«EL PLACER DE ESCRIBIR», SECRETO DE VEGA CHAPÚ
Por Cristyan González Alfonso
Una conversación con Arístides Vega Chapú es siempre un viaje entretenido, un momento de escape relajado y traslúcido hacia la abierta personalidad de un escritor que busca el disfrute en la literatura.
- «Yo no sé para lo que pueda servir la literatura, para lo que me ha servido a mí: para conocerme y conocer lo que hay a mi alrededor, y si a algunas de las personas que me leen les funciona de igual manera me sentiría satisfecho. En el orden personal ha servido para saber qué quiero y qué no quiero. Normalmente tengo claro qué es lo que quiero: la literatura incita a saber lo que no quiero. Si no sintiera el placer por escribir, por terminar un libro, por crear una historia, que es lo que sé hacer y es en lo que me siento bien haciendo, sencillamente no escribiría.
- ¿Cuál es la isla de Arístides Vega?
-«No es ni siquiera mi ciudad, es mi casa. Llegó el momento en que me di cuenta que mi país, y lo que de cierta forma podía cambiar, era mi casa. Ahora, ese fenómeno de estar rodeado de agua, de aguas difíciles, está presente en mi obra en varias etapas, a medida que yo he ido reflexionando conscientemente o no. Creo que la familia, lo más inmediato, es a lo que pertenezco, y es a lo que tengo que ser leal; las demás cosas pueden variar o no tener sentido en determinado momento.
- ¿La escritura de poesía y narrativa difieren en...?
- «La poesía, un acto muy misterioso en el que me siento como poseído por no sé qué cosa. Me leo con idéntico asombro con que me puede leer cualquier persona. Esa primera lectura es como un texto que no es mío, lo que me hace cercano, y son mis vivencias, mi historia.
«Cuando escribo narrativa estoy actuando, tratando de responder por el personaje, y trato de ubicarme en su contexto, psicología e intereses; hay más frío aquí.
- ¿Ser premiado es para ti un reto de calidad o de expectativa?
- «Los premios no significan otra cosa que la posibilidad de publicar y el monto en metálico. Mi primer libro salió 10 años después de escrito, porque no estaban las editoriales de provincia y mi generación fue, en sus inicios, muy incomprendida. Es un problema de subjetividad del jurado. No existe un aparato en el cual pongas el libro y diga si es bueno o malo.
- Para Carlos Galindo Lena, un villaclareño, «la resurrección es un comienzo, una renovación de fe y de verdad para el que sueña».
- «Vivo una fe primitiva porque soy una persona muy primitiva, no soy un intelectual, soy un escritor. He tratado de vivir con intensidad, de dejar testimonio de esa vida, hasta ahí. Mi fe tiene que ver con eso, o sea, mi Dios es muy particular, no creo que habite en un lugar específico, ni que haya ceremonias para agradarlo. La fe se relaciona con quedar bien conmigo, saber que es lo que quiero y ser auténtico pese a lo maldecido del camino.
- La trascendencia supone una peligrosa inmortalidad del texto.
- «Pienso tanto en lo inmediato, tengo tantas dificultades, tantos sueños, tantas cosas que tienen que ver con hoy, con mañana, con el mes que viene, que sería abusar mucho de mí si pienso en algo más allá. No sé si después que no esté me interese que se me recuerde, hasta ahora todo tiene que ver con mi placer; con escribir un poema, una novela, con que esas obras encuentren lectores que hayan disfrutado de esa lectura. No escribo para trascender, escribo para vivir hoy, mañana y pasado, hasta ahí llego; y es algo en lo que no he pensado, no he tenido tiempo para pensar en eso».
0 comentarios