Esencialidades de «Tropicana» Alfonso
Por Luis Machado Ordetx
Una gloria contemporánea de la coreografía en Cuba y en el mundo —por el tránsito ininterrumpido por el show del cabaret Tropicana, en Ciudad de La Habana—, recorre por estos días Santa Clara, territorio al que llegó con el Grupo de Experimentación de la Danza, proyecto artístico que dirige desde hace tres años.
Santiago Alfonso Fernández es su nombre, y vino para presentar el espectáculo Diáspora, en el que prima la calidad y la diversidad de estilos tomados a partir del sentimiento de identidad cultural que siempre prevalece en su obra.
Un hombre al que jamás lo asisten ánimos de creerse un gurú o una estrella absoluta. Orgulloso después de 39 años en «Tropicana», percibe la complacencia por lo folklórico, por lo negro como punto de partida, y también por el ritmo y las particularidades de lo cubano, considerado como un sinónimo de estruendo inigualable para cualquier región del mundo.
Habanero de nacimiento, recibió este año el Premio Nacional de la Danza, y aunque dejó de bailar en 1970 en escenarios del más conocido recinto cultural cubano, piezas de la talla del Trío de Serpiente, Cuadros negros, Sin timbal, Bésame mucho y otras más, reencuentran la memoria de los espectadores nacionales o foráneos que lo diferencian, por su magnitud creativa, entre las joyas de la danza contemporánea.
Por vez primera este espectáculo se presenta en Cuba, tras los éxitos que alcanzó recientemente en Europa, y con la sencillez que lo tipifica como habanero y natural de esta tierra, quedó maravillado con el público de la localidad, al que consideró conocedor de la danza y disfrutador de la huella artística con dones de calidad.
En Santa Clara, escenario al que antes vino como bailarín o coreógrafo del Folklórico Nacional, dijo que siente la necesidad de volver siempre que lo inviten, porque el público agradece la presencia, no solo de su compañía joven aún, sino también de todas aquellas agrupaciones que existen en el país.
Su espectáculo, apreciado al cierre de edición —y durante los momentos de ensayo, previo en la tarde del jueves o el viernes—, arrancó aplausos de un público que rodeó la plataforma del Parque Vidal, para disfrutar de esas singularidades que a veces no se distinguen con tanta sistematicidad en el contexto nacional.
Tropicana Alfonso es de esas leyendas con historias que contar desde que pisó un escenario en el teatro Martí o escuchaba los ritmos de los Muñequitos de Matanzas o se deleitaba con un toque de tambor en las callejuelas de La Habana o de la hidalguía de los jazzistas o artistas que desandaban zonas céntricas de Nueva York, ciudad donde residió en la juventud.
Dice que lleva tres años sin visitar el centro nocturno habanero, su casa grande, a la que debe esencia artística, y el día que retorne la nostalgia lo matará por las enseñanzas y el talento que forjó allí.
Ahora no cree en genios totales, por eso aprecia las capacidades del trabajo en equipo, junto a los jóvenes coreógrafos Rafael Olivera y Rafael Spínola y un nutrido grupo de bailarines, plantilla que aumentará en breve tiempo, con el propósito de completar la nónima de la compañía.
A Alfonso, en el mundo del arte, apertrechado de la gestualidad y la teatralidad del cubano, solo resta organizar espectáculos para las artes circenses, empeño que, dentro de poco, cree que lo hará, no por satisfacción personal, sino por necesidad del conocimiento y de aprehensión de esa realidad, a la que se arriba como una vuelta a los orígenes profesionales.
Siempre se aprende cada día algo nuevo, hecho que entusiasma el espíritu del creador y del público al que se debe siempre todo artista, máxima que lleva a su espectáculo.
1 comentario
carlos -