LA DESACRALIZACIÓN RELIGIOSA: ¿UN PECADO O UNA ACCIÓN CULTURALl?
Por Arístides I. Gómez Pimentel y Gilberto Rivero Muñiz.
No cabe dudas que dentro de la cultura, el tema de la religión, siempre ha
sido, un aspecto atrayente y al mismo tiempo un elemento complejo para su
tratamiento.
La Cultura y la Religión como forma de la conciencia social están a un
mismo nivel desde el punto de vista filosófico, de allí, que resulte
complejo sepáralas; ambos son producto del actor fundamental: el ser
humano.
Corresponde a nosotros, promotores culturales, funcionarios de la
cultura e investigadores, conocer cuál es el tratamiento que se debe
brindar al tema religioso para el desempeño de la actividad cultural en
cualquiera de sus manifestaciones.
Para todos está claro que la cultura está asociada a las artes y al
patrimonio, al modo de vida, las creencias, las tradiciones y los sistemas
de valores.
Desde el punto de vista ético, la cultura es la posibilidad de acceso a un
determinado saber, que cumple la función de contribuir a perfeccionar un
gusto estético en las personas y proporcionar un bienestar espiritual, que
se traduce en calidad de la vida de los seres humanos y la asunción de una
actitud consecuente ante ésta.
Al respecto Confucio expuso: “la cultura no es más que el desarrollo
armónico de la moral”
El hecho que ambas: la cultura y la religión, sean producto de la creación
del hombre, no quiere decir que le demos igual tratamiento. Desde hace
muchos años existe una política estatal para el tratamiento de estas
cuestiones, donde el Estado laico y sus instituciones no se inmiscuyen en
los asuntos de las iglesias y éstas tampoco lo hacen en relación con el
Estado.
Los bailes, los cantos, la artesanía, la cocina, el vestir, entre otros,
son, por un lado, formas de expresión de lo religioso, y a la vez, la
manifestación de lo cultural. Saber discernir cómo actuar ante esta
dicotomía, es precisamente la función del promotor de la cultura y de sus
instituciones. La esencia radica en la “desacralización del hecho
folklórico”.
Aun cuando se han dado ejemplos de tratamientos incorrectos al respecto;
los más comunes han sido aquellos relacionados con las religiones de raíz
africana, el espiritismo, entre otras. Pongamos algunos de ellos.
¿Por qué convocar a un toque a Shangó, u Obbatalá…, por ejemplo, en una
institución cultural?
¿Por qué invitar al público a asistir a una institución cultural vestidos
del color de la deidad en determinadas fechas o momentos?
¿Por qué confundir una exposición de la artesanía ritual con una burda
traspolación de un altar religioso, donde está ausente la necesaria
desacralización religiosa?
Recordemos que las instituciones culturales son, ante todo, instituciones
laicas, como nuestra política; por lo que, sustituir códigos universales
que expresen lo cultural, por otros que induzcan a la interpretación
religiosa constituye un error. Emplear palabras religiosas como “toque”,
“bembé”, y otras de igual significación en lugar de actividad folklórica,
audición, visualización u otras es incorrecto.
Los creyentes o religiosos que asistan a nuestras instituciones
culturales , lo pueden hacer vestidos del color que deseen, aún cuando el
escogido sea el de la deidad de su devoción; pero esto lo hará siempre por
su decisión personal, y no porque se lo induzcamos por la institución.
Efectuar un toque a Changó, a Elegguá o a Oshun, el 4 de diciembre, 16 de
agosto o el 8 de septiembre específicamente, en una institución cultural,
se puede considerar una falta de respeto a los santeros y practicantes de
esta religión y a los creyentes de otras denominaciones religiosas.
Estas acciones pueden hacer que el practicante de la religión afrocubana
“Santería” se sienta ultrajado u ofendido, y que otras denominaciones
religiosas se sientan además, discriminadas, al no tener, por lo general,
la posibilidad y el espacio que se le da a las primeras. Esto casi siempre
ocurre como consecuencia de nuestro desconocimiento de la religión como
fenómeno social y de la política del estado para estos asuntos.
Por otro lado es interesante el hecho, que cuando el religioso acude a las
instituciones culturales con el fin de solicitar estos espacios para
desarrollar sus ritos, ceremonias u otras actividades; entonces apelamos a
la respuesta concebida; de que nuestras instituciones son laicas.
La Iglesia de San Francisco, la Basílica Menor, la San Felipe de Neri, la
iglesia Dolores de Santiago de Cuba son instituciones rescatadas
arquitectónicamente como parte de la política de restauración y
conservación del patrimonio, y convertidas en salas de concierto por sus
excelentes condiciones acústicas. Son instituciones culturales que
conservan sus nombres y fisonomía religiosa.
Lo anterior no nos debe llevar a querer convertir las iglesias del
territorio en sitios en los cuales, desde nuestra posición de promotores
culturales, organicemos conciertos, audiciones, etc.
Los amantes de este género no deben sentirse obligados a asistir a un
templo para su disfrute estético.
Estos son algunos ejemplos del tratamiento que se le dispensa al tema
religioso en nuestras instituciones culturales; sin embargo este fenómeno
no es solo privativo del sector de la cultura. Se viene manifestando
también en los sectores de la educación, la ciencia e investigación.
Es menester señalar que la dirección de cultura en nuestro territorio, y
en particular el Centro de Superación para la Cultura en Villa
Clara,”Angel R González Borrel viene dando pasos en aras de solucionar
este problema.
Se ha organizado y desarrollado cursos de postgrado que partiendo del
conocimiento del fenómeno religioso y su especificidad en el caso de Cuba,
permite a los promotores y especialistas culturales contar con los
elementos necesarios para discernir adecuadamente acerca de los pasos a
seguir en el tratamiento de nuestras raíces religiosas y culturales.
Es evidente la necesidad de la correcta comprensión y conocimiento de la
religión y de la cultura como fenómenos independientes aunque con puntos
de contacto. Esto se hace más complejo al analizar este fenómeno desde el
prisma de la realidad cubana donde se funden y tributan elementos de
muchas culturas y religiones en la conformación del crisol de la Cultura
Cubana.
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