EL ÚLTIMO E ¿IRREPETIBLE? GRANMMY DE CHUCHO VALDÉS
Por Mercedes Rodríguez García
Grabado con su flamante agrupación, Afrocuban Messengers, Chucho steps se
impuso en la categoría de mejor álbum latino de jazz. Se trata de un disco de rupturas de las combinaciones típicas del jazz y la música afrocubana, calificado por él mismo como «su proyecto más ambicioso, un trabajo arduo, recorrido por un espíritu innovador y el afán de crear algo nuevo».
Contiene piezas memorables entre las que destaca un danzón iniciado con ritmo de chachachá. Hay también homenajes a otros grandes del jazz como el New Orleáns dedicado a Wynton Marsalis y un Zawinul mambo, que funde a la perfección tradición y vanguardia y delata la admiración e influencia que el tecladista Joe Zawinul ejerció sobre él. Por supuesto, no falta Misa negra, un guiño de complicidad a su antigua agrupación, Irakere.
El cuarteto que lo acompaña es una compleja maquinaria exquisitamente afilada. Yaroldy Abreu Robles, baterista, conoce que sólo constituye el apoyo de un gigante; el bajista, Lázaro Rivero Alarcón, ¿cómo hace para sostener tanta polirritmia?, y el Ramsés Rodríguez Bazalt, un «volcán que entra en erupción para incendiarlo todo cuando Chucho pide fuego a la percusión» y sus manos riegan combustible de alto octanaje al teclado.
Virtudes ancestrales y estudiadas
Sería lugar común o frase echa escribir que a Chucho Valdés la música le corre por las venas o que yace en sus genes proveniente de los ancestros africanos, porque desde los tres años se sentaba al piano a tocar de oído. Entonces los vecinos más próximos de su Quivicán natal se acercaban al padre para decirle que Jesusito era un niño prodigio.
En realidad Chucho es sincero y reconoce que «si tocaba el piano a esa edad, él no lo recuerda. «Mi padre dice que cuando él trabajaba en Tropicana como subdirector y arreglista de la orquesta, alguna vez que él había salido, quedaron sobre el piano dos partituras. Cuando regresó a recogerlas, sintió que alguien estaba tocando. Pero no estaba aporreando, estaba tocando melodías en el piano. Entonces corrió a ver quién era, y me encontró a mí, según él.
Le pregunta a mi madre "¿Y esto cómo es?, ¿tú le enseñaste?" y mi madre dijo: "No, yo nunca. Lo único que veo es que siempre que tú tocas él está atrás viendo". Cachao es testigo de esto porque ellos son contemporáneos y él visitaba mucho mi casa».
Pero Chucho sí ha estudiado muy bien el piano, y piensa que «en principio es así, pues hay que dominar el instrumento para sacarle lo que uno quiere y hacer la música que uno quiere, ya que la música es un lenguaje, un lenguaje diferente, el único lenguaje universal realmente ¿no? y es una forma como de hablar o de decir las cosas. Así como se habla un poco turbio y así se toca, se puede hablar claro, que las cosas lleguen más fácil».
Sin embargo no fue hasta los años 60 del pasado siglo, cuando un «breve calentamiento» en la agrupación Sabor de Cuba, dirigida por «papaíto» Bebo, unido a la fundación en 1967 de la Orquesta Cubana de Música Moderna, revelaron al creador. Un creador lo suficientemente extraordinario para declararlo con —solo 29 años— un gran compositor y uno de los cinco mejores pianistas de jazz en todo el mundo.
En realidad Chucho Valdés es de esos músicos que estudia y ejercita a toda hora, de los que él mismo se «aprieta la tuerca». Para él un compromiso, una manera de superar lo hecho con anterioridad; una exigencia que «te va elevando a sí mismo, a tus músicos y el público te respeta».
Crear con espíritu innovador
Un ejemplo fehaciente de lo anterior es el álbum premiado, identificado por el propio Chucho como «su proyecto más ambicioso, un trabajo arduo recorrido por un espíritu innovador, el afán de crear algo nuevo». En fin, una secuencia de 50 compases que no se repiten, con lo cual se propuso transportar «la música folclórica a un estado de ingravidez». ¿Logrará superar esta maravilla?
Muchos sienten el piano de Chucho «como si sus manos estuvieran sobre una tumbadora», lo que no es más que una especialísima manera de su pianística con sentido rítmico de la percusión. Como él mismo ha dicho, «su fuerte», denominado Afrocuban jazz o Latin jazz.
En declaraciones difundidas por Twitter y su página de Facebook, Chucho aseguró sentirse feliz con este nuevo gramófono y rubricó la afirmación con una frase resoluta: «¡Viva la música!».
Por su trayectoria en el arte --incluye la docencia--, ha recibido en Cuba las medallas por la Cultura Nacional, Alejo Carpentier y Félix Varela, y los grados de Doctor Honoris Causa en las universidades de Canadá y La Habana.
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