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CATURLA, SIEMPRE UN DESAFÍO

CATURLA, SIEMPRE UN DESAFÍO Por Luis Machado Ordetx

Caturla todavía goza las algazaras y el provocación de los ritmos africanos que prohijaba el bembé de Antonia la Lucumí, allá en el trillo de La Mar, en San Juan de los Remedios, sitio de donde se erigió como el más universal de los compositores cubanos del siglo pasado.

Tal vez de ahí viniera el apelativo que le endilgaron en predios habaneros, en la década de los años 20, cuando al decir de Carpentier, algunos lo tildaron de «loco» al prenderse de la liturgia dramática que propicia la negritud o la españolidad existentes en el ser cubano.

De ahí que, tanto la vida y obra jurídica o musical de este hombre nacido el miércoles 7 de marzo de 1906, estuviera marcado por el desafío a su tiempo y a la sociedad en que se desenvolvió, hechos que todavía aguardan de otras precisiones investigativa para completar el perfil definitivo del creador.

Aún persisten posibles escudriñamientos en todos los campos, solo que se precisa hurgar en anecdotarios, hechos comparativos, papelerías escondidas, análisis musicológicos, influencias, estro lírico y sinfónico, difusión de las composiciones magistrales y audacias de un orfebre que recreó con delirio propio los sueños de Milhaud, Honegger, Poulenc, Tailleferre, Auric, Durey, Stravinsky, Satie, Debussy, Ravel y…

La proyección artística y pedagógica de Alejandro García Caturla, desde el sentimiento de cubanía y renovación, creció y se prodigó con un sello de originalidad estética, capaz de sostener permanencia y dificultades crecientes para el más avezado de los instrumentistas, urgidos siempre desde la contemporaneidad, de un estudio constante en aras de vencer los escollos de los signos escriturales, tal como dijera Martí de José White.

Bien valen ahora las remembrazas del A Tempo con Caturla, una jornada sin parangones similares en todo el país, solo que gustaría más de un protagonismo para Remedios, sitio que vio al hombre por última vez el martes 12 de noviembre de 1940, cuando una bala traicionera encandiló su duende abarcador. Igual parecer daría a San Juan de los Years, Manzanillo, La Habana, y por supuesto a Santa Clara, en los que estaría presente no solo una semana, sino siempre.

Los delirios del artista perviven entre las sinuosas callejuelas de su ancestral villa pueblerina, incluso van más allá en esos territorios cubanos, en los que residió para satisfacer los requerimientos jurídicos de la profesión, y donde convocó a todos los conjuros y sonoridades con el soberbio empeño de situarnos a tono con lo mejor de la universalidad musical de una época.
No basta abarcar a ese grande compositor por un instante en ocasión del centenario del nacimiento —recién casi escapado—, sino, tenerlo activo con la enjundia sinfónica, popular y cubana con que desafío, encandiló y promovió con sentido y convicción universal, capaz de erigirse en «bravatas» artísticas para su tiempo, y también del nuestro.

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