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HEREJÍAS DEL DRAMATURGO HERNÁNDEZ ESPINOSA

HEREJÍAS DEL DRAMATURGO HERNÁNDEZ ESPINOSA  

Jamás Eugenio Hernández Espinosa [La Habana, 1936] -considerado entre los dramaturgos cubanos imprescindibles del siglo pasado-, recibió con anterioridad tan caluroso homenaje en Santa Clara, territorio que, a propuesta del Centro Cultural El Mejunje, tributará el miércoles 5 de noviembre, ocasión en que el teatrista y ensayista será reconocido por la crítica especializada, los estudiosos y el público nacional al  situarse como un creador empeñado en reconstruir y replantear la realidad social a partir de la valorización del folklore de raíces africanas y de la contextualización de personajes marginales inmersos en escritos y puestas en escenas.

 

El dramaturgo, Premio Nacional de Teatro 2005, viajará a esta ciudad, a unos 270 kilómetros de La Habana, en momentos en que dirimen aquí los ganadores del concurso de Literatura UNEAC 2007, instantes que aprovecharán los poetas Luis Lorente, Roberto Manzano y Pedro Llánes Delgado, para leer sus versos.

 

También en el amplio calendario de actividades que, durante martes y jueves ocurren aquí, la Universidad Central de Las Villas será sede de una sesión teórica sobre el testimonio actual, y el Café Literario de Santa Clara, acogerá a Laydis Fernández de Juan, Pedro de Jesús y Francisco López Sacha en disertaciones referidas a las vertientes de la cuentística cubana contemporánea, al tiempo que presentarán algunos de sus textos de ficción.

 

Sin embargo, nada más singular que el reconocimiento a Hernández Espinosa, dados los aportes incorporados al panorama teatral cubano contemporáneo desde principios de la década de los años 60 en que dio a conocer piezas de la valía artística de «El Sacrificio», «Los peces en la red», «Calixta Comité», «María Antonia» «Tibor Galárraga» y otras recientes entre las que se cuenta a «Suchel», «El venerable», «Ochum y las cotorras», «Emelina Cundiamor», «Lagarto Pisabonbito», «Mi socio Manolo », «El elegido», «La Machuca», «Oyá Ayawa» y...

 

La lista de ensayos y piezas dramáticas terminadas o estrenadas por Hernández Espinosa, así como sus asesorías de dirección escénica, clases teóricas a estudiantes, aficionados y profesionales, así como a agrupaciones de la talla de Teatro Cimarrón y Caribeño, por citar dos colectivos imprescindibles que lo acompañan en varias de las presentaciones públicas, corroboran, el por qué ese artista se sitúa en la perspectiva de los necesarios hombres que desde la ficción escrutan la realidad para sacar lecciones de cuánta vitalidad subyace en fenómenos sociales, etnográficos e históricos que tienden en la individualidad a permanecer en lo extensivo y universal.

 

Tal vez ese sea uno de los dones más apreciados en Hernández Espinosa, un carismático habanero que en la textura de su piel halla los asideros que lo apegan a elementos representativos de la identidad nacional, los atributos del folklore yoruba, las raíces latientes de lo afrocubano y afrocaribeño y una búsqueda explicativa e indagatoria desde y hacia aquellos fenómenos que constituyen ingredientes de una marginalidad visible en cualquier contorno social y plural.


En ese sentido, creo que en cierta ocasión escuché Hernández Espinosa atribuirse cualidades de «Hereje» por el solo hecho de remarcar en aquello que considera válido refrendarse para exponer el por qué de las cosas y los acontecimientos que suceden en la realidad.

 

Ahí está su gusto por los colores y atributos de los orishas, la música folklórica de ascendencia africana, el replanteo por las historias de los ancestros, la religiosidad yacente en lo nuestro insular, la marginalidad, y las lecciones de una mística enriquecida y trascendente en cualquier latitud.

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