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MANZANILLO, CULTA CIUDAD, TENGO UNA QUEJA

MANZANILLO, CULTA CIUDAD, TENGO UNA QUEJA

Por Luis Machado Ordetx

 

 

Manzanillo, pulcra ciudad del Golfo de Guacanayabo, tiene burócratas de la Cultura. Más allá de irradiar arte y literatura, desde una poltrona de decisores, los funcionarios se burlan de las legislaciones existentes para el pago puntual por los derechos de autor referidos en la Resolución 35 de junio de 1996.

 

Es la razón que digo, no como el poeta Ovidio: “lingua sile: non est ultra narrabile quiequan” (calle mi legua, no se diga otra palabra), por tanto apelo a la reconstrucción los hechos tal como son, y los expongo cuando transcurrió un tiempo más allá de lo permisible.  

 

No importa, tal parece, al violarlo,  que el documento publicado en la Gaceta Oficial de la República de Cuba, carece de cumplimiento impostergable. Tampoco que el resuelvo CUARTO especifique aspectos en los cuales la remuneración «se hará efectiva en un plazo no mayor de 30 días posterior a la comunicación pública», y mucho menos que proteja al escritor en cifras topadas que van desde los $ 120.00 hasta los 10 mil. ¡Claro, quienes deciden siempre apuestan por los términos mínimos, y cuando más $ 200.00 por disertación teórica!

 

Tamaña paradoja. Son los escritores los que menos devengan en Cuba cuando encaran el hecho artístico-cultural. Eso se olvidó en Manzanillo cuando, del 12 al 15 de junio pasado, ocurrió la 42 Jornada Manuel Navarro Luna, convocada anualmente por el Centro Literario de esa localidad para recordar al bardo y periodista revolucionario. Desde entonces muchos escritores aguardamos por nuestras correspondientes remuneraciones, y las señas no se vislumbran con claridad.

 

Del pago nada tiene que ver, hasta cierto punto, la institución literaria (Centro Navarro Luna), auspiciadora de un certamen cultural que convocó a escritores del centro-oriente cubano para intervenir durante esos días en comunidades y territorios aledaños a Manzanillo, y confraternizar con los habitantes de la región.

 

Con José Antonio Ramos, el narrador y dramaturgo, recordaría su “Seamos Cubanos”, cuando apuntó que «lo más interesante del momento actual —como en todos los momentos del Hombre y la Humanidad— está principalmente en la región de las ideas, en el campo del espíritu; y ahí es, sin duda, donde habrá de fijarse la mejor atención de nuestros descendientes», razón por la cual los escritores estábamos en Manzanillo, dispuestos a propagar intercambios literarios, e irradiar luz, no para recibir maltratos de  impagos impuestos por la dirección de Cultura de la localidad sureña.

 

La ¿razón?: trabajamos no para hoy, sino para mañana. Sembramos: otros recogerán la cosecha. Y seguimos esparciendo a todos los vientos la semilla: ella germinará…, como precisó el nacionalista José Sixto de Sola en medio de las incertidumbres que ensombrecieron al país a principios del siglo pasado.

 

A Manzanillo fui para satisfacer un viejo anhelo: entregar al Centro Navarro Luna algunas documentaciones que demuestran el vínculo de escritores residentes en el Guacanayabo con el terruño villareño. Era el deseo del declamador Severo Bernal Ruiz de recordar aquellos encuentros con el poeta de Siluetas aldenas (1925) y… También hablar de la confraternidad de Juan Francisco Sariol, de Orto, con Raúl Ferrer, o del Indio Naborí en aquellas visitas de principios de los años 40 del pasado siglo.

 

Otros, como Reinaldo García Blanco, Mirna Figueredo Silva (Santiago de Cuba), Carlos Esquivel (Las Tunas), Luis Carlos Suárez y Lucía Muñoz (Bayamo),  y una decena de escritores, comulgaron por esos días, entre poemas e historias, en un vínculo por fomentar cultura, y fundirse con el pueblo, tal como hicieron aquellos prohombres, padres fundadores, de una vasta historia literaria en Manzanillo.

 

Pero…, la dirección municipal de Cultura, muy a pesar de las reiteradas preocupaciones de los organizadores y escritores, tres meses después, como acto de total deslealtad y “candonga”, no cree o resta valor al desinterés literario. Hasta el momento no tiene confeccionado los cheques reglamentarios. Ojalá que cuando arriben a sus respectivos destinatarios no existan las erratas “oficinescas” que obligan a la rápida devolución al lugar de origen.

 

Tal vez los decisores de Cultura de Manzanillo digan, así de sencillo, «¡nada, los escritores no son el “ombligo” del mundo y pueden esperar!» Incluso, puede que desconozcan que todos los que allí asistieron, decidieron por voluntad personal sufragar sus respectivos gastos de pasajes de ida-vuelta, muy caros, por cierto, en los incómodos ómnibus ASTRO, sujetos también a los designios de choferes que hacen paradas no oficiales para actos de alimentación en las socorridas “paladares” de cuenta propistas existentes en las  rutas.

 

Eso no importa. Mucho menos de la “legalidad” de un contrato refrendado entre escritores y el Centro Navarro Luna, pero que, por supuesto, lleva el Visto Bueno de los directivos de Cultura en Manzanillo.  A quién quejarse en manos atadas durante un proceso reglamentario que tiene tintes burlescos. Una demanda jurídica llevaría tiempo, además gastos monetarios, y los entuertos obligatorios de las distancias entre los lugares de residencia de los escritores y la localidad de Manzanillo.

 

Es indiscutible que no entienden las exquisiteces de los literatos y poetas de alma grande, y del sentido de humildad y razón de ser, precisamente por la “falta” de preparación y por el estado deplorable de muchos de los que hoy son decisores en las instituciones culturales.

 

No dudo que muchos escritores y artistas que acuden a Manzanillo, y residen allí, sufran los similares maltratos a los que, por voluntad de cubanos, llegamos al Golfo de Guacanayabo a propagar y enraizar un grano de sabia cultura: de entrega intelectual y de fidelidad a las razones que animaron siempre a Marchán, Navarro Luna, a Juan Francisco Sariol y a otros intelectuales honestos en defender su terruño y en fomentar patria.

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