CRONOS, ALFREDO DELGADO Y EL SILENCIO
Por Jorge Luis Rodríguez Reyes (escritor residente en Manicaragua)
Aunque se resistan a concederle esa función ciertos teóricos y estudiosos (muchas veces hasta autores), la Literatura Infantil debe propiciar un verdadero goce en el niño, un disfrute que, sin idiotizarlos -como pretende a simple vista alguna televisión y prácticas sociales contemporáneas-, el niño pueda transitar por ese albor vital con suficiente autonomía y poca subestimación intelectual, lo cual no tiene necesariamente que recargarse en una intención, muchas veces abusiva, de poéticas y temas que, de por sí, el niño ya sufre dentro del angustioso estado social que se vive en muchos países, de los cuales Cuba no es excepción y donde este tipo de literatura, lejos de liberarlos, los conduce, como si los únicos caminos fueran irremediablemente hacia aquella Roma sucia y envilecida de Plutarco, a esa atmósfera cotidiana y deprimente.
Las opiniones anteriores reflejan breves apuntes que he podido ir reuniendo a medida que avanzo en lecturas, desafortunadamente fragmentarias, de obras y entrevistas a autores de Literatura Infantil de nuestro país. Y es que, opuesto a esas directrices, está la narrativa del escritor Alfredo Delgado Pérez, manicaragüense que de manera injusta no ha recibido una atención sostenida y verdaderamente revalorizadora de la crítica especializada, si es que se le puede llamar así a los pocos escritores y estudiosos de la materia cuyos criterios vienen a ser lógicamente canónicos, por únicos.
Sorprendente es, a pesar de ello, que uno de los cuentos de Alfredo aparezca en el Software Educativo Los secretos de la lectura, destinado a la enseñanza primaria del país. El cuento escogido como materia de estudio se titula Juguete nuevo. Especie de lectura inteligente sobre la doble moral de muchos padres y donde el sarcasmo -ese, muchas veces, malévolo proceder- se une con una pequeña dosis de rejuego intertextual: Ares, el dios griego de la guerra: el niño; y el padre. Este, tras impartir una conferencia sobre la paz, le trae de regalo una escopeta, que Ares emplea para matar un sinsonte... , y se engrandece así la historia contada, salvando la anécdota que pudiera ser vana, en otra cultivante y polisémica, para bien del cuento y de esta temática .
Este minicuento también es material de estudio del valioso libro de ensayos: La literatura desde y para la escuela del Dr. Juan Ramón Montaño Calcines, destinado a todos los Institutos Superiores Pedagógicos, lo cual denota la validez de la narrativa de este autor y su inclusión en las cuidadosas y "oficiales" obras literarias que engrosan la lista de autores del sistema educativo cubano, preconizando así su casi segura canonización, lo cual refleja también nuevos aires en esas políticas de selección y una nueva mirada hacia el panorama literario actual. Además, el mismo cuento está antologado en el libro ¡Mucho cuento! del escritor y crítico Enrique Pérez Díaz, resultando esta su narración más conocida y estudiada.
El sello editorial Capiro, en su colección «Taita», publicó una recopilación de textos de este escritor con título El cuento y otros cuentos, donde varios de ellos vieron la luz a principios de los noventa en el libro Una estrella distinta, también de la misma editorial. El autor le agrega nuevos matices y retoca a la mayoría de estos relatos, sumándole cinco piezas a la anterior entrega: El león, publicado dos años atrás en un pintacuentos; Guancho Guaguancho, La madre más linda del pueblo, El cuento y El sillón de los sueños, completando con ellos los catorce cuentos que integran este, ya nuevo libro de la editorial Capiro, que muestra, por su belleza, la dignidad con que se puede trabajar con pocos recursos. En él, donde lo infantil se conjuga con inteligencia y amor, esa abstracción, transformada aquí en palabra para saludar y crear un beneficioso matrimonio entre buena lectura y experiencia vital. Destinada al más indefenso receptor que verá a toda la sociedad reflejada de forma amena y donde los recursos literarios, lejos de entorpecer la lectura y el disfrute, muestran cómo se complementan talento, gracia y suma pasión para contar.
En el libro la imaginación se desborda, pero lejos del desafuero de aquella literatura del boom, aquí vemos el cubaneo y la gracia insular, tan deudora de la atención de un Mañach como de una sincera mirada de los ojos de cualquier estudioso contemporáneo de Literatura Infantil, porque la llama con la cual se debe enseñar un niño, según Montaigne, la ofrecen estos catorce cuentos del autor Alfredo Delgado, y Cronos, a pesar del silencio, lo dirá.
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