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CUBANÍA TOTAL

HERAS, EL MENSAJERO

HERAS, EL MENSAJERO

Confesiones de Eduardo Heras León, Premio Nacional de Literatura 2014, en el tránsito de la realidad a la ficción, esencia de su cuentística.

Por Luis Machado Ordetx

Un punto final, como un parte agua, que cerró un tiempo y abrió otro, fueron las horas que estuvo en Playa Girón en calidad de miliciano. La vida, y el sentido de lealtad, marcó un antes y un después. Todo lo cuenta al paso de los años. Ya algunas historias están plasmadas en papeles impresos. Uno pregunta ¿por qué de la división del tiempo?, y espeta con sencillez un argumento retórico. Nada, «le vi la cara a la muerte; muy cerca, en una experiencia que jamás olvidaré». 

Resta por escribir algún que otro cuento, y en especial «las memorias: he estado en tantas peripecias y he conocido a gente, y eso falta por añadir», reconoció Eduardo Heras León (La Habana, 1940) durante un asedio de preguntas en las cuales el anecdotario marcó el diálogo informal.

Meses atrás los colegas Ayose S. García Naranjo (Girón),  Oscar Salabarría Martínez (Radio Sancti Spíritus) y quien escribe, sin mucho cerco, animamos al maestro de «vocación primaria», como dice, con el pretexto del abordaje de la historia, la pasada. Todo constituye, al cabo de muchas décadas, un punto esencial en los derroteros de su existencia.

Heras León, Premio Nacional de Literatura (2014), entre otros reconocimientos, prefirió estar de pie, y en tono pausado, como en susurro, encarar el «fuego» durante casi media hora de conversación. Hubo, entonces,  preguntas colaterales de los encuentros con Fidel y el Che, de fotografías y de ajedrez, otra de las pasiones.

Después de los saludos afectuosos, dijo: ¿Por dónde comenzamos?

Por Girón. Ahí está la historia que lleva a lo singular de La Guerra tuvo seis nombres (1968) y de Los pasos en la hierba (1970), dos libros de cuentos que descuellan en nuestra tradición literaria, dijimos.

El Chino Heras hizo una que otra gesticulación con su mano izquierda, y asintió con la cabeza. Entonces comenzó a contar, y vino el...

                                            OLOR A METRALLA                                              

«Mira, yo estaba en la milicia, presentado al llamado de Fidel en el año 60, para participar en cursos de artillería. Fui voluntario a combatir; tenía 20 años. El curso se dio en la Fortaleza de la Cabaña, y después llegamos a la Base de Baracoa, La Habana. Aquí iban a comenzar otro carrera para jefes de batería de morteros de 120 milímetros, y fuimos a Pinar del Río a un tiro combativo.                                                 

«El 15 de abril nos enviaron de regreso a Baracoa, en La Habana, y cuando ya terminábamos el curso nos hablaron que había una situación urgente. El capitán Octavio Toranzo, el director, hizo un llamado en la Escuela de Artillería Comandante Manuel Fajardo, y planteó que era necesario salir a combatir porque ocurrió un desembarco. Todo fue así de rápido.

«Organizamos una batería y me nombran segundo al mando. El jefe era un teniente de milicia, un hombre muy mayor, veterano de la guerra de España, llamado Dionisio González. Así salimos en dirección a Matanzas. Dionisio siempre me decía, bueno en caso que se arme el combate, tú vas para el observatorio a dirigir el fuego; eres el teórico, el que sabe, y yo estoy abajo en los emplazamientos ocupando las voces de mando.

«Hicimos una columna, y en Jovellanos una parada, un vivaque ahí. De noche llegamos a Jagüey Grande, oscuro todo. Aquí se produce la primera anécdota que recuerdo entrañablemente. Vimos una luz en medio del pueblo. Imagínate no se podía encender nada porque estaban bombardeando, y nosotros nos quedamos mirando aquella lucecita. Cuando cruzamos en el camión donde íbamos, con los faroles apagados, vimos a una viejita que tenía una lucecita en la mano. Nos decía adiós. Aquello conmocionó, y recuerdo que cantamos todos, casi al unísono, muy bajito, el himno nacional».

En «Crónica de Mateo», usted también recuerda las estrofas del himno, como una recurrencia, hasta que llegan al central Australia. Aquí «fuimos a la comandancia y vimos a Fidel allí por primera vez. Daba grandes zancadas. Recuerdo que señaló: “¡se pensaron que iban a encontrar otra Guatemala!”. El jefe mío de batería, González, le resaltó: “¡Se van a encontrar un guatepeor Comandante!, y Fidel respondió: “¡No!; ¡su Waterloo es lo que van a encontrar aquí!”.

«Nos mandaron a  hacer campamento, y a resguardar la batería. Así pasó esa noche; noche de gran nerviosismo, por supuesto. Se decía que había dos paracaidistas que estaban disparando. Hicimos la posta, y ahí vi a uno de los combatientes del Batallón 339 de Cienfuegos; que fue el Batallón que recibió el golpe principal de desembarco enemigo. Estaba con los ojos y la cabeza vendados, y cuando fue a encender un cigarro, le dije:

—¡Aquí no se puede encender cigarro!, y me quedo mirando a aquel hombre y le veo la herida, y digo, ¿y usted de dónde es?

—Soy del 339 de Cienfuegos, y cuando vayan para allá tírenle con todos los hierros, me precisó el viejo».

En «Eduardo», usted condensa esa anécdota, y evoca lo vivido sin borrar nada. Heras León sonríe, y sigue en su exposición.

«Vivaqueamos esa noche. Por la mañana me mandan a buscar de la Comandancia. Estaba el comandante Fernández Mell en Australia, y me dice:

—¿Tú tienes yipi de la batería?

—Si, yo tengo.

—Bueno, nos hace falta que lleves un mapa a donde está la primera línea.

«Con nosotros iría un cadete, un oficial y un teniente. También tomó asiento un capitán. Arrancamos para Playa Larga y comenzamos a ver los huecos y alguna que otra persona herida hasta que llegamos, y entramos a un saloncito y el capitán Fernández, el Gallego, jefe de operaciones, estaba con varios oficiales. Siempre recuerdo a Pepín Álvarez Bravo y el Comandante Oropesa.

«Fernández nos preguntó qué hacíamos, y dispuso que lleváramos los mapas a los tanquistas, y de inmediato ordenó: “¡pues sigan!”. Dejamos Playa Larga en dirección a Girón. Cuando habíamos avanzado un par de kilómetros venía una ambulancia por la carretera sonando la sirena, guiuuuuuuuuuuuuugiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu.... Nos pasó por al lado, y del vehículo hicieron señal de bombardeos. Eran los B-26. Un poco más adelante vimos un avión volando por encima de la carretera, y paramos el yipi. Todo el mundo se tiró a la orilla y nos metieron un rafagazo que le vi la cara cerca a la muerte.

Heras León sonríe y estira los labios cuando describe y narra de manera lineal sus anécdotas. Todo rememora la lectura de «Modesto», otro de los cuentos. En la historia advierte que «cuando me tiré a tierra los pies se me trabaron en el piso del yipi. No tuve otra opción que meterme debajo del vehículo, pero cuando traté de asomar la cabeza, vino otra ráfaga. Pasó el avión, y salimos de los escondites y seguimos. Vimos el avión de vuelta y más metrallazos, y finalmente logramos continuar viaje.

«Más allá nos encontramos con una cuatro-boca, una ametralladora, con un muchacho jovencito, de la Base Granma, los Niños Héroes, los verdaderos héroes, que estaba histérico, y casi gritaba: “¡coño, tienen la bandera cubana en las alas, y cuando uno se descuida, entonces le disparan a uno! De verdad que estoy que todo lo que pase por aquí le voy a meter plomo. No me interesa nada: si tienen o no tienen la bandera”.

«El muchacho añade: “hace falta pasar la ametralladora para la otra cuneta. Entre todos movimos la cuatro-boca de un lado del camino hacia el otro. Si me preguntan cómo lo hicimos, no lo sé; no sé de dónde sacamos la fuerza».

La historia está en síntesis en «Mateo», otro de los cuentos. En definitiva, Heras León, como afirma, representa un «testigo de su tiempo, y lo que hago es escribir lo que viví; ficción pero muy basado en la realidad. Todo en historias de mi vida». Un salto en el tiempo, entre una escena y otra, en «Eduardo», se añade la historia de Aldo Gutiérrez, el amigo combatiente. El escritor se alegra. Detrás hay algún misterio. Es que, «allá,  en el central Australia, me habían dicho que Aldo, un oficial de milicias de la Escuela, tenía un muerto en la batería, y estaba herido. Sentí susto, realmente, y comencé a buscarlo. De pronto diviso a mi amigo que estaba en un yipi descubierto. Tenía la cara llena de pólvora negra, de tanto que había disparado con los morteros. Cuando lo vi le dije: ¡Aldo!; ¡Aldo!, y de inmediato me reconoció, y  dijo: “¡Tienes agua Chino!; ¡tienes agua!

—¡No!, no, no tengo nada.

—¡Coño!, me dijeron que te hirieron, ¿dónde te hirieron?

—¡Si me hirieron! Fue una bobería.

—¿Pero dónde?, compadre, ¿dónde fue?...

Heras León no puede contener la sonrisa. Tiene una tierna picardía por la acción que desencadenó el amigo en medio de aquella carretera, llena de combatientes, de heridos y sobresaltos. Hace la verdadera historia pero prefiere que nosotros no la divulguemos. Aldo le ha dicho en más de una ocasión que cuando “tu escribas eso te voy a dar una tranca que te vas a acordar de mí”. El escritor vuelve a sonreír, y comenta: «aquello fue muy simpático; tremendo».

Los planos llegaron a manos de los tanquistas. Cumplió la misión, y el joven miliciano retornó a Playa Larga. Asumió otra encomienda del Gallego Fernández hasta que arribó al central Australia, sitio de ubicación de su batería, como segundo jefe. Allí tuvo un responso por la ausencia. Otra vez rememora en síntesis la historia de «Mateo», el joven tirador de ametralladora antiaérea de la Base Gramna, quien le «disparó al avión enemigo y ayudó a derribarlo», acotó.

El miedo, el riesgo, la inexperiencia y el deber, en Heras León toman relevancia entre una y otra anécdota simpática: «un miliciano de mi batería está lavándose los pies cuando viene el avión hacia Australia. Él lo ve, y sale corriendo para una lagunita que había y cuando está llegando hacen un cerrado ¡ra-ta-tá!; ¡ra-ta-tá!; ¡ra-ta-tá!; ¡ra-ta-tá!  Era una ráfaga de ametralladora del B-26. El hombre da media vuelta y sale hacia un pequeño cañaveral, y otra vez ¡ra-ta-tá!; ¡ra-ta-tá!; ¡ra-ta-tá!; ¡ra-ta-tá!. El soldado fue de un lado para el otro, hasta que se sentó en una piedra y sacó un cigarro, lo encendió, y se dispuso a fumar.

«Cuando se derriba el avión salimos hacia donde estaba aquel miliciano sentado en la piedra. Ahí vino  la descarga: ¡Coño, estás loco!; ¿cómo te vas a sentar ahí? Su respuesta: “voy para allá y me tiran; vengo para acá y me tiran. Bueno que me maten aquí compadre”.

«Llevábamos como tres días sin comer. Fuimos al central y nos dieron comida caliente; picadillo, y otras cosas más. Hubo un momento en que apareció Fidel. Recuerdo que había un grupo de mujeres, y una le dice: ¡Fidel, vencimos!, ¡vencimos!; ¡los derrotamos Fidel! Ahí les responde: ¡No; no; no los derrotamos!; ¡los descojonamos! Entonces añade: ¡Perdónenme compañeras! Al unísono exclaman: ¡No!; ¡que perdón Comandante!; ¡los descojonamos y bien!».

                                               JUEGO PRECISO

El maestro Heras León sabe y cree, que del pacto inicial de la acción reside en el surgimiento de la historia.  Hablo del Che y la mirada del escritor tiende hacia el techo de la habitación, y da riendas a su recuerdo. «Pasábamos el primer curso de artillería de militares cubanos que fueron a la Unión Soviética en 1962 y el Che nos visitó allá. Igual fue Raúl. Estando allí hablé con el Che Guevara, y ahí está la foto de aquel momento. Le digo Comandante Ud. pidió que Verde Olivo, la revista, tuviera una columna de ajedrez, pues yo la escribo. Entonces dijo, ¡Ah, pues yo te leo!

«De inmediato; ¡Ah, Comandante!; ¡prométame algo!

—¿Qué?

—Pues cuando lleguemos a Cuba jugará una partida conmigo.

—¡Está bien!, prometido.

«Al año siguiente ya había terminado, y estoy en uno de los torneos Capablanca, allí mirando los tableros y las partidas. Siempre fui muy cercano al ajedrez. En eso el Che llegó con un séquito al Hotel Habana Libre, y me le paré delante:

—¡Comandante!, ¿usted se acuerda de mi?, al tiempo que se me quedó mirando y dijo:

—¿De dónde?

—¡De Moscú!

—¡Ah, caramba!; ¡Sí!

«Ahora sé que me reconoció, y de inmediato le suelto», apuntó Heras León.

—¿Usted se acuerda de la promesa que me hizo?

—¡Si!, pero no la voy a cumplir porque sería una pelea de león a mono, y el león vas a ser tu.

— Aquello me desencantó un poquito. Me quedé mirando los tableros; las partidas y al rato, siento que hacen, zzzzzzzz, como el zumbido de abejas. Cuando miro era el Che asomado en el Salón de los Embajadores quien me llamaba. Tenía preparada una mesa, con reloj y todo, y me dijo, vamos a jugar.

«Indicó: “¡conmigo se juega a ganar!”. Nos sentamos, y jugamos la primera partida, y le dí. Yo había sido campeón juvenil de Cuba y de las Fuerzas Armadas, y tenía un nivel de juego alto.

«Cuando gano la primera me dice: “¡La revancha!” Jugamos la segunda y vuelvo a ganar. Eran partidas rápidas. Me mira serio y añade: “¡Otra más!” Vino la tercera partida y me hizo tablas, y se puso como un muchacho. Me agarró por los hombros: “¡te hice tablas!; ¡te hice tablas!” El Che era un enfermo al ajedrez. Son momentos inolvidables».

                                             IMAGEN ÚNICA

Heras León, militar entonces, estuvo en la lucha contra bandidos. Apunta que fue una incursión breve, allá por Corralillo, detrás de la banda de Campitos (Benito Campos Pírez), y en aquella ocasión no capturaron al alzado. El después reconocido escritor estaba en esa zona del noroeste villaclareño en  la inauguración del centro de estudio del Ejército Central.

Sin embargo, entre los muchos recuerdos siente satisfacción por una fotografía histórica que, después con el tiempo, la mostró. Todo ocurrió con su selección como primer expediente del curso de mortero, después de un tiro combativo, «como un aniversario de boda, como salir con una novia», apuntó en “Crónica de Mateo”, y Fidel estaba en el acto.  Entonces, «me regaló una pistola. Tengo una copia de esa imagen, como un tesoro. Cuando la batalla por el rescate del niño Elián, trabajamos con Fidel un tiempo, y llevé la fotografía.

«Cuando la vio me dijo: “¡Oye, pero qué joven estaba yo aquí! ¿Esta foto de dónde es?, preguntó”. Entonces le comenté. Dijo, “¿qué tu quieres que haga?”. ¡No, solo que me la firme!, y así lo hizo y colocó la fecha de ese día».

—¿Conserva la pistola todavía?

—¡No, qué va!; la entregué. Era del modelo Stechkin, automática, dada a partir del tiro combativo con batería, y de ahí viene el obsequio.

«Después los encuentros con Fidel fueron más sistemáticos. Dimos el curso por Televisión de Universidad para Todos, un proyecto que ideó el Comandante en Jefe y tuve el honor de inaugurarlo con otros compañeros. Hoy qué queda: escribir otros cuentos; cuando salgan, y las memorias, por supuesto. Por tanto, seguir fiel a los principios; continuar  como un leal revolucionario y moriré así. Eso es todo», dijo Heras León, quien siempre prefiere su vocación primaria: la de Maestro.

 


KENNY OCAMPO CASARES Y LOS FRAGMENTOS DE CIUDAD

KENNY OCAMPO CASARES Y LOS FRAGMENTOS DE CIUDAD

Por Luis Machado Ordetx

 

Un redescubrimiento del rostro y la expresión humana en los espacios urbanos tiende a la emoción descriptiva. La imagen siempre deja una  historia que involucra al espectador. Con ese propósito salió Kenny Ocampo Casares a recorrer escenarios cubanos para convertir su percepción artística y profesional en depurada síntesis. 

La selección que ahora exhibe la Galería Gelabert, de la Uneac en Caibarién, se nombra «Callejeras», en vínculo con afinidades relacionadas con la documentación social, sin llegar a lo masivo. Es la expresión fotográfica del  comportamiento  del individuo en escenarios  públicos.  De un modo u otro, después de una apretada curaduría y montaje,  los protagonistas captados irradian meditación y optimismo. Nadie sabe qué esconde un rostro en primer plano inmerso en el reposo, y tampoco aquella generalidad que se explaya en la acción productiva o cultural.

Es el propósito que durante largo tiempo asume los derroteros de la denominada Street photography, o sencillamente Fotografía de calle, motivo de los desvelos que llevaron a Ocampo Casares a transitar por su terruño de Caibarién, Remedios, Santa Clara, La Habana y Camagüey. Nada de estudio de escenas y protagonistas. Todo «recayó en lo espontáneo sin poses establecidas»,  afirmó el artista del lente durante un diálogo que sostuve días atrás.

Las imágenes, 19 en total, aparecen en blanco y negro, las menos, y en color, sin manipulaciones tecnológicas. El acierto caracteriza el empeño de un profesional con una década de hacer creativo. Las piezas apresan la sociedad, y también sus costumbres, en superposición de lo callejero y lo documental. Constituye un todo de exploración y búsqueda de lo representativo provisto del contraste de luz y sombra, y de rejuego con el contrapunto.

Las imágenes en formato de 30 por 45 centímetros contienen una minuciosa observación de la realidad. Todo desencadena en relatoría objetiva y verosímil, un estilo de trabajo que carena en registro lingüístico y polisémico del discurso. 

De ahí la riqueza de retratos, o street portrait, en primer plano,  elaborados a  Daniel Esmirio, el celoso cuidador de perros callejeros, o el comerciante-vendutero, captados en  Caibarién, y también de Charles, el carismático  voceador de periódicos en Santa Clara. Son rostros en plano próximos  que sujetan historias de extraños o desconocidos personajes empeñados en desandar  por las urbes cubanas. En ninguna de las imágenes asoma la toma posada: de aquí un acierto que afirma lo espontáneo que se proyecta a lo perdurable.   

La primera exposición personal de Ocampo Casares, con dimensión única en su terruño, aun cuando está inmersa como Fotografía Callejera, título último que retoma, apresa otros rasgos diferenciadores a la mirada de profesionales dispuestos a sustentar una historia en papel impreso.  

Todo está relacionado con los valores documentales en los fragmentos de la ciudad. Las representaciones, incluso aquellas que marcan el rumbo de la velocidad del tiempo a partir del empleo de la bicicleta como medio de transportación, ofrecen actualidad y dimensión informativa y estética, sin que nada se proyecte hacia lo efímero. Tampoco falta el carácter objetivo y de manejo de luz y perspectiva para legar carácter periodístico al material impreso que, en secuencia, narra una historia: la de nuestros días.

Es una lástima que la Galería Gelabert, en Caibarién, solo disponga de convocatoria de público en períodos de inauguración de una exposición. La muestra de Ocampo Casares, exhibida ahora, por las lecturas de los mensajes y la transmisión del discurso, reconoce un acontecimiento poco usual que, con el rumbo de «callejero», se detiene en valías integradas a una  mirada urgida de recorrer otros ámbitos.

MARTÍ EN LA FAMILIA GARCÍA CATURLA

MARTÍ EN LA FAMILIA GARCÍA CATURLA

Por María Aleyda Hernández Suárez

En 1920 la casona colonial ubicada en la manzana limitada por las calles General Carrillo, Alejandro del Río y Santiago en plena Plaza Isabel II, recibiría al matrimonio formado por Silvino García Balmaseda y Diana de Caturla y García y a sus hijos Alejandro, Laudelina, Berta y Othón. A partir del 31 de mayo de 1975 en ese edificio abría sus puertas el Museo Casa Alejandro García Caturla para rendir tributo de recordación al más universal de los remedianos.

La familia García Caturla se inserta en la memoria histórica de San Juan de los Remedios. El Comandante García Balmaseda descendía de patriotas por línea paterna, los García-Conde y Carrillo, y por la materna, de una antigua estirpe remediana, los Balmaseda. Procurador de profesión, se dedicó también a la administración de bienes. El 24 de marzo de 1905 contrajo matrimonio con su prima Diana Victoria de Caturla y García-Conde, con familiares relacionados en las altas esferas políticas y financieras del país y de posición económica desahogada.

Silvino García Balmaseda (10-febrero-1879 -2 septiembre 1959) hijo de Alejandro García-Conde y Carrillo el que, junto a sus hermanos Juan, Joaquín y Francisco formaron el grupo patriótico que la historia local define, por su destacada participación en la Guerra de los Diez Años, como los Hermanos García. Apenas un adolescente, se unió a las fuerzas independentistas en 1895 y llega a ser uno de los más cercanos colaboradores del brigadier José González Planas. En el periodo republicano, como otros tantos oficiales del Ejército Libertador, se dedicó a realizar obras en beneficio social como fueron: la donación de territorios de su propiedad en Punta Brava para la construcción del hospital de Caibarién,  integrar el Patronato fundador del Museo José María Espinosa –hoy Museo Francisco Javier Balmaseda- y el Comité Gestor para la fundación de la Biblioteca Pública José Martí de Remedios.

En el Museo Caturla, en la primera habitación de la derecha entrando, aún se conserva el despacho que ocupara Silvino García cuando a partir de 1911 se hizo Procurador Público. En este espacio pueden apreciarse fotos, muebles, libros y otros objetos tal y como se encontraban cuando eran usados por su dueño. En este ambiente se respira una fuerte presencia martiana: la copia impresa de La Luminosa Frente de Conrado Massaguer, enmarcada y colgada en la pared, un busto de medianas proporciones sobre un librero giratorio y diversas publicaciones relacionadas con la obra del Maestro que constituyen una parte de la voluminosa biblioteca. Entre estos libros, pertenecientes a la Sección de Publicaciones y debidamente protegidos a través del sistema de documentación de los museos se encuentran: «José Martí. Ideario» de Isidro Méndez, «Epistolario de José Martí» de Félix Lizaso, «Martí periodista» de Gonzalo de Quesada y Miranda, «Martí en España» de Emilio Roig, «Código Martiano» de Carlos Alberto Martínez Fortún y otros hasta completar la cifra de treinta y cinco que demuestran la admiración que este patriota sentía por el apóstol de la independencia de Cuba.

Alejandro García Caturla, músico y abogado, tuvo una corta vida (7-marzo-1906- 12-noviembre-1940) pletórica de actividades tanto en el ámbito cultural como en el de la jurisprudencia. El 15 de julio de 1933 Alejandro y Othón García Caturla con la colaboración de Nicolás Guillén, José Antonio Portuondo, Juan Marinello, Manuel Navarro Luna, José Ardévol y Eugenio Florit entre otros intelectuales cubanos editaban el primer número de la revista Atalaya, publicación progresista de influjo martiano. José Martí será nuestro guía. Quien mejor que él, Maestro excelso, puede fijarnos los derroteros a seguir, él que oteó en todos los horizontes y en cada uno dejó muestra de su genio proteico. Atalaya será un vocero de la actualidad infinitamente proteiforme, de las manifestaciones artísticas y literarias (…) Atalaya: sección depurada de la producción intelectual en devenir, en favor de la liberación y el progreso del espíritu colectivo (…)

En el número inicial se hace una valoración del libro «Martí» de Jorge Mañach donde se destaca la humanización que realiza el autor de una figura que se había convertido en dios tropical de verbo cálido y florido y en la sección «Divulgación martiana» se reproduce un fragmento del discurso pronunciado por el apóstol el 26 de noviembre de 1891 en la velada ofrecida por el Club Ignacio Agramonte en Tampa.

Othón García Caturla (6 febrero 1912 -Puerto Rico 6 agosto 1981) fue abogado, escritor, músico y funda, al frente de un Comité Gestor, el 28 de enero de 1936, la Biblioteca Pública José Martí de Remedios. En la inauguración de esa institución, a la que asistió Dulce María Borrero, Directora de Cultura de la Secretaría de Educación, Othón García pronuncia un discurso donde subraya: El Comité Gestor de la Biblioteca, que ha trabajado cinco años, ve hoy su esfuerzo coronado por el triunfo. Aquel iluminado que se llamó José Julián Martí y Pérez dijo en ocasión memorable que “hacer es la mejor manera de decir”. Ningún homenaje mejor a su memoria pudiéramos rendirle hoy que se conmemora su natalicio, que la apertura de la Biblioteca: sus palabras tienen fiel cumplimiento: su pensamiento es interpretado y una realidad perpetuará su nombre, y la difusión de su vida, su personalidad y su obra perpetuará su espíritu. El también dijo que “saber leer es saber andar, saber escribir es saber ascender”. ¡Y a la Biblioteca se va a venir a leer y a escribir!

Entre legajos reclamatorios, libros de leyes, novelas, poesía e infinidad de partituras se deslizaba imperecedera la figura del cubano infinito, inspirando a toda una familia. Silvino, Alejandro y Othón lo asumieron como paradigma en cada una de sus disímiles obras; porque, como señala el precepto martiano, El que no sabe honrar a los grandes no es digno de descender de ellos.

 

CARILDA Y EL

CARILDA Y EL

Por Luis Machado Ordetx

 

Carilda Oliver Labra, la poetisa cubana, falleció este miércoles 29 de agosto. De los diálogos que sostuve décadas atrás con el declamador villaclareño Severo Bernal Ruiz saco este testimonio de una enconada  polémica de la escritora con un sacerdote en Santa Clara.

 

 

                       «[…] La palabra del poeta se confunde 

                     con su ser mismo. Él es su palabra…»1    

                                                                   O. Paz

 

          

 

¡La sangre hierve!: pregúntele a Carilda Oliver Labra, la poetisa de Matanzas. A mediados de 1955 protagonizó en Santa Clara, de manera pública, un sonado encontronazo cultural que, de inmediato, colocó en raya a Fray Casto de Villavicencio,2 un sacerdote capuchino, radicado aquí.

Ese hecho, no abordado en toda su significación, surgió cuando el párroco de la iglesia de la Divina Pastora, ubicada en el parque de igual nombre aledaño a la estatua del patriota Miguel Jerónimo Gutiérrez,  envió juicios críticos a las páginas del periódico El Villareño, El Diario de la Tarde, de la capital villareña, referidos a los versos que esa escritora firmó en un folleto editado por el Ateneo de la Mujer, una institución en la que figuraba  como miembro permanente.

Casto Villavicencio, un hombre de unos 55 años, por esa época, desde su sección «Apreciaciones», con salida semanal, relató sobre «hechos, cosas y personas, tanto de la localidad como de fuera, tanto de carácter profano como religioso…», y entre en sus asuntos apareció una “Carta a una Doctora de Matanzas”,3 texto que desató la polémica.

Un revuelo causó en círculos literarios de la localidad, principalmente entre amigos y lectores que, desde entonces, ya conocían de las cualidades de una poesía, concebida desde Matanzas y dispuesta a dejar huellas en la Cultura Cubana.

Precisaba el sacerdote: «[…] Con fecha 8 de mayo de 1955 y editado por el «Ateneo de la Mujer», que preside la conocida Dra. Julia E. Consuegra, ve la luz un folleto y en el folleto una poesía que firma Carilda Aliver (sic). Título de la composición poética: “Saludo a la mujer soltera.”

«[…] De verdad que si esas expresiones de glorificación de la muchacha, que es madre siendo muchacha, son exponentes de las convicciones de la escritora; si esas frases con el sentir y el pensar y el vivir de la respetada Dra. de Matanzas, si en su concepto vertido en la poesía en cuestión, la mujer que hasta hoy llamados todos mujer caída, mujer de la vida, es tan buena y tan digna madre, fuera de la esfera del matrimonio, es tan buena y tan digna como las demás, y ella aplica esa teoría a la propia vida, si la autora viera la muchacha que se tuteaba por todos «deshonrada», con las mismas deferencias que a la venturosa y le dice de verdad eso que le dice en sus versos; «Puedes alzar los ojos. Tú también eras buena, Tú vientre es tan bonito como…» Y estos otros de sabor blasfemo; «Estás recién casada con Dios y ya es bastante»; si esa madre soltera es el canon de su propia moral y es el que fija para nuestra juventud, entonces si es que hemos canonizado el vicio y le hemos dado al libertinaje la misma carta de honradez que hasta ahora sólo llevaba por especial privilegio la moralidad; entonces si que se le abrió ancha puerta al amor libre y se sacó a subasta, a cualquier precio, el pudor y la decencia.

«Por mi parte, PROTESTO en nombre de nuestra mejor juventud femenina. Y dejo bien sentado: La mujer que es madre sin casarse, es inmoral y merece la repulsa de las honradas, lo mismo que la merece toda la que ensalce y justifique esa irregular maternidad.»

Que recuerde, ese poema no lo recoge otros libros de Carilda, como tampoco las opiniones de Casto de Villavicencio. Todo no quedó ahí. De inmediato la escritora saltó con una respuesta cortante. Años después Severo Bernal Ruiz, el Declamador Dilecto de Las Villas, afirmó cuando abordé el tema aparecido en la prensa villareña: «Todo lo conozco de primera mano, porque, de un modo u otro, fui partícipe indirecto de aquel acontecimiento histórico». 4

«Días después, a la casa llegó un sobre certificado con especificaciones y urgencias», aseguró, y mostró el texto que sigue:

                              «Octubre 4 de 1955

Querido  Severo Bernal:

                        No sabes que alegría me ha dado tu simpática carta. La lealtad es virtud que no brilla actualmente; así el servicio de afecto que me has hecho te lo guardo en el corazón.

                       Me he divertido bastante con las «Apreciaciones» de Don Casto. Son deliciosas sus tonterías. No sé ni por qué las contesto. A lo mejor es que me gusta mover un poco el ambiente. Es una buena oportunidad para lograr un poco de distracción al margen de nuestro cotidiano tedio…

                        Agradecí infinitamente que me mandaras, hace algún tiempo, aquel programa de una exposición donde figuraba un adefesio mío (que no sabía yo que andaba en tan peligrosas manos…), y no me acuerdo si te escribí dándote las gracias o no. Lo muy cierto es que estoy avergonzadísima contigo, porque, como recordarás, aquella noche quedaste contratado por López Luis para actuar por cuenta de la Cultura Cubana y yo quedé pendiente de la cuestión económica. Pues, bien, cuando, a los quince días, le traté el asunto, me dijo descaradamente que a la Institución no le interesaba el espectáculo y otras cosas por el estilo. Le recordé que la iniciativa había partido de él y me respondió que ya había cambiado de idea. Me molesté mucho y le expliqué que yo era una persona responsable y que iba a quedar mal contigo, pero no le importaron mis razones. Y me quedé tan apenada que no sabía ni qué decirte; de ahí mi silencio.

                                  Bueno, querido Severo, muchas gracias por tu bondad. Dale ese artículo al director de «El Villareño». No entraré en polémica: ese es el primero y el último.

                                   Hugo y yo te abrazados, Carilda Oliver Labra».5

PD: Envíame cualquier nota que se publique sobre el asunto. Mi contestación… ¿verdad que está demagógica y piquita…?».6   

La réplica fue entregada inmediatamente a Armando A. Machado y Pérez de Prado, director de El Villareño, con redacción en la calle Luis Estévez, número 161, Santa Clara. Así, Bernal Ruiz precisó: «Cumplía el encargo en idéntica forma en que suministré a la poetisa el comentario escrito por el sacerdote».

 Allí recalcó Carilda: «[…] Tarde me entero, por un buen amigo, de cierta carta pública […] Después de leerla en El Villareño, del 29 de septiembre, por segunda vez, me quedo más perpleja que la primera; pues realmente el desentendimiento es recíproco: Ni Fray Casto comprendió los versos que escribí para una madre soltera y que tanto le ha indignado ni yo le adivino la entraña constructiva que debe tener toda crítica… Así las cosas, no debería responderle, pero le respondo […] El sol no se defendería si alguien dijera que no brilla; pero si le parece conveniente aclarar el punto de vista que sostiene la poesía en cuestión sobre la madre soltera; ya que con ellos haré a muchas mujeres un servicio de justicia y de ternura.

«Las madres solteras, querido padre, lo son más que las otras. A las casadas llega el hijo con orgullo y gozo, como un fruto de felicidad; a la soltera: casi como si fuese una venganza terrible de la Naturaleza, una señal de los clandestinos amores, la evidencia en fin de una conducta privada que la sociedad condena y sin embargo esta mujer soborna su venganza con el sagrado ministerio de la maternidad, sujeta sus lágrimas, que las más de las veces no brotan en homenaje a su propia desgracia, sino por el niño que viene sin protección, sin apellido, sin padre. Esa mujer se levanta ante todos con su grandeza que dan los enormes dolores y decide no malograr el hijo que empieza a germinar en ella, sino salvarlo a costa de su propio deshonor […]»7 

La contrarréplica se puso en marcha, y Casto de Villavicencio retomó el tema a los pocos días: «[…] cuidados inaplazables a enfermos, aunque a lo mejor no lo crea, no me han dejado espacio para la respuesta […] Mañana D.m., entremos en materia; pero hoy permítame usted unas anotaciones previas que presumo van a ser de notable interés para el susodicho esclarecimiento.

«Hablamos de plantear mañana un problema y tal no haya necesidad, porque, a lo mejor, no existe tal problema.

«Que usted sea religiosa, no cabe dudarlo. […] En tal caso pregunto ¿Plantear usted el problema con criterio religioso, o no? Si exclusivamente lo mirara usted con ojos humanos, no hay tema […]

«Mi buena doctora, usted está sentida conmigo. Se trasluce en sus primeras líneas un gesto de contrariedad. Con un tono, si es o no es despectiva, cuando dice «sin encomendarse a nadie me ha endosado un fraile».

«¿Por qué se pone usted así? He sido correcto, le dispenso toda deferencia. En mi no hay reticentes ni ironías. El asunto era grave y puse palabras claras y serias, sin sentido figurado. Sólo me ensaño con los malos y con los torcidos, no, porque, si no, se espantan y no se enderezan. Usted ha tomado para sí lo que se dirigía a su principio o teoría. Así no.

«[…] ¿Se figura mi buena Doctora que yo me meto con su poesía por manía de fastidiar? No lo crea así. Lo que pasa que para construir un gusto en firme, y como me pareció y parece que su teoría sobre la madre soltera es extremadamente movediza, traté de remover hasta encontrar el firme. Eso es todo».8  

A la calle San Vicente, número 14, esquina Merced, en Pueblo Nuevo, Matanzas, fue de inmediato el despacho certificado de Bernal Ruiz. En su contenido, el texto de la contrarréplica. En unos días el sacerdote publicó otro comentario, menos agresivo que el anterior, abdicando un poco de su posición, denotando un sentido más religioso y comprensivo. Así terminó la cosa.9

Muchos amigos de Carilda, principalmente Carlos Hernández López, Enrique Martínez Pérez, Sergio Pérez Pérez y otros, quienes disfrutaban desde Santa Clara de su hechura lírica y desenfado para asumir la realidad y la vida, de cierta manera, sintieron alegría porque ese asunto quedara cerrado de la mejor forma posible.

Desde muchos antes de aquel hecho, indicó Bernal Ruiz, «disfruté con entereza de su calibre de persona: todavía recuerdo cuando, previo al 3 de marzo de 1955, en ocasión del Día del Poeta, en honor al natalicio de Bonifacio Byrne,  ofrecí, por invitación de Carilda Oliver Labra y la Peña Literaria de Matanzas, un recital en recordación a Emilio Ballagas Cubeñas, fallecido en septiembre del año anterior».

«Ya ella vivía en Tirry 81, sitio en que la visité en los instantes en que se organizó el  primer tributo público que se rindió en Cuba al autor de Sabor eterno. La gestión se debió a Carilda, admiradora de ese poeta, y el encuentro, en el cual intervino Agustín Acosta, Néstor Ulloa Rodríguez, Gaspar Jorge García Galló y otros amigos, llenó de admiración a escritores y artistas reunidos en la Atenas de Cuba».

Meses después, otra vez en Matanzas, al terminar el programa de declamación, la poetisa, en privado, argumentó Bernal Ruiz, «detalló parte de la historia de una amiga, estudiante de Medicina, que enfrentó a la familia, la sociedad y los tabúes de la época, y sola, al costo de los riesgos, decidió el reto del embarazo y la crianza del hijo: era precisamente las reales lecciones que inspiraron el “Saludo a la mujer soltera”, el antológico texto que atrajo en Santa Clara la ardorosa querella entre un sacerdote y una escritora».

«Con el tiempo se continúo departiendo de aquello —no en tono de chismografía—, pues desanudó insensatas posiciones sociales que lastraban la conducción de la vida y del feminismo», añadió el declamador cuando décadas atrás, antes de fallecer en 1989, tuve el privilegio de revisar su amplia papelería.

Por su parte, Casto Villavicencio persistió su labor parroquial y la publicación de comentarios en El Villareño, mientras La Publicidad, otro diario de la ciudad, incluía en sus páginas algunos de los más significativos poemas escritos por Carilda, entre los que destacan «Elegía por Mercedes», tal como puede contrastarse en la prensa villareña republicana.10

Una nueva invitación llegó por correo certificado, y traía la rúbrica de Carilda, así dijo Bernal Ruiz:

                 «Matanzas, 18 de Noviembre de 1957.

                 Querido Severo Bernal:

                               ¡Cuánto me gusta saludarte!... ¿Cómo estás? Enrique Martínez me ha alcanzado tu deseo de venir pronto a Matanzas, que yo aprovecho para invitarte —con toda formalidad— a la velada del siete de diciembre aquí en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento. Son cincuenta pesos los disponibles para ti y no puedo pasarme de esa suma. Tú dirás…

                               Necesito respuesta rápida para ordenar los programas. Si tienes estudiado el «Canto a Maceo», de Navarro Luna, o el mío, nos gustaría oírlos, o uno de ellos; así como aquel fragmento de «West Indies», que dijiste tan maravillosamente en la Biblioteca «Gener y del Monte» a puertas cerradas. Yo creo, sinceramente, Severo, que eres colosal en ese género de interpretaciones y quiero con tu presencia empapar de emoción a los matanceros. El programa se reducirá a cuatro interpretaciones musicales por la Banda Municipal y tres poemas por ti, alternando con aquellas, amén de un breve panegírico de Maceo.

                                No te escribo más. Estoy en este momento trabajando en el Ayuntamiento. No olvides mencionar los poemas que escojas para anunciarlos por anticipado, y si tienes una fotografía envíamela.

                                 Cariños. Cariños. Cariños.

                                                    Carilda.

                                                          Tirry 81,

                                                                    Matanzas.»11

Después arribaron otras misivas, cortas, muy cortas, pero con el recuerdo latiente. En algunas venían versos escritos con la impecable caligrafía de un mecanógrafo de pulcro oficio: la amistad no se apagaba. De esa papelería exhibida durante trabajos investigativos, mostró el declamador: «”Dónde están tus manos”, que, en la segunda estrofas, refiere: “¿Dónde de estarán en este momento en que me cruza/ como una flor dorada por la imaginación?/ ¿Dónde estará su mezcla de alcuza y corazón?/”, mientras puedes ver  “Al niño que vende berros”, y expresa: “Te encontré esta mañana al doblar de la Audiencia/ y ¡qué golpe me ha dado tu infeliz inocencia!/”. Desconozco si luego Carilda los publicó en alguno de sus libros, pero lo cierto que en aquel momento, al evidenciar queja, denuncia, y también frustración espiritual, llevaban los ribetes inéditos. El primero está fechado en 1958, y el segundo tres años antes».

«Quiero detenerme en un largo texto, también de 1958, donde estampó al final: «Mi último poema, Severo, Carilda Oliver Labra», añadió Bernal Ruiz: Su título:  

 

 

COSAS

 

                                         Haremos un disparate,

                                         por ejemplo:

pasar bajo las nubes juntos.

                                         Entonces

                                         (pero ¡qué entonces!)

                                         será probable

              que nos sintamos pobres y profundos.

                                         Yo te diré:

                                          uno y dos son cinco;

                                          tú no sabrás de cuentas:

                                          tendrás los ojos fijos

                                          en un canario

                                          chico.

                                          Yo te diré:

                                          no se te cae el pelo,

                                          te crece,

                                          con cuidado,

                                          la frente.

                                          Tú lavarás el tiempo con cerveza

                                          para confundirlo conmigo…

                                          Y pelearemos por todo y por nada:

                                          por una coma,

                                          por lo roto,

                                          porque te conocí tarde,

                                          porque eres católico.

                                          Tú le llamarás inevitables nombres

                                           a mis espejuelos,

                                           a mi tristeza.

                                           insultados a bordo de la estrella…

                                           Solos,

                                           incorrectos,

                                           muriéndonos…

                                           Pronunciaré la palabra amigo

                                           para salvarme,

                                           y tú dirás

                                           como pisando tonterías

                                           o como para que yo no escuche lirios:

                                           no seas seria,

                                           acuéstate conmigo…

                                           Pero, ay, no, no,

                                           que aún puedo alzarte versos,

                                           pedirte un latigazo,

                                           enfermar si te veo…

                                           ¿Qué si estoy enamorada?

                                            Acaso:

                                            creo en mi mejilla porque la tuviste,

                                            amo los domingos,

                                            ayer pensé que el viento no era el viento;

                                            además, siempre excuso tú diente amarillo.

                                            Esta tarde a las seis,

                                            parecías un hipocampo triste.

                                            Estabas de memoria en el frío.

                                            Te hubiera profanado con mis senos,

                                             y sin embargo,

                                             ya ves:

                                             te dedico un cementerio.

                                              Si. Hoy callabas:

                                              Aproveché tú silencio:

                                              hice mentiras y te las puse en la lengua quieta,

                                             y tú, pues, sin saberlo,

                                             dijiste:

                                             amor mío…»12

 

Nadie negará la belleza intrínseca de esas metáforas.

Después, en 1966, por esas raras desventuras que depara el destino, «tras la realización de un recital que di en Matanzas, convocado por una institución cultural de allá, dialogué por última vez con la cálida y siempre fraterna amiga Carilda Oliver Labra. Entonces, inmerso yo en las faenas tipográficas y algún que otro acto de declamación entre villareños, dejé de verla», alegó.

«Siempre la recordé, desde el silencio de aquellos instantes candorosos de la juventud, cuando comulgó con los versos, y de pronto en la encrucijada, surgió como una aparente destemplanza el peregrino regaño de Don Casto, instante ese que la irguió, aún más, hacia la cúspide de su soberbia poética», precisó por último Bernal Ruiz. 

 

Notas                        

 

1- Octavio Paz (2003): El Arco y la Lira, Sección de Lenguas y Estudios Literarios, p. 45, Fondo de Cultura Económica, México.

2- Casto Luly de Villavicencio: [Valladolid, España, 1901-¿?]: Miembro de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Predicador. En 1952 fue nombrado Consiliario del Consejo Diocesano de Las Villas, párroco de la iglesia de la Divina Pastora, según acuerdo de la iv Asamblea Diocesana de Caballeros Católicos de la Rama A. Fue alumno del primer curso (1952-1953), en la aún no oficializada Escuela Profesional de Periodismo y Artes Gráficas «Severo García Pérez», radicada en la ciudad. Después de creado ese centro docente por  Decreto Presidencial número 500, de 1954, el sacerdote  estuvo en la nómina de los estudiantes, y sus colaboraciones periodísticas fueron sistemáticas en los diarios «La Publicidad», «El Villareño», «El Heraldo de Las Villas» y «El Pueblo», todos de Santa Clara, así como «El Fénix», en Sancti Spíritus, y «La Correspondencia» y «El Comercio», de Cienfuegos. Abandonó Cuba en 1960.

3- Fray Casto de Villavicencio: «Carta a una Doctora matancera», sección Apreciaciones, periódico El Villareño, El Diario de la Tarde, Santa Clara, Las Villas, vii (221):2; jueves 29 de septiembre de 1955.

Cfr. Urbano Martínez Carmenate (2004): Carilda Oliver Labra: La poesía como destino, pp. 204-207, Editorial Letras Cubanas, La Habana.

4- Carta desde Matanzas, de  Carilda Oliver Labra al declamador Severo Bernal Ruiz, residente en Santa Clara, martes 4 de octubre de 1955. [Inédita]. El Autor dispone de fotocopia.

5- Carilda Oliver Labra: «Carta a Fray Casto de Villavicencio», en El Villareño, El Diario de la Tarde, Santa Clara, Las Villas, viii (221):2, sábado 8 de agosto de 1955. V. Carilda Oliver Labra (1997): «Carta a Fray Casto de Villavicencio», en Con tinta de Ayer, pp. 75-77, Ediciones Capiro, Santa Clara, Villa Clara.

6- Carta al declamador villaclareño. Op. cit.

7- Idem.

8-  Fray Casto de Villavicencio: «A una Dra. Matancera: Respuesta en dos tiempos: Hoy el primero», en El Villareño, El Diario de la Tarde, vii (233):2, Santa Clara, Las Villas, viernes 14 de octubre de 1955.

9- El declamador mostró el recorte de prensa, correspondiente a: Fray Casto de Villavicencio: «A una Doctora matancera: respuesta en dos tiempos. Hoy el segundo», en El Villareño, 7(235): 2; Santa Clara, Las Villas, lunes 17 de octubre de 1955. En el Archivo Histórico de Villa Clara el número correspondiente a esa edición no aparece registrado.

10- Carilda Oliver Labra: «Elegía por Mercedes», en La Publicidad, 52(76):10; Santa Clara, Las Villas, viernes 30 de noviembre de 1956.

11- Carta desde Matanzas, de  Carilda Oliver Labra al declamador Severo Bernal Ruiz, residente en Santa Clara, lunes 18 de noviembre de 1955. [Inédita]. El Autor dispone de fotocopia.

12- El autor dispone de una fotocopia de esos originales.

 

 

 

 

 

 

LAS DIABLURAS DE BOFFIL, EL PINTOR

LAS DIABLURAS DE BOFFIL, EL PINTOR

Por Luis Machado Ordetx

 

Otra vez Noel Guzmán Boffil Rojas desanda el camino de Santo Domingo a Santa Clara, un trayecto que atraerá otro premio, uno más, en su historial artístico: una sui géneris exposición con apariencias retrospectivas.

El miércoles entrante, a las cuatro de la tarde, la reunión será en la sede de la Uneac en la capital provincial, sitio donde se inaugurará «Apoteosis de San Noel de los Remedios», en alusión al terruño natal de un infatigable creador que, despierto, sueña a diario con «trincar» en las fuentes de la mitología folklórica rural trasplantada al ámbito urbano.

Todo está acunado a los delirios de un artista con reconocido prestigio internacional, a quien José Seoane Gallo definió hace algunos años como exponente de un «expresionismo natural e inquietante» por la manera de recrear la realidad y fabular sus cercanías inmediatas.

Por años Boffill Rojas, ante las observaciones de especialistas, niega influencias próximas, aunque considera al mítico Samuel Rodríguez en el rango de «padre espiritual», y son reales sus observaciones por esa jerarquía de validez y carácter irrepetibles que impone a sus trazos, temas e insinuaciones polisémicas del discurso artístico.

En teoría nada sabe ese creador aplatanado ahora en suelo dominicano. Falta no le hace en materia conceptual. El espejismo abarcador que ofrece es único: pintar, pintar y pintar, lo mejor que hace en el interminable encuentro con el lienzo virgen donde impone una técnica propia que nombró «bordado guzmaniano» para imponer un sello irrepetible de originalidad.

Con esa técnica, reinventada, emprendió el camino de la desacralización de héroes y mártires de la Patria, y hasta contribuyó a acentuar con camino mitológico en el recreo de la personalidad de los personajes escogidos y de la historia insular.

La muestra «Apoteosis de San Noel de los Remedios», la más abarcadora de las presentadas en más de tres décadas de servicio artístico, la integran 160 obras en pequeño y gran formato, con algunas abstracciones, realizadas entre los años 80 y la actualidad.

Los curadores de la exposición, de óleos y acrílicos sobre lienzo, son los críticos villaclareños Antonio Pérez Santos, Roberto Ávalos Machado y Yamilka Rodríguez Guerra, quienes, al decir del artista, desplegaron una mirada atinada en la selección de las piezas para lograr una entrega visual de rango exquisito.

La ingenuidad de Boffill Rojas, para unos, y el neoexpresionismo en otros, así como la dimensión naif y popular, otra vez salen a la palestra pública con un tono inspirador y de amplio espectro de metáforas, únicas en su estilo creativo en la contemporaneidad.

 

MARTÍ REAFIRMA LA LUZ DEL SOL

MARTÍ REAFIRMA LA LUZ DEL SOL

Por Luis Machado Ordetx

Rara vocación martiana en espacios públicos de Santa Clara durante el pasado menos inmediato. Extraña aún resulta el reconocimiento a los fundamentos de dos hijos de esa localidad, entre los primeros cubanos, en entregar al Apóstol una dimensión permanente.

La huella más remota está en Carlos de Velasco, editor-director de la revista nacionalista Cuba Contemporánea, que en 1915 solicitó a todos los cubanos colocar flores blancas en tributo a Martí. El entusiasmo fue acogido por profesoras y estudiantes de la escuela Spencer número 3, de la antigua capital de Oriente.

También desde Santiago de Cuba se incluyeron en el encargo de un busto al escultor Ugo Luisi, mientras con colectas públicas, iban ofrenda en mano,  al nicho 134 de la galería sur del Cementerio General, actual Santa Ifigenia, sagrado protector de la tercera inhumación de las reliquias del más universal de todos cubanos. Así correspondían al deber patriótico.

El Doctor Elio Fileno de Cárdenas y Acosta, es otro de los martianos que la ciudad olvida. Desde su posición de senador de la República por el partido Demócrata durante  el gobierno de Grau San Martín, impulsó las prédicas del periodista Guido García Inclán para recabar el financiamiento a la campaña «Por una tumba digna de Martí» en Santa Ifigenia. El proyecto se propuso como Ley al Senado, y se aprobó el 19 de febrero de 1945 y tuvo firmeza legal en octubre de ese año.

Al finalizar junio de 1951 quedó inaugurado el Mausoleo a José Martí, pero el villaclareño Cárdenas y Acosta no vio en vida el entusiasmo mayor de todos los cubanos.

                                     REPASO AL PARQUE  

Por años indago  por el busto de Martí que, esculpido por Mateo Torriente Bécquer, se colocó el parque Vidal de Santa Clara. Las pesquisas son infructuosas aunque tres bocetos en yeso se localizan en el Museo Histórico de Cienfuegos. Al menos es una suerte que en el aniversario 165 del natalicio de Héroe Nacional, se encuentren esas piezas en excelente depósito.

Cuando en La Publicidad, de Santa Clara, correspondiente  al 25 enero de 1941  el periodista Sergio R. Álvarez, incluyó su artículo «Villa Clara y Martí», anunció que tres días después ocurriría un acontecimiento muy esperado por todos. Transcribo el texto:

«Al fin, la idea bellísima de muchos: Centro de Veteranos, Club Rotario, Comité organizado por el Dr. Aurelio Hernández, etc., que pasaba el tiempo y no tenía realización práctica, el veinte y ocho, día del aniversario del nacimiento del gran cubano —no bien conocido por nosotros— quedará realizada al ser descubierta en nuestro Parque Vidal la magnífica escultura que ha modelado el notable artista cienfueguero Mateo Torriente Bécquer, de quien dijo Horacio Rubens, el gran amigo de Martí, en el acto inolvidable en el Liceo de Villaclara, corazón de Cuba, en su propio corazón, que es nuestro gran Parque Vidal, la efigie del Apóstol y Mártir de nuestra independencia, necesidad sentida, y que ahora el dinamismo de Julia Elisa Consuegra de Montalvo, Superintendenta Provincial de Escuelas, hace posible.

«En esa mañana de gloria para la Ciudad, cuando el blanco lienzo caiga para dejar al descubierto el busto de Martí, nuestro corazón saltará de gozo, por tres motivos:

«Por haber cumplido la Ciudad una deuda de gratitud con el Hombre Excepcional.

«Por haber plasmado una villaclareña en realidad el ideal de todos.

«Y por contar Villaclara con una gran obra artística, que calzará la firma del modesto y valioso Torriente Bécquer, de tanto porvenir para la gloria de Cuba y su pueblo natal, la bella y acogedora Perla del Sur: obra que será consagrativa para él».   

Un mes antes, Consuegra de Montalvo aseguró a ese rotativo local que el suceso era necesario para «levantar el sentimiento patriótico; imprescindible destacar las gloriosas figuras del pasado, que han de servir de ejemplo  de las nuevas generaciones que surgen».

Después argumentó más su proyecto, abonado por cuestación voluntaria de maestros y estudiantes primarios de Santa Clara, con una cuota máxima de cinco centavos, al considerarlos émulos  de aquellos hombres y mujeres humildes que en la emigración  sufragaron el periódico Patria y la guerra necesaria que, con amor, desencadenó Martí por la independencia definitiva de Cuba y Puerto Rico.

Entonces la pedagoga villaclareña dijo que siempre quienes «tenemos la visión sagrada de encausar los niños y la juventud, estamos en el deber de llevar a sus mentes la grandeza del Apóstol y hacerles imperecedero su recuerdo feliz». Por desgracia, la permanencia del busto, al parecer por cierta conjura regional y artística, duró menos de una década. Es la razón del por qué el Parque  Vidal representa uno de los pocos recintos céntricos del país que carece de un busto a Martí.

Decían entonces del Parque de los Mártires, frente a la estación de Ferrocarril, que «no es monumento rigurosamente hablando, debe ser sustituido por un verdadero monumento que lleve la idea patriótica o simbolismo de los que tienen, como un verdadero culto, la memoria de los que ofrendaron abnegadamente la vida por la libertad de Cuba». Así, el 19 de mayo de 1953, quedó inaugurado allí el Rincón Martiano, en el Parque de los Mártires o de la Independencia, como también denominaron a la espaciosa plaza.

Al acto asistió Jorge Mañach Robato, el biógrafo-ensayista, quien habló de la trascendencia histórica del Apóstol, y reconoció los valores de la obra artística de Alfredo Gómez Rodríguez, el escultor.

Abundan los espacios cubanos con un busto del Apóstol, y tal vez del empeño mayor de una estatua  —incluida la réplica ecuestre, fiel, exacta y única de la escultura de Anna Haytt Huntington,  expuesta con toda significación desde este 28  de Enero en La Habana—, y son escnecarios siempre abiertos para rendirle pleitesías a Martí, el guía espiritual de la unidad, el amor y la virtud.

                                 PRECLARA REFERENCIA

Es la razón por la cual entendemos mejor a Enrique Collazo, cuando en carta del  12 de agosto de 1896, desde Los Vueltas, en Holguín, aclaró:

«El otro día acampamos como á una legua del sitio donde cayera nuestro Martí. El general Máximo Gómez citó á todas las fuerzas montadas que había aquí, y como á las cuatro de la tarde del día 9, con él y Calixto García á la cabeza, emprendía marcha aquella columna de ginetes, en pelotón los jefes y oficiales, y formada la tropa, por el camino, hasta llegar al lugar donde muriera el Apóstol. Cuando cruzábamos el Contramaestre, indicó el general Gómez que cada ginete cogiera una piedra ó dos, para llevarlas al lugar.


«Pocos actos me han conmovido tanto, en medio de su sencillez, como el presente, é indudablemente se me vino á la imaginación este pensamiento: "Feliz el hombre que después de muerto tiene tantos amigos que lleven una piedrecita para señalar el lugar de su tumba"; el túmulo sencillo que piedra á piedra levantó el cariño de sus compañeros, no es título lujoso, pero sí honroso para el mártir caído en la lucha.


«Llegados al lugar del suceso, limpio y chapeado, se arrancó un poste que marcaba el sitio, se puso en su lugar otro de madera dura, y unida á él una pequeña cruz de cedro, y ambos fueron acuñados con la pirámide de piedras que entre todos formamos, y que será aumentada por cada cubano que por allí pase, según indicó el general Gómez.


«El epitafio que éste hizo, es así: "Un héroe: José Martí", y me pareció tan corto como elocuente.


«Los ginetes formaban largas y apiñadas filas á ambos lados del camino, y en el centro, al pié de la cruz, los jefes de más graduación formábamos un grupo.

«A la luz del sol que se ocultaba en el horizonte, y á la sombra de los árboles, el grupo tenía un aspecto pintoresco, al mismo tiempo que el silencio y la apostura indicaban recogimiento y sentimiento.


El general Gómez, conmovido y con los ojos llorosos, pronunció frases sentidas, dichas más con el corazón que con la cabeza; al terminar él, habló Valdés Domínguez en igual forma.


«Poco después retornábamos tristes y silenciosos al campamento de Vueltas.
«Hoy el viajero encontrará el túmulo sencillo, agreste como el lugar y como nuestra vida; pero que será fiel reflejo de nuestro cariño y respeto á la memoria del muerto.» (Sic).

Faltan palabras para describir la emoción de Gómez, el Generalísimo, y sus fuerzas independentistas rindiendo honor al Mayor General, al fundador de Patria, al Delegado del Partido Revolucionario Cubano, a José Martí, el Apóstol, caído en combate. ¿Quién iba a decir que el Comandante Collazo, en apariencias enemigo de Martí desde la fátidica carta de enero de 1892, dejarían para la historia un documento sublime hacia la perpetuación del recuerdo y el respeto?.

Las aportaciones de Collazo son testigos de la valía indiscutible de quien enseñó al cubano a tener fe en sus destinos, y por el lugar más oculto por el cual transitó, siempre dejó un jalón de amor para engrandecer el optimismo y la confianza en el triunfo y la lucha contra imposibles. La eterna presencia es la claridad que siempre nos descubre a todos.

EL IDEARIO MARTIANO EN JOSÉ A. RAMOS

EL IDEARIO MARTIANO EN JOSÉ A. RAMOS

Por Luis Machado Ordetx

José Antonio Ramos, novelista de la primera generación republicana, consideró al Apóstol José Martí como nexo imprescindible de las batallas independentistas cubanas, criterio que este jueves se debatirá en la tertulia “La Voz del Otro”, encuentro mensual entre escritores y periodistas villaclareño.

En ocasión del aniversario 165 del natalicio de Martí, el Doctor en Ciencias Filológicas Francisco Rodríguez Alemán, disertará en ese espacio de diálogo y reflexión sobre el proceso de continuidad que estableció Ramos con el ideario del forjador del periódico Patria y del Partido Revolucionario Cubano.

De acuerdo con Rodríguez Alemán el autor de Entreactos (1913), tomó conciencia entonces de cuánto representó la caída del Héroe Nacional en Dos Ríos al poco tiempo de reiniciada la guerra contra el colonialismo español, razón por la cual se dedicó durante la primera mitad del siglo pasado a propagar las doctrinas patrióticas de Martí.

A la tertulia del jueves a las  10:00 am., en la Casa de la Prensa de Santa Clara, el invitado precisará en aquel fundamento de Ramos que lo llevó a afirmar en su época que “Ni España ni Estados Unidos tienen el monopolio de la ejemplaridad. Cuba debe seguir sus aspiraciones propias, nacidas de sus hijos, que no son inferiores ni rencos en materia de pensamiento, negar esto equivaldría a negar la patria, a negarnos a nosotros mismos como hombres libres y capaces de dirigir nuestro propio destino”.

Rodríguez Alemán, durante el intercambio de puntos de vista que auspicia el Centro Provincial del Libro y la Literatura en Villa Clara, hará referencias al porqué del concepto de Ramos de vocación martiana al reconocer: “Soy cubano, soy hispanoamericano y recabo para mi pensamiento y mi pluma el derecho de mejorar el espíritu de mi patria y mi raza, mostrándole sus defectos”, advirtió el narrador y dramaturgo republicano.

Seguidor de un pensamiento en ascenso del reformismo al marxismo-leninismo, José Antonio Ramos combatió el desconocimiento universal que existía de los problemas cubanos, y del necesario y urgente rescate de la obra e ideario de Martí para establecer un pueblo que conquistara sus propósitos independentistas y republicanos de justicia social y carente de intromisiones foráneas. 


GARCÍA ARTÍLES EN FERIA DE AYACUCHO

GARCÍA ARTÍLES EN FERIA DE AYACUCHO

Por Luis Machado Ordetx

 

El escritor villaclareño Alexis García Artíles recorre por estos días la Plaza Mayor de Huamanga, invitado a la Primera Feria Internacional del Libro de Ayacucho, Perú, donde recibirá el Premio de Novela “Altazor”, que convoca esa editorial andina en la categoría de literatura infantil.

Con el lema “Leer en Grande”, el suceso editorial transcurre del 9 al 19 de noviembre, y tiene a Uruguay como país invitado, ocasión en la cual el jueves García Artíles presentará su pieza narrativa  Pincel de Yagua en el Auditorio Mario Ruíz de Castilla, de la localidad.

El jurado del certamen, al galardonarlo, significó la trascendencia de una emotiva historia donde «la invención del creador tiene como base el imaginario oral y realista de animales y personajes de tradición caribeña; y donde la fluidez del relato, el lenguaje sabroso y el misterio como elemento de soporte, mantienen al lector en expectativa hasta la última página», según anotaron en mayo pasado los evaluadores peruanos Maynor Freyre, Carlos Zúñiga y Ricardo Ayllón.

García Artíles, único cubano que interviene en la Feria, es autor de El hombre de la pipa (2001), El año que volvimos a nacer (2009) y La secretaria de Feijóo (2012), y tiene en proyectos otros libros en los cuales la investigación histórico-testimonial constituyen el soporte fundamental de la indagación y hechura literaria.

José (Willy) del Pozo Alarcón, presidente del comité organizador del encuentro literario en Ayacucho, junto a Pincel de yagua, del escritor cubano, presentará mañana las novelas que desde 2013 son ganadoras de Altazor en su apartado infantil. Ahí destacan Juan Osito en el Valle de las serpientes, de Casimiro Ramírez, y Borrico de mascotas, Ricardo Aylón. Esa editorial también concede galardones en el acápite de adultos, agenciado el pasado año por el español Crisanto Pérez Esain.

Durante las jornadas de Feria en Ayacucho, García Artíles intervendrá en un conversatorio sobre identidad e inmigración en la literatura latinoamericana, y el sábado presentará las novelas Albatros, premio “Alfonso el Magnánimo”, de José Luis Torres Vitola, así como  CIA Perú 1990. El espía innoble, de Alejandro Neyra, historias de ficción-realidad que abordan el gobierno de Alberto Fujimori, la primera, y el rol de Vladimiro Montesino, en ese mandato, la segunda.

En la fiesta de las Letras en Ayacucho intervienen más de 50 escritores peruanos y de otras regiones sudamericanas, y se debatirá también sobre la novela policial alternativa desde Jorge Luis Borges hasta Roberto Bolaños y sus alcances editoriales. También trasciende por el vínculo directo con lectores y autores en áreas céntricas de la Plaza Mayor de Huamanga.