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LA HABANA, ALMA DE LA NACIÓN

LA HABANA, ALMA DE LA NACIÓN

Por Luis Machado Ordetx

 

La dos tetas de Majagua, esas elevaciones que a la vista de los llegados a la bahía de la costa norte del occidente cubano, en San Cristóbal de La Habana, impresionaban a los viajeros, según decía el decimonónico Domingo del Monte, resonaron con mayor hidalguía este lunes en la mañana cuando la ciudad alcanzó el aniversario 490 de su fundación, momento en que el quinto siglo de existencia está a las puertas de una renovación más apreciable en el casco viejo colmados de columnas y esplendores propios del barroquismo nuestro.

 

Sitio de tradiciones, de misterios entre las siete villas definidas tras el paso de la conquista y colonización, tras aquel advenimiento de los primeros 20 años del siglo xvi; San Cristóbal de La Habana vino al mundo en 1519; nacimiento y resurrección que no deja de sentir las maravillas de la palabra escrita, la oral, el milagroso sentimiento de los trovadores o el asombro de los incontenibles visitantes que, a pie, deciden desandar las angostas y populosas calles.

 

La mañana de este lunes 16, al conjuro de la Virgen de Regla, asentada en las azules y profundas aguas de una bahía que consigue su mayor purificación en el aledaño pueblito marino; incluso de iroko, en el fundamento de la ceiba próxima al Templete, a la cual devotos y profanos deciden dar tres vueltas sucesivas, consiguió un día radiante; de festividad en la salvaguarda del propio alma de la Nación cubana.

 

Ahí estuvo el manto protector de aquel sentido benéfico que, desde las páginas del Diario de la Marina el poeta, narrador y ensayista Lezama Lima denominó sus crónicas "Sucesivas o Coordenadas Habaneras", aparecidas allá en el término de la primera mitad del pasado siglo; diría también que posó en el instante el gesto soñador de Carpentier en su "Ciudad de las Columnas", y los desvelos del historiador Emilio Roig de Leuchsenring, presagiaron el devenir de este instante.

 

Por fortuna, el discípulo de Roig de Leuchsenring, el Historiador Eusebio Leal Spengler, vibra ahora, en su misión enfática de continuador en aquellos derroteros que definen el Plan Maestro de la Ciudad, la integralidad y el bienestar de una población que reside en lo que se denomina el Centro Histórico de la Ciudad, proyecto que un día no lejano también involucrará a otros sitios distantes de aquella parte vieja de lo que hoy denominamos con orgullo la capital de todos los cubanos.

 

 

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