VIBRAFONISTA DE JOYA
Por Francisnet Díaz Rondón
«¿Qué hará esa blanquita metida en percusión? ¡Está loca!», expresaron de manera prejuiciosa escépticos del Conservatorio de Música Amadeo Roldán, de la capital cubana, al observar a una delgada y tímida muchacha de piel caucásica, pelo rubio y ojos azules en el instante en que matriculó esa especialidad, reservada principalmente a los hombres durante épocas pasadas.
Pero, una vez más las apariencias engañaron a más de uno, cuando aquella «extraña» estudiante demostró con creces que a la música se le entra con el corazón, y no con razas ni sexos.
Al final muchos tuvieron que inclinarse ante Tamara Castañeda Rodríguez, quien, a base de puro talento y dedicación, demostró que en cuestiones de ritmos y armonías estaba echa de un material de tanta calidad como la del mismo vibráfono, instrumento, devenido ahora en sentido de su vida.
Graduada en 1999 en las especialidades de percusión y piano, la corta carrera de esta joven tiene éxitos: primeros premios en concursos -entre ellos, uno Especial por la autoría del tema «A mi manera», propuesto luego por los académicos para formar parte del programa nacional de Enseñanza Artística-; participante en varios festivales Jazz Plaza junto a estrellas como Bob Chilson y Roy Hargrove; ganadora del Gran Prix del Concurso JOJAZZ 2001; invitada por Chucho Valdés al Festival de Jazz de Isla St. Marteen, y actuaciones en escenarios con grandes de la talla de Hernán López Nussa, Mayra Caridad Valdés, Sexto Sentido, Changuito, Julio Barreto, Carlos Emilio, Jorge Reyes, Jorge Luis Chicoy y el estadounidense Steve Colleman, entre otros, avalan su sorprendente trayectoria.
Por tercera ocasión visitó Santa Clara, «una ciudad con un público increíble», para actuar de manera especial, junto al trío villaclareño Sonus Jazz, en el espacio JAZZ' TA, con sede en el Centro Cultural El Bosque, de ARTEX.
-Tamara ¿cómo llegas al vibráfono y por qué esa preferencia ante los demás instrumentos?
-Para graduarme del Amadeo Roldán necesité comprarme un vibráfono. Este estudio, casualmente, solo se imparte en el Instituto Superior de Arte (ISA) donde, por cuestiones personales, no pude continuar la docencia. No obstante, decidí continuarlo en casa por mi cuenta y me enamoré de él de inmediato.
«Yo primero recibí clases de piano básico, luego percusión, y las cualidades armónicas y percutidas del vibráfono reúnen perfectamente ambas especialidades. En él hallé el camino del jazz dentro de mi carrera.»
- Desde niña recibiste una formación musical en varias etapas. ¿Cómo han influido en ti esos conocimientos?
-Todo lo que hecho musicalmente me ha servido para lo que soy. Empecé a los seis años a estudiar piano con una profesora del vecindario, quien me introdujo en el Conservatorio Manuel Saumel. El tiempo vivido allí es irrepetible, por la preparación obtenida. Recuerdo a la profesora Elisa Escribá, y sus influencias. Cada etapa ha sido de grandes experiencias muy provechosas. En pocas palabras: hoy no fuera vibrafonista si no hubiese tenido esa preparación previa y tan buenos profesores».
-¿Qué ha representado actuar junto a Chucho Valdés?
-Ese es el regalo de mi vida, ¡qué puedo decir! Cuando me presenté en el concurso JOJAZZ -que por cierto, confieso aquí, por primera vez, que no fui por mi voluntad, pues mi amigo Carlos Alberto Rosel, me inscribió por su cuenta- al ganar el premio del jurado, presidido por Chucho, él me invitó a tocar juntos en un concierto. Aquello me pareció un sueño.
«Trabajar con él permitió una visión mucho más amplia de la carrera, no solo musicalmente, sino también desde el punto de vista ético, de cómo uno asume la profesión. Chucho es un gran maestro y para cualquier músico es un privilegio estar a su lado».
-Háblanos de tu disco Saboreando...
-Lo considero un gran disco. Está compuesto por doce temas, de la autoría de Chucho Valdés, Michel Camilo, Virgilio (Yiyo) López y algunos textos míos. Tuve la suerte de contar con Alexis Boch (piano), Julito Padrón (trompeta), Oliver Valdés (batería) y Jorge Luis Chicoy en la guitarra. Es de jazz latino, fundamentalmente, aunque incluí también joropo venezolano, conga y bossa nova. La producción musical corrió a cargo de Joaquín Betancourt.
-¿Qué representa Villa Clara para ti?
-Un lugar maravilloso lleno de amigos y de un público increíble. Me enamoré de esta provincia desde la primera vez, se lo digo de todo corazón. Y Santa Clara es una de ciudades más culturales que conozco. Siempre estoy dispuesta a acudir aquí cada vez que quieran. Para mí es un regalo tocar en Santa Clara.
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