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PERMANENCIA DE BALLAGAS

PERMANENCIA DE BALLAGAS

«[…] Las palabras del poeta me están mirando,

                         nos están mirando».

                                         Cintio Vitier

 

Por Luis Machado Ordetx

 

Recién fallecido Ballagas en 1954, dos conferencias llenaron el espacio vacío que dejó el escritor en las Letras Cubanas. Fueron miradas diferentes, casi simultáneas, expuestas por Gastón Baquero y Cintio Vitier. Constituyeron espacios de recurrencia lírica, de pensamiento, más allá del confesión y el sentido póstumo de los discursos.

Baquero «En la muerte de Emilio Ballagas», y Vitier con «La  poesía de Emilio Ballagas», se encargaron de alertar cuánto aportó el escritor a nuestra lírica, y vislumbraron todo lo que legaría a generaciones de cubanos.

En «Ballagas, desde este fin de siglo», el investigador Luis Álvarez Álvarez dijo que la «crítica, década tras década, parece estar más dispuesta a concederle algún sitio, uno cualquiera, que a descubrir el suyo exacto», según la referencia dirigida al poeta camagüeyano.

Luego apareció en 1959 el homenaje a Ballagas en Lunes de Revolución, así como algún que otro ensayo referido a una parte de los libros que publicó. Desde entonces hubo un silencio. Vino después el prólogo de Ángel Augier, y selección y notas de Rosario Antuña, en  Órbita de Emilio Ballagas (1965).

 En 1984 Osvaldo Navarro trajo otra selección y prólogo a Emilio Ballagas: Obra Poética, considerada por muchos investigadores como el peor de los estudios. Eso no viene al caso. Después en 2001 Emilia Sánchez retomó a Ballagas: Cantor del  aire y de la tierra, hasta desembocar en libros que abordaron temas específicos y las ediciones de la Obra Poética y Prosa, preparados entre 2007 y 2008 —año último del centenario del escritor—, por Enrique Saínz y  Cira Romero, respectivamente.  

Otra vez en 2010 el camagüeyano está en la palestra pública. Traigo a cuestas el ensayo Ballagas en sombra que, sin cerrar un ciclo de investigaciones, abre posibilidades a pesquisas relacionadas con interpretaciones y lo inédito, según refrendan algunos críticos.

En todos, de una manera u otra, está la huella de Cintio Vitier cuando, junto a  Gastón Baquero, José María Chacón y Calvo y Mariano Brull, establecieron la Comisión Editora de Obra Poética de Emilio Ballagas (1955). Vitier suscribió el prólogo a partir de la transcripción de una conferencia anterior que dictó en el Lyceum de La Habana.

No erró en su visión el autor de Lo cubano en la poesía, cuando pregunté en1999 por Ballagas. Desde entonces rastreaba en Santa Clara parte del archivo del declamador villaclareño Severo Bernal Ruiz con el propósito de llegar a conclusiones más acabadas.

Valió la palabra de Cintio al subrayar que Ballagas era «un escritor entre nosotros de vocación lírica absoluta». Esa no fue la única lección que dejó. Al margen del cuestionario, indagué sobre las «Revelaciones de Ballagas en persona», de Virgilio Piñera, recogido en un número de Ciclón en 1955. Hubo entonces en Vitier una sola respuesta: no era necesaria la polémica. «La conferencia-prologo fue mi visión luego de releer todos los poemas, del primero hasta el último», dijo, refrendando lo que antes suscribió.

Pensé en la reacción análoga que tuvo Ballagas cuando divulgó  en Diario de la Marina el artículo «Los poetas católicos», y Ángel Augier, desde el Magazine de Noticias de Hoy, con su «Carta a Emilio Ballagas»,  lo consideró una especie de «radio-mitin político-clerical». Jamás apareció la réplica, y todo cayó en el silencio.

¿Qué me aconsejó Vitier?: «Tome aliento en el estudio. Interprete las palabras y los versos según lo que expresan, y las circunstancias en las cuales afloran y comparta su experiencia para salvar la memoria». Eso jamás lo olvidaré.

Todo permitió —sin que los puntos de contactos fueran coincidentes— revalorizar al poeta camagüeyano con Ballagas en sombra, mi libro, a partir de la «palabra, abierta y porosa», según la lección de Cintio.

 

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