OSÉS, UN PINTOR NAIF EN LA EVOCACIÓN
Por Luis Machado Ordetx
Sepultado este domingo en Guaracabulla, centro de Cuba, Pedro Osés Díaz, un baluarte de la pintura popular cubana contemporánea.
Allá en Guaracabulla, municipalidad de Placetas, al centro de Cuba, justo en la distancia media del este al oeste de la Isla, falleció el sábado pasado Pedro Osés Díaz, uno de los míticos pintores populares, tipo primitivo no inducido, descubierto por el folklorista Samuel Feijoo Rodríguez en sus andanzas campestres en tiempos en los que escribía o contrastaba los más sorprendentes apuntes investigativos sobre la antropología rural.
En esa localidad cubana, a finales de la década de los setenta del pasado siglo fue Feijoo acompañado de la pintora primitiva Aida Ida Morales y Adalberto Suárez -integrantes del denominado Grupo Signos-, y el gozo lo motivó a quedarse embobecido mientras veía colorear a joven Osés [Guacarcabulla, 1954-Id, 2009], quien apenas rebasaba los veinte años y su cuerpo mostraba serias limitaciones físicas al caminar debido a enfermedades congénitas.
Me contó muchas veces el pintor primitivo Osés -considerado junto a Alberto Anido Pacheco-, uno de los grandes mitos de la pintura popular cubana; y bastan los amplios reconocimientos en exposiciones y certámenes nacionales o extranjeros que ofrecen distinción a la versatilidad de una obra artística surgida de la espontaneidad natural de los humanos.
La discapacidad física al caminar, incluso al hablar, no melló sus dotes de originalidad y versatilidad en la recreación del ambiente campesino, la flora, la fauna y las gentes que comulgaron por tiempo a su alrededor; recreación singular de los mitos, las supersticiones y la fantasía campestre con sus velorios, los comadreos, los diálogos inusuales captados en la esencia de un discurso que se detiene en el rostro de perfil o también de frente en todos sus detalles.
Tal vez, Osés Díaz, junto a Anido Pacheco y Noel Guzmán Bofia Rojas, constituya en la actualidad el representante más trascendente de la pintura popular cubana por su capacidad de afirmar el color, el estilo y las particularidades de una estética asentada en lo espontáneo.
Innumerables son sus exposiciones personales y colectivas, en las cuales, apenas sentía ufanía por detallar las particularidades en que se debatía su poética plástica: exigía y juicio del espectador; tal es el sentido del misterio en que debate lo maniqueo de la muerte y el nacimiento visto desde la ingenuidad y el mito; el regodeo en la descripción de la fertilidad de la mujer en medio de escenas idílicas, tal como se aprecia en «Ella está pariendo», un óleo perteneciente a una Serie que compuso allá en los año 90, y que con gusto, junto a «Felicidad» (Acrílico de 1997) y «Orugas» (Tempera de 1998), guardo como prendas en un espacio privilegiado de mi área de trabajo profesional. Tendrán que permanecer allí en la dicha de siempre y la amistad que prodigó el pintor ante el más simple reclamo de un diálogo para conocer o revelar un dato, una historia o una risotada contagiosa.
Esos constituyeron obsequios realizados por Osés en momentos en que lo entrevisté para determinadas publicaciones villaclareñas, y en las reiteradas ocasiones en que acogió al equipote profesionales que me acompañó, el brote de ingenuidad, naturalidad y simpatía hacia quienes apreciaban su obra, decantaba como un manantial de sencillez guajira.
En cada uno de los cuadros de Osés, aparece una característica peculiar: la descripción escrita del sentido pictórico que plasmó; no importa que su caligrafía y ortografía fueran pésimas, pues lo trascendente constituye el valor inusual de una estética asentada en el firmamento telúrico del alma popular y la plenitud de espiritualidad que entrega.
Con la pérdida irreparable de Pedro Osés Díaz, la plástica cubana contemporánea se sumerge en un luto, sobre todo aquella referida a la vertiente popular [www.cenit.cult.cu/pageshower.php?c=a&id=29;www.cenit.cult.cu/artbyid.php?what=a&id], y la promoción cultural en Guaracabulla, territorio de su notoriedad, también siente un lastre al despedir al escritor, el animador de guateques y canturías, el músico espontáneo, y el artista versátil de siempre, a quien muchos denominaron «Pintor del Pueblo».
En la Exposición Art Inventif a Cuba, de Lausana, Suiza, -colección de 38 piezas que Feijóo llevó en 1986 a esa ciudad-, encontró su primera gran realización artística; y desde entonces, el entusiasmo por pintar, creo, no se apagó hasta el último aliento del reposo perpetuo; porque como Jacques Moratain, Osés Díaz hizo su «Totum bene vivere» (Vivirlo todo bien) en la pintura al percibir el sentido de las palabras y las líneas por su puro sabor, como exigía Claudel.
Múltiples fueron los galardones que consiguió, desde la más absoluta naturalidad del que nada pide y exige, al mostrar una obra pictórica aferrada a la tierra, el aire y la gente que lo rodearon en el decurso de su existencia sin abandonar jamás el terruño que lo vio nacer. Europa lo conoció por medio de exposiciones que se mostraron allá sin que el rostro del artista las colmara, y en cada catálogo o juicio de otros, apareció la pleitesía o el sonrrojo al amparo de una ceiba centenaria situada en el parque de su localidad perpetua: Guaracabulla.
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