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SINFONISMO; DISQUISICIONES

SINFONISMO; DISQUISICIONES

Por Luis Machado Ordetx

 

Siete décadas atrás desde Santa Clara, el remediano García Caturla dejaba una queja referida a la difusión de los valores y los aciertos sinfónicos en nuestros predios; esa lamentación aún persiste al encarar las dimensiones mal pensadas en unos, poco definitorias en otros, en la irreverente dicotomía entre música culta y popular.

 

En la sección semanal «De la Alta Cultura», escrita en La Publicidad durante 1930 por ese jurista y compositor, perduró una clamor: «[…] Hasta los propios músicos —porque los obligo a estudiar y a trabajar—, sienten repulsión hacia mí obra…». El hecho no constituye un saco vacío en el placer estético y la aprehensión del arte.

 

También Leo Brouwer —y no es el único que formula esos pronunciamientos—, recientemente espetó su preocupación, sobre todo en aquellos creadores empecinados en  gustar “a las personas que les gustan las cosas que no son fáciles”, y eso incide en la difusión y las recepciones o afluencias de públicos a espectáculos.

 

Así lo corroboré durante el concierto dominical de la Orquesta Sinfónica de Villa Clara dirigida por el maestro Jorge López Marín, quien incluyó en el repertorio piezas antológicas de bandas sonoras de películas. El programa escogido, a pesar de ser del agrado de muchos por el conocimiento adquirido en determinados espacios de la radio y la televisión nacionales, no alcanzó la afluencia de público necesaria. Sin embargo, como hecho artístico, satisfizo a un auditorio; impregnó más cultura.

 

Aún así, nadie puede sentirse contento. El teatro «La Caridad» no pareció una plaza a lleno total, y hasta muchos espectadores no alcanzaron el debido y reclamado programa, visto no como recuerdo de la estancia, sino de vital guía didáctica a conservadores, estudiosos, músicos o propagadores de las Artes.

 

Vuelvo a Brouwer. No es por gusto. Días antes de recibir el premio “Tomás Luis de Victoria 2010”, alertó que «la televisión y la radio no ayudan en nada a que haya equilibrio entre estas formas de la cultura sonora».

 

 Sin adentrarnos en absolutismos, tiene razón. No obstante, hay que recabar, y hasta exigir que nuestra Sinfónica disponga de mayores presentaciones en un coliseo como «La Caridad», incluso, se distinga en otros escenarios villaclareños al margen de las restricciones económicas que existan en ese empeño mutuo por sensibilizar auditorios, educar el malformado gusto popular e irradiar cultura hacia cualquier ámbito de la cotidianidad.

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