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BALLAGAS EN SOMBRA: CÓDICES DEL SILENCIO (I)

BALLAGAS EN SOMBRA: CÓDICES DEL SILENCIO (I)

Ballagas en sombra (Editorial Capiro, 2010. Colección Premio), es un libro que pone un énfasis desacralizador por deconstruir un mito de la poesía cubana contemporánea y acercarlo a una propuesta más humanizada en nuestro tiempo. Por vez primera, en ocasión del aniversario 56 del fallecimiento del poeta camagüeyano, aparecen algunos de los fragmentos que componen el primer capítulo de ese ensayo literario, compuesto a partir de documentaciones inéditas escritas por el Ballagas o algunos de sus amigos más cercanos. Tributo a un poeta, también al hombre, que aún yace sin exhumar su cadaver, en el Cementerio de Colón, en Ciudad de La Habana, ciudad en la que falleció el sábado 11 de septiembre de 1954.



Por Luis Machado Ordetx

                           ¡Líbranos Dios del invierno de la memoria! ¡Líbranos Dios
                                                  del  invierno del alma!». (1)
                                                                              José Martí
                             
Días después del fallecimiento de Ballagas, allá en 1954, Gastón Baquero vino a la Universidad Central de Las Villas y disertó sobre la poética del autor de Júbilo y fuga (1931), y allí declaró que: «[…] son muchas las páginas […] que se escribirán bajo su nombre, si se quiere escribirlas con justicia y verdad…»; nada nuevo en la fundamentación del planteamiento, excepto que sugirió la necesaria búsqueda en dos componentes de eticidad: «justicia y verdad» dentro del contexto y análisis de cuanto texto divulgó el camagüeyano durante su trayecto vital.

Incluso, más allá de la lectura polisémica que facilita el arte, Baquero reclamó un alejamiento a los escamoteos y subjetividades, muy en boga actualmente en parte de los razonamientos que abordan a Ballagas, afincado en el canon del sujeto erótico; rebuscan  en su orientación sexual y en los poemas contenidos, principalmente, en Sabor eterno (1939) y Cielo en rehenes (1951), piezas de singular valor en la lírica Iberoamericana contemporánea.

 Virgilio Piñera en «Revelaciones: Ballagas en Persona», recordó: «[…] Quedan, dicen, una correspondencia mantenida con su confesor, el Padre franciscano Rev. Biaín, que me parece sería interesante publicar para ayudar al conocimiento de su personalidad…»,(2)  mientras el periodista Jesús Jambrina, sustentó que: «No se puede avanzar en este tipo de análisis [se refiere a la obra artística]  sin volver a los archivos, sin explorar las redes de significación entre la literatura y lo autobiográfico, sin husmear en las cartas, en los periódicos de las épocas […], sin investigar qué hicieron y dijeron nuestros escritores, artistas y políticos durante sus vidas […]» (3)

Por su parte, Rosa Pallas, en 1973, en La poesía de Emilio Ballagas,  afirmó «Nos falta documentación adecuada para enfocar la naturaleza del conflicto íntimo […] En el medio cubano no son frecuentes las confesiones y Ballagas, en ningún momento, ha dejado nada escrito […]» (4)
 
Entonces, ¿cómo es posible con tales ausencias documentales la evaluación de un hombre, su actuación, deterioros y tribulaciones en el apuntalamiento de la historia individual, social y la relación con las derivaciones espirituales?

Eso último es inaudito. A pesar de los méritos literarios, de vocación pedagógica, periodística y ensayística, Ballagas sigue inmerso en una constante sustracción, alejado de cuanta afirmación o desencanto logró en Santa Clara, ciudad a la que arribó a finales de 1933 para ocupar una cátedra como profesor titular de Gramática y Literatura en la Escuela Normal para Maestros y Maestras, sitio del que partió tres lustros después, cuando la salud física apenas le permitió viajes de fin de semana hacia La Habana.

En mayo de 1933, próximo a la aparición en Santa Clara, recibe carta de  Marinello: «María Belén saldrá en Alcancía y también Cuba-Poesía, cosa que está muy bien»;(5)  ese hecho  indica cómo el autor de Cuaderno de poesía negra (1934), antes de venir   a finales de año a la capital de Las Villas, terminó las composiciones fundamentales del libro, y en agosto anunció a la sección «Gráficas de la Hora de Ahora», en Carteles,  que sus «[…] versos […]  están prácticamente concluidos…». (6)

Cuaderno…, muy a su pesar, no logró una repercusión en la crítica literaria nacional, aun cuando ofreció cualidades en la captación rítmica del habla, las ganancias del gracejo folklórico, la riqueza fonética  y la música popular, así como el hallazgo de la gente de las ciudades y del solar. No obstante, la corta tirada de 400 ejemplares,  en ediciones  íntegras a un costo de 100 pesos a cargo del autor, se agotó en la Librería Orizondo, la cual lo situó entre lo mejor publicado dentro de la temática negrista de su época.

La prensa de Santa Clara, en particular, así como los recitadores, amplificaron el texto, y facilitaron  la distribución y difusión de los versos  más allá de los límites territoriales. Ninguno de los géneros de opinión periodística, desde la simple y necesaria gacetilla hasta el comentario y la reseña literaria, frisan con la placidez del escribiente que  relata, decanta  y testimonia valores de un escritor que prestigia la ciudad y su alumnado.

Tiene Santa Clara otras aportaciones en la explicación del ¿por qué de las actitudes espirituales y de poeta sensible o atormentado que persisten en el pedagogo?, y también del modo o la forma en que, desde su teología cristiana, analizó la convulsa realidad histórico-social, las fugas o escapadas del verso inserto en diálogo del alma y el cuerpo, y los misterios de su estética.

No por gusto insiste Ballagas que «[…] Ser poeta comporta una actitud ante las cosas, una responsabilidad en todos los órdenes del vivir y del saber. Ser poeta es tomar antes de escribir una actitud vital»;(7)  de ahí la clasificación que establece: arabescos gráciles; misterios gozosos; etapa de angustia; misterios dolorosos; estación negra; poemas infantiles, sociales y de servicio, sin esperar jamás el «advenimiento» de los misterios gloriosos.

Ese conocimiento está implícito en una zona inexplorada: las cartas y papelerías que suministró Ballagas durante años al declamador villaclareño Severo Bernal Ruiz, y los testimonios, orales o escritos, que ofrecieron los coetáneos de entonces.

Las cartas parecen cañonazos acertados ante un blanco determinado. Nada más indebido —desde el silencio—, que profanar universos impropios, concebidos —en soledad y  urgencia—, como goce íntimo, plácido, polémico o tendencioso. Son espacios de entusiasmos, amarguras y reflexiones, y en lo culminante, el acercamiento y la participación. Constituyen recintos embrollados en que (re)surgen gamas diferenciadas de reacciones; suplen ausencias, afectos y encierran variados comentarios y opiniones en la demostración de claves o entresijos que unos pocos comparten y apenas descorren cortinajes de silencios.

¿Por qué las cartas? Desde aquel instante de la venida a Santa Clara surgió un vínculo ineludible con los acontecimientos culturales y sociales que se escenificaron el territorio central cubano, y en particular el talento expresado por su intelectualidad y también la sensibilidad artística de Bernal Ruiz, el recitador.


Todas las misivas, casi medio centenar, recrean, desde muchos lugares cubanos o extranjeros, preocupaciones personales en las que germina el detalle por el contexto artístico capitalino, lo cubano y lo universal, el vórtice de los acontecimientos relatados, y también el inquirir de reclamos y de ciertos cotilleos. Ahí comienza la inclusión de versos, hasta poemas inéditos, formulaciones teóricas, y muestra una quiebra latiente y flexible  de una  espiritualidad de  equivalentes reclamos sexuales ante un hombre o una mujer.

Las cartas reconstruyen el paso por Santa Clara; los instantes de las conferencias y las intervenciones en tertulias y ambientes intelectuales. En medio de la mojigatería y el provincianismo define esencialidades de la poesía moderna; su alejamiento de modas, y hurga en la unidad histórica, universal, que pre-existe en la soltura de versos ceñidos al suceder diario del hombre; del presente o el pasado social.

La existencia de testimonios, mensajerías disímiles, artículos periodísticos publicados o inéditos —aun cuando hay discriminación lógica por razones éticas—,  hallados en Santa Clara después de décadas, y cerrados incluso al terreno investigativo, tienden, como archivo de noticias y documentos complementarios al  florecimiento de la percepción del lector.

 Con eso hay una contribución, llámese aportación, no solo a la cultura cubana, sino también a los desmantelamientos de énfasis subjetivos e intrascendentes propuestos entorno al creador de Júbilo y fuga, hacia quien la crítica  desvía en los últimos tiempos sus respuestas categóricas y, por demás, en ocasiones fuera de visión objetiva o contextual.   

Santa Clara, al igual que otras zonas cubanas —Camagüey, Buenaventura, Holguín, Manzanillo y La Habana—, tiene deudas impagables e insuperables con el hacer literario y profesional de Ballagas. Ninguna localidad como la antigua capital de Las Villas, para sustentar la «paternidad» o el acabado de las principales elaboraciones líricas, periodísticas y ensayísticas que cuajó en idas y venidas por calles, plazas, aulas y tertulias informales.

¿Ballagas es un hombre constreñido por la «sordera» cultural de la ciudad de su tiempo? No; pues junto a otros intelectuales supo y penetró escenarios públicos, y hasta soñó con asentar un centro universitario o una escuela profesional de Periodismo, al estilo de la habanera Márquez Sterling existente hacia 1942. No obstante, hay quejas, desasimientos y preocupaciones por las composturas burguesas que limitan las potencialidades de la cultura y la espiritualidad a partir de prejuicios sociales.
 
En última instancia, allí siempre dejó un rastro de quebranto, de desgarramiento, duda y suspiro; de esplendor, de amistad y solidaridad, y también de cubanía,  pues avizora en diversos ámbitos al hombre y su realidad. Aquí intervino, como uno más, en decisiones de la ordenación de Umbrales; intercambió impresiones y confeccionó artículos para La Publicidad;  fortaleció el surgimiento del Club Umbrales y las programaciones radiales de Audiciones Umbrales y la Hora Hontanar; fue a las tertulias de la Academia Luz y Caballero, patrocinada por Onelio Jorge Cardoso; al Ateneo de Villaclara, y también a  reuniones con comunistas.

Dice Rosa Pallas «[…]  el 25 de septiembre de 1935 lo detiene la policía y lo acusa de comunista por haber recibido un cablegrama de Máximo Gorki. Al preguntarle el fiscal si es comunista, Ballagas responde con voz temerosa; — No, señor; me dedico a la poesía […] El poeta empieza a tener miedo. Su vida se ve encerrada en un círculo sórdido. Su poesía empieza a recoger acentos amargos…» (8)

No hay constancia documental, al menos en la papelería de Bernal Ruiz, la existencia del cablegrama, y mucho menos de comparecencia ante los Tribunales. En la búsqueda de periódicos villareños, y en expedientes de Urgencia, toda referencia es nula. Eso da a entender, como conclusión, que ¿el cablegrama y la detención constituyen subjetividades? Cierto es que: La sección «De la Hora de Ahora»,(9)  publicó una fotografía de Ballagas, tomada por Funcasta, al estilo closep-up, que explicó en pie de grabado: «DETENIDO: Emilio Ballagas, uno de nuestros poetas más notables, que fue detenido la semana pasada bajo la acusación de haber recibido un cablegrama del genial novelista Máximo Gorki

Por esa época, después de ingresar a la Normal,  Ballagas aprecia al país en convulsión. El pedagogo interviene en los conflictos que ocurren en el plantel docente, y por su juventud y nulo vínculo con la política corrupta lo nombran director interino.

Pallás habla de una carta que Juan Ramón Jiménez le dirigió a Ballagas. Nadie duda de su existencia, aunque no muestra copias facsimilares, hecho que permitió a  Antolín González del Valle, desde los Estados Unidos, exponer que, al revisar correspondencias redactadas a máquina o en cursiva, hay una improvisación en la firma. Eso puede que sea muy cierto, pues Ballagas en los envíos de documentos dirigidos a los amigos suele alterar la grafología, cambiar identidades del remitente y deformar  caligrafías. Sugiere González del Valle, y es una especulación que insta a seguir rebuscando, que la misiva de Juan Ramón jamás existió, y en el peor de los casos fue redactada por el propio Ballagas, cosa última muy probable.

El vínculo de Ballagas con los comunistas obedece al surgimiento público del Partido Unión Revolucionaria, encabezado por militantes o simpatizantes desconocidos como tales por la policía; y la organización política eligió al poeta, el viernes 12 de marzo de 1937, para que asistiera a la reunión constitutiva de su directiva en  Las Villas, efectuada en el Teatro Martí, en  Santa Clara. El camagüeyano aflora entre sus dirigentes.(10)

 Sin embargo, el miércoles 25 de agosto de 1937, en la selección del comité provincial del Bloque Revolucionario Popular, nombre que después adoptó el partido político —integrado por la Asociación Unión Revolucionaria y Organización Auténtica—, no está insertado en las boletas el autor de Júbilo y fuga. Las causales son desconocidas, aunque después de esa fecha Ballagas Cubeñas viajó a Francia.(11)  

Todo se coteja en la papelería diversa. Ahí está el afianzamiento de la narración informativa, así como la producción textual y documental que permiten, circunscribir incluso, la realización de otros estudios relacionados con acápites inéditos, y hasta malinterpretados, en los que se hacen referencia al «extraño y efímero» compromiso social de Ballagas.

NOTAS

  (1)- JOSÉ MARTÍ (1963): Cartas de Nueva York, La Opinión Nacional, Caracas, 14 de noviembre de 1881, Obras Completas, t. 9, p.93, Editora Nacional de Cuba, La Habana.

  (2) VIRGILIO PIÑERA (1955): «Revelaciones: Ballagas en persona», Ciclón, 1(5):50, La Habana, septiembre.

  (3) JESÚS JAMBRINA (2005): «No es cuestión de orgullo», La Gaceta de Cuba, (2): 48-52, La Habana, marzo-abril.

  (4)ROSA PALLAS (1973): La poesía de Emilio Ballagas, p. 34, Colección Plaza Mayor Scholar, Madrid.

  (5) ANA VERA (2004): Cada tiempo trae una faena… Selección de Correspondencia de Juan Marinello Vidaurreta (1923-1940), p. 306, t. I, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, Editorial José Martí, La Habana.

   (6) CARTELES, Vol. XXII (31):24, La Habana, domingo 19 de agosto de 1934.

   (7) Ídem., p. 234.

   (8) ROSA PALLAS (1973): Ob. cit., p. 44.

   (9)REVISTA  CARTELES, 23(40):25, La Habana, domingo 6 de octubre de 1935.

    (10) TESTIMONIOS DE BLANCA COLINA PAZ, y Antonio Florit García, residentes en Santa Clara, y graduados en la Escuela Normal en los cursos de 1946 y 1953, respectivamente. [Archivo del Autor].

  (11) Cfr. La Publicidad, 33(12052):4; Santa Clara, Las Villas, lunes 6 de septiembre de 1937.

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