CUBA CONTEMPORÁNEA, EN LA HUELLA DE LA HISTORIA
Por Luis Machado Ordetx
La revista Cuba Contemporánea cumplirá en enero de 2013 su primer centenario de existencia. Constituyó el proyecto más abarcador de expresión cultural y auto(interpretación) del contexto nacional de la Isla —incluso de revisión histórica del siglo XIX, y del decurso latinoamericano e internacional—, ocurrido entre 1913 y 1927, fechas ininterrumpidas de la publicación mensual.
Sin embargo, todavía se malinterpretan de manera panorámica, y hasta simplista —por no decir reduccionista— los estudios económicos, políticos, sociales, religiosos y administrativos del país — así apunta su programa editorial abarcador—, expuestos en sus páginas.
Tal vez las causales estén determinadas porque algunos historiadores al analizar los textos “pidan peras al olmo” y acusan a sus redactores y colaboradores de no llegar a las raíces de los problemas que allí se exponen desde posiciones reformistas, propias de un singular nacionalismo liberal con marcadas implicaciones de solidaridad latinoamericana.
El crítico literario marxista-leninista José Antonio Portuondo, hace precisiones pertinentes. A pesar de la síntesis que aborda el tema, concuerda, dice, con Pedro Salinas en que las « […] revistas son, para mí, uno de os indicios más claros para estudiar en lo vivo la preparación de un nuevo estado espiritual…»1
Portuondo traza claves: la publicación se erige en puente entre la Revista de Cuba, la Revista Cubana y la ulterior proposición vanguardista de la Revista de Avance, y sus inspiraciones estuvieron dadas el la exposición de un contexto de fidelidad de la cultura y la expresión nacional recogida por otras ciencias.
En Cuba Contemporánea no existe neutralidad. Está la declaración nacionalista, antiimperialista y antiinjerencista de sus redactores, y el análisis consciente de los problemas propios y las vías, de acuerdo a un pensamiento eminentemente cubano, de resolver aquellos males que de una manera u otra azotan el interior o provienen del exterior del país. La huella estriba en la conciencia nacionalista que dejó en su tiempo y en los alcances ulteriores por resistir y preservar la identidad y los valores culturales que avalaron lo cubano frente a presuntas y evidentes imposiciones foráneas al espíritu nacional.
Ante la paradoja nacional que inició el siglo pasado, dos discursos parecen contrapuestos: el narrador Jesús Castellanos, fundador de la Sociedad de Conferencias (1910) e instigador de la fundación de una “revista” que recogiera el sentir nacional, y el espíritu de José Sixto Solá, uno de los redactores de Cuba Contemporánea. ¿Dónde está la aparente y, en el fondo, nula controversia?
Al morir Castellanos (1879-1912), el primero de los tomos que recogen su dispersa obra, llevó por título Los Optimistas.2 Esa idea tal vez surgió a partir de una opinión de Max Henríquez Ureña, cofundador de la Sociedad de Conferencias y panegirista del narrador. Eso no está explicitado en ninguna parte, pero tiene su fundamento en la nota preliminar del texto. No por gusto el miércoles 28 de febrero de 1912 en la Academia Nacional de Artes y Letras Castellanos presentó su conferencia “La Alborada del Optimismo”,3 en la cual apeló a una idea de Voltaire y su semejanza con otra diseñada por José Enrique Rodó con análogos diseños: el abono de lo propio a partir de la reformulación del espíritu nacional. El miércoles 6 de noviembre de 1910, al abordar a “Rodó y su Proteo”4 resultó más profético al sustentar que:
«[…] es lo cierto que nuestro país ofrece hoy el más desconsolador alarde de utilitarismo mezquino y de desamor a cuanto significa reflexión, arte, poesía, noble ocio en el sentido fecundo que concentraba esta expresión entre los antiguos. Y este descenso de nuestro nivel intelectual se acentúa si se compulsa bien lo que significa en realidad para el vulgo de Cuba esta noción del hombre práctico. El hombre práctico es aquel que se especializa en una forma de trabajo productivo y fuera de ella no encuentra campo ni estudio digno de observación […]; el hombre práctico es la máquina de ganar dinero sin trascendencia para la sociedad, es el médico ignorante de la Biología y que solo sirve para despachar recetas o certificados de defunción, es el abogado sin ortografía que desconoce lo que fueron Gracia y Roma y no sabe ni siquiera la historia de su propia tierra, es en suma el comerciante para quien el universo se circunscribe en la cotización de los azúcares, para quien los magnos problemas de la patria están por modo exclusivo supeditados al próximo resultado de la zafra; menguada clase dirigente a la que tal vez algún día habrá que pedir estrecha cuenta de la desmembración y la ruina de nuestro país.»5
Palabras elocuentes. En “los dos peligros de América”, Castellanos enfiló su mirada crítica, como dice, sobre «[…] esta América taciturna y desangrada […] de las dolencias sociales del Continente y su más practicable terapéutica…»6 Su análisis se detuvo en El Porvenir de la América Latina, escrito por el argentino Manuel Ugarte, y en La reconquista de América, expuesto por Fernando Ortiz. El primero, indicó, va al peligro yankee, y el otro al peligro español, son sus palabras. La tesis de Ugarte es «[…] el espanto de la segura absorción de la América Latina por la Gran República del Norte […], cierto es que en los estados Unidos se ha padecido por algunos hombres representativos la locura imperialista…»7 Sin embargo, Castellanos en su afán crítico subestimó las consideraciones de Ugarte y lo acusó de mirar a América Latina, y en especial a Cuba, con ojos eruditos del europeo. Al precisar los conceptos de Ortiz, declaró, que el:
«[…] fenómeno social del panamericanismo que de pocos años, ha aparecido en la atmósfera americana, precisamente como remedio moral contra la invasión del espíritu del Norte. “El panahispanismo, dice Ortiz, abarca la defensa y expansión de todos los intereses morales y materiales de España en otros pueblos de lengua española” […] Este es un libro de improvisación, recuento de trabajos periodísticos, en que la inteligencia […] ha dejado correr la pluma en la más febril y galana prosa, como en un juego caligráfico de pendonista. Solo que en los juegos de ciertos espíritus de selección hay siempre un profundo sentido filosófico, y la floja madeja de estos artículos apenas hilvanados contiene cuanto se pudiera decir sobre la oportunidad de este movimiento de regresión sostenido en América por una deliciosa combinación de poetas criollos y tenderos peninsulares. La discusión de la idea de la raza es simplemente abrumadora, y es preciso convenir en su término en que no se trata ya de formar en América una raza, que nunca existió e una manera homogénea, sino de fortificar y hacer perdurable un tipo de civilización, o lo que es lo mismo, una ideología moral y religiosa, una sensibilidad, un modo general de entender la vida […] La epopeya americana de la independencia no fue — según los credos de Bolívar en sus proclamas y los de Martí en las Bases del Partido Revolucionario Cubano— un gusto porfiado por vivir bajo una bandera nueva, ni una caza mezquina de los destinos públicos: Fue una magna intentona de renovación del espíritu social y político, análoga a la que en Francia abordaron y cumplieron los hombres de 1879 […] Lo que América ha menester es cultivar una personalidad original y no vivir de reflejo, pagándose de la raza y de la deudo moral con la madre patria […] El porvenir […] está, pues, en crear el tipo de civilización original…»8
Ese constituye la médula del espíritu nacionalista, de polémica, de análisis historiográfico, y de búsqueda y revisión de los problemas que tocó Cuba Contemporánea. No obstante, Castellanos, el espíritu predecesor de esa publicación, en su estudio crítico “El Norte y el Sur”, referido al viaje de “exploración política y social” que hizo Manuel Ugarte por varios países latinoamericanos, decantó particularidades de la formación étnica, territorial, de idioma, y costumbres entre los países que componen el área del Sur del Río Bravo a la Patagonia, y ponderó una particularidad: la “absorción” territorial, cosa que en definitiva, jamás será posible barrer una personalidad nacional.9
También ese representa el fundamento, o mejor dicho, el espíritu que rondó en Cuba Contemporánea desde las particularidades del antiinjerencismo y un antiimperialismo de filiación liberal positivista. Allí se estableció un canón nacionalista y de resistencia cultural durante catorce años de fecunda trayectoria pública. Nada más hay que detenerse en los textos que componen Pensando en Cuba,10 el libro postmórten que en 1916, al morir José Sixto Solá Bobadilla (Cienfuegos, 1888-La Habana, 1916), recogió en un solo volumen el villaclareño Carlos de Velazco. Allí cualquiera se da cuenta que el “Optimismo” funge de centinela en esas páginas.11 Ya lo dijo el narrador Luis Rodríguez Embil:
«Somos los cubanos, originariamente, un pueblo de cltura española y europea. (Por cultura entiendo aquí el conjunto de hábitos de pensar y sentir, y las costumbres y manera de ser que de él proceden […] Una sociedad puede y aun debe transformarse, como se transforma sin cesar cada individuo, debe estar abierta a la ley del progreso constante; debe aceptar, y tratar de asimilarse, las cosas buenas (y para su propia contextura convenientes) de otras sociedades o civilizaciones distintas. Y no puede, sin correr el riesgo de desaparecer, perder, por una parte, su carácter y su cultura propios, ni sustraerse, por otra, a la natural evolución y a los deberes que le imponga su existencia masiva…» 12
Ese fue el debate binario entre la tradición y la modernidad, y por encima de todo, un enfrentamiento a la anexión, como prueba de construcción de un estado moderno e independiente. A esas ansias, desde la urgencia de la superación educacional, de mirar la historia pasada y presente, y de renovación, aspiró Cuba Contemporánea en un delirio creciente de nacionalismo y de prueba irrefutable de la verdad. En “El Pesimismo Cubano”13 —parte integrante de Pensando en Cuba—, es la cara visiblemente opuesta a “Los Optimistas” de Castellanos.
En su formulación Sixto Solá enumeró los factores que integran nuestra nacionalidad, cultura e idiosincrasia geográfica, histórica, social, culinaria. Es un adelanto, tal vez, de aquellos “Factores humanos de la cubanidad”, o de los “Factores geográficos de la cubanidad”, expuestos en 1939 por Fernado Ortiz y Salvador Massip. En cambio, Sixto Sola recuerda que «[…] las enseñanzas del pasado nos ayudarán a esperar con fe, a combatir con energía y a vencer».14Insiste en que no «[…] queremos pensar en absoluto en soluciones externas a nuestro problema: no queremos más que conservar a toda costa y para siempre, ennobleciéndola y fortaleciéndola, nuestra nacionalidad independiente.»15
José Sixto Sola enumeró las cualidades del pesimista, ese que observa todo «[…] cubierto de un tinte sombrío; las dificultades que como pueblo nuevo, o mejor dicho, como nación nueva, se nos presentan (que se han presentado en proporciones muchísimo mayores a otros pueblos, aunque revistiendo diversos y distintos aspectos), le parecen insuperable y causas de final destrucción».16
En su ideal, el único camino posible es el optimismo, prueba irrefutable en el porvenir último de Cuba como nacionalidad y como estado político independiente. Por desgracia, el ensayista murió temprano, en 1916, pero sus sabias pisadas quedaron impresas en Cuba Contemporánea, una publicación que tangencialmente figura en el olvido para explicar la historia de una época que sirvió de puente documental y renovador a las generaciones de intelectuales republicanos.
Notas
1- José Antonio Portuondo (2011): Ensayos sobre Literatura Cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, p. 112.
2- Jesús Castellanos (1914): Los Optimistas, Lecturas y Opiniones de Crítica de Arte, Talleres Tipográficos del “Avisador Comercial”, La Habana.
3- Ob. cit., pp. 73-84
4- Idem., pp. 85-128
5- Idem., p. 125
6- Idem., p. 213
7-Idem., 219
8- Idem., pp. 225-227
9- Idem., pp. 229-237
10- José Sixto Sola (1917): Pensando en Cuba, Biblioteca de Cuba Contemporánea, Tipográfica El Siglo XX, La Habana.
11- Carlos de Velasco (1918): «Segundo aniversario de la muerte de Sola: juicios sobre su obra», en revista Cuba Contemporánea, 6(2): 150-184, La Habana, febrero.
12- Luis Rodríguez Embil, Luis (1918): «Sobre la formación del alma nacional cubana. Los tres factores», en revista Cuba Contemporánea, 6(4): 296-302, La Habana, abril, pp. 298-301.
13- José Sixto Sola (1913): «El Pesimismo Cubano”, en revista Cuba Contemporánea, 1(4): 273-303, La Habana, diciembre.
14- Ob cit., p. 293.
15- Idem, p. 299
16- Idem., p. 279
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