BENNY MORÉ, UN CUBANO MUY CUBANO
Por Manolo G. Fernández García
(Pintor y pedagogo cubano)
Allá al principio de 1940, en las calles de Santa Clara, conocí a Benny Moré antes que llegara a la inmensa dimensión, casi mítica, del hombre genial que fue en el campo de la música cubana y su voz fuera frecuente en películas mexicanas, las pantallas de televisión, los escenarios teatrales y de cabaret, las vitrolas, los bares, cantinas y las emisiones radiales.
En la ciudad lo encontré por vez primera. Era un joven y delgado mulato, detenido con un tres en la parada de ómnibus «Especiales Cubanos», con estación aledaña al café Cosmopolita. Los viajeros que se dirigían a Cienfuegos, apenas repararon en aquel hombre que cantaba una canción, un bolero o tocaba su instrumento musical.
Aquello llamó mi atención. El joven brindaba su arte con modestia y timidez guajira, y luego alargaba su brazo para pronosticar o tal vez silenciar aquellas palabras acuñadas en la seudorepública: «Ayude al artista cubano». Triste comienzo para muchos consagrados después en el universo cultural.
Quien sabe si por eso, como uno más entre los millones de cubanos que le admiramos y aplaudimos después, lamenté profundamente su desaparición física el martes 19 de febrero, hace ahora 45 años. Solo una década de éxitos disfrutó ese músico de larga y luchadora vida artística.
Benny, allí en el cafetín de Santa Clara vocalizaba la canción «Olvido», escrita y difundida por Miguel Matamoros, y los curiosos lo rodeaban por la calidad de la interpretación y la gesticulación extraña en que se desenvolvía en movimientos físicos. Disfruté la dulce melodía de la voz, y sobre todo la entonación, afinación y una medida exacta del ritmo, difícil, muy difícil de encontrar en cualquier cantante aficionado.
Al dispersarse los curiosos que le rodeaban, me acerqué y pregunté:
- ¿Ha cantado alguna vez acompañado por un pianista?
- Pocas veces, respondió con timidez.
- ¿Y por la radio?
Muy poco, casi nunca. Es un sitio difícil de penetrar.
En esos años yo intervenía como cancionero en la emisora CMHW, y de pianista me respaldaba Pepe, mi hermano, quien, además, era locutor de radio.
Admirado tras haberle oído cantar, pregunté nuevamente a Benny Moré:
-¿Te gustaría ir a CMHW para interpretar esa canción que ahora escuché?
- ¿«Olvido»?
-¡Sí, esa de Matamoros!
- ¡Claro hombre, yo soy de Lajas, regresé hace poco de México, y me gano la vida como puedo, y no tengo un kilo prieto para eso.
Fue todo lo que respondió con simpático asombro. Después le dije:
- Pues si me acompañas ahora a la emisora, dentro de media hora vas a cantarla en el espacio radial que tengo a las cinco de la tarde, pero antes quiero que conozcas a Pepe, mi hermano, el pianista que te acompañará ante los micrófonos.
De esa manera, aquella fue la primera y última ocasión en que traté directamente a Benny Moré. No solo cantó para mi satisfacción personal, sino también para la de Pepe y todos los que escucharon CMHW aquella tarde.
En aquel momento pronosticó un recuerdo inestimable, y en el álbum del cancionero, prometió un día poner de su puño y letra una dedicatoria que habla muy en alto de su amistad artística y el imprescindible apego popular al escribir, subir a un escenario o tratar al pueblo: «Para Manolo con un saludo más sincero de un cubano muy cubano, Benny».
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