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LYDIA CABRERA: REFERENCIAS A CONTES NÉGRES DE CUBA (III)

LYDIA CABRERA: REFERENCIAS A CONTES NÉGRES DE CUBA (III)

Por Yohania Machado Pérez

 

Los estudios realizados en torno a Cabrera, también referidos a su labor científica y etnoliteraria; son numerosos y revelan la importancia de esta escritora dentro de la cultura cubana. Investigadores y críticos foráneos y nacionales han destacado los valores etnoculturales de su obra y le otorgan un lugar destacado dentro de las letras cubanas.  Escritores como Federico García Lorca,  Gabriela Mistral, Alejo Carpentier y José Lezama Lima reconocieron la magia universal y la savia cubana en los textos de Cabrera. Lorca dedicó su excepcional poema «La casada infiel»; Mistral ofreció un prólogo para su primer libro de cuentos; Carpentier la sitúo entre las mejores escritoras hispanoamericanas; y Lezama  la asoció mágicamente a los epiptólogos del período napoleónico, al Barón de Humboldt, a William Blake. 


La publicación de Contes négres de Cuba 8 elevó el nombre de Cabrera y produjo un considerable número de juicios y valoraciones críticas en torno a su obra. En octubre de 1936, Alejo Carpentier publicó en Carteles la crónica «Cuentos negros de Lydia Cabrera», donde se aprecia su admiración por la escritora, así como el impacto de estos cuentos en las letras cubanas e hispanoamericanas. Al respecto expresó:


Acaba de publicarse en París un gran libro cubano. Un libro maravilloso. Un libro que puede colocarse en las bibliotecas al lado de Kipling y lord Dunsany, cerca del Viaje de Nils Holgersons, de Selma Lagerlof... Y ese libro ha sido escrito por una cubana. ¿Percibís toda la importancia del acontecimiento?... Los Cuentos Negros de Lydia Cabrera constituyen una obra única en nuestra literatura. Aportan un acento nuevo. Son de una deslumbradora originalidad. Sitúan la mitología antillana en la categoría de los valores universales. (Carpentier, 2000: 10)


Carpentier considera que los Cuentos negros de Cuba salvan los límites de nuestras fronteras de aguas saladas. Conquistan un lugar de excepción en la literatura hispanoamericana, pues Lydia Cabrera es la única mujer de nuestras tierras que haya estudiado, con rigor de etnógrafo, las leyendas y mitos afrocubanos.



Cuentos negros es un libro todo sensibilidad e inteligencia, que instituye un nuevo diapasón de criollismo, « (...) al margen de todo lo hecho hasta ahora en la literatura cubana.  Nada podrá daros una idea del estilo prodigioso de esos relatos llenos de sol y de trópico, que crean un género nuevo en los dominios de una poesía esencialmente criolla (...) Los Cuentos negros, de Lydia Cabrera merecen plenamente el título de obra maestra». (Carpentier, 2000: 12)


Ya en la década del 50 del siglo pasado el diario venezolano El Nacional publica otras tres crónicas escritas por Carpentier sobre Lydia Cabrera: «El Monte»; «Un mundo arcano», ambas de 1955 y «Refranes de negros viejos» de 1956.9


En la primera Carpentier se refiere brevemente al estudio etnológico El Monte publicado por Cabrera en 1954, considerado como « (...) una maravilla de investigación llevada en función poética, revelando todo un mundo de animismos, pasado del África a las Antillas por los esclavos de antaño». La exhaustiva labor investigativa de la escritora, la serie de fotografías y la colaboración de sus informantes, completan, según Carpentier, la documentación de ese libro ejemplar que llegó «a tiempo para colmar una importante laguna en los estudios etnográficos americanos». (Carpentier, 2000: 16)


«Un mundo arcano», referida también a El Monte, revela el sincretismo del sistema religioso presentado por Lydia Cabrera en su estudio etnológico. Carpentier expone los criterios sobre Cabrera referidos a la integración de elementos como: la brujería china; los poderes sobrenaturales de los isleños y de las brujas isleñas que vuelan en escobas; las ancestrales prácticas africanas; en el complejo mítico religioso de los negros de Cuba. Descifrar las sorpresas que encierran nuestras creencias, es hoy tarea de etnólogos e investigadores, pero El Monte, sin lugar a dudas, levantó «el velo que cubría todo un insospechado mundo de prácticas y supersticiones de una impresionante complejidad».


Bajo el título «Refranes de negros viejos» publica Carpentier la crónica realizada al libro de Cabrera, identificado con ese nombre. El narrador y crítico cubano considera el texto como un opúsculo que: « (...) encierra un venero de sabiduría popular, traducido en adagios, expresiones,  proverbios,  en los cuales no es difícil identificar, de primer intento,  el tono de


las viejas sentencias del África ancestral». En esta producción la autora muestra el enriquecimiento del refranero negro a partir de los proverbios españoles que escuchaban y repetían a su vez los informantes.

 

Por su parte Ortiz en el prólogo10 a Cuentos negros de Cuba en su primera edición en Cuba; afirma que varios de estos cuentos de los negros de Cuba son de una fase africana apenas contaminada por su culturación en el ambiente blanco, aún con los rasgos característicos de su original africanía. Valora además la significación de esta obra para las letras cubanas; al expresar que:


Este libro es un rico aporte a la literatura folklórica de Cuba. Que es blanquinegra, pese a las actitudes negativas que suelen adoptarse por ignorancia, no siempre censurable, o por vanidad tan prejuiciosa como ridícula. Son muchos en Cuba los negativistas; pero la verdadera cultura y el positivo progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano: "Chivo que rompe tambor con su pellejo paga". (Ortiz, 2000: 7)


El número 25 (1950) de la Revista Orígenes está dedicado en gran parte al tema negro, e incluye, además del extenso estudio etnológico sobre «La ceiba y la sociedad secreta abakuá», de Lydia Cabrera, varias ilustraciones fotográficas de motivos negros, una portada con trazos y gandós abakuás, y la reseña «Lydia Cabrera, poeta de la metamorfosis», de María Zambrano. En la que la autora expresa:


Lydia Cabrera se destaca entre todos los poetas cubanos por una forma de poesía en que conocimientos y fantasía se hermanan hasta el punto de no ser ya cosas diferentes, hasta constituir eso que se llama "conocimiento poético". Si el conocimiento intelectual es el que recae y exige la unidad de cada ser, el poético anda en ese amplio y liberal territorio, por ese anchuroso espacio donde se produce la metamorfosis. Quien sólo entienda su poético oficio desde el lado de la fantasía, avanzará por los caminos del sueño; así toda la lírica moderna, en que el alma solitaria del poeta se aventurara sola y llega a perderse en la enajenación, en el delirio. (Zambrano, 1950: 11)



Zambrano localiza el sentido social, liberador, de la obra de  Cabrera en su capacidad de otorgarle una expresión propia y un receptor universal a la subyugada población negra de cuyas historias se nutre la autora. Por ello afirma que: « (...) es el mundo de la raza esclava hasta el dintel de nuestros días el que ella libera. Pues ¿cómo el esclavo alcanzará su libertad, sino siendo escuchado y más aún recibiendo la palabra que a veces no tiene la forma que aún le falta o se le fue quedando en el camino de la servidumbre?». (Zambrano, 1950: 14)


En 1954, Cabrera publica su importantísimo estudio etnológico El monte. Notas sobre la religión, la magia, las supersticiones y el folklore de los negros criollos y del pueblo de Cuba, parte del cual había aparecido ya con ilustraciones en 1950 en Orígenes.  En su reseña de este libro, Francis de Miomandre vuelve sobre la condición de poeta de Cabrera, concepto introducido por María Zambrano, para desarrollarlo aún más:


Estas notas son tan ricas, tan abundantes y sobre todo tan inteligentes, van tan lejos en la comprensión enternecida del alma negra, de la religión y de la metafísica en que ésta se baña, que uno las lee con la emoción que da el relato patético. Y es que a decir verdad, Cabrera es esencialmente poeta, y en calidad de poeta considera y estudia el folklore que los eruditos enfocan desde el ángulo de la fría información. (Miomandre, 1955: 76)


Al calificar a Cabrera de poeta, no apuntaba Miomandre a un defecto del carácter científico de su estudio El monte, sino que, por el contrario, pretendía señalarle a la autora su mayor virtud como transcriptora e intérprete del mundo negro, pues para él Lydia Cabrera exponía sus temas desde dentro de su campo de estudio, pues el negro resultaba ser también un poeta. De ahí que Francis de Miomandre, traductor de la primera obra etnoliteraria de Cabrera en 1936, considere la significación de esta figura para la cultura cubana, al expresar:


Aún cuando otros investigadores hubiesen querido emprender una obra análoga, hubiesen tropezado con la desconfianza intuitiva de gentes que se consideran guardianes de ciertos secretos, no se hubiesen creído con el derecho de divulgarlos. Si Cabrera ha podido componer un libro semejante, si ha podido imaginar el plan, es porque los "iniciados"

 

han reconocido en ella una persona capaz de comprenderlos e incapaz de traicionarlos, en suma, digna de penetrar en su ingenua masonería... Sin la confianza y las confidencias de los negros, Cabrera no hubiese podido triunfar en su tentativa generosa; sin el genio de Cabrera, se tendría la tristeza de ver desaparecer en la nada, estos bellos secretos de magia y de poesía. (Miomandre, 1955: 77)


La impronta de Cabrera en las letras y la cultura cubanas, también fue percibida por José Lezama Lima, a quien la autora de Cuentos negros de Cuba, llevó a escribir un breve artículo titulado «El nombre de Lydia Cabrera», texto que el autor incluyó en su libro Tratados de La Habana. (Lezama, 1958)


Allí Lezama comenta la significación del refranero recopilado por Cabrera en el contexto de la cultura cubana, y define el papel de los refranes como puente de sabiduría entre los hombres, al afirmar que « (...) el refranero allegado por Lydia Cabrera tiene la imprescindible nobleza de aclarar el cuestionario que debe situarse en la introducción a nuestra cultura». (Lezama, 1958: 309)  


Por su parte, Natalia Bolívar en su artículo «Tributo necesario a Lydia Cabrera y sus egguns», presentado en la Revista Catauro,  expresa mediante un recuento biográfico, las principales obras literarias y etnológicas de Cabrera. Cuenta Bolívar sobre las primeras impresiones que provocó la escritura de los Cuentos..., dedicados a Teresa de la Parra, en Gabriela Mistral. En una carta a Cabrera, escribiría Mistral:


Yo quiero que tú salgas por fin con esa traducción de los Cuentos al español. Es una villanía quedarse con ese libro sólo en Francés ¿me oyes? El prólogo mío que creo te ofrecí está seguro... No vas a quedarte a lo niña regalona sin publicar más libro que ése, el trabajo aísla del horrible mundo que estamos viviendo y sólo él salva en semejante infierno de humo sin llama, trabaja pues, que otra cosa será muy fea en ti que no tienes cosas feas. (Bolívar, 2000: 32)






Rescatar, salvar, fijar con el lenguaje las formas más nobles de la identidad nacional, dedicarse con extremado celo al estudio de las fuentes u orígenes de dicha identidad,  incluso, interpretar sus claves, conformarlas en un corpus factible de ser legado como tradición a las próximas generaciones, representó en esencia la misión investigativa y etnológica desplegada por Cabrera, y muestra de ese acontecimiento científico y literario reside en  Cuentos negros de Cuba.


                               LOS CUENTOS NEGROS DE CUBA

 

En la vertiente negrista se inserta Lydia Cabrera con una obra etnológica, científica, y artística. Su primer libro Contes negres de Cuba se  editó en Cuba por primera vez en 1940 en la Imprenta La Verónica, en la Ciudad de La Habana, bajo el título Cuentos negros de Cuba.11 Años más tarde, en 1948 específicamente, Cabrera publica Porqué... Cuentos negros de Cuba, considerada la segunda parte de la colección presentada al mundo de las letras por Francis de Miomandre.


El volumen al que hacemos referencia, se representa ahora en un primer acercamiento a los cuentos publicados en 1940 y en 1948, y lleva el mismo título del primero: Cuentos negros de Cuba. La edición que tomaremos en cuenta es la correspondiente a la editorial Letras Cubanas, de 2004,  debido a su más reciente publicación. Esto obligó a desestimar la de Cuentos negros de Cuba, Ediciones Nuevo Mundo, La Habana, 1961, considerada en la actualidad como una rareza, por su ausencia casi total en bibliotecas privadas o estatales.


Es importante precisar que estas dos ediciones, la de 1961 y la de 2004, tienen los mismos cuentos e idéntica estructura, y solo difieren en el prólogo. Ese apartado en ambas publicaciones es una versión del prefacio que en 1940 Fernando Ortiz hiciera a Cuentos negros de Cuba.


En la edición de1961 el prólogo es casi igual al original, con la diferencia de una oración y de un párrafo que hacen referencias a cuentos que como, «Dos Reinas»; «Una tragedia entre compadres»;   «Bregantino, Bergantín»,  no aparecen en la selección de 1961 ni en la


de 2004. Sin embargo, en esta última el prólogo es mucho más breve, pero mantiene con fidelidad lo expresado por Ortiz en la segunda parte de Cuentos negros de Cuba, refrendado en 1940.


En Cuentos negros de Cuba se produce el tránsito del cuento folklórico afrocubano al literario inspirado en las tradiciones orales africanas, pues en este libro Cabrera vertió las riquísimas historias míticas contadas por sus nanas negras durante su infancia y las experiencias de un primer acercamiento a lo afrocubano mediante la singular figura de Fernando Ortiz, cuñado de la escritora.


La autora se refugia en la enfermedad mortal de Teresa de la Parra, escritora venezolana, para llevar la tradición oral africana a las letras cubanas, hecho que insta a Cabrera a dedicarle los cuentos  a la amiga convaleciente, y a su vez emprende el camino de una vida entera dedicada a la investigación de esa cultura africana y los remanentes incluidos en la génesis del pueblo cubano.


Con ojos de investigadora, de etnóloga, de escritora, recoge  Cabrera las narraciones africanas. No se acerca fríamente a sus informantes, tampoco utiliza grabadoras ni técnicas que puedan afectar la originalidad de la información; apunta lo necesario; escribe en cualquier papel disponible; detalla pictóricamente todas las impresiones de los encuentros con sus taitas negros.


En los cuentos respeta el testimonio de sus informantes cuando transcribe cantos, oraciones u otras palabras en lenguas africanas; pero en ocasiones su imaginación vuela más allá de los relatos que le ofrecen sus informantes, y es cuando entrega narraciones que sobrepasan los límites de una simple tradición folklórica. 


Los Cuentos negros de Cuba constituyen una reelaboración artística de los mitos africanos, -explicados anteriormente-, y en ellos se perciben mitos de origen12  relacionados con la creación del universo, del primer hombre negro y también del blanco; de los vínculos entre el hombre,  la tierra y el cielo.  A veces  también  se definen  los orígenes de las cosas,  por



ejemplo: de la muerte, de la primera planta de maíz, y otras veces se explica por qué el majá se arrastra; la jicotea lleva su casa a cuestas o el mosquito zumba en la oreja.


Estas narraciones ofrecen una cosmogonía del mundo, de las relaciones entre los hombres, entre los animales, y los dioses, y también del hombre, los animales y los dioses. Hombres, animales y dioses brotan como personajes centrales en estas narraciones. Los animales y los hombres dialogan, intercambian ideas, comparten por igual su fe, sus creencias religiosas y hasta mantienen idéntico culto a los dioses. Estos por su parte, rigen el funcionamiento del mundo, de la naturaleza y de la sociedad. Así, con un lenguaje sencillo, directo, pero a la vez lleno de magia, presenta Cabrera el universo que nos rodea, donde los animales son casi hombres, mientras los hombres intentan explicarse cosas indescifrables.


Estamos hablando de cuentos como Taita Jicotea y Taita Tigre, donde se unen mitos cosmogónicos, antropogónicos, etiológicos; donde los personajes son animales quizás solo por la forma descrita, por el nombre; pero por lo demás son zoomorfos; tienen características que pueden poseer cualquier ser humano.


La narración central puede dividirse en diferentes historias: cuando en la tierra todo era un caos y Abá-Ogó hizo al hombre soplando sobre su caca; la del primer hombre blanco y el primer hombre negro; la de la luna que nació muerta, ni hombre ni mujer, casta; la de Jicotea y el Venado con Anikosia, la hija del rey Masawé; la del viaje de Jicotea y Venado a una isla maravillosa (Cuba), y de cómo se asentaron en una hermosa finca... El cuento, a partir de este punto, se criolliza, se cubaniza y posibilita que el señor Conejo sea el presidente del Tribunal Supremo y el Jefe de los Bomberos, o que la mujer del tigre toque en piano La paloma y La monona.  


La autora de Cuentos negros de Cuba indaga en el casi virgen terreno de las religiones cubanas de origen africano y descubre un mundo maravilloso, del cual se prende y donde halla soluciones a la insensatez cotidiana. Es este mundo persiste un cosmos de coherencia casi perfecta, de fantasía, y representa, según la visión de la escritora, un mundo mítico donde no hay protestas ni reivindicaciones, en la cual libera el mundo de la raza esclava, le devuelve a los negros la voz, la palabra, la paz, la vida y la razón de ser y la existencia en la tierra, dueños de sus propias determinaciones.


                                                   NOTAS

 

1 v. Fernando Ortiz (1940): Los factores humanos de la cubanidad. La Habana, Molina y Cía.

 

2 Regla de ocha está vinculada a la noción de familia numerosa, originaria de un mismo antepasado, que engloba a los vivos y a los muertos. El orisha sería, en principio, un ancestro divinizado que en vida estableció vínculos que garantizaban un control sobre ciertas fuerzas naturales como el trueno, el viento, las aguas, además de la posibilidad de ejercer ciertas actividades como la caza, el trabajo con metales, y el conocimiento de las propiedades de plantas y su utilización. Lo esencial, para los que practican esta religión, es el culto respetuoso a los orishas mediante la adoración, alimentación y cumplimiento ritual de todas las fechas históricas dentro de la liturgia santera. Esta religión cuenta con un variado panteón de divinidades a las que hay que alegrar y satisfacer frecuentemente con ceremonias festivas que llevan este propósito. En Cuba se le rinde culto con especial preferencia a Elegguá, Ochosi, Oggún, Orula, Changó, Yemayá, Obbatalá, Oyá, Ochún y Babalú Ayé.


3 La Sociedad Secreta Abakuá fue creada por negros oriundos de África, pero debido en parte al cese de la trata negrera y a las necesidades de sobrevivir, tuvo que dar ingreso a negros criollos. Posteriormente entraron los mulatos, blancos, e incluso chinos. En el presente cualquier persona, con independencia del color de la piel, puede ser abakuá, siempre y cuando reúna las condiciones que se exigen para ingresar en estas selectivas asociaciones. Los abakuás están muy bien organizados, y se dividen en dos colectividades: la rama Efí  y la rama Efó. Poseen sus propios instrumentos musicales y liturgia. Tienen una jerga muy propia, en la que se utilizan muchas palabras, sentencias y refranes preservados en efik e ibibio.


4 La Regla Conga o Regla de Palo es la concepción más amplia que existe de los cultos de origen bantú y de donde se deriva la Briyumba, la Kimbisa y el Mayombe; es un término por el que también se puede nombrar la Regla de Palo. De las creencias de origen bantú se mantienen sus concepciones relacionadas con la nganga, el animismo de las plantas, las aguas y la tierra, y la influencia de espíritus y antepasados. Para los paleros existe un Dios Supremo, una fuerza máxima creadora del Universo, a la que llaman Nzambi, Zambi, Nzambia, o Mayimbe, de la cual emana la fuerza de los mpungos o fuerzas mágicas.


En la estricta concepción conga, estos mpungos únicamente son fuerzas, seres incorpóreos, que nunca devienen en antropomórficos. Algunos de lo mpungus fundamentales en los cultos congos son: Tiembla Tierra; Lucero Mundo, Khuyu; Sarabanda o Salabanda; Siete Rayos; Madre de Agua o Siete Sayas;  Brazo Fuerte; Chola, Madre Chola, Chola Awengue; Tata Pansúa; Centella; Lufo KuyoBután o Bután Fuyé; Kisimba. Mpungo, Kabonga. La Regla Conga o Palo Monte es una manifestación religiosa de arraigo popular. Su sistema ritual y teológico imbrica concepciones muy profundas a pesar de que su formación fue a partir de la convergencia de prácticas de diferentes grupos étnicos del mundo bantú; esto ha provocado que influya directamente en otras religiones de origen africano que convergen en esta región.


5 Variante lingüística nacional es: « (...)una forma multinacional que posee particularidades sociales y lingüísticas propias, formadas por una serie de circunstancias de carácter histórico, politico, cultural y geoetnográfico que funciona en una comunidad lingüística determinada» V. Gisela Cárdenas: «Oralidad, variante nacional de lengua e identidad cultural», en La oralidad:  ¿ciencia o sabiduría popular?, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2004, pp. 68.


6  Estos poemas de Emilio Ballagas aparecen en Cuaderno de poesía negra, publicado por primera vez en Santa Clara en el año 1934.


7 Escrito por Silvestre de Balboa en el siglo XVII, a partir de los sucesos del secuestro del Obispo Cabezas Altamirano por el pirata francés Gilberto Girón y el rescate del obispo por el negro criollo Gregorio Ramos.


8 Para consultar estas cuatro crónicas -«Cuentos negros de Lydia Cabrera»; «El Monte»; «Un mundo arcano» y «Refranes de negros viejos»-V. «Lydia Cabrera... entre las mejores escritoras de nuestro continente», en Revista Catauro Año 1 No. 1, enero-junio de 2000, pp. 10-19,  Fundación Fernando Ortiz, La Habana, en


www.fundacionfernandoortiz.org/1catauro.htm. Todas las referencias a esta revista en lo adelante serán realizadas teniendo en cuenta la edición digital. [Disponible el lunes 6 de octubre de 2008].


9  El prólogo al que se hace referencia aparece bajo el título «Prejuicio», en la Revista Catauro -citada anteriormente-, en las páginas de la 5 a la 7.


10 El libro Contes negres de Cuba, de Lydia Cabrera fue traducido al francés por Francis de Miomandre y publicado por Gallimard.


11 Hasta la fecha, Cuentos negros de Cuba, de Lydia Cabrera, tiene varias publicaciones: La Habana, Imprenta La Verónica, 1940; La Habana, Ediciones Nuevo Mundo 1961; Madrid, Ediciones C.R., Colección del Chicherekú, 1972; Miami, Ediciones Universal, 1993; La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1996, 1999 y 2004.


12 Según Yolanda Salas de Lecuona y Norma González Vitoria los mitos de origen son modelos ejemplares de conductas y acciones; muestran cómo han de surgir realidades, fundamentan la existencia y se erigen como normas y modelos de todas las actividades humanas. V. «La conciencia épica en la narrativa oral de los vencidos y de  los vencedores», en Revista Oralidad (1): 7-14; Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO, La Habana, 1988.

 



 

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