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DANZA DEL ALMA; MUESTRARIO DEL CAOS MODERNO

DANZA DEL ALMA; MUESTRARIO DEL CAOS MODERNO

Por Luis Machado Ordetx
                            
Un juicio de gusto desde los postulados de Kant, hace referencia al  sentimiento que despabila la sensibilidad del sujeto ante una representación artística a la cual se acerca por complacencia. El filósofo abordaba el concepto del sensus communis; o sea, el sentido comunitario y emancipatorio del acto estético en que se difunde un pensamiento libre de prejuicios; de tabúes; de irreverencias.

Eso trajo la compañía Danza del Alma el fin de semana anterior con la puesta en escena de las dos últimas coreografías de Ernesto Alejo Sosa: “Pelotón” y “Skape”, concebidas para pensar por sí mismo; pensar en lugar del otro, y por supuesto, pensar siempre de acuerdo a postulados y concepciones propias.

Ambas piezas constituyeron estrenos de lujo para el teatro “La Caridad”. Fueron el cierre de la VI temporada Para Bailar en Casa del Trompo, y como lo bello,  “objeto de un placer desinteresado”, no tiene explicación; representa una particularidad indefinible que surge  cuando el hecho artístico es percibido por un sujeto, saco algunas conclusiones.

En tres lustros de creada, Danza del Alma, confirma otra vez su espíritu vanguardista en el discurso; se desboca hacia la libertad gestual y los confines imperantes en la métrica y el ritmo del cuerpo; es ir, incluso, hacia la provocación del espectador con el manejo de aquellos conflictos espirituales que rondan al individuo en sus desafueros sociales.

“Skape” es precisamente eso; una muestra danzaria que desata las represiones interiores del cubano contemporáneo; es un combate existencial en el cual se abordan los trances de la emigración a partir de una poética del movimiento. Persiste en ese intercambio cultural un  enfrentamiento entre el ser y el estar; el ir o el venir desde una óptica en que la isla, como dimensión geográfica y espiritual, refrenda una historia contextualizada desde posiciones existenciales.

Música y movimiento; incorporación de una dramaturgia calzada por la estridencia de una melodía concebida especialmente para la puesta en escena por un DJ del “Proyecto Revolution, y otra de añoranza, de Ignacio Cervantes, cargada de pleitesía a la tierra, y de espíritu romántico, las cuales van hacia los hallazgos cuestionadores de la realidad del emigrado; el asalto a una sociedad que lo desdeña; la agonía ante un enfrentamiento con aquello que no le pertenece.

En ese discurso, hay un deslumbramiento metafórico; simbólico, a partir del empleo de bicicletas, patinetas y un barco de papel, recursos expresivos que acentúan el trauma existencial en medio de un aparente o latiente desarraigo que tiende a acechar al individuo.   

Desde el escenario, seis bailarines en solitario, por más de 40 minutos, se desanudan en polémicas inherentes al hombre moderno, y aunque el referente inmediato lo acerca a nuestra contextualidad, el conflicto y el discurso, adquieren sentido universal desde la óptica interpretativa de “ese pensar de acuerdo con postulados y conceptos” propios. Esa es la suprema lección que dejó el coreógrafo, los “actores” desplegaron un drama que trascendió a ávido espectador.

Ese canon artístico no constituye una novedad en el firmamento de las conceptualizaciones de la metáfora, el símbolo y una estética cuestionadota en la razón de ser de un discurso que obliga, sobre todo, a recapacitar en los problemas más cercanos a todos.

Tampoco la estética de Alejo Sosa, tal fundamento no representa una invención reciente; sólo que, esas dos últimas puestas sin los altisonantes rótulos de “estrenos mundiales” —cosa muy alejada del pensamiento y la modestia del artista—, tienen sus gotas purificadoras, de aportación y del detalle interpretativo ante la avidez de conflictos que rondan en nuestras esencias culturales.

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