintor, periodista y patriota José de la Cruz Vidal Caro. No entendería a Camajuaní, a su gente y cultura, sin la huella de los padres fundadores. Tampoco lo admitiría desprovisto del sabio trazado y de una estela para la posteridad: «Labor Prima Virtus».  Camajuaní, en el centro este de Cuba, es parranda, fiesta de tradiciones folklóricas; cultura popular.

El titular en latín no es por gusto. Hacia el interior del escudo de la municipalidad resurge una profecía.

Hay una precisión en la comarca, como un signo que la delata al fulgor de los siglos: «El trabajo es la primera virtud» del hombre afanado ante la tierra, la industria o la sociedad.

Al menos de esa manera distingo a los habitantes que residen o andan desperdigados por otros territorios; en pugna permanente por su idiosincrasia insular; por el patrocinio de las calles, las edificaciones, la familia y el fragor del día, en conjuro permanente por el laboreo que los reúne o convoca.

El aserto no tiene otra explicación, y el emblema lo confirma en el centro. Tiene un panal de abejas, con obreras melíferas que revolotean en un espacio rematado por varios implementos agrícolas. De ese modo, no de otro, el vetusto escudo apreciado en cientos de copias, trasladan el pasado al presente a partir de aquellas «Ordenanzas de construcción para el pueblo de Camajuaní y su término municipal», redactadas, casi de puño y letra, en 1886 por Francisco de la Torre Caruana, el alcalde. Ya habían transcurrido cuatro años
de la inauguración del municipio.

Sin embargo, la huella de los padres fundadores viene de más atrás, de San Juan de los Remedios, la Octava Villa de Cuba, la fundada en 1513 por Vasco Porcallo de Figueroa tras los pasos del Adelantado Diego Velázquez. Así lo atestigua José A. Martínez Fortún y Foyo en el tomo VIII de sus Anales y  Efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción, texto editado en la imprenta Pérez Sierra, de La Habana en 1934.

La consignación aparece en las páginas 74-76, cuando dice el historiador que muchas familias remedianas colmaron las haciendas otroras de Caibarién en 1795, mientras se crearon otras vecindades en San Anastasio del Cupey (Placetas), Yaguajay, Mayajigua, San Antonio de las Vueltas, Guaracabuya y Camajuaní. Todo eso trasciende en 1797; más de un siglo antes ya la Gloriosa Santa Clara daba probidad de su existencia territorial.

En los pormenores de urbanidad, de edificaciones, trazados rectos de calles y la reforestación de parques, En Camajuaní, desde un principio, muestran dictados para la construcción de hornos, alambiques de aguardientes, fábricas de licores, de vela, pólvora, fuegos artificiales, fulminantes, fósforos, almacenes de paja, heno, algodón, maderas, carbón, leña y otras materias inflamables.

Los almacenes siempre desde la fecha de fundación estarían dispuestos a sotavento, en los extremos, del poblado para evitar perturbaciones a los habitantes. José A. Martínez- Fortún y Foyo lo consigna en sus Anales y Efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción, y también lo apunta Juan Manuel García Espinosa en Don Francisco de la Torre y su casa solariega, dos publicaciones imprescindibles para conocer aspectos significativos en la historia.  

                         LEGENDARIA FÁBRICA

Una antigua casa de curar tabaco, allá en lo que antes fue la calle División (ahora Hermanos Cárdenas), dio nacimiento en 1902 a una fábrica para embotellar gaseosa y agua naturales a partir de las bondades de los manantiales “Lobatón”. Con el tiempo la rústica tecnología de máquinas de pedal importadas desde Inglaterra y Estados Unidos tendieron a automatizar las labores productivas y a extender el negocio en la elaboración de refrescos, hielo, pasteurización de leche, dulces finos en almíbar y determinadas conservas enlatadas que enviaban a mercados foráneos. Desde entonces surgió un camino para exportar otras mercancías que no fueran azúcares, café o tabaco.

Todavía “La Constancia”, nombre de aquella fábrica devenida en Compañía Embotelladora Tarajano S.A., persiste. En 1962 fue nacionalizada por el Estado cubano, y a partir de esa fecha promulgó el calificativo de fabrica productora de ron y hielo. Ya este último rubro no se extrae de la edificación; dejó de elaborarse. No obstante, asombra al visitante las características constructivas, las maderas y locales que datan de los primeros años del siglo pasado cuando emergió como fuente de empleo y aprovisionamiento del comercio y el mercado nacional o foráneo.
 
                     AL MARGEN DE UNA CALLE

Al doblar una esquina ando tras pistas de aquel primer periódico impreso de Camajuaní: El Número 13, surgido a la luz pública el 4 de marzo de 1890 y desaparecido dos años después.

El semanario, con dos hojas, estuvo dirigido por los hermanos José, Lino y Leoncio Vidal Caro. Las tiradas salían cada martes de la imprenta «La Favorita», ubicada en la calle Comercio número 13, dice Martínez-Fortún y Foyo en La Prensa de Remedios y su Jurisdicción. Tenía  igual cantidad de redactores. A pesar de todo —martes y número 13— el rotativo pugnó por  reseñar los avances económicos y sociales de la población y las ideas de libertad insular.
 
Allí hay titulares sobre la luz eléctrica en el Central Fé; batalla en defensa de la independencia de España;  difusión del juego ciencia, el ajedrez; construcción de viviendas, propagación de siembras de tabaco y cría de ganado menor (chivos); alientos por el comercio, la existencia de zapaterías y sastrería; notoriedad del arte de la pirotecnia; de fiestas folklóricas como alma de la localidad —no por gusto cuatro años después surgieron las parrandas—, y los avances ferroviarios y los ulteriores enlaces con localidades vecinas.

En la cercanía veo ahora la historia pasada; también la presente de Camajuaní, de Vueltas, de Vega Alta y…

Juzgo a plenitud la idiosincrasia y cultura de la gente.Pienso incluso en las parrandas de Vueltas (Ñañacos y Jutíos); también rememoro las de Camajuaní (Chivos y Sapos). Más de un siglo tienen esos remanentes de cultura popular surgidas al influjo de las tradicionales fiestas remedianas; sé que existen marcadas diferenciaciones en los conceptos prácticos de la festividad.

Cada una tiene una particularidad, un detalle opuesto a las otras. Sin embargo, no cabe duda que volver sobre las calles recuerda ese olor a historia que impregnan las nobles edificaciones. Cuánto daría por volver sobre los peldaños del antiguo Hotel Cosmopolita —convertido hace años en ruina; no me cabe otra historia que hallar el misterio del rótulo que corona «Labor Prima Virtus» acuñada por José Vidal Caro para la posteridad de los siglos en los que pre(existe) Camajuaní; tierra de ancestros y ensoñaciones.

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