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ÁRBOLES AUSENTES, INFELIX SUM

ÁRBOLES AUSENTES, INFELIX SUM

Por Luis Machado Ordetx

 

 

 

Un hervidero humano no reside por los parques de Santa Clara; sencillamente la resolana impide la ocurrencia de una diáfana conversación entre transeúntes; tampoco el que camina tropieza con un sitio apropiado para la quietud en medio del inclemente verano.

 

 

La causante del mal traído ocio -necesario descanso-, por si fuera poco, estriba en la ausencia permanente de árboles frondosos. El tópico no es nuevo; no echemos la culpa a los pasos persistentes de los ciclones, a la poda indiscriminada y tampoco a la sustitución de una especie maderable por otra.

 

 

Una constante se impone: el porte de las plantas desprotege a todos; tal es así   en los espacios abiertos más concurridos. Ya no se trata de la carencia o el hurto de asientos -sean de hormigón, granito, tablones o de aluminio en sus estructuras-; ahora el problema resulta otro: los bosquecillos de la ciudad tienen un lento crecimiento, y allí donde radica la fronda, tropezamos con insuficiencias de bancos o una pésima localización debajo de los follajes.

 

 

Un detalle de urbanización tal vez pasó por alto; donde se "descubre" un sencillo asiento, al menos debió estar un árbol. Durante un recorrido matinal contemplamos parques de barrio que recuerdan aquella máxima del "infelix sum"; o sea "soy un infeliz" por el despiadado sol que reverbera durante el día.

 

 

A veces, el refranero pasa al olvido, sobre todo, cuando "A buen ángel, mejor testigo", situación que divisamos en los sitios de reunión -los parques-; áreas  de carácter público en las cuales no queda otra alternativa que dejar al olvido el banco e ir directo al césped para guarecernos de la canícula en el trance de una tersa conversación.

 

 

Las rarezas europeas, aquellas parisinas de convertir el jardín -la hierba- en plaza de diálogo y fraternidad, tienden a verse de continuo: ¿quién aguanta los crudos rayos solares, por la mañana o por la tarde, en un área como el Parque de Los Mártires, allá frente a la terminal de Ferrocarriles? Sólo en las noches se transforma en un sitio apetecible. http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2009-09-26/arboles-invasivos-y-danos-que-pueden-evitarse/

 

 

 

Allí el público fluye de continuo; más de 40 bancos, y uno, a lo máximo dos, guarecen a los que deciden sentarse  en horarios diurnos. Hay árboles; almendrones, una ceiba y..., pero no exagero, nadie escapa a la inclemencias durante el amanecer y buena parte de las horas que se suceden. http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2009-11-17/jardines-botanicos-por-la-diversidad-biologica-y-vegetal/

 

 

 

Si por casualidad, vas por el puente de La Cruz, encuentras bancos desfavorecidos de los árboles. ¡Que decir del enclavado en Luis Estévez y Martí! Allí el sol castiga en demasía; el hecho se repite en los radicados en Martí esquina a Toscano; en Independencia y Alemán; en Virtudes y Tristá; en Maceo y San Cristóbal, en la Audiencia, en el Carmen o en la Pastora, y también en... Resulta penoso, además, la ausencia total de cestos para colectar los desperdicios sólidos que se originan en sus territorios. ¡Vaya a algunos, y le aseguro que lo comprobará! 

 

 

Un tiempo atrás, edificio que se destruía en Santa Clara, parque que resurgía; al menos persistió una utilidad pública, pero la reforestación tendió a ausentarse por completo, y con ella los necesarios pulmones verdes que fluían hacia el interior de la ciudad.

 

 

Ya casi nadie contempla el majestuoso follaje y la florescencia del flamboyán, del frondoso laurel o de los almendros colocados en medio de un parque; otras especies lo sustituyeron, pero tienen muy lentos progresos. ¡No hay que ser un agricultor para darse cuenta!

 

 

Incluso, reconozco terrenos en los cuales los vientos huracanados tumbaron elegantes caobas que servían hasta de barreras; después utilizaron las preciosas maderas, y pasó el tiempo y pasó y... Todavía una incipiente postura aguarda por su colocación sobre la tierra. ¿No sé por qué...?; eso también acorta la necesaria calidad de vida y la educación ambientalista que reclama el cubano, y laes explicaciones científicas existen.  

 

 

Habrá que recordar cómo se construyeron y protegen los vitales parques de barrio o de aquellos denominados como principales en otros pueblos (Camajuaní, Remedios, Sagua la Grande, Santo Domingo, Caibarién, Ranchuelo y...), convertidos siempre en sanas fuentes incitadoras para compartir el sombrajo.

 

 

De continuo envidio la existencia de dos "quitasoles" naturales a orillas del río Bélico; uno en Nazareno y Central, otro en el nacimiento del Abel Santamaría; ambos son frutos de la mano del hombre, y por tanto del perpetuo cuidado para que el sosiego de verano o de invierno destierre por completo el Infelix sum de estos tiempos.  

 

 

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