BOFFILL, EL ANDANTE
Por Luis Machado Ordetx
El artista, con esa recurrencia caprichosa que juguetea entre el expresionismo y el impresionismo, deja en el lienzo la ingenuidad de un estilo que lo caracteriza. Es único e irrepetible, como cuando gritó «Bururú barará, ¿dónde está Boffill?», título de una antológica exposición.
Entonces quiso recordar, en homenaje póstumo, a Ada Elba Pérez, la poetisa y compositora, y a Pedro Osés, el pintor naif de Guaracabuya. Son atributos permanentes en una manera de actuar que reconoce a los que ya no están cerca de nosotros.
Noel Guzmán Boffill Rojas, desde su autodidactismo y modo peculiar de reconstruir fantasías en caótico espacio de colores, celebra otra nueva aventura: el domingo próximo arribará a los 65 cumpleaños de vida. En el aplatanamiento definitivo de Santo Domingo, el remediano oriundo de la calle del Sol, trae entre manos una sorprendente noticia. Hay otros sueños, también exposiciones y una sólida obra que ofrecer.
Del proverbio latino «Homo sum, huamni nihil a me alienum puto», que va desde Publio Terencio a Carlos Marx en aquello de «Soy un hombre, nada humano me es ajeno», vuelvo la mirada al amigo Boffill. Acaba de recibir la propuesta de Embajador de la Paz de Cuba, según confiere la Cumbre Mundial de las Artes por la Paz y la Vida, encuentro que acontecerá en Ecuador entre el 15 y el 17 de agosto próximo.
Raro es que Noel no divulgara la información. Todo estaba bien escondido hasta que se soltó a hablar de los proyectos para satisfacción de todos los que lo siguen en cercanías y valoran su propuesta plástica, ganadora en certámenes nacionales y extranjeros.
La Cumbre, tercera de su tipo que se efectúa, representa a la Corporación de Artes Visuales, Poéticas y Sonoras “Inti Amarú”, del Ministerio de Cultura y Patrimonio de Ecuador, según la carta que recibió el artista cubano con firmas de Ricardo Taco Lovato, Taoni Taco Ponce y Daniela Faria Machado, los organizadores.
Dicen algunos, y lo creo, que Boffill Rojas está que camina en «puntillas», pero no se jacta en vanidades: siempre lo satisface la sencillez y la humildad aunque para otros resulte un pedante. Toda su obra pictórica vale por esa aventura mansa de constante buscador de imágenes que hacen pensar, imaginar y soñar ante las formas y el contenido que percibimos por la vista.
Muchos somos los que en nuestros hogares, con marcado deleite a pesar de las cotizaciones de sus piezas, disfrutamos de más de un obsequio de los vastos lienzos que componen series en su trayectoria artística.
A creyón sin punta, con los dedos y las manos, con lápices de colores, con espátula o pinceles, Boffill Rojas es único, y a veces cuando «compone sus paisajes» lo hace con una rara risa que denota inocencia de distinguida imaginería. Ahí todo concluye al cerrar planos y conformar, alejado de convencionalismos, trazos de orfebería.
Nadie dudará que hoy el artista, ingenuo e inducido, constituye uno de los más grandes pintores naif, populares o primitivistas de Cuba. Otros en las más variadas opiniones lo dijeron con anterioridad.
El mentor inicial, el mítico folklorista Samuel Feijóo, en más de una ocasión lo reconoció cuando hizo descubrimientos de aquellos «diamantes en bruto» que desconocían las potencialidades de un pincel y las inusuales formas de combinar los colores. Solo restaba a los «iniciados» escrutar la realidad y explayar la imaginación con la «gracia» del artista.
Tres décadas atrás, cuando Boffill Rojas era solo un «Caminante» con deseos de adentrarse en la naturaleza de la pintura popular, hacía visitas frecuentes a Vanguardia, y mostraba con osadía las pequeñas cartulinas pintadas con los más primitivos recursos: tinta de zapato, esperma, acuarela y tempera.
En sus delirios estaban las mujeres, la tierra, el viento, los atributos religiosos, y los héroes, Che Guevara y Camilo Cienfuegos desacralizados y siempre venerados, según su punto de vista. Nada en los temas cambió, pero sí la forma de recrearlos.
Desde entonces el artista, divertido con los inusitados horizontes, fue menos recurrente a la redacción periodística, pero jamás dejó de ser quién es: un hombre que en sortilegios del duende interior siempre asombra con renovados y causales encuentros de imaginería pictórica.
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