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SANTA CLARA DESEMPOLVA ARCHIVOS (17)

SANTA CLARA DESEMPOLVA ARCHIVOS (17)

Por Luis Machado Ordetx

Médicos de San Juan de los Remedios propagaron en mayo de 1894 el empleo de la bicicleta para recorrer las comarcas cercanas con el propósito de atender a sus pacientes. Un lustro el ciclismo había nacido en el escenario de la competición deportiva europea, y a los galenos cubanos no les interesó desafiar el maltrecho estado de los caminos vecinales y mucho menos los asaltos a mano armada que, a diario, desataban maleantes circunscritos en esa jurisdicción.

El Sinsonte, publicación remediana, en ediciones de agosto de ese año, incluye un titular que tipifica «El furor de la bicicleta», y resalta, como, además, «se organizan excursiones a todas partes y aún a los pueblos vecinos; los más entusiastas son D. Domingo Lagomasino y D. Manuel Fuentes Pando. En Placetas el Dr. Fusté, Candela, Miguel Palacios y los niños Eugenio Escarzada y José A. Fortún, que recibieron las primeras bicicletas que circularon por las calles de esta población», afirma en 1930 José A. Martínez-Fortún y Foyo en los Anales y Efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción.

La Exposición de Chicago para festejar el cuatricentenario del arribo de Colón a tierras americanas y el encuentro entre dos culturas, propició un auge inusitado en la promoción de la bicicleta, equipo rodante que acortó las distancias entre las poblaciones, así aclara el villaclareño Manuel Serafín Pichardo, uno de los periodistas que acudió a la cita internacional en los Estados Unidos.

También lo sustenta Raimundo Cabrera en sus impresiones de viaje contenidas en las Cartas a Govín (1893), especie de sustanciosas crónicas de costumbres que enriquecen la opinión personal e impresionista con criterios recogidos por la prensa periódica de la época.

Es extraño que Antonio Miguel Alcover y Beltrán en la Memoria Histórica de la Villa de Sagua la Grande y su Jurisdicción (1905) no haga referencia al empleo de la bicicleta en esa localidad, considerada junto a Cárdenas y Caibarién, como una de las mayores animadoras del país en prodigalidad de equipos.

Tampoco en su memorable análisis sobre El periodismo en Sagua. Sus manifestaciones (1901) —avalado como el más amplio estudio cronológico—, hace una mínima mención al vehículo de transporte personal de propulsión humana. ¡Resulta extraño! En los tres territorios de la costa norte la bicicleta se instituye como parte de las culturas espiritual y material de los viajeros.

Martínez-Fortún y Foyo afirma que las primeras bicicletas que aparecieron en Remedios procedían de la fábrica Michaux y fueron importadas desde San Francisco, California. Tenían neumáticos de gomas y la tracción era a partir de la cadena desarrollada en 1889 por John Boyd Dunlop para la denominada “bicicleta de seguridad” de Kemp Starley.

El 27 de marzo de 1894 ocurre en Remedios un suceso: los Licenciados Raymant y Rojas Oria, médicos cirujanos, asisten a la parturienta «Da. Buenviaje Carrillo, vecina de la calle Gloria esquina a Gutiérrez da a luz cuatro niños. El primero fue varón, pesó 3 libras y media y nació a las seis de la mañana; la segunda hembra, de tres libras cuatro onzas; el tercero varón, de 3 y media libras y el cuarto de tres libras.» Los galenos acudieron al lugar montados en sus respectivas bicicletas; lo que se consideró un acontecimiento cotidiano, aclara Martínez-Fortún y Foyo.

San Juan de los Remedios por esa fecha tiene más de 41 mil habitantes, indica el ensayista, y hasta las mujeres se apasionaron con las bicicletas en el empeño de seguir el culturismo que trazó Eugene Sandow en sus estudios prácticos.

Sin embargo, los médicos cirujanos, latinos y renacentistas son quienes mayores promociones hacen a la “máquina”, y lo hacen confiados de las cualidades que deja a la fisiología, la anatomía y la terapéutica del cuerpo humano. También la estética física entraba en la recomendación.

No todos los residentes tenían posibilidades monetarias para adquirir esos equipos que, por lo general, costaban menos de 60 pesos y se comercializaban en quincallas existentes en las ciudades.

Alguien preguntó recientemente el porqué de la discriminación conceptual entre los facultativos. Martínez-Fortún y Foyo lo refrenda en La Medicina en Remedios y su Jurisdicción (1930) al delimitar que los títulos emitidos por el Convento de San Juan de Letrán, en La Habana, y también en universidades extranjeras, principalmente europeas, incluían desde 1726 tres categorías diferentes: Bachiller, Licenciado y Doctor. Aquí surge otra división: los médicos cirujanos atendían todas las enfermedades, mientras los latinos aquellas internas, y los renacentistas las externas, en casos excepcionales y de urgencias lo hacía en heridas ocurridas en los órganos aprisionados en la caja toráxica.

El pergamino de cirujano renacentista era el que más rápido se adquiría, y agrega Martínez-Fortún que exigía menos conocimientos y exámenes prácticos. Por tanto, abundaban más los profesionales en esa disciplina. El Protomedicato de La Habana veló con celo la autenticación de los títulos, incluso legitimó de falso uno expedido a favor de Agustín Vidal España, quien el 23 de agosto de 1830 instaló un consultorio en la urbe de Remedios, territorio que hacia 1890 contó con más de 60 galenos, 12 dentistas y sangradores, así como 10 farmacias dispensariales que atendían predios de Camajuaní, Vueltas, Placetas, Guaracabuya, Yaguajay, Caibarién y Mayajigua.

En 1890 los azotes de la difteria, fiebres tifoidea y amarilla, y también de la viruela, exigieron una amplia movilidad de los médicos remedianos, quienes gozaban de reconocidos prestigios en la provincia de Santa Clara, territorio que con más de 280 mil habitantes, fallecieron ese año cerca de 7 mil 834 enfermos, apunta José A. Martínez-Fortún y Foyo en la Epidemiología (Síntesis Cronológica), publicada en 1952. Las transportaciones, por entonces, las hicieron montados a caballo y en trenes viajeros, y luego de 1894, a zonas cercanas, iban pedaleando en unos medios individuales rodantes que la historia acuñó como bicicleta.

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