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VILLACLAREÑOS EN MADRID

VILLACLAREÑOS EN MADRID

Por Luis Machado Ordetx 

Recién acabó el concierto madrileño de la gira europea de Chucho Valdés Quintet & Bebo Valdés, y la prensa española no dejó de elogiar las actuaciones espectaculares de dos coterráneos que desde hace tiempo integran el colectivo que acompaña hasta el desvelo a ese negro majestuoso nombrado Jesús, ganador en cuatro ocasiones de Premios Grammy en la categoría de jazz latino.

Obligada referencia hago al bajista Lázaro (Fino) Rivero, y también a Juan Carlos (Peje) Rojas, el «El Hidalgo del drums», oriundos, uno y otro de extremos antinómicos que van desde la serranía de Manicaragua, a las costas de Caibarién, tal como prefiere denominarlos el propio Chucho, quien del elogio pasa a la exigencia artística y musical y queda extasiado ante los solos de improvisación que ejecutan en cada actuación.

El público aplaudió, y de pie en el patio del Conde Duque,  donde ocurrió el recital del jueves, con el propósito de perpetuar las festividades por los veranos de esa Villa —según la tradición anual—, estuvieron acompañados por Bebo Valdés, el inconfundible Patriarca del piano, casi ya nonagenario, padre de Chucho y de María Caridad —acompañante también en la gira—, además de Yaroldis Abreu, hacedor de la congas.

 Hoy estarán en la Granja de Segovia, un auditorio cercano a Madrid, y el domingo irán a Paris, para después volver a predios de Alicante, balneario del levante español y seguir a Zaragoza, hasta arribar a Roma y otras ciudades europeas en una travesía que se inició el pasado 7 de julio  y terminará el 3 de agosto. 

En Conde Duque la presentación del jueves último era por hora y media, pero las descargas de los villaclareños, junto a Abreu y los Valdés, obligó a una persistencia que duplicó ese tiempo, y según criterios de Chucho, el periplo constituye un sonado éxito de la música cubana y en particular del jazz latino en el Viejo Continente; mientras Bebo responde que cuando «le quiten el piano se morirá, porque ese instrumento constituye el aguante de toda su existencia artística y espiritual». 

Los europeos, en la península Ibérica, tanto en teatros, como en calles y plazas de las ciudades donde actúan los «muchachos» de Chucho Valdés, incluido Bebo, tributan aplausos, y muestran respetuosidad ante una música que jamás agota esas riquezas armónicas en que confluyen las huellas africanas y españolas como herencia única en la futuridad.

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