LA LITERATURA ASALTÓ LA SERRANÍA
Por Luis Machado Ordetx MANICARAGUA.— Una polvareda infernal que azota en la actualidad a escabrosos trillos y carreteras de la serranía villaclareña —incluidas también las porciones espirituanas y cienfuegueras del lomerío del Escambray—, no impidió que una treintena de escritores del centro del país tomaran por asalto las aparatadas comunidades de aquí, con el propósito de pertrecharse de diálogos e intercambiar criterios con lectores de diferentes edades, ávidos siempre de las sorprendentes historias que acompañan las recientes impresiones de libros publicados por editoriales cubanas. A tal punto, muchos recordaron —aunque (des)andaran por territorios asfaltados—, los instantes de aquellos primeros ejemplares que, a lomo de burros, circularon por la América Hispana para traer los sueños persistentes de la más famosa de las novelas de caballería del idioma: El Quijote, de Cervantes, émulo en 1605 del periplo que, entre los Virreinatos de Nueva España y del Perú, se hizo en tránsito por los Andes. No por gusto, casi casualidad, el 23 de abril de 1616, murieron Cervantes y Shakespeare, uno en Madrid y otro en Stratford-on-Avon, momento significativo para la inauguración, dos días después, de la Oncena Feria del Libro en la Montaña, impuesta de un programa sólido que arrancó, en Güinía de Miranda, Jibacoa o comunidades cercanas, con signos de inusualidad. Lo anterior, pretexto para reconstruir la historia y sus escenarios: 29 escritores de los más variados géneros, aportaron, como lo hicieron, desde métodos de creación, hasta anécdotas, y visitaron lugares apartados de la geografía serrana villaclareña, entre los que se incluyeron Picos Blancos, Arroyo Bermejo, El Caney del Hanabanilla, Mabujina, Guanayara, Manantiales y Guayabal. Un cálculo frío de cifras, al iniciarse el pasado miércoles la Feria, indica un total de 45 actividades literarias; 43 presentaciones de textos, 4 sesiones infantiles e igual número de interactivas (sitio web sobre la literatura argentina —país invitado a la décimoquinta edición Internacional del Libro—, así como del software Juguete nuevo, de Alfredo Delgado, y de la narración Dile al corazón que ame en voz baja, de Mario Brito Fuentes), y recorridos por escuelas primarias y secundarias de la localidad. También hubo intercambios y extensiones de venta en centros de la producción y los servicios vinculados con labores agrícolas del café, el tabaco y la ganadería: una veintena de asentamientos poblacionales del Plan Turquino villaclareño a los que no tocó la celebración de la Feria Internacional del Libro —que en marzo pasado se insertó Manicaragua por vez primera, junto a Santa Clara y Sagua la Grande—, tuvieron el privilegio de adquirir las más recientes novedades editoriales y comunicarse con una parte importante de sus hacedores artísticos. Un redescubrimiento de las realidades y las historias que, a veces, se reasientan al papel en soporte impreso o digital, son palpadas a diario aquí, como esencia y evocación de las trasformaciones socioeconómicos que desde hace varios años impulsa el país en zonas apartadas en las que el libro, como bien público e instrucción permanente, es recibido como un privilegio de la espiritualidad. No todo acabó ayer aquí: en junio asentamientos del Plan Turquino Bamburanao (zonas apartadas de Remedios y Caibarién), serán escenario de la Primera Feria del Libro, hecho que permitirá a pobladores y escritores profundizar y prolongar los intercambios sistemáticos que, en precedente, se suscitaron por estos días en el Escambray villaclareño. Esa razón asiste en la actualidad a la Literatura, como una de las Artes con mayor arraigo cultural dentro del universo del conocimiento que alberga el hombre, dispuesto siempre en cualquier recinto, urbano o rural, a no desmayar en esfuerzos por coronar con prontitud sitios que irradian cultura, tal como ahora ocurre con la montaña cubana, apropiada en asalto por los escritores del patio.
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