LAURELES, IRMA Y CAIBARIÉN
Por Luis Machado Ordetx
Doblegados y otra vez erguidos en símbolo de victoria, aquilato en imagen visual a los laureles del interior y la periferia del parque La Libertad, en Caibarién. Transcurren las horas y todo queda guardado en la memoria fotográfica.
Es la idéntica estirpe que forma al pueblo cubano en resistencia indoblegable frente a las violentas rachas de vientos de Irma, el huracán.
En el refugio improvisado en la emisora CMHS, según las posibilidades, una reproducción, y otra más, captó el hostil ambiente desde los portales. La lluvia, persistente y pulverizada, tenía sabor a salitre. Estábamos a unos 200 metros de la costa, desprovistos de alimentos y la mañana de sábado presagió, como ocurrió, que no tendría destellos de luminosidad.
La planta radial, entre informaciones que llegan y otras que van diseminadas por el éter y las redes sociales, marcan una impronta cuando nadie pega un ojo en Cuba. En muchas partes del mundo se mantienen atentos a los destinos de otra Villa Blanca que, como su homóloga de Gibara, permaneció a merced de la fuerza bruta de naturaleza.
Descomunal aquellos arranques enfurecidos hacia el noroeste del país. También gigantesco todo el espíritu de recuperación que resurge ahora. Nadie cesa.
Aunque es historia pasada, a las siete de la mañana, todo era incierto. La antena que evaluó la velocidad de los vientos colapsó. Eso ocurre cuando el soplo en furia rebasa los 180 kilómetros por hora. Entonces no existió comunicación con el personal cubano que custodia los hoteles de la cayería, y se desconocían noticias de la suerte del pedraplén. Ya cuantificaban, en número preliminares, derrumbes parciales y totales en viviendas e instalaciones fabriles.
Lo más notorio: no hay pérdidas de vidas humanas, y todos los habitantes están a excelente resguardos en locales habilitados con anterioridad. La policlínica Pablo Agüero Guedes acogió a los hostipalizados, atendidos por personal especializado de Salud Pública. El pueblo, por una vía u otra, estuvo, y estará atento a las informaciones que difunde la emisora local.
Es la razón que anima al personal técnico de una planta radial con experiencia en contingencia. No importa que todos lleven, en permanencia total, unas 72 horas frente al micrófono, el teléfono y las conexiones de Internet. Tampoco que el agua potable y alimentos ligeros sean mínimos. Lo trascendente es difundir mensajes de aliento y propagar la verdad de los hechos, por dura que sea la realidad que acoge en ese instante.
Los corresponsales vilaclareños (Vanguardia, ACN y CMHW), también recibimos la solidaridad humana y profesional de los colegas de allá. Hasta los escasos alimentos e infusiones, buscadas con anterioridad, compartieron en un aluvión de afectos. Muy pocos periodistas extranjeros –acaso dos agencias-, están desde la noche anterior en el escenario, tierra adentro, del perímetro cangrejero. Hay conocimiento que una avanzada de estos equipos optó por permanecer alojados en San Juan de los Remedios. No obstante, nosotros y otros preferimos radicarnos allí, en el sitio de la inmediatez noticiosa.
Las horas, los minutos y los segundos, son de tensiones imborrables. Es las siete de la mañana y no se vislumbra claridad. Todo el ambiente exterior es difuso. Estruendos cercanos por aquí, mientras otros se aprecian más lejanos.
En la antesala del parque vuelan los protectores de las farolas, y también bancos metálicos y cercas perimetrales que resguardan la aledaña Colonia Española, el cine Cervantes y el hotel Comercio, antiguas edificaciones en reconstrucción. El cielorraso de la segunda planta de la emisora se desploma.
Nadie pierde la quietud. Anuncian que las rachas sostenidas son de 250 kms/h, y vientos del norte-noroeste rebasan los 160. El mar penetra en tierra por las calles 10 (Padre Varela) y 14 (Jiménez) y domina por momentos el Malecón. La serenidad anima a todos.
Una palma real del parque infantil cayó en nuestras inmediaciones, y otras desprenden las pencas de guano, mientras tanto los laureles, flexibles y firmes, apenas desgranan algunas hojas. Creo, escribí entonces en alguna parte, que el sentido indoblegable, ante tanta adversidad, tienen similar estirpe a la de nuestro pueblo. Ojalá siempre tengamos al laurel como un atributo de confianza en la historia. Es la razón por la cual está ensamblado a distintivos patrios.
Aparece un recalmón inseguro y no captamos un alma humana por las calles aledañas. Conocemos que unas 7 814 personas permanecen en refugios. El llamado a la disciplina y orientaciones de la población es reiterativo. Ya entonces eran notorios los daños en cubiertas de viviendas y penetraciones del mar. Salen las primeras imágenes fotográficas hacia el exterior en desafío a los fuertes vientos y las lluvias pertinaces que invaden a Caibarién y territorios aledaños.
Todavía en emergencia y con Irma rumbo a la costa de Isabela de Sagua, se pronostica que en la tarde del sábado, con olas marinas de con olas de 7-9 metros, aumente la fuerza del viento en toda Villa Clara. Inundaciones severas y dinámicas.
Los vientos han arrancado algunos árboles del parque Libertad, y la cerca perimetral de la antigua Colonia Española, bien anclada antes, fue destruida. Aquí algunas fotos del amanecer. En la historia, apuntan algunos, es la cuarta ocasión que un huracán aparece en Cuba con categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, y primero del siglo que entró por la parte este del país.
Ahora, con las anécdotas, los sustos y hasta el humor latiente en todos los cubanos, renace otra historia: la del avance a ritmos acelerados para restañar, como un laurel que prodiga confianza, las pérdidas materiales que dejó el nombre de una intrusa mujer con tutela irreconocible de toda potencia bruta de la naturaleza.
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