Cántigas por San Juan de los Remedios
Por Luis Machado Ordetx
REMEDIOS, a propósito con el San Juan Bautista, el pasado 24 de junio, tuvo el advenimiento del 491 aniversario del asentamiento poblacional español
—erigido con el decurso del tiempo en Octava Villa de Cuba, título conferido en 1545—, entra en un debate entre el conjuro y la duda asentada con el tiempo por las acuñaciones de la historiografía.Anales científicos y conclusivos, esos que aporta en la efusividad Rafael O. Farto Muñiz, historiador y seguidor de las originales documentales del Adelantado Diego Velázquez, incluso de la testamentaria de Fray Bartolomé de las Casas, hasta nuestros días, jamás perjurará que la fecha exacta de la fundación no sea otra que1513, después de constituida Baracoa.
Dice, con precisión, que ocurrió antes del surgimiento de Bayamo, hecho que entre el mítico protocolo histórico-cultural, situará a los residentes de aquí en la soberana existencia como segundo pueblo con denominación española en la Isla.Las pruebas son corroboradas, como en eufonía, en foros investigativos: la antigua demarcación de Santa Cruz de la Sabana de Vasco Porcallo de Figueroa, luego la legendaria San Juan de los Remedios, consigue ahora, este sábado 24 de junio, fecha del San Juan Bautista —Santo Patrono—, la recia incertidumbre de dos fechas cruzadas: ¿1513 o 1515?, y aunque la primera esté demostrada en teoría, carece todavía de la evidente aprobación gubernamental.
Una y otra se sustentan en envidentes conspiraciones desatadas por el insoslayable esplendor cultural, ese que el natural o radicado en las inmediaciones tiende a sublimarlo hasta el misterio, y el transeúnte disfruta de rarezas contenidas en el más lóbrego o esplendoroso de los inmuebles, para conformar el detalle y la armonía de las épocas, esas que aparecen contenidas en las altas aceras de lajas, las paredes de piedra de cantería y los altos techos de rojizas tejas o la fronda de los árboles y el espejismo de los vitrales.
Allí, casi al encuentro de la mano, trascienden costumbres, mitos y tradiciones, en original manera de desplegar el conocimiento de esta porción noroeste de Villa Clara, donde, entre diente de perro y tierra roja, hay una decantación del remanso fluvial o el resplandor marino y la floresca campestre.Nada del hacer de la Cultura, numerada la efusividad de las festividades populares —la parranda—, con los furibundos encontronazos entre los parciales y sus tonalidades musicales, resulta ajeno a un asentamiento que alberga la hidalguía de la conservación de la historia, aun cuando en otro tiempo, la congoja por la pérdida de muchas papelerías sobreponga ausencias del dato preciso.No obstante, allí donde pululan ocho entradas diferentes para adentrarse en el conjuro de la comunidad, enaltece el deseo y la ecuanimidad de la demostración y del engradecimiento colectivo.
De la historia y la trascendencia conseguida por la denominada Octava Villa de Cuba, con sostenido, no existe espacio pequeño o largo para el diálogo, la reflexión o la escritura: un vasto universo la toma en cada acontecimiento, al situarla entre lo autóctono del innegable paso de los ancestros y sus hombres en sitios que, como constantes, resisten como bestial potencia, el resurgir definido de una época: su historia.
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