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CAIBARIÉN, EL ESPÍRITU RABIOSO

CAIBARIÉN, EL ESPÍRITU RABIOSO

Por Luis Machado Ordetx  


                             «Mientras, se dejan ver a cualquier hora».                                              Don Luis de Góngora

La frase no me pertenece. Tampoco en exactitud es puntual. Quedó acuñada como “la lucha rabiosa” de todos los cubanos por privilegiar lo  nacional desprovisto de “varitas mágicas” y de excesivas erogaciones monetarias en defensa del entorno patrimonial.

Fue el mensaje de Eusebio Leal Spengler a la ciudad portuaria de Caibarién. Lo tomo tácitamente de lo expuesto el lunes pasado desde la “Tribuna del Historiador”, programa de Habana Radio, con audiciones en muchas partes de Cuba.Un ideal de querencia, expuesto otras ocasiones en el periodismo de Emilio Roig de Leuchsenring, el mentor de Leal, cala en el sentido y el deber de pelear, incluso, por nuestras pertenencias menos insignificantes. 

No existen distingos entre lo tangible, o lo inmaterial. Mucho menos diferenciación del pasado que “respira” y explica el presente a partir del papel antiguo —libros, revistas y periódicos—, y la piedra fundacional que asienta la arquitectura.Allí existe la  representatividad, y el sentido exclusivo del pueblo y su manera de ser o sentir la historia pasada y reciente. No es súplica, y muchos menos como la música, un arte que ni se ve, y tampoco se toca. Simplemente, percibimos y contamos la historia en espíritu ardiente. Tal ocurre con el Parque  Temático de Locomotoras de Vapor, un museo a cielo abierto, radicado en Caibarién. 

En 1999 el ingenio “Marcelo Salado” paró sus operaciones fabriles, y muchos hombres y mujeres pasaron a diferentes sectores privilegiados por el turismo en aquel fomento incipiente que abrazó la cayería norte. Otros se quedaron estáticos en el lugar, pero sin manos cruzadas, dispuestos a la reconstrucción fiel del proceso del azúcar, y añoraron concluir una galería, similar a aquellas ideadas en Ciego de Ávila, Santiago de Cuba y Camagüey.

El Historiador de La Habana se llenó los ojos de la cultura del lugar. También fui de aquellos anónimos visitantes que un año atrás se sumó al aplauso estruendoso. Contemplar algunas de las locomotoras, inglesas o norteamericanas, de principios de 1920 en sus estacionamientos, y apreciar el potente silbato de otras, y el ronroneo de sus equipamientos en perfectos estados técnicos, demostró cuánto puede hacer un hombre por salvaguardar el tiempo y trasladarlo a generaciones futuras.

Ya no se hacen los Festivales del Vapor. Una década tiene el Museo. Localizo la máquina La Centenaria, y con satisfacción los mecánicos-reparadores comentan de su participación en las labores de cimentación del Canal de Panamá, en 1904. Gustavo La Fe Pascual y Roberto León Arteaga, son de los hombres y mujeres que intervienen en devolverles la “vida” a los equipos terrestres, y tienen todos los aplausos en las pericias técnicas e ingenieras de sus maniobras reconstructivas.

Allí hay cultura material, y se respira un aire de espiritualidad.   Eso impresionó a Eusebio Leal, el Historiador, por la voluntad de Tecnoazúcar de Villa Clara empeñada en que el patrimonio no muera. ¿Cuánta inferencia queda en sus palabras?: muchas…

En su habitual programa radial dijo que capitalistas foráneos se acercan a diario para comprar esas reliquias. Las propuestas siempre son idénticas: a cambio financiamos cualquier proyecto de ustedes. Por respuesta una: «a Cuba no se le arrebata el patrimonio material o inmaterial». Nos pertenece… 

La oferta está inferida en todos los cubanos: buscar recursos locales para recuperar los patrimonios arquitectónicos, los tesoros bibliográficos, y que los recursos materiales no se dilapiden y protegen la historia. En un metro de quince sílabas y combinaciones de un verso de seis y otro de nueve en “Soledad del alma” expuso Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Huyeron veloces —cual nubes que el viento arrebata, los breves momentos— de dicha que el cielo me dio», y eso sucede en muchos lugares de Villa Clara y también en Cuba.

Ahí está la casa vivienda del antiguo ingenio Santa María, actual Ifraín Alfonso, sitio de depredadores. Otras muchas instalaciones arquitectónicas de Caibarién, lugar de atracción del turismo. También en Sagua la Grande, Placetas, Santa Clara y… De igual modo en las papelerías que guarda la Sala de Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Martí, indefensa de una consola refrigerada que, apenas, funcionó, mientras en oficinas institucionales prevalece el refrescamiento de los ambientes cerrados para dirimir asuntos de índoles burocráticas. 

El llamado de Leal Spengler, y su elogio a los ferroviarios de Caibarién, está claro: defender con espíritu rabioso lo nuestro aunque, a veces, carezcamos de los más significativos recursos materiales y monetarios al cual obliga la carestía de la vida económica del país.

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