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Siempre, el parque diferente

Siempre, el parque diferente

Por Luis Machado Ordetx

 

Edificio al piso, parque en pie, constituyó una tónica sistemática durante décadas en Santa Clara, al extremo que parecíamos émulos de los holguineros en momentos donde aparecieron, sin distinciones, áreas de verdaderos esparcimientos para  variadas opciones recreativas.

 

Todavía esos instantes son recordados por muchos, pero...

 

Luego llegaron ojerizas y depredadores: empeñados en hurtar, desde una farola hasta una tablilla de madera o aluminio, las plantas ornamentales y talar árboles. Aún no respetan y tampoco creen en nadie, porque, a veces, el hecho constituye un simple ensañamiento, similar al niño que, a la mirada de todos, se ensaña en golpear el follaje de un árbol y, por ninguna parte, surge el responso aleccionador.

 

Determinados espacios se fueron deteriorando. Otros cambiaron de fisonomía, parcial o total, al instalarse una tienda de recaudación de divisas, un Ditú o cerrar el paso, aunque abunde la fronda de altas plantas, como en el antiguo Parque Chaflán —honor merecisímo al humorista Argelio García—, bajo la jurisdicción de la hierba en un detenido proyecto formulado por Turismo.

 

Espacios similares, como el existente frente a la Terminal de Ferrocarril   —de los Mártires—, con licencia del Centro de Patrimonio Cultural, después de meses, cobró bríos que, dentro de la modestia de cualquier tiempo, realza la dignidad y originalidad de los residentes o transeúntes de un territorio estimado de situarse entre los más pulcros del país.

 

Pero, hay algunos, ubicados en la Audiencia o la iglesia de la Pastora, donde la falta de encendido público facilita cualquier fechoría, al margen que los bancos están descuidados. ¡Qué decir de aquellos circunscrito a repartos residenciales! Todavía carecemos de una conciencia colectiva que indique sin letreros en la frente que esos sitios son patrimonios exclusivos de todos y su perdurabilidad y subsistencia pertenece a la comunidad.

 

Sin embargo, siempre emerge un colmo de los colmos: reside cerca del parque Vidal, en las intersecciones de Luis Estévez y Martí. Allí, meses atrás, amparados en las acciones del Proyecto Imagen, se levantaron en una tarde las losas y los bancos.

 Al amanecer de un día cualesquiera, unos pocos componentes tomaron mejor vida —la apropiación individual—, a la vez que aparecieron constructores dispuestos a iniciar la idea sustentada en documentos por los hermanos Edelso y Zelma Machado (pintor y arquitecta, respectivamente), y dirigida por Servicios Comunales. El concepto, crear un parque diferente.

diferente.

En la demarcación quedó una bomba de agua del tipo camagüeyana, con  poco uso por la accidentabilidad del terreno, una caseta para el descanso de los trabajadores, un almacen-trailler en la calle —que limita hasta la visibilidad y perturba el paso peatonal—, y unas paredes levantadas, a casi un metro de altura. De allá acá, el avance de la ejecución es a paso de hormigas.

 

¿Por qué desmantelaron el otro parque, si antes no contaban con los suficientes recursos, materiales y humanos, para una rápida terminación? ¿Puede que una urgencia obligara al movimiento de los constructores hacia otro lugar? ¿Acaso no existe una planificación que contenga el deterioro creciente en esos recintos? Mejor aún, ¿pensaron, tal vez que todo era coser y cantar?

 

 Esa intersección clasifica entre una de las más lóbregas de la ciudad. Las aguas extienden la arena sucia o lavada, la gravilla, y los ladrillos se raspan  por arte de magia, y por si fuera poco, abunda la mala hierba, sacos de basuras y hasta salcocho que, los vecinos o no del lugar, surten de forma negligente.

 

Cierto es que la cotidianidad facilita, a veces, una especie de empañamiento de la vista, y por mucho que usted mira, los contornos parecen inalterables, pero cambian de semblante, como el recién instaurado microparque en un recodo del río Bélico, casi en el nacimiento de la calle Primera de Dobarganes.

 

Limitaciones económicas inciden en el aumento de las mellas en torno a los edificios del centro de la ciudad. Es un hecho inalterable, y las cifras se estiman en más de un cinco por ciento con peligro de inminentes derrumbes, pero con los parques, áreas de esparcimiento y recreación colectiva, no podemos obrar con similar mentalidad, porque en ocasiones, con pocos recursos, la belleza y la funcionalidad consiguen la armonía perfecta.

 Entonces, vale para todos el autoresponso en la búsqueda insistente por un parque diferente.      

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