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BALLAGAS, LAS INICIALES (IV)

BALLAGAS, LAS INICIALES (IV)

-  Instantes del recuerdo, precisiones del pintor cubano Manolo Guillermo de la Caridad Fernández García, ofrecidas en Varadero, el domingo 21 de octubre de 2007.-

 

Por Luis Machado Ordetx


«Emilio Ballagas había nacido poeta, ya lo era allá por el año 1934 cuando tomó posición de la cátedra de Literatura Española en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara. Por entonces ignoraba la valía de aquel hombre que irradiaba lozanía aun cuando era algo gordito, muy blanco de piel, cabellos negros, de fino bigotillo, y a la usanza de una pajarita de cuello y trajes de colores claros.


Cada vez que le recuerdo, lo veo con un libro debajo del brazo, como entretenido. A menudo visitaba mi casa. Estimaba mucho a mis padres, mis hermanos,  y fue para mi más que un amigo; era un hombre que me liberó en definitiva de aquel complejo que sentía por mi mala ortografía.


«En varias ocasiones llegó a la casa en compañía de Nicolás Guillén, poeta y camagüeyano como él, y amigos íntimos desde la infancia.

Ballagas fue también un visionario, murió relativamente joven, apenas tendría 50 años, y constituyó el primero del que oí hablar de la televisión, cuando ese medio estaba en pañales y no existía aún en muchos países del mundo. Recuerdo cuando una vez me dijo:


«Si logras algún día estudiar pintura a través de la televisión, podrás enseñar a otros que al igual que tú presentan dificultades para trasladarse a la capital en el afán de superarse».Tampoco olvido aquella ocasión en que aprovechando un viaje que dieron mis padres a La Habana me llevó a la Dirección de Cultura adjunta por entonces al Ministerio de Educación; allí nos presentó al Dr. José María Chacón y Calvo, y le solicitó que me proporcionara una beca para estudiar en la Escuela de Artes Plásticas «San Alejandro», en la capital.


«El titular de Cultura, mirando hacia el piso, sin dar el frente a mis padres y tampoco a Ballagas, se excusó de no poder satisfacer su solicitud y mi interés, al tener todos los créditos agotados. Comprendimos que Ballagas también había salido decepcionado de aquella visita, y no sabía como dar cauce a cualquiera de las conversaciones del momento.


«Sin embargo, el mejor consejo que me dio el pedagogo y poeta amigo, fue precisamente, cuando un día, al ver a mi mamá  regañándome por mi mala ortografía, aparte, me llamó y dijo:


«No hagas mucho caso a tú mamá, aunque ella sea maestra, pues, aunque son los seres que más nos quieren, suelen equivocarse; no te preocupes por la ortografía y sigue pintando, pinta mucho, exprésate con la línea y el color que, si llegas un día a ser un buen pintor, tu ortografía y todos tus pecados te serán perdonados, y no olvides que Francisco de Goya, el famoso pintor español, pasó a la literatura con sus cartas plagadas de faltas de ortografía, y ¿tú crees que hoy exista alguien capaz de criticar por ello al más grande genio de España?»


«La última vez que lo vi en vida fue cuando una tarde conversaba conmigo en su apartamento de la calle Marta Abreu y Carretera Central. De pie, en el balcón, con un brazo extendido, trataba de comprobar si llovía, mientras unas ligeras gotas de agua ya le caían encima. Así era de entretenido este modesto y gran poeta amigo de la familia.»            

 

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