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BATISTA MORENO; OTRO ZARAPICO FEIJOSIANO

BATISTA MORENO; OTRO ZARAPICO FEIJOSIANO

—Falleció este domingo el destacado folklorista villaclareño, émulo de las investigaciones de campo y de la animación cultural que propagó Samuel feijóo Rodríguez, a quien lo unió una sólida amistad. Fue sepultado ayer en su natal Camajuaní, plaza parrandera de Cuba.

Por Luis Machado Ordetx

Aciago amanecer del primer domingo de mayo para la cultura villaclareña, y por extensión cubana: acaba de morir en Santa Clara el poeta, investigador folklórico y periodista René Batista Moreno, tal vez después de Samuel Feijóo Rodríguez, el rastreador nato de las costumbres, maneras de decir y hacer la música y las tradiciones populares de los campos de la región central del país.

Oriundo de la colonia cañera “La Ofelia”, en las cercanías de Camajuaní, un cáncer de pulmón le arrancó la vida en momentos que estaba componiendo  la escritura de una de sus investigaciones folklóricas, merecedora del Premio Memoria 2009 que otorga el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en Ciudad de La Habana.

Con 69 años, y más de dos decenas de libros, entre los que destacan el poemario Componiendo un paisaje (Premio Julián del Casal, UNEAC, 1971), así como las investigaciones Las parrandas de Camajuaní; Los poetas de Camajuaní; Juan Ruperto Delgado Limendoux: combates poéticos, y los testimonios Los bueyes del tiempo ocre, El sensible zapapico y Fieras broncas entre Chivos y Sapos, Batista Moreno, dispuso en sus labores de investigación folklórica de fraternos informadores existentes en pueblos y ciudades cubanas.

Siempre precisaba y cotejaba los  aspectos del contenido de las “absurdas” historias populares, y raudo, por distante que estuviera el lugar del suceso, corría a dar curso al detalle y los acontecimientos humanos.

Su método empírico de investigación le permitió desde Camajuaní, territorio que junto a Feijóo lo tomó de enclave o “cuartel general”, hurgar y colectar fantasmagorías sobre muertos, aparecidos, madres de agua, güijes, bandoleros, jinetes sin cabeza, velorios, personajes populares y...

Las tradicionales fiestas parranderiles que transcurren en Camajuaní entre Chivos y Sapos, lo tuvieron como un ferviente animador; tal es así que rastreó en el alma popular y concluyó una trascendente exploración que demostró, cómo después de Remedios, ese fenómeno folklórico-popular se asentó en la denominada tierra de Valles y Parrandas, y tuvo su estampido hacia zonas cercanas a su geografía.

Los jóvenes escritores de la localidad, a la que se sumó allá en el último lustro de los años 60 del pasado siglo, lo asumieron como un miembro activo del taller literario “José García del Barco”, y  dos décadas después figuró como ferviente animador de la naciente poesía villaclareña que se originó en esa localidad.

Con el constante estímulo de Batista Moreno, los jóvenes poetas y narradores Pedro Llanes Delgado, Frank Abel Dopico, Heriberto Hernández Medina, Joaquín Cabeza de León, Jorge Ángel Hernández Pérez, Juan Carlos Recio, y otros escritores surgidos con posterioridad, lograron ampliar sus respectivas obras literarias y fundamentar un trascendente quehacer artístico.
 
Incontables son las publicaciones cubanas, entre las que cuentan Vanguardia, Signos y Umbral, las que conocieron del garbo autodidacta, periodístico y de realización investigativa de Batista Moreno, acontecimiento que ocurrió mucho antes de entablar andanzas folklóricas junto a Feijóo.

Justo allá en el nacimiento del número 3 de la revista Signos, hasta su actualidad, dio a conocer en esas páginas parte de los testimonios  que luego recogió en Yo he visto un cangrejo arando y Los bueyes del tiempo ocre, por citar dos de sus últimas escrituras.

Con una risa siempre dispuesta a la ocurrencia, desde hace más de dos décadas que lo conozco, sé que en Batista Moreno, historia, folklore y cultura andaban cogidas de la mano para reconstruir la memoria de los pueblos, abordar en sus mitos, leyendas, personajes inolvidables y…

En sus labores de juvenil cajero en la pizzería la Piccola, en Camajuaní, aprendió a dialogar con la gente, a apertrecharse de historias, de sabiduría guajira, de solicitud del dato y el documento fotográfico  y del cotejo o contraste de las posibles fuentes orales que trasladaban sus conocimientos a un investigador autodidacta.

Animador de las editoriales camajaunense “Hogaño” y del “Museo Hermanos Vidal Caro”, hizo periodismo puntual y de gabinete, y se aferró a la fidelidad de su pueblo «en  ese  contra viento y marea conserva con celo sus costumbres y tradiciones» más o menos significativas para la historia.

Merecedor de la Distinción por la Cultura nacional, del Premio Ser Fiel, y de la medalla Félix Elmuza”, entre otras condecoraciones, Batista Moreno era miembro activo de la UNEAC y de la UPEC, y deja abierta una grieta en la animación e investigación del folklore popular que ronda nuestros pueblos.

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