BARRENECHEA, ATENCIÓN: UNA HERENCIA, Y LA HUELLA DE CIUDADES EN PUGNA
Por Carlos S. Coll Ruiz (Historiador).
La dialéctica del tiempo requiere de una inmersión regresiva para el redescubrimiento de procesos o fenómenos de lenta evolución. Pierre Vilar admite que “la investigación causal (…) consiste en dibujar los grandes rasgos del relieve histórico” y someterlos, una y otra vez, al análisis más severo para poder encontrar los verdaderos móviles de los acontecimientos.
“Ciudades en Pugna” de Luis Machado Ordetx, da la posibilidad de penetrar en hechos sustentables en el tiempo y de expansión en un espacio geográfico interior e insular que, al estar sujeto a las condicionantes del desarrollo económico internacional, indagó con afano una salida donde poder insertarse al intercambio. Fue un motivo existencial, una utopía que en definitiva determinará los contornos y la fisonomía de un grupo social afincado en el poder local. Escudriñarán vehementemente, una y otra vez, un puerto donde la mediterraneidad, según el autor, los sujetó y acosó, lo cual “derivó hacia el marasmo geofísico y el espíritu tributario” en la búsqueda de una escapatoria marítima.
La “inmersión” de Machado Ordetx hacia la formulación de un espíritu logocéntrico en la jurisdicción de Santa Clara, y el imperceptible caminar del tiempo desde su fundación, constituye el “atrevimiento” que la obra propone a través de la historia. En el empeño por justificarlo, se acerca, por coincidencia o no, al investigador Hernán Venegas Delgado cuando la definió como pluricentrista. También se aleja de las disquisiciones, muchas veces enturbiadas, de exaltación de un localismo y regionalismo que no dejan ver las verdaderas causas de los avatares en la historia.
Plantea un debate desde un estudio de caso sujeto a herramientas prosopográficas, pocas veces utilizado por los investigadores, pero muy necesarias cuando de comparaciones se trata.
El rastro fundacional de Santa Clara (15 de julio de 1689), que no es otro que el de la aspiración por la tierra y su propiedad, pone el sesgo esencial a lo largo del libro. El pensamiento fisiócrata explicitado o no en la historiografía constituye eje central de la miopía de la élite de hacendados. De ahí las disputas territoriales constantes enjuiciadas por el autor, no a modo de justificación, sino por incapacidad del grupo social que no encontró otras alternativas productivas en una época en la cual tener un puerto constituía un salvoconducto exclusivo de persistencia en el sistema colonial español.
No se deja atrapar el autor por “los factores geográficos de la cubanidad” expuestos por Salvador Massip, esenciales para el análisis en el caso particular de Santa Clara. Recurre al diálogo con las cifras, pues cuando ya maduro el sistema colonial, ante las puertas de un movimiento insurreccional que ya no le quedaba otra alternativa que la guerra, el escritor señala que “en 1860 la jurisdicción central se situó en el último lugar en la producción azucarera. Constituyó el segundo en tabaco y ganadería, y tercero y cuarto, respectivamente, en café y apicultura”, expresión de la continuidad que dio origen al hecho fundacional.
Cuando en el “imaginario” histórico el puerto de “San Lázaro del Granadillo” no se hizo posible, deja claro que el “espíritu” logocéntrico no se reduce a esa aspiración, es mucho más, y está interrelacionado con los factores económico, político y sociales que tiene lugar, lo cual da nombre a la obra: “Ciudades en Pugnas”. Las “coléricas” contradicciones pasan por más de dos siglos, dejando claras aquellas económicas y políticas, o solapadas las sociales que sin dudas corren tras las dos primeras. Los enfoques que siempre el lector encontrará están del lado dialéctico, y no de la consecutividad armoniosa.
Dejando claro que lo “trascendente estribó en el ímpetu por acorralar poderes administrativos, judiciales, eclesiásticos, institucionales, sociales y culturales”; episodios que no solo son dados a la llamada región central. Santa Clara como provincia (1878), o Las Villas (1940), y sus ribetes, van hasta las más altas aspiraciones de capitalidad de la nación, dejándonos sedientos por conocer hasta qué punto habían penetrado ciertas tendencias anexionistas en la convulsa y naciente “republica” de los primeros veinte años del siglo XX con un macro proyecto sobre el “supuesto” puerto.
No estamos en presencia del culturalismo, ni las cacafoneadas tradiciones que brindan una idea difusa de un organismo social en movimiento. La obra es una demostración de los epítetos que acompañaron a Santa Clara en el tiempo: “La Muerta”, “La Ciudad Dormida”, o “La Ciudad de Gringos”, “La Ciudad del Polvo”, “La Ciudad Cenicienta”, “La Ciudad Tullida”, y “ La Ciudad Callada”, pues como se esclarece, Santa Clara no pudo ofrecer una alternativa de desarrollo que dejara atrás los lastres de su herencia colonial, quedando atenazada ante dos ciudades que emergieron con un inusitado impulso azucarero y comercial: Sagua La Grande y Cienfuegos.
Tampoco se deja atrapar por los dos grandes acontecimientos bélicos que sumergieron a la colonia cubana en la segunda mitad del siglo XIX —con sus consecuencias económicas desbastadotas la primera (1868-1878) hacia la región centro-oriental, y la segunda (1895-1898) a toda la Isla de Cuba—, pues como ilustra constantemente, las causas están en las profundidades del sistema productivo que la jurisdicción asumió como patrón. Las explicaciones hay que buscarlas en la hacienda, siendo la renta sobre la tierra el predominio ante lo cual sucumbió cualquier alternativa de una diversificación que, al no ser la agrícola, estuvo empadronada en la gran, mediana y pequeña propiedad.
El caudillismo de la colonia, injertado en la “república”, continuó y dio cabida con amplias alas a la región central de Cuba, particularmente a Santa Clara. Fue expresión del logocentrismo gestando desde el hecho fundacional y expresado con todo su rigor por el Capitán Luis Pérez de Morales que, con la espada y el arcabuz, ocupó la villa de San Juan de los Remedios en 1691. Seguiría una nueva era, llamada “republicana”, en la cual Machado Ordetx se adentra hasta la década del cincuenta del pasado siglo, cuyos contextos son económicos, políticos y sociales. No existen otras diatribas, y el autor las expone en su obra.
El gran muro que ha tenido que saltar “Ciudades en Pugnas”, es el hilo de continuidad para captar el hecho en momentos cronológicamente y sistemas diferentes; de ahí su complejidad. En “San Lázaro del Granadillo” está solo el “ardid” que descubre el hegemónico papel de un grupo social o élite para alcanzar sus fines, sean consumados o no. Expresan la adecuación de las aspiraciones políticas a las nuevas circunstancias. Es una tarea nada fácil de lograr si no se mantiene la persistencia del enfoque científico del problema que se investiga.
Por último, toda obra de investigación encuentra un obstáculo que no se puede sortear: la documentación. Un gran estudioso de la colonia cubana como Jacobo de la Pezuela, refiriéndose a los censos de 1774, 1792 y 1817, los calificó como “esqueletos de censos”, por ser poco ilustrativos. De ahí la complejidad en la utilización de las fuentes, pues invariablemente hay que buscar todas aquellas fiables que permitan transitar con cierto “reposo” por el camino de la investigación. Con “Ciudades en Pugnas” de Luis Machado Ordetx, sujeto a esas inclemencias, se cumple brillantemente con la expectativa: una amplia documentación la respalda. Están atesorados en los Archivo Históricos, como las Actas Capitulares de los Cabildos o Ayuntamientos, u otros de inapreciable valor que existen en fondos de esas instituciones. Hay una amplia bibliografía de consulta en obras de autores de obligada referencia, y la utilización de la prensa como un sostén de inapreciable precio para calar en la sociedad y su cultura. Contiene apuntes de censos, estadísticas, informes, y otros tantos documentos originales sueltos que la propia búsqueda va poniendo de la mano de un método riguroso de selección y una adecuada concatenación que posibilita probar la hipótesis planteada. “Ciudades en Pugnas”, es ante todo una exposición científica con la sujeción al método histórico de investigación, que como novedad expone el acontecimiento en su larga duración.
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