CARACOL; CON DISTINTO COLLAR
UNor Adrián Quintero Marrero (Documentalista y crítico especializado).
El nombre de Sancta Mareare identifica a una especie de caracolillo exclusivo de la cayería villaclareña, y hace un tiempo los artistas de filial de cine, radio y televisión de la UNEAC en la provincia, se propusieron marcar diferencias al bautizar con ese nombre a un concurso que nació como alternativa al «Caracol» organizado en Ciudad de la Habana.
La iniciativa no constituye una necesidad provinciana de reconocimiento. En todo caso pudiera pensarse que se trata de un contestatario modo de crecernos ante una capital que se abroga el derecho de trazar pautas en lo que a la realización de los medios se refiere.
Pese a los tradicionales esfuerzos del estado cubano por dotar al arte de un alcance comunitario, resulta difícil evitar que la capital del país extienda su mirada más acá del túnel. No es mi propósito cuestionar la pericia o las intenciones del jurado, pero resulta evidente la apatía que le profesan a las obras de artistas no capitalinos.
En el caso de la radio; un medio que afortunadamente no precisa de tantos recursos para propiciar la buena culminación de un proyecto, pueden citarse ejemplos de obras, tanto musicales como informativas o dramatizadas que en los festivales nacionales ideados por el ICRT superan con creces y de manera reiterada a cualquier realización «Made in Habana».
De tal manera el Caracol de Villa Clara, el “Sancta Mareare” nuestro, es un espacio de confrontación atractiva para creadores de todo el país, sin excluir a los de la capital, y hasta la televisión provincial y municipal, cada vez más presente en el espectro de señales, también tiene su foro en estos encuentros. Pero no piense el lector que el chovinismo desmedido de quienes tradicionalmente carecen de reconocimiento, pulula en los debates.
La necesidad de hacer mejor un arte y de contar con los recursos humanos y técnicos necesarios, constituye una constante; incluso, la audacia de los trabajos suele ser motivo de enriquecedoras discusiones, como sucedió esta vez con el programa para jóvenes “Andando”, de TV Yayabo, que abordó las relaciones sexuales entre tres personas, un fenómeno cada vez menos extraño en Cuba.
El Caracol de aquí distingue a creadores de larga trayectoria en la radio con el premio «Rolando Rodríguez Frenes»; tributo a alguien que sin haber figurado nunca en la nómina de artistas de la CMHW, fue el gran benefactor territorial; un directivo que abandonó la oficina para echar su suerte al lado del micrófono. Esta vez fueron tres los homenajeados, todos de la W: Ana Menéndez, asesora de la programación dramatizada; el destacado narrador y comentarista deportivo Héctor Alomá y el locutor Víctor Manuel Menéndez.
También los jóvenes reciben un galardón. En un justificado interés de la UNEAC por ganar protagonismo entre quienes ya marcan pautas en la creación radial, desde hace tres años se entrega el «Manolín Álvarez Álvarez», que evoca a uno de los pioneros de la radiodifusión en Cuba, hijo ilustre de Caibarién.
Y no porque este comentarista se haya ido a casa —al igual que el sagüero Alexei Ruiz Díaz— con un premio «Manolín», se siente comprometido a elogiar el “Sancta Mareare”. Es oportuno sugerir a la filial de cine, radio y televisión que valore la posible nominación de artistas no residentes en Villa Clara para futuras candidaturas de estos reconocimientos. Ello acrecentará el carácter inclusivo de una cita genuinamente nacional. Pudiera tenerse en cuenta la obra de quienes frecuentemente han sido premiados en el propio evento.
A pesar de los retos que también a la cultura imponen los huracanes, de las distancias y los lógicos escollos, una vez más hubo “Sancta Mareare” en Caibarién. Es endémico el Caracol de Villa Clara, pero deberá perdurar como parte de una diversidad aclamada por los artista de la radio, el cine, y la televisión que necesitamos encontrarnos. Valdrá la pena que este Caracol con diferente collar convoque también en 2009.
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