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PENSAR EL ¿ANIVERSARIO 95? DE LA SINFÓNICA DE LAS VILLAS

PENSAR EL ¿ANIVERSARIO 95? DE LA SINFÓNICA DE LAS VILLAS

Por Luis Machado Ordetx

Sostengo una duda. Se celebra el ¿aniversario 95? de la Orquesta Sinfónica de Las Villas, y según refieren, la fecha elegida fue el pasado 15 de agosto. No presumo de aguafiestas. En cambio, se precisan de cotejos en coordenadas históricas con el propósito de arribar a una absoluta confirmación.

El acontecimiento —en primera instancia— se toma de manera tácita a partir de lo recogido por el Diccionario de la música villaclareña (Capiro, 2004), de Giselda Hernández Ramírez, un estudio que, a veces, peca de omisiones y dislates.

El texto dice: «El primer concierto fue ejecutado el 15 de agosto de 1926 en el Teatro Miguel Bru Villenas de Remedios…», según se expone. ¡Claro, habla de la Orquesta Sinfónica! Olvidémonos  de los errores de edición: Rubén Martínez Villena es el nombre actual de la institución; antes, conocida como teatro Miguel Bru, y no como aparece en el referido texto.

Las contradicciones se incrementan. La investigadora, al abordar a Jiménez Crespo dice: «[…] en 1938 […] funda un grupo sinfónico de 12 o 14 músicos que [constituye] el germen inicial de la Orquesta Sinfónica de Las Villas». Acota que al siguiente año «el violinista jubilado Humberto Carranza Chaviano propone crear la Orquesta Sinfónica».

Entonces, ¿cómo hablar de 95 años? Por mucho que se formalizan indagaciones del programa de 1926 jamás aparece. En un  concierto del 12 de agosto de 1927 —no referenciado por Hernández Ramírez—, hay otra dimensión de sinfonismo desde Remedios. Tiene a Jiménez Crespo de inspirador.

El maestro, director de la Banda y Academia de Música de esa localidad, ofrece una inusual promoción artística-cultural para inaugurar el edificio perteneciente a la segunda institución.

Ahí, tal vez, radique la «génesis» de lo que vendría después. Alejandro García Caturla al piano, acompañado por 35 instrumentistas de cuerda, y viento madera-metal, así como cantantes. La selección incluye partituras de Ravel, Granados, Scott, Albéniz, Mascani, Luigini, Lecuona y García Caturla.

Sin pronunciamientos de Orquesta Sinfónica, después se verifica un silencio de unos tres lustros. No hay bosquejos artísticos ni tampoco notas de la prensa en la región central... 

Hasta que el periódico La Publicidad, órgano oficial del municipio de Santa Clara, en ocasiones subestimado por investigadores, entrega un titular con otras pruebas concluyentes. El diario del  26 de agosto de 1941 (año 38, número 13029, página 1), en cintillo de alto puntaje expresa: «El día 28 será el debut de la Orquesta Sinfónica de Las Villas». ¿Eso qué es? Todo indica que es la fecha exacta de la fundación, o el nacimiento, y no de la génesis de la cual se habló antes.

El umbral, o embrión, representa la antesala del nacimiento, el surgimiento, y la fundación. Detalla el cuerpo de la información: «Por fin, el próximo jueves 28 del actual, a las 9 pm., y en el  teatro “La Caridad”, se efectuará el debut de  la gran Orquesta Sinfónica de Las Villas…

«El programa confeccionado es el siguiente, bajo la batuta del Maestro Agustín J. Crespo y siendo Solista la distinguida Tiple Sra. Matilde Salinas de Rodríguez. “Atalie”. Overtura de Mendelssohn; “Ballet Egyptien”. Suite de Luigini y “Spanish  Dances”, núms. 12 y 3 de Moskowsky en la primera y en la segunda parte: “La Leyenda de la Rosa”, Valsette de García Caturla, “El Aullido de Hierro”, de Marque, Barbiere Di Siviglia”, Obertura de Rossini e Himno de VillaClara de Néstor Palma…

«El personal de la Orquesta consta de 69 músicos […] entre los mejores de toda la Provincia, estrenando todos magníficos uniformes de gala para la presentación en Villaclara (sic)». 

Las «Notas al Programa»  escritas por el Patronato de la Orquesta resultan más explícitas: «Un organismo que surge al calor de los ideales de un eminente músico remediano, el Maestro Agustín Jiménez Crespo, tras un proyecto estudiado durante catorce años…

«Ofreció su concierto inaugural (privado) en la Sociedad Liceo de Villaclara en 15 de febrero del presente año, patrocinado por esta Sociedad y por el Ateneo, cuyas gentilezas proporcionaron el primer paso en la ruta trazada.

«Hoy, al ofrecer su primer concertó público».

Frente a la incertidumbre, toda indagación resulta válida. La  historia necesita pruebas, y el testimonio oral no basta sin contraste de documentos. ¡Por favor!..., quitémosle 15 años a la cifra que se agasajó, y todo quedará en ocho décadas. Ese es el verdadero aniversario de la Orquesta, el próximo 28 de agosto. Lo precedente, por supuesto, constituyó la semilla que echó a andar.

Nada tengo contra el esplendor de la Sinfónica de Las Villas. Todo se gana —antes y ahora— con la sistemática consagración de talentosos músicos y directores que siguen inalterables rumbos por la excelencia musical. Honestamente, la Sinfónica de Las Villas, hasta que se demuestre lo contrario, no tiene 95 años, según exponen las fuentes documentales.

 

GORRÍN CASTELLANOS Y LA INFINITA PALABRA

GORRÍN CASTELLANOS Y LA INFINITA PALABRA

Por Luis Machado Ordetx

Desde que en los primeros estudios impresos (Revista Islas, número 45, mayo-agosto de 1973 en la UCLV), José Teófilo Gorrín Castellanos, dio a conocer el «Esbozo biográfico y artístico de la obra de Félix Pita Rodríguez», la pluma y la indagación histórico-literaria en asuntos que vinculan la Cultura cubana con la española, se soltaron para «hacer parir» libros que adquieren trascendencias.

Unas veces escondido como un ermitaño en su poblado en adopción, Miller, en las cercanías de Placetas, y otras en viajes familiares hacia las queridas Islas Canarias, convierten a Gorrín Castellanos un rebuscador incansable en aquellas   «grietas» filológicas e históricas que, entre líneas, dejan algunas investigaciones contemporáneas. En unas hace precisiones, y en otras acota interrogantes que, a la postre, se convierten en atinadas observaciones no vistas o atendidas por otros estudiosos.

Gorrín Castellanos, ya con 18 libros publicados en editoriales foráneas, abre otras aristas al penetrar en la narrativa decimonónica, la antiesclavista, apresada por Cirilo Villaverde con su monumental  Cecila Valdés, y las desenvolturas de los negros curros del Manglar, así como las revistaciones a Manuel Corona, el mítico trovador de Caibarién, hasta caer en un tema en derivación, las disquisiciones en tono a los Abakúas, y a veces incomprendido universo de comunicación y de infinita palabra.  

Otras elucubraciones, más cercanas al contexto familiar, punzan en lo testimonial. Sin embargo, el ensayo, propio del que despliega una idea a partir de formulaciones de antecedentes, van al viaje de iniciación y el ambiente juglaresco que encontró en aquellas pesquisas de juventud en las Tonadas Trinitarias, y ahora lo vuelcan hacia el más acabado libro de compilación de los concebidos para recordar a Leoncio Yanes, en Caray, mi Compay: Décimas a Tutiplén, así como la Ruta Afrocaribeña de la Décima, por citar dos momentos singulares en las indagaciones.

Días atrás, invitado por la Tertulia «La Voz del Otro», un encuentro que auspicia el Centro Provincial del Libro y la Literatura en Villa Clara, con sede en la Casa de la Prensa, Gorrín Castellanos volvió al repaso de sus investigaciones, y retomó acotaciones a textos escritos por Fernando Ortiz, considerado el Tercer Descubridor de Cuba.

Entonces el prolífero escritor villaclareño, Gorrín Castellanos, disertó sobre su último libro: Ni muchos ruidos, ni pocas nueces: la verdadera historia del Abakuá, un singular texto del cual solicitamos un adelanto para apreciar parte de la enjundia investigativa que contienen sus páginas.

Aquí está el adelanto que, incluso penetra en olvidadas consideraciones que sostuvo José Martí, el Apóstol cubano, sobre personajes e historias cercanas a su vida y el tema en cuestión. Sin más, dejo a los lectores con los apuntes de iniciación que entregó Gorrín Castellanos.

«Sírvanos el adagio Abakuá: por el cuero del chivo todos somos hermanos para  introducir la presentación del nuevo libro que ponemos en mano del polifacético lector: “Ni muchos ruidos, ni pocas nueces: la verdadera historia del Abakuá”

«Con parsimonia se ha ido, paso a paso, describiendo al hombre Abakuá o ñáñigo que ha enriquecido nuestra cultura. Cuando en 1834 o 1836, se inscribía, en la escribanía española de la ultramarina barriada habanera de Regla,posible primera logia o potencia ñáñiga; en que asomaba, arrimado a su escaso embarcadero el pontón marinero Romney del pretencioso inglés; ahora, extrañamente ʻdefensorʼ del hombre esclavo. Y es ahí cuando empezaron las penosas deportaciones del hombre ñáñigo a las islas y territorios penales españolas en la lejana África de Fernando Poo: “Don Rafael Salillas, …había recibido una carta de un ñáñigo presidiario[1] acompañada de un dibujo representado un "plante" o ceremonia, y la promesa  de develarle los misterios abakuás, podía entrevistarse personalmente…”Cuántos ñáñigos podían existir en la barriada habanera…, y hubo redadas en que cargaron 600 de un tirón. Y dice más: “Contemplando los "juegos" de los ñáñigos en la prisión de Ceuta, Dn. Rafael Salillas se pregunta: "qué es el ñañiguismo? y se dice: "no es una       mascarada, ni una sociedad tenebrosa…”

«El pasaje amargo terminó en esta ocasión, cuando, en una de las últimas Órdenes Real, en 1899, quedándole ya poco a la colonia de Cuba arrebatada por el yanqui: dejando sin efecto el castigo de deportación y extrañamiento patrio. Y podía retornar, libre,  de nuevo, a La Habana…De allí transcribimos bellas páginas de ñañiguismo.

«Pero hay otro ñáñigo, en la vida del Héroe Nacional: Simón… que en el año 1871 fue detenido y deportado con la primera remesa de sublevados de las guerras carlistas de Aragón. Enviado a la isla-penal en Fernando Poo por el Capitán  general Lersundi, en su caso, acusado de ser “ñáñigo y asesino”.  Y cuenta el propio  Martí de los valores excepcionales del negro Simón, cuando nos relata, vehemente, los  sucesos de los que es artífice  Simón en su artículo para “Patria” del 16 de abril de 1892: “En Zaragoza, cuando Pavía holló el congreso de Madrid y el aragonés se levantó contra él, no hubo trabuco más valiente en la Plaza de Mercado, en la Plaza donde cayeron las cabezas de  Lanuza  y Padilla, que el del negro cubano Simón, y cuando Aragón había abandonado las trincheras, y no se veía más que el humo y la derrota, allí estaba Simón, el negro cubano, ¡allí estaba, él solo, peleando en la plaza! (O.C., t.4:391)». Hasta aquí lo expuesto por Gorrín Castellanos, y vaolvamos a releer versos del poema de Martí:

 

Estimo a quien de un revés

hecha por tierra a un tirano:

lo estimo, si es cubano

lo estimo si aragonés.

 

Otro capítulo que escribe José Gorrin en su nuevo libro que hoy presentamos: “Grandes adeudos. Aponte y los Abakuá”. Alguien ha dicho que la sociedad de los ñañigos cubanos presenta curiosas  similitudes con los misterios de la antigüedad greco-romana… Esto dicho así, nos arrima más a la realidad de los aportes que le llegaron por la fuente que les tributaba José Antonio Aponte, acercando al hombre negro a formas del pensamiento avanzado, de los griegos, romanos, egipcios… con el Mitraismo, el Orfismo; con los ritos de Eleusis o Isis; con la secta pitagórica… con el hermetismo, iniciación, los complicados ritos…



[1] El presidiario cubano ñáñigo se llamaba –quizás por  sobrenombre o por el propio secretismo de la sociedad—, “Caoba”.

MACHO TUMBACOCOS; LA HISTORIA DE NICASIO

MACHO TUMBACOCOS; LA HISTORIA DE NICASIO

El amigo Nicasio Vázquez González es de esos cronistas que llevan la realidad inmediata retratada en los ojos y la memoria. De Corralillo y sus historias, en el centro norte cubano, nada asombra cuando, con palabras finas, hilvana datos, personajes, ocurrencias. El hombre por siempre llevó el periodismo en la sangre, y hasta hizo labor de corresponsal voluntario para rotativos del país. Hablar con Nicasio resulta abrirse camino mar adentro en el costumbrismo. 

Alguna que otra vez lo he visto en su Corralillo querido, y hemos tenido tiempo de dialogar de temas diversos. El hombre, economista de profesión y ya jubilado, jamás se detiene en «armar» párrafos para contar historias. De aquel concurso nacional de crónica «Enrique Núñez Rodríguez», con sede en Quemado de Güines, territorio aledaño a Corralillo, Vázquez González consiguió el primer premio.

Luego llegaron otros lauros, pero aquel triunfo literario-periodístico logrado en 2007, por supuesto, queda en la memoria de todos. Aquí está «Macho Tumbacocos»,   una reaidad costumbrista con la cual, a veces, topamos en la vida. Gracias Nicasio por el obsequio del documento, y la fotografía en la que estamos junto allá en Quemado de Güines, tierra natal de Nüñez Rodríguez y donde está sepulpado el inconfundible guitarrista español Vicente Gelabert, un bohemio por pueblos y ciudades cubana.

 

“MACHO TUMBACOCO”

                                         Autor: Nicasio Vázquez González, Corralillo, Villa Clara

 

   Vicente llevaba muchos años trabajando en el Banco. Había transitado por las sucursales de varios pueblos villaclareños hasta que le fue encomendada la dirección de una importante oficina bancaria en la Ciudad de la Habana. Acababa de cumplir 40 años. Siempre buscaba lugar para darle atención, además del trabajo, a la familia, la literatura y el béisbol.

   Una tarde, casi a punto de cerrar el banco habanero, se presentó un ahorrista joven, de buena presencia, a extraer el dinero que le quedaba en su cuenta, que por cierto no era mucho. En el bolsillo de su camisa un telegrama procedente de Quemado de Güines, le anunciaba un grave problema familiar y debía viajar de inmediato a ese pueblo donde –según expresó- residía toda su familia. El banco daba  facilidades para poder extraer y depositar efectivo en cualquier sucursal del país, bajo ciertos requisitos

    Llenó su modelo de extracción y se presentó con la libreta y el carné de identidad en la ventanilla, pero una simple revisión realizada por el cajero, detecta que la foto estaba despegada, lo que le impedía llevar a cabo la operación. Explicó la gravedad del caso el cliente, pero la decisión final vino a parar al despacho de Vicente,  el  único que podía autorizar el pago en tales circunstancias.

   El director escuchó pacientemente al ahorrista; tomó el carné y la libreta del banco quemadense en sus manos y le reiteró las directivas bancarias al respecto, dándole toda la razón al cajero que había rechazado el pago. No obstante, al dirigente bancario le dolía no poder acceder a la solicitud teniendo en cuenta el telegrama mostrado; lo pensó varias veces, el saldo de la cuenta no era realmente grande como para no poder asumir una eventualidad. De pronto se le ocurrió hacerle algunas preguntas  al reclamante:

   -¿Qué día naciste?  

   -¿Cómo se llaman tus padres?   

    -¿Cuál es tu dirección?

   Vicente se sorprendió con las respuestas rápidas y acertadas, pero casualmente él también era villaclareño y había laborado algunos años en Quemado, donde por lógica conocía todos sus detalles, algo que ignoraba su cliente. Seguidamente continuó  haciéndole otras preguntas de rutina, disimuladamente:

   -Así que tú vives en Quemado.      

   –   sí.

   -¿Dónde queda el cine?         

   -…cerca del parque.  

    Era cierto

   -¿…Y el estadio?        

   -…en las afueras del pueblo.

    Cierto también

    No parecía un impostor. Recordó el viejo estadio, los peloteros del patio, sus ídolos locales, no pudo evitar que sus pensamientos se llenaran de nostalgia. Pero comprendía que las preguntas eran demasiado sencillas, casi tontas, cualquiera se aprende los datos de un carné, los cines casi siempre están cerca del parque y los estadios en las afueras del pueblo.

    En esos momentos entró “Chuchi”, su secretaria; en sus manos el periódico Juventud Rebelde de ese día, donde resalta el titular de una crónica de Eddy Martin, acerca del enorme jonrón conectado por Omar Linares la noche anterior en el “Capitán San Luis”, solo comparable al que dio  Muñoz en el “5 de Septiembre” de Cienfuegos años atrás. La situación se hizo menos tensa y el joven ahorrista quiso  comentar sobre otro jonrón conectado por Lázaro Junco, donde la bola pasó sobre el techo del “Victoria de Girón” de Matanzas. Vicente miró al joven con más simpatía. Se veía que estaba al tanto de la pelota.  De pronto,  le dijo en un impulso:

    -Pues mira, yo discrepo de ti y hasta del propio Eddy Martin. Yo considero que en Cuba nadie ha dado un  batazo más largo que el de “Macho Tumbacoco”…

    El joven lo miró extrañado como pensando -¿de dónde sacó el director a ese personaje?. Se sonrió y le preguntó si estaba bromeando…¿quién era ese “Macho Tumbacoco” del que él no había escuchado hablar nunca.

   Vicente lo miró fijamente y pidió disculpas para ausentarse unos minutos. Al regresar preguntó de qué estaban hablando.

-¡Ah, si, de la pelota!. Fueron largos los minutos, hasta que tocaron a la puerta:   

–¡adelante!-

   Dos agentes de la PNR uniformados irrumpieron en el despacho. El joven quedó pálido, retrocediendo hasta la pared, nervioso y excitado. Era inútil cualquier resistencia. Se dejó esposar y salió cabizbajo, escoltado por los policías. Había cometido un fallo en su plan aunque no lograba saber cuál.

   En el juicio oral el joven confesó que había comprado la libreta y el carné a una auxiliar de limpieza de un hotel capitalino, le había cambiado la foto original por la suya y quiso aprovechar la oportunidad de hacerse de unos pesos a través de la fallida estafa al banco.

   La secretaria, que aun no salía de su asombro, le preguntó después a Vicente, cómo  había detectado que era un fraude, si ella no encontró nada anormal en la conversación sobre los peloteros:

   -Mira Chuchi, “Macho Tumbacoco”, cuyo verdadero nombre es Ignacio Arredondo,  es más conocido en Quemado de Güines que Linares, Muñoz y Junco. Imagínate que ese sobrenombre se lo pusieron cuando “Macho”  tumbó un coco de agua, de una mata que había detrás del jardín central, con uno de sus descomunales jonrones. El que no lo conozca, no puede ser de Quemado de Güines y ese fue el error que lo delató.

   Quince días después, Vicente recibió una carta desde Quemado, suscrita por el propietario de la libreta y el carné perdido, donde le daba las gracias por su devolución y por haber evitado que perdiese sus ahorros.

   Vicente le contestó que no era a él a quien debía darle las gracias, sino a “Macho Tumbacoco” , aunque al agradecido ahorrista siempre le quedó la duda sobre qué relación tendría aquel pelotero con su libreta y su carné de identidad.

 

 

 

FEIJÓO, EL ESCRUTADOR CUBANO

FEIJÓO, EL ESCRUTADOR CUBANO

Por Luis Machado Ordetx

 

Última jornada de marzo de 2020, y cómo olvidar a Samuel Feijóo Rodríguez, en otro aniversario de nacimiento. Nicolás Guillén lo  encasilló como un «fascinante espectáculo» del contexto literario insular, y no erró en su mirada. 

Ahí, en modesta apreciación,  está el más completo catálogo para definir al prolifero escritor-artista de San Juan de los Yeras, lugar que, como en otras partes del país, lo recordará, en tiempos de enfrentamiento a la propagación de la actual pandemia, con una meditación permanente.

La valoración de Guillén está recogida el 2 de abril de 1961 en Noticias de Hoy, según las «Crónicas» dominicales que redactaba el camagüeyano para el rotativo habanero.

Precisó que  es un «poeta muy personal —muy Feijóo y muy Samuel— y un prosista cuyo léxico es riquísimo, novísimo, tan rico y nuevo que casi todo está inventado por él. Lengua sápida la suya, que vale bien su poesía». No deja atrás ninguna de las facetas del villareño. También incluye el periodismo, tal vez el menos apreciado de los quehaceres artísticos y literarios.

Siempre el rango de estudios teóricos lo coloca a Feijóo dentro del apartado de «editorialista» sin mayores distinciones. Hechos diferentes se apunta en ese sentido cuando de géneros y letra impresa se trata.

Socarrón y avezado Feijóo en Azar de Lecturas (1961), «joyas de la letra universal, donde agregamos de vez en vez nuestra experiencia: una crítica animosa, una corta investigación», apunta,  mira hacia la poesía como «materia una y cimera», pero jamás deja de mostrar aristas de periodismo.

En “Oigan contar al colofón”, al final de ese ilustrado libro, acota que las «crestomanías, espumosas en su parte mayor y más ancha, juegan como la luz del Caribe risueñísimo (¿habéisla visto, de verdad, alba tras alba, en los cayos cubanos entre el guincho certerón y la corúa zambullida, poetas, lectores?)», advierte. Similar parecer acoge Libreta de Pasajero (1964), con crónicas, artículos, apuntes y testimonios de inusitada lozanía.

 En reiteradas ocasiones dicen estudiosos que Feijóo «fue un notable periodista», y hablan de sus acostumbradas  colaboraciones con publicaciones cubanas, y en otras que dirigió,  entre las cuales destacan Islas y Signos, las creaciones cimeras. Todo concluye ahí.

A Ramón Rodríguez Limonte, colaborador infatigable de Feijóo, pregunté en una ocasión sobre las particularidades del periodismo elaborado por su amigo. Siempre destacó, sin adentrarse en formulaciones teóricas, que la poesía interviene como elemento en el cual subyace la palabra escrita y la dimensión de «armador» en el rastreo de la belleza. Tal vez ahí reside la razón por la cual  el periodismo asoma relegado de estudios.

Al revisar Bohemia, allá en abril de 1957, están el Feijóo crítico,  analítico e interpretativo, hacedor de un reportaje-modelo para el género. Otros destacan en similar sintonía. En nada desfallece el escritor, y en «Tierras Ociosas», florece el periodismo explicativo de profundidad o interpretativo, sinónimo del “Interpretative Reporting” que obliga a la contextualización de acontecimientos y se acompaña de gráficas, fotografías, ilustrativas concibe el observador.

Feijóo parte de estadísticas tomadas de la “Truslow Mission” y recogidas por el Banco Mundial de Fomento en Report on Cuba (1950), pero las actualiza. Aporta datos y los traslada a las investigaciones agrícolas que acometen en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas en la explotación de suelos y experimentos con cultivos de variedades de trigo plantadas a sol.

El tema, en esencia, es significativo y recuerdan aquellas siembras de trigales anunciadas en 1858 por Manuel Dionisio González en su Memoria Histórica de la Villa de Santa Clara  y su Jurisdicción, libro que al parecer conozca Feijóo. No obstante, en el reportaje que publica hay un privilegio al presentismo, a lo verosímil y confidencial, así como al detalle cotidiano y la singularidad de los hechos.

Pero, ¿dónde aprendió Feijóo esas particularidades que combinan recursos periodísticos-literarios? para reforzar credibilidad en sus informaciones, los contrastes y estrategias de fuentes orales y documentales. Justo está, con sinceridad, en ese carácter «novísimo» de la palabra que Guillén alertó cuando caracterizó a su amigo escritor, y de quien, por supuesto, hay mucho que decir a cada instante.

CATURLA, EL MÚSICO UNIVERSAL

CATURLA, EL MÚSICO UNIVERSAL

Por Luis Machado Ordetx

De Alejandro García Caturla, el músico remediano, todavía quedan incontables deudas. La composición sinfónica, en última instancia, absorbe otras facetas. Los términos de jurista incorruptible, de afrocubanismo, de vanguardia y universal, resumen la existencia profesional y artística sin muchos parangones.

 Al olvido permanecen estudios sobre el Derecho, los vínculos con ciudades donde ejerció como abogado, el apego a Martí, así como la labor cultural desplegada por Caturla. La relación con la poesía mulata y sus cultivadores, y también el periodismo visto desde ángulos de la opinión en publicaciones nacionales, en las cuales están las no especializadas, figuran en el escamoteo investigativo.

En una interesante polémica presentada por Noticias de Hoy en junio de 1945 entre Mirta Aguirre y Edgardo Martín Cantero, sacó a la palestra pública la «Significación de Caturla», según la apreciación que el último de los críticos dejó en Conservatorio, la revista habanera.

Son tres artículos. El primero condensa —según la Aguirre— ideas de Martín Cantero que detallan la «esencia hispánica» de las creaciones sinfónicas de Caturla, quien «subordina el instrumental europeo a la potencia mágica del ritmo africano», dice el crítico.

La periodista toma la palabra en el segundo de los textos. Alega que el «camino es, sencillamente, ir a Caturla y hacerlo sonar. Él será lo que su música nos diga qué es».

El último de los artículos recoge la misiva de Nicolás Guillén. En ráfaga de explicaciones acotó que el remediano es un «músico entrañablemente cubano. Su arte expresa nuestra histórica mulatez […] que en nada puede humillarnos sin que nos rebaje la dignidad americana, la cual no niega lo español ni lo africano, sino lo mezcla y resume». En última instancia, a contrapelo de lo afrocubano, eso constituye lo valedero.

 Del pensamiento de Martí —en similar medida— se aglomera el sentido por lo cubano, síntesis de educación familiar. Fue también la aspiración de Othón, el hermano abogado y músico, al organizar en febrero de 1931 un Comité Gestor para la biblioteca pública José Martí, surgida un lustro después.

 Una mirada a los seis números de Atalaya, la revista de corta duración —julio-septiembre de 1933—, que fundaron y dirigieron los hermanos García Caturla, tiene a Martí en la vorticidad del pensamiento americanista y universal. «¿Quién mejor que él, Maestro excelso, puede fijarnos los derroteros a seguir, él que oteó en todos los horizontes y en cada uno dejó muestra de su genio proteico?», exponen en forma de Manifiesto al salir la publicación. Ahí está el periodismo de opinión hecho por Caturla.

Antes en Santa Clara, a partir de enero de 1930, La Publicidad, le permite por tres años escribir la columna «De la alta cultura» especializada en crítica musical. En esta ciudad, y durante la primera y única presentación artística que hizo en el verano de 1928 en la sala de conciertos del Ateneo de Villaclara, habló de Martí cuando ejecutó al piano La Cathédrale engloutie y La fille aux cheveux line, piezas de Debussi.

Similar concepto propagó en enero de 1933, durante el estreno de la Orquesta de Conciertos, en Caibarién, y evocó al Apóstol cubano previo a la interpretación sinfónica de la Flauta mágica (Mozart), la Suite Infantil (Ravel), La vida breve (Falla), Exaltación (Cowell), Scherzino     —de Pulcinella— (Stravinski), así como la Rhapsody in blue (Gerswhin», temas del repertorio.

 De Caturla, a 114 años de su nacimiento, este 7 de marzo, y a ocho décadas de asesinado de manera absurda, todavía hay mucho por decir.

 

 

SANTIAGO, EL ARTÍFICE

SANTIAGO, EL ARTÍFICE

Por Luis Machado Ordetx

 

Recurrente,  desde la cercanía del equipo de proyección, siempre Rolando Cárdenas Marcial, Secre, recordó con cariño el Noticiero ICAIC Latinoamericano, y los vínculos que trazó ese tipo de cinematografía entre lo documental y el periodismo. Aquellas ideas salían de trabajar con humilde profesionalidad en el antiguo Villaclara, donde sumó años en el bregar cotidiano.

Muchas veces el Secre, quien ya no está en lo físico, evocó la magia de Santiago Álvarez Román al atrapar y recrear la realidad a partir de la perspectiva de lo que ese realizador denominó “ejercicio periodístico subjetivo”, un retrato, con imágenes visuales y sonidos, de particular de conceptualización.

El recuerdo brota porque ahora estamos en el Año de Santiago, diría así por el reconocimiento al centenario de natalicio de un cineasta que produjo una renovación estética inigualable.  

No dudo, incluso, y apelo a la memoria, que en aquellas visitas del director del Noticiero… a los Festivales de Invierno de 1985 y 1991, ocurriera un encuentro de ocasión de Santiago con el histórico proyeccionista de Santa Clara.

Santiago, en la cercanía o la distancia, es pasión. Abrazó una obra que abarcó 1492 noticieros y más de 60 documentales, género último del cual gustó el artista en menor medida. Sin embargo, en todos hubo un replanteamiento contextual del neorrealismo, una corriente que pasada de moda, y sus aproximaciones en ciertas brechas hacia una mirada  activa y participativa del acontecer diario.

Nadie duda que Álvarez representara el artífice del Noticiero…, y en sus  experimentaciones reflejó lo nuestro y lo foráneo. Una natural renovación del acontecer de una historia fronteriza a otra, en sucesión de hechos. Todo partía del antecedente, y de la investigación histórica, paradigma del periodismo y el reposo documental.

Constituía  un tipo exclusivo de «laboratorio» para recrear lo cercano e inusitado en una especie de reportaje cinematográfico que jamás pasará de tiempo. Era un estilo en «marcha», de contrastes de fuentes y valoraciones concebidas con sencillez en «voz propia» y auténtica.

Más allá de teorías, esas y otras formulaciones, escuché al Secre              —fallecido en junio pasado—, hablar con satisfacción de los espectadores que, despojados del sentido «taquillero» y sensiblero de la película, entraban al Villaclara para disfrutar de las facturas semanales del Noticiero… dirigido por Álvarez. Eran lecciones de historia documentada.

Hay que volver atrás. Muchas son las recreaciones contenidas en el  sepelio de Benny Moré, en febrero de 1963, en Santa Isabel de las Lajas, tal como lo contaron José Ramos Pichaco y José Antonio López Godoy, fotógrafos enviados por Vanguardia para captar el doloroso suceso que transcurría en calles de esa localidad, en ambiente de lágrimas y música. Allí observaron y confraternizaron con Santiago mientras dirigía un antológico rodaje.

 ¿Qué decir en 1965 de “Now!”?. Un canto-protesta antirracista de solo seis minutos de duración. Ahí están los rodajes en Viet Nam —el famoso «Hanoi, martes 13»—, o en  África de la lucha anticolonialista y «Hasta la Victoria Siempre» del Che,  y la «Imágenes del futuro», con rezos yoruba de Lázaro Ross. No hay dudas, Santiago y su equipo de trabajo,  proponían otras teorías, muchas empíricas, de experimentación constante.

Excelente por el Año de Santiago —fallecido en 1998—, y el celo por propulsar a un autor y su obra que aglutinó con humildad un sello de maestría en cine y periodismo interpretativo, subjetivo, dentro de la narración visual de historias que aún están cercanas a nuestro tiempo.

 

 

BOFFILL, EL ANDANTE

BOFFILL, EL ANDANTE

Por Luis Machado Ordetx

El artista, con esa recurrencia caprichosa que juguetea entre el  expresionismo y el impresionismo, deja en el lienzo la ingenuidad de un estilo que lo caracteriza. Es único e irrepetible, como cuando gritó «Bururú barará, ¿dónde está Boffill?», título de una antológica exposición.

Entonces quiso recordar, en homenaje póstumo, a Ada Elba Pérez, la poetisa y compositora, y a Pedro Osés, el pintor naif de Guaracabuya. Son atributos permanentes en una manera de actuar que reconoce a los que ya no están cerca de nosotros.

Noel Guzmán Boffill Rojas, desde su autodidactismo y modo peculiar de reconstruir fantasías en caótico espacio de colores, celebra otra nueva aventura: el domingo próximo arribará a los 65 cumpleaños de vida. En el aplatanamiento definitivo de Santo Domingo, el remediano oriundo de la calle del Sol,  trae entre manos una sorprendente noticia. Hay otros sueños, también exposiciones y una sólida obra que ofrecer.

Del proverbio latino «Homo sum, huamni nihil a me alienum puto», que va desde Publio Terencio a Carlos Marx en aquello de «Soy un hombre, nada humano me es ajeno», vuelvo la mirada al amigo Boffill. Acaba de recibir la propuesta de Embajador de la Paz de Cuba, según confiere la Cumbre Mundial de las Artes por la Paz y la Vida, encuentro que acontecerá en Ecuador entre el 15 y el 17 de agosto próximo.

Raro es que Noel no divulgara la información. Todo estaba bien escondido hasta que se soltó a hablar de los proyectos para satisfacción de todos los que lo siguen en cercanías y valoran su propuesta plástica, ganadora en certámenes nacionales y extranjeros.

La Cumbre, tercera de su tipo que se efectúa, representa a la Corporación de Artes Visuales, Poéticas y Sonoras “Inti Amarú”, del Ministerio de Cultura y Patrimonio de Ecuador, según la carta que recibió el artista cubano con firmas de Ricardo Taco Lovato, Taoni Taco Ponce y Daniela Faria Machado, los organizadores.

Dicen algunos, y lo creo, que Boffill Rojas está que camina en «puntillas», pero no se jacta  en vanidades: siempre lo satisface la sencillez y la humildad aunque para otros resulte un pedante. Toda su obra pictórica vale por esa aventura mansa de constante buscador de imágenes que hacen pensar, imaginar y soñar ante las formas y el contenido que percibimos por la vista.

Muchos somos los que en nuestros hogares, con marcado deleite a pesar de las cotizaciones de sus piezas, disfrutamos de más de un obsequio de los vastos lienzos que componen series en su trayectoria artística.

A creyón sin punta, con los dedos y las manos, con lápices de colores, con espátula o pinceles, Boffill Rojas es único, y a veces cuando «compone sus paisajes» lo hace con una rara risa que denota inocencia de distinguida imaginería. Ahí todo  concluye al cerrar planos y conformar, alejado de convencionalismos, trazos de orfebería.

Nadie dudará que hoy el artista, ingenuo e inducido, constituye uno de los más grandes pintores naif, populares o primitivistas de Cuba. Otros en las más variadas opiniones lo dijeron con anterioridad.

El mentor inicial, el mítico folklorista Samuel Feijóo, en más de una ocasión lo reconoció cuando hizo descubrimientos de aquellos «diamantes en bruto» que desconocían las potencialidades de un pincel y las inusuales formas de combinar los colores. Solo restaba a los «iniciados» escrutar la realidad y explayar la imaginación con la «gracia» del artista.  

Tres décadas atrás, cuando Boffill Rojas era solo un «Caminante» con deseos de adentrarse en la naturaleza de la pintura popular, hacía visitas frecuentes a Vanguardia, y mostraba con osadía las pequeñas cartulinas pintadas con los más primitivos recursos: tinta de zapato, esperma, acuarela y tempera.

En sus delirios estaban las mujeres, la tierra, el viento, los atributos religiosos, y los héroes, Che Guevara y Camilo Cienfuegos desacralizados y siempre venerados, según su punto de vista. Nada en los temas cambió, pero sí la forma de recrearlos.

Desde entonces el artista, divertido con los inusitados horizontes, fue  menos recurrente a la redacción periodística, pero jamás dejó de ser quién es: un hombre que en sortilegios del duende interior siempre asombra con renovados y causales encuentros de imaginería pictórica.




ANIDO, EL ARTISTA

ANIDO, EL ARTISTA

A Alberto Anido Pacheco, un creador que combina las más divesas formas del hacer artístico, está dedicada la revista Umbral por los caminos de la Cultura número 70, un dossier de opiniones trascendentes.

Por Luis Machado Ordetx

Orihuela, el dramaturgo, declaró que los «Silencios y olvidos son la recompensa», sentencia que tiende a lo extemporáneo y parece descontextualizada. Sin embargo, erraríamos en su exactitud. La  emplea para  destronar la desmemoria. En pocas líneas aborda aquellos años luminosos del Teatro Guiñol de Santa Clara durante la séptima década del pasado siglo. Por supuesto, no olvida a un imprescindible artífice de entonces que convierte todo hacer creativo en integralidad de las artes.

La referencia más cercana se atribuye a Alberto Anido Pacheco, polifacético y también polisémico. Las ingeniosas actuaciones del virtuoso artista, próximo el entrante viernes 10 a los 81 años de existencia, traen un pretexto para el homenaje.

La revista Umbral en el camino de la Cultura, número 70, perteneciente a octubre-diciembre de 2018 —por esos días en circulación—, no falló ante el reconocimiento necesario y vital a los proyectos siempre trascendentes que desafía Anido Pacheco.     

Las miradas van hacia la profusa imaginería pictórica, así como al crítico y promotor. También el músico y el narrador que aborda los mutismos,  signo de efectos dramáticos, es evaluado desde la perspectiva de los retoques que dejó con La Casa en silencio (1994), Un mundo de sábados azules (2002) y El hilo del silencio (2008), por citar algunas de las valiosas narraciones. Tal vez tenga otras escrituras y composiciones musicales escondidas, o sin publicar. Albertico, ingeniero agrónomo de formación académica, siempre sorprende, «bajo la capa de polvo», como dice, con una inequívoca ocurrencia.

La infancia del artista, y hasta su mundo de infancia, de un modo u otro, están presentes en la publicación a partir de la historia que recrea Marta Anido Góméz Lubián, así como las búsquedas genealógicas que plantea Angélica M. Solernou Martínez al  penetrar en el universo más remoto, y también cercano, de los «troncos» familiares en el panorama musical villareño.

Sin dudas Umbral… fomenta un magnífico dossier  en afirmación a una trayectoria artística sin muchos parangones. El arte, en  intercambio, mutación y crecimiento. muestran la espiritualidad de  Anido Pacheco, humilde y nada escurridizo en el intercambio de opiniones y el desprendimiento humanista.

A pesar de lo recogido por la revista, percibo que desde Vanguardia, el periódico, se tiene una deuda con la historia. Apenas se esboza la trayectoria del artista, como comentarista y crítico, por las páginas del antiguo diario en soporte impreso. Es una lástima la falta de esa mirada.

Durante más de dos décadas, una vez por la semana, la página cultural del rotativo, llevó a los lectores las opiniones de Albertico. Los criterios hacían profusas referencias a los estrenos de las películas que circulaban por los cines villareños. En otras  abordaba las proyecciones de la Cinemateca. Con en cienfueguero Román Villoch, en criterios no coincidentes, aparecía la colaboración altruista de Anido Pacheco. Era una columna de opinión en defensa de la Cultura y la educación estética, y jamás, que conozca, exigió y tampoco percibió una retribución monetaria.

Era un trabajo a la antigua: cuartilla en blanco, ideas y máquina de escribir, y de manera impecable el texto llegaba en manos propias a la redacción. De soslayo en «Pasión por el cine», Rolando Rodríguez Esperanza recuerda en Umbral… los años de comunión de Anido con el periodismo. De las labores que hizo en Cmhw, la emisora provincial, también quedan deudas en las páginas de la revista. No obstante, hay una senda abierta a la probidad, al reconocimiento y la ruptura contra el más persistente de los silencios.