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CAPIRO, UN CUARTO DE SIGLO DESPUÉS

CAPIRO, UN CUARTO DE SIGLO DESPUÉS

Por Carlos Alejandro Rodríguez Martínez (1)

 

¿Por qué Villa Clara cuenta con un movimiento literario tan sólido, capaz de aunar a variadísimos escritores? ¿De dónde han surgido tantos poetas y narradores? ¿Por qué hay aquí tantos novelistas, tantos autores de literatura infantil, tantos ensayistas y cronistas?

 

La repuesta —las respuestas— resultan demasiado extensas para el espacio trepidante de internet. Comparada con otras ciudades cubanas, Santa Clara sobresale como una meca de los movimientos literarios actuales. Y hay numerosas causas que un día serán estudiadas, seguramente.

 

Sin embargo, en la mar de todas las razones, estos días tornan especialmente significativa una de ellas: la fundación de la Editorial Capiro hace 25 años. La creación de esta casa editora, cuando aún no existía el sistema de ediciones territoriales fundado en 2000, permitió agrupar a los creadores de Villa Clara e incluso atrajo a otros que residían más allá de los límites de esta provincia.

 

Capiro, entonces, surgió a contrapelo de todas las circunstancias. A partir de 1990 la situación económica (y cultural) de Cuba cambió drásticamente con la caída del campo socialista. Los periódicos redujeron su tirada. Muchas revistas desaparecieron y otras dejaron de publicarse por años. Se acabó el papel; escaseó la tinta; se deprimieron todas las instancias promotoras de la cultura. Y aun así, a pesar de la adversidad, un grupo de intelectuales villaclareños, liderados por el poeta Ricardo Riverón Rojas, fundaron Capiro.

 

Parece que Carlos Alé Mauri, Félix Luis Viera, Frank Abel Dopico y Edel García, seguidores inmediatos de Riverón, estaban aguijoneados por la necesidad expresiva. Por lo visto, «todo surge en la necesidad», acota la poetisa Isaily Pérez González. Cuando el país ofrecía inevitablemente escasas posibilidades de publicación a los escritores «de provincia», en contra de todos los pronósticos halagüeños, ellos echaron a andar a Capiro.

 

Pero no solo crearon una casa que les permitiera publicarse, sino que sentaron las bases, en buena medida, del auge editorial que Villa Clara goza hoy. Abrieron las puertas a otros escritores radicados fuera de la capital, acercaron al público lector a creadores prácticamente inéditos, y permitieron que hoy, con el tiempo, Capiro haya ampliado su espectro hasta la publicación de autores extranjeros o el rescate de libros clásicos, extinguidos en nuestro mercado.

 

Isaily, directora de la editorial desde 2012, asegura que después de su fundación «Capiro dialogó con el propio movimiento que la había creado y, en segundo lugar, permitió que ese movimiento existiera más allá de las tertulias y los cafés literarios, pues si el escritor no conserva un libro como hecho físico no tiene nada».

 

Así, desde el 23 de septiembre de 1990, «diez años antes de que el sistema de ediciones territoriales se creara y antes de que se le concedieran recursos y tuviera una plantilla fija de trabajadores, Capiro estaba haciendo libros junto con unas pocas editoriales del país», recuerda la autora de La vida en otra parte.

 

Y esos primeros libros eran libros feos, casi artesanales. A pesar de eso, todavía compiten con la belleza de los volúmenes publicados actualmente, tan medidos, tan sobrios, tan equilibrados, gracias al gusto del artista plástico Tony Gómez. Aquellos primeros títulos fundaron Capiro y permitieron que hoy la editorial esté más fortalecida que muchas otras casas editoras surgidas en 2000, al calor de la creación del sistema territorial.

 

No obstante la evolución material en el tiempo, Isaily todavía puede enumerar disímiles obstáculos que se interponen en la creación de un libro: desde la inconveniencia de la tinta y la caducidad de la tecnología de impresión en el poligráfico hasta la ausencia de una sede. Pero, hasta así, «se puede dominar la adversidad», confiesa ella. «Los libros siempre salen, un poco más tarde o más temprano; se arrastran tres meses, pero salen».

 

Y a pesar de los contratiempos pasados o presentes, y aun de los percances por venir, Capiro ya está pensando en conquistar el mundo digital, cada vez más provisto de lectores. Cuando se cuelguen en internet los libros de escritores cubanos y se pongan a la venta, la editorial no solo estará contribuyendo a difundir la obra de estos autores mediante una práctica todavía novedosa en Cuba, sino que también estará poniendo al alcance de innumerables lectores una parte de la literatura cubana más reciente. De la misma forma, Capiro divulgará en su catálogo (impreso y digital) la obra de valiosos autores extranjeros que han cedido sus derechos a la editorial villaclareña (como el hispanista sagüero radicado en Estados Unidos Roberto González Echevarría, o la cineasta y escritora argentina Lucía Puenzo).

 

Así, con todas las causas y azares posibles Capiro ha gestado, en parte, el movimiento literario de Villa Clara. Y el movimiento literario supera, por mucho, la dimensión física de Santa Clara. Configura una nueva ciudad, otra instancia cultural, acaso espiritual, que sobrepasa los límites geográficos y el espacio arquitectónico. Se abre en la vida cotidiana y se proyecta hacia el futuro. Por suerte para los lectores, Isaily, la poeta, la directora, está muy clara: «Estamos enfocados en la oportunidad de gestar libros. Capiro ha de mantener la historia y rescatar lo que es valioso y tiene sentido».

 

(1)-

http://www.vanguardia.cu/cultura/4800-capiro-un-cuarto-de-siglo-despues

 

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