BÉISBOL, DE SANTA CLARA A MADRID
Por José Saavedra Olivera
¿Cómo despertar de madrugada y no morir de infarto?
¿Cómo vivir un placer nocturno, sin que medie un cuerpo de mujer?
Desde hace algunos días y por motivos lógicos para muchos que vivimos en la diáspora, diferencias de usos horarios, distancia de la tierra amantísima y más que todo por el interés de revivir un momento indescriptible de alegría y emoción, vengo levantándome de madrugada para ver el play off de la pelota cubana.
Sobre todo porque disputaba mi equipo naranja por enésima vez, después de dieciocho años, desde su última victoria en el noventaicinco, volver a cargar con el trofeo de liga nacional de baseball. El sábado pasado toda la madrugada, despierto, viendo un juego de esos que te tienen en suspenso hasta el último out.
Hasta el noveno inning perdiendo una a cero. Luego finalmente saboreamos la derrota cuatro por una. Pero de cualquier manera, aunque con el lógico disgusto de la derrota, disfruté la alegría de ver la gente en las gradas del Sandino y hasta experimenté esa ilusión que muchos vivían allí. Esa noche también tuve el privilegio de compartir cada jugada con otros amigos a través de Facebook, unos en Miami, Atlanta y hasta en el Salvador. Y muchos otros tantos en el mundo entero, estarían mirando por ese resquicio que ya se abre al mundo.
Luego el domingo, pensando que el juego también sería de madrugada, me perdí la inmensa emoción de la tercera victoria. Ya casi a las puertas de un seguro triunfo por fin de nuestro equipo me dispuse a despertarme a las cuatro de la madrugada del martes, diez de la noche de lunes en Santa Clara. Antes de irme para el curro, quería llevarme esa alegría que contagia a todos mis coterráneos.
Cual sería mi sorpresa cuando no veo señas de juego en la trasmisión de Cubavisión por internet. Rápido busqué en internet para ver qué había sucedido y veo en un titular que se había suspendido. Al instante me vino a la mente que podía ser por alguna majadería de nuestro polémico Victor Mesa, que ahora estaba en el otro bando y ya había visto en juego anterior que le molestaba la conga en el estadio. Más que la conga, lo que le molestaba era la ironía de verse derrotado en su propia tierra y como mentor del equipo contrario.
Es difícil imaginarse a un villareño disgustado porque su equipo ganó. ¿Amarga ironía, verdad? Creo haber escuchado desde las gradas que le decían “vieja sufrida”. ¿Sería verdad? No creo sea un apelativo muy respetuoso, pero no hay dudas que el humor e ingenio popular sea superable por ningún académico.
Al leer la noticia a las cuatro de la madrugada, supe fue por lluvia. Aunque quise dormir algo ese martes antes de ir para el trabajo, el desvelo pudo más. Me fui al curro muerto de sueño y ansioso de no ver por fin el triunfo.
En la tarde de ayer martes le conté a Pepe, cuando me preguntó si había visto el juego, que lo habían suspendido. Pero que ese martes sería definitivo. Luego recordamos él y yo, aquella final de hace unos años cuando fuimos juntos al Sandino y sufrimos la derrota ante Industriales, cuando la balanza del play off, tres a dos, hacía pensar sin dudas, Villa Clara sería campeón. No olvidamos aquel duelo provincial, cuando las vidrieras de toda la ciudad amanecieron naranjas y el rostro triste de los transeúntes.
Pero esta madrugada del miércoles en Madrid fue distinta. A las tres de la madrugada desperté, cuando el juego estaba empatado dos a dos. Veía a través de la trasmisión de Cubavisión por internet y escuchaba por radio rebelde, también desde internet, la algarabía de ese Estadio Sandino. Yo creo que nunca podré olvidar esa emoción de haber sentenciado que Pestano bateando con las bases llenas la botaría de jonrón. Aun con el bate en la mano envié un sms a mi primo Luisito en Cuba y algún otro amigo: Pestano la bota.
Y esta vez creo, nunca podría correr con más orgullo ese insigne receptor de la pelota cubana que se llama Ariel Pestano. Era la gracia de Dios manejando sus manos y cada músculo que empujó su bate. Era la respuesta divina a una injusticia que tanto sufrió él, su familia y toda la afición, no sólo de Villa Clara, sino de toda Cuba, cuando fue excluido del equipo Cuba que fue al clásico de Baseball.
Quién sabe por cual mezquindad, de las que el hombre a veces sufre, por la poca humildad de otros hombres. Y de esas tribulaciones, hemos sufrido mucho los isleños. Aunque al final siempre podemos ser recompensados, y con creces, como lo fue Pestano. En la entrevista lo escuché decir: Dios es grande. Como agiganta a los hombres la sencillez.
Eran las cinco de la madrugada cuando Jonder Martínez hacía el último lanzamiento y toda la afición se tiraba al terreno del Sandino. Era la victoria más esperada de cualquier villareño desde hacía dieciocho años.
Hoy quizás con algo de sueño. Pero revivido, sin infartar. Con el placer del corazón lleno de emoción.
Qué simple somos los hombres! La vista de un estadio repleto de gente alegre nos puede colmar de felicidad.
Saber que mi madre, no muy aficionada a la pelota, también desde Santa Clara compartía mi alegría frente al televisor. Y a cada rato nos comunicábamos mensajes.
La emoción mayor, es vivir la emoción de otros hombres.
Miércoles 19 de junio de 2013.
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