DANZA DEL ALMA: AFIRMACIÓN DE LA CIUDAD
Por Gloria Matamoros Díaz
Doce años de constituida tiene la compañía Danza del Alma -dirigida por el coreógrafo Ernesto Alejo Sosa-, y su suerte aún se reafirma dentro de los escenarios nacionales, incluso foráneos, en ese andar del movimiento y el juego misterioso del cuerpo, en los cuales el bailarín se abandona, por fuerza, al delirio de los músculos, la sangre y la epidermis que refulge como un relámpago creativo de la composición dramática.
Innumerables son los premios y reconocimientos obtenidos -además de la congratulación que trasladan a la ciudad-, al contar con el privilegio de artistas que se complacen en hacernos meditar, reflexionar y soñar a partir del discurso de las descripciones fundamentadas en torno a los problemas universales del hombre.
A pesar de los lauros, y los que están por llegar, tras la culminación ahora de la Tercera Temporada «Para Bailar en Casa del Trompo», Danza del Alma está, desde los inicios en que se gestó, con un anhelo a cuesta: sobreponerse a la desoladora e incómoda circunstancia de no poseer un espacio propio, donde desplieguen sus jornadas de trabajo y descargar equipajes.
Agregaría interminables ensayos y sesiones de entrenamiento corporal, hasta llegar al acabado de todo ese esfuerzo físico y espiritual que se convierte en historias con la mirada de un público ávido en la búsqueda de las respuestas dejadas por los bailarines.
Los cálculos emprendidos para otorgarle una sede, un local mínimo, no son nada excusables, aunque se tienen en cuenta, sobre todo por lo que representa la compañía para la ciudad y el país.
Ahora, a punto de cerrar la Tercera Temporada «Para Bailar en Casa del Trompo», una de las más prestigiosas y prolongadas de todas las realizadas en Cuba, traigo la reflexión, para que en algún paraje de Santa Clara, nuestra mirada tropiece con un rótulo que anuncie: Compañía DANZA DEL ALMA, pase y contaré una historia con la gracia del cuerpo en movimiento artístico.
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