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JAM SESSIONS EN SANTA CLARA

JAM SESSIONS EN SANTA CLARA

Por Luis  Machado Ordetx

Los cubanos somos inusitados. De ahí la muralla  protectora de nuestra Cultura: hubo que esperar más tres años para registrar en los anales de la vida artística de la ciudad  el paso fundacional, pedagógico y creativo de aquellos instrumentistas que integraron la Orquesta de Música Moderna de Villa Clara. El hecho debió inscribirse en septiembre de 2007, fecha en que se cumplieron las cuatro décadas de existencia de una agrupación inusual en el panorama sonoro musical.

En aquella ocasión los músicos “reinstalados” en muchas partes, no deseaban pasar el suceso por alto. Tampoco querían olvidar a Armando Romeu González (1911-2002), fuente inspiradora en la composición, la orquestación y los cursos que, traducidos del Berklee Collage of Music, impartió al colectivo.

Fueron tiempos, a finales de la década de los años 80, de deliberaciones jazzísticas. A un costado del teatro “La Caridad”, ese maestro  dirigía a los músicos y difundía piezas contemporáneas a la altura de “Room 43”, “The man I love”, “West side store”, “Pastilla de menta” —un arreglo magistral de “One mint Julep”— o “Suite en jazz”, convertidas en antológicas en similares instituciones cubanas.

A la estancia de Romeu, invitado por Jesús Chú Rodríguez, se le debe mucho en Villa Clara. Eso lo saben los músicos. ¡Al fin, esa deuda parece que será saldada! Ahora se anuncian dos conciertos, a principios de julio. El acontecimiento está  corroborado.

 En ese intercambio dotado de cierta “informalidad”, entre mayores y jóvenes músicos, surgirá un brote espontáneo de ideas, de selección, estilos y experiencias. Son conceptos que no se alejan en parte de las emblemáticas representaciones de las escuelas de jam sessions: cada asistente saca una lección de aprendizaje.

La afinidad temperamental reunirá a más de 25 músicos, incluido Bobby Carcassés, quien asumirá su discurso creativo en la segunda parte de los conciertos. La mayoría de los que allí acudirán, ya no tocan juntos: el conjunto se disolvió en 1994, y cada cual tomó un rumbo determinado.

Aunque no habrá un líder en particular, los temas son casi conocidos por todos. La ocasión dará pie a algunas improvisaciones sobre aquellas partituras “manoseadas” desde 1967, fecha de constitución de una orquesta que dejó una estela válida en el contexto cultural villaclareño.  

El maestro Chu Rodríguez asumirá la dirección musical de los dos espectáculos: el primero de julio en “La Caridad”, y el 2 en Camajuaní. Ya las sesiones de ensayos comenzaron el miércoles pasado. En la reunión intervienen 20 fundadores de la Orquesta de Música Moderna de Villa Clara (OMMVC) y jóvenes instrumentistas egresados de nivel medio y superior que sienten predilección por el cultivo del jazz.

Tendremos una big-band ocasional, similar a la que antes existía. Sin embargo, constituirá una lástima no disponer de este tipo de congregación por un tiempo prolongado.

Ya nadie recuerda, excepto algunos amantes del jazz en nuestra ciudad, aquel viejo local de ensayo de la calle Independencia esquina a Unión. Más trascendente, a pesar del transitar en el tiempo, lo constituye el reconocimiento. Ahí viene un aplauso mayor.  En Villa Clara, el repertorio está conservado, con arreglos magníficos. Disponen jóvenes formados, y otros que integraron la “Moderna” empeñados en hacer dos conciertos memorables.

Cuatro directores-fundadores estarán allí: Rubén Urribares Pérez (1967-1972),  Juan José Bringues Ochoa (1972-1976), Nelson Oney Peña (1982-1984) y Chu Rodríguez (1984-1994). Faltará, por desgracia, Fausto Vega Clavelo, ya fallecido, quien se desempeñó, batuta en mano, de 1976 a 1982.

 La lista de invitados es extensa. Ya está concebido el programa: una primera parte, piezas antológicas del repertorio de la OMMVC, y en la segunda Bobby Carcassés, acompañado por la orquesta en esas magistrales descargas a las que tiene acostumbrado al público que disfruta de sus presentaciones.

No estaremos presente ante la típica jam sessions. Sin embargo, la ocasión será inolvidable en ese rumbo que enaltece la cultura jazzística en medio de la informalidad de un “tropiezo” entre instrumentistas de varias generaciones y el auditorio que vibra ante las sonoridades que reencuentran una época histórica en los predios de la ciudad.

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