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SANTA CLARA DESEMPOLVA ARCHIVOS (5)

SANTA CLARA DESEMPOLVA ARCHIVOS (5)

Por Luis Machado Ordetx


Placetas fue una obsesión para los Capitales Generales que se sucedieron como jefes del gobierno español en Cuba hacia el último lustro del siglo XIX. Consideraron a este territorio de la jurisdicción de San Juan de los Remedios un peligro potencial para sostener la dominación colonial más allá de los 384 años que llevaban en la Isla.

Aquella localidad desprendida del Hato de Guaracabulla, y fundada en 1867, se erigió en centro de operaciones insurrectas por la posición estratégica de su topografía irregular compuesta de sabanas y discretas elevaciones que la circundan, dice José García del Barco Alonso, en su magistral ensayo Camajuaní y la Revolución del 95, editado en La Habana en 1928.    

Esos criterios también los suscribe José Antonio Martínez-Fortún y Foyo en sus Anales y Efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción, al considerar a Placetas entre las ciudades más prósperas del centro del país. No por gusto, desde 1726 el cabildo de esa Villa interpuso ante la Audiencia de Santo Domingo una demanda contra su similar de Santa Clara, por pretender apoderarse de las tierras de Guracabulla, asiento inicial del futuro fomento del potero  Las Placetas, un sitio obligado en el tránsito hacia el oriente por vía del camino de Sancti Spíritus.

Los preparativos de la guerra, indica García del Barco, obligan al Capitán General Emilio Callejas Isassi, tildado de “blando y confiado”, a desplazarse en 1894 hasta Remedios, Calabazar de Sagua, Zuluetas, Camajuaní, Caribarién y Placetas. Quiere conocer de cerca la situación revolucionaria que allí se respira. Los ánimos están caldeados en elementos conspiradores que animan Francisco Carrillo Morales, Pedro Díaz Molina, Quintín Bravo, Federico Laredo, Charles Dod, José de Jesús Monteagudo, Leoncio Vidal, y los hermanos Carlos y Gerardo Machado Morales…

Callejas está acompañado de su esposa, Dolores Martínez Vilalet, y de sus ayudantes Marás y Cánovas del Castillo. También lo auxilia Julián Ayala, cronista titular del Diario de la Marina. Va hasta Caibarién donde erstá atracado en cayo Francés el crucero Infanta Isabel II, acompañado de otras cinco embarcaciones de gran calado. Desembarcan por allí 14 mil soldados españoles. En marzo del siguiente año estalla la guerra en Las Villas, y se comenta que el General Arsenio Martínez Campos, será destinado a Cuba.

El Criterio Popular, de Remedios indica que el oficial español llegó a Puerto Rico en el crucero María Cristina, y que los Ciudad de Cádiz, Monserrat, San Agustín, Antonio López, León XIII, Alfonso XII y Santo Domingo, se dedican al transporte de tropas que arribarán por La Habana o Caibarién. En los primeros días de abril Joaquín Castillo, desde Santa Clara, se levanta en armas. Días después en zonas del ingenio “Adela”, lo hace Bravo Rojas, Francisco Carrillo y Juan Bruno Zayas.

El primero de mayo Martínez Campos está en Santa Clara. Hacía 17 años que no recorría la comarca. Apenas se sacudió el polvo de la travesía marítima, y ordena reparar los fuertes militares que rodean a Remedios y construir otros en Buenavista. En Placetas deja un batallón de soldados bajo las órdenes del general Luque, a quien lo asisten los el coronel  Peralta y el remediano Dámaso Berenguer y Fusté.

El 14 de junio el ex comandante Rafael Casallas Monteagudo, del séptimo escuadrón del regimiento Camajuaní, toma la manigua y acampa en la Loma del Curial de los Pavos, no lejos de Aguada de Moya. Días después lo hace Gerardo Machado Morales, y a la semana se produce en las inmediaciones del ingenio “San José”, a seis kilómetros a la derecha de Placetas,  primer fuego de importancia en esta comarca.

El combate es contra tropas del Comandante García Delgado, jefe de dos compañías del regimiento Isabel la Católica. El balance: dos muertos y trece heridos enemigos. Las fuerzas cubanas se retiraron a Vista Hermosa y el ingenio “San Andrés”, y entre los fallecidos llevan a Casallas Monteagudo.

Precisa Martínez-Fortún que la tropa insurrecta la componían mil hombres, mal apertrechados, pero dispuestos a morir antes que deponer las armas. Callas fue enterrado en el campo, en áreas de Bella Unión, y un delator ubicó el lugar. El 24 de junio su cadáver fue expuesto al público, y por la noche depositado en el patio del Ayuntamiento para que se pudiera celebrar la retreta. Al siguiente día recibió sepultura en el cementerio de Placetas.

A mediados de junio Martínez Campos retorna a Santa Clara, Remedios, Placetas… Pedro Díaz Molina se levanta por Jinaguayabo, y Leoncio Vidal Caro Casimiro Naya Serrano lo hacen por Camajuaní. Hay más de 2 mil 900 soldados españoles en el territorio central para intentar cortar el paso de Máximo Gómez en esta región. Vienen más tropas del regimiento de Borbón.

En julio el capitán general está otra vez en la región. Suscribe El Criterio Popular que «a pesar de su gordura, monta un caballo en placetas y con una escolta de 120 hombres marcha a sancti spíritus. En Tunas de Zaza embarca para Ciego de Ávila y la trocha de Júcaro para evitar el paso de Gómez.» En todos los pueblos hay destacamentos españoles, y de julio a septiembre, llegan a Cuba 26 mil 835 nuevos soldados. En Remedios construyen fuertes y otras obras de defensa: Garmendía, así como los situados a la salida de Baracoa, de Caibarién, del Príncipe, Vereda del Carmen, de Bartolomé, de Santa Clara y del Tesico.

Agosto 10; Martínez Campos está otra vez en Santa Clara. Distribuye sus fuerzas militares: general Álvaro Suárez Valdés, jefe de la provincia, y segundo jefe Luque; en Sagua la Grande el coronel Vando Hernández de Velazco, en Cienfuegos José M. López. En trinidad estará el coronel Manuel Reyes, y en Sancti Spíritus el coronel José izquierdo. Todos estarán respaldados por los batallones de Zamora, Chiclana, Granada, Tetuán, y los escuadrones de Numancia, Princesa y una compañía de ingenieros. A Remedios irá el coronel Oliver con batallones de Borbón, Isabel II, Burgos, y dos escuadros de Camajuaní, y el de Pavia.

En septiembre el propio Capitán General recibe 2 mil 739 hombres  que han desembarcado en Caibarién e integran los batallones número 36 de Burgos, las Navas, San Mariscal e Isabel II. En Camajuaní el general Carlos Palanca Cañas fiscaliza la construcción de cinco fuertes. En los ingenios “San Andrés”, “San José”, “Fe” y “Salamanca”, en las inmediaciones de Placetas, se concentran soldados del destacamento de Borbón. En Buenavista se establece el comandante español José Serrano Puig, mientras el general Zamora se apresta a terminar ocho fortines en el ángulo sur-este del cementerio y el poblado de Placetas.

Martínez Campos no da más: el 17 de enero de 1896 se despide de Cuba, y tres días después Valeriano Weyler Nicolau, Marqués de Tenerife, figura como Capital general de la isla. El periódico trisemanario El Remediano, de Facundo Ramos Ramos, anuncia «años de terror para los cubanos.» Por esa fecha se acrecientan los combates en las inmediaciones de Placetas. Serafín Sánchez con sus hermanos Raimundo y Tello, llegan en febrero a los ingenios “San José”, “Lavalette”, “Rosalía” y “La Julia”, la “Fe”, y toman los caseríos de La Sabana, Cien Rosas, El Mamey Viajacas Gordas y Palo Prieto (Robalos). Hay sobre las armas insurrectas unos 2000 hombres. En Palo Prieto se enfrentan mal armados a las fuerzas del coronel José López Amor.

En una reseña recogida por Martínez-Fortún, El Placeteño precisa: «El combate comenzó temprano en la mañana, y según los oficiales que estuvieron en la acción, aseguraron que fue mal dirigido por Sánchez, quien no era afortunado para mandar grandes núcleos de hombres como Gómez y Maceo. Tuvo su obstinación en dar cargas de caballería contra la bien apostada infantería española; esa fue la causa del gran número de bajas que anotaron los cubanos…

Weyler dictó por esos días tres bandos: concentración de habitantes de campo en Oriente, Camagüey, Santicti Spiritus y Las Villas; otro sobre los que propalan noticias perjudiciales al gobierno e incendien poblados, y el último  relacionado con procesos sumarísimos. Desde ese día comenzó la guerra destructora del Marqués  de Tenerife.

En Placetas y demás pueblos se han tomado grandes precauciones ordenadas por el Capitán General: proteger con por sacos de arena y raíles de ferrocarril la Casa Consistorial. En el fondo colocar un tambor cañonero; hacer fortificaciones, trincheras de tierra y palmas, alambradas. La mayor parte de las casas de campo en toda la jurisdicción han sido pasto de las llamas, la ruina y la desolación impuestas por el batallón de Barrabás  en toda la jurisdicción.


Desde La Habana, 2 mil insurrectos que acompañan a Máximo Gómez, entran a Las Villas por Quemado de Güines; van hacia Sagua la Grande, Cifuentes, La Esperanza.

En Placetas Wayler dispone el estacionamiento de 3 mil soldados españoles, y que los revolucionarios fueran tratados como incendiarios. José Poveda, cajista de El Placeteño se va a la manigua junto a las fuerzas de Serafín Sánchez, jefe del cuarto ejército de Las Villas. Juan Bruno Zayas y Chucho Monteagudo andan por  Manajanabo. Gómez burla los cercos, y está en La Reforma, Sancti Spíritus.


La fiebre amarilla hace mella en la población y los soldados españoles, señala Martínez-Fortún. Hay en la provincia 7 mil 663 casos, y un 22% de muertes. Un éxodo de emigrados canarios se produce por Caibarién. Huyen de las calamidades que aterran a campos y ciudades.

En mayo otros cinco fortines son terminados en Remedios, ya suman 12. Un foso de 4 mil 990 metros rodea la ciudad; sirve de defensa y desague para las agua pluviales. Tiene seis puentes levadizos en otras tantas entradas a la población. Una estacada de alambre de púas con dos mil postes y 50 quintales de alambre con un desarrollo  de 5880 varas completan la defensa. En la plaza y matadero también hay dos tambores.

En la vía del ferrocarril, rumbo a Rojas, así como los existentes entre Placetas y San Andrés (Solano, Lladas, Castañón, Praderas, Serrano y Struch), y en sus márgenes de zonas de cultivo,  se construyen muchos fortines de mampostería y de madera. Existe uno al lado del puente Río Seco. En los ingenios vecinos se han hecho fortificaciones. En Oliver, concluyen una defensa de tres pisos y diez metros de elevación, con capacidad para 40 soldados españoles.

Facundo Ramos Ramos, en El Remediano,  dice que el «ejército español ha tenido desde que comenzó la guerra las siguientes bajas: 3 generales de brigadas, 3 coroneles, 5 tenientes coroneles, 21 comandantes, 69 capitanes, 128 primeros   tenientes, 64 segundos tenientes, 11 sargentos, 223 cabos, 66 cornetas, y 4 mil 157 soldados y 10 guías.»

El miércoles 10 de febrero de 1897, en horas de a tarde llega Weyler nuevamente a Placetas. Vino por el camino de Santa Clarita escoltado por más de 16 mil soldados de todas las armas. Su disposición: destruir todos los sembrados que encontraban, y conducir a los campesinos a los pueblos. La localidad, al igual que otras en Las Villas y el país, se convirtió en un foco de infección. Ramos Ramos precisa que los militares de bajo rango «se alojaban en los portales de las casas, hacían el rancho en las calles y depositaban las excretas en todas partes; como combustible utilizaban la madera de las cercas de los patios y acabaron con las gallinas y otros animales domésticos. Fue una tempestad humana que cayó sobre esa comarca remediana

Al siguiente día el Capitán General se entrevista con  Fagoada, Intendente de la Real Hacienda, y va a caballo a Sancti Spíritus para combatir a Gómez en la abrupta serranía de el Yigre. Antes dijo que en toda la jurisdicción cumplieran su bando sobre la zona de cultivos, y aclaró que los ingenios que tuvieran pagadas sus contribuciones podían moler la caña que antes habían plantado. Vestía pobremente, sin galones, su única insignia era el fajín.

 De regreso, llegó a Remedios, fue al ferrocarril, y en tren extraordinario marchó a Caibarien. Ya usaba, indica El Remediano, una escolta de soldados negros, y vestía un traje de rayadillo, sombrero de jipijapa, machete de los más comunes, botas y zapatos de cuero blanco, espuelas de acero y camisa de color sin corbata, según un apunte que especifica que hasta el 16 de marzo de 1897 han llegado a Cuba 40 generales, 664 jefes, 6185 oficiales y 179 mil 174 soldados y clases. En bajas, refiere el reporte, tienen 8072 heridos y muertos en combate, entre ellos un general, 6 jefes y 55 oficiales. De vómito han muerto 1 general, 13 jefes, 107 oficiales y 10 mil 475 soldados.

El 10 de abril, otra vez Wayler está en Placetas. Desea ir hacia la trocha de Júcaro a Morón. Se alojó en la casa de José Roza, en la calle 1ª del norte, cerca del Casino Español. Cambia de idea, y al siguiente día toma el camino de Santa Clarita, y enrumba a caballo hasta Cifuentes, para embarcar de inmediato hacia La Habana en el cañonero Pizarro fondeado en Isabela de Sagua.

Regresa en mayo. Viene de paso por Cienfuegos, San Juan de los Yeras, Manicaragua, y pernocta en Placetas para operar contra Gómez en La Reforma. Dice el periódico norteamericano Sun que han fracasado todas las combinaciones del Capitán General  para capturar a Gómez en Sancti Spíritus.


 La situación de los concentrados se empeora: mueren de hambre por las calles, plazas y trenes; desnudos y harapientos arrastran sus esqueletos por las calles de la ciudad. La revista del Ejército Español precisa que en Cuba hay en agosto de 1897 unos 165 mil 427 efectivos peninsulares, y 21 mil 783 voluntarios movilizados, casi todos cubanos y canarios.

Por esa fecha Gómez despliega su campaña La Reforma para dispersar las fuerzas españolas concentradas en la región central; aplica tácticas de desgaste de los soldados peninsulares. Unos 26 mil 500 reciben el azote de las lluvias, el sol y los mosquitos y permanecen reclutados en hospitales. Wayler no se resiste a que sus fuerzas militares queden diezmadas. Viaja de La Habana a Sagua la Grande por mar. El general Cánovas dice que en la guerra de Cuba España debe dar hasta  «la última gota de su sangre y la última peseta.» Extreman los Bandos de Reconcentración: evitar el apoyo al ejército libertador; enclaustrar a los campesinos en las ciudades; evitar suministros de alimentos y medicinas.

El 9 de octubre de 1897 weyler es relevado del mando; lo sucederá Ramón Blanco. El domingo 31 embarca en el Monserrat. El 17 de noviembre desembarca en La Coruña. El 4 de diciembre en la edición matutina de El Remediano, Facundo Ramos Ramos dirá: «Triste es decirlo, pero es la verdad; en esta guerra unos y otros estamos trabajando para el “yanquee! El es el único que saldrá beneficiado, tanto en la venta de toda clase de pertrechos de guerra cuanto en la adquisición de valores públicos de la titulada República cubana (…) Hay que desengañarse, la gente que está en el monte y la justa revolucionaria que le representa y dirige no están por la autonomía: quieren la independencia o nada. Buscar otra cosa es buscar al Preste Juan de la Indias. Los E.U. ni la quieren ni la dejan de querer, le es indiferente; lo que ellos quieren es que la revolución continúe para que las fuerzas de unos y otros se gasten, para que los pertrechos se consuman y los hombres desfallezcan. Entonces, ellos, con sus manos limpias “se comerán la pera que para entonces estará muy madura”….»

Gómez sigue por Majagua, Hoyos, Las Casitas, Rincón del Guano y La Reforma. En otras partes de Cuba se sigue combatiendo. El 14 de agosto de 1898 llega a Placetas un Telegrama Oficial: «El Excmo Sr. Comandante en Jefe de este Cuerpo de Ejército me dice que hoy por telégrafo lo que sigue: El ministro de la guerra en telegrama de anoche me dice lo siguientes: firmado protocolo preliminares de paz entre el gobierno de España y el de los Estados Unidos, a consecuencia del cual ha sido acordado suspensión de hostilidades por fuerzas de mar y tierra y transmitida ya órdenes en tal concepto a los Estados Unidos”. Dicte V:E inmediatamente las disposiciones necesarias para que se observen dichas disposiciones por las fuerzas del Ejército y Marina.»

A partir del 22 de diciembre de 1898 las fuerzas cubanas  hacen entrada en los diferentes pueblos de la jurisdicción del centro del país, y ocurre una gran velada en el teatro “La Tertulia” de Remedios. Primero de enero, domingo, a las doce del día cesa la soberanía española en Cuba. El general Adolfo Jiménez de Castellanos entrega el  mando al general norteamericano John R. Brooke dando comienzo a la intervención de los Estados Unidos. La bandera gualda y roja, dice Martínez-Fortún, fue arriada del Morro de La Habana e izada la de las barras y las estrellas. Fue un día de dolor para los españoles, de alegría para los norteamericanos y de incertidumbre y esperanza para los cubanos.


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