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EL GRITO DE ANIDO

EL GRITO DE ANIDO

Por Luis Machado Ordetx 

 www.vanguardia.co.cu

El silencio, desde el hogar o cuando está deambulando por las calles más vistosas de la ciudad, ampara las elucubraciones  descabelladas de una mirada que se posa en torno a acontecimientos verosímiles o no de esa realidad, la cual tiende a reafirmarse en lo mítico.Alberto Anido Pacheco, el polifacético, en su peregrinación por el  tiempo de la creación artística (teatro, música, pintura, narrativa, crítica cinematográfica y…), aparece situado en esa cuerda y decidió que jamás la abandonaría, aunque el mundo cambiara en una sola fracción de segundo.Nadie negará que sea un conocedor, casi empedernido, de Santa Clara, capital de Villa Clara, sitio que, en la algarabía o el trinar de los alados silvestres,   escudriña en demasía para que nada sorprendente escape de una realidad desperdigada de la concurrencia halagadora del instante.Ahora, la Galería de Arte del Centro Provincial de Patrimonio Cultural acaba de irrumpir en la vereda de una época no extinguida, cuando Albertico hurgaba —y todavía persiste en similares afanes—, tras la búsqueda esforzada de güijes, lechuzas, misterios de «chinas», mujeres, del Burro Perico y …Con la ocasión festeja las cuatro décadas y media de hacedor artístico. Es una Retrospectiva que, desde 1970, perpetúa la traslación y las peripecias amontonadas como fundador del legendario grupo Signos, que dirigiera el más eminente de los folkloristas cubanos: Samuel Feijóo.
La línea gruesa, el detalle preciso aforado con la tinta, así como el motivo que subyuga, y también el arabesco sugerente que se aloja en la captación de una imagen, convierten la pintura de Anido Pacheco en decantación estilística, única y eficaz para la comunicación y la lectura.
En La casa en silencio, al igual que en Los ausentes —unas de las tantas piezas narrativas publicadas—, está la inocencia, la pasión y la soberbia, casi en antinomia, por hallar lo propio, distinguir el encanto de la ciudad y el paso de los coterráneos por la historia.El espejismo contenido en la imaginería popular que asombra el pensamiento, el detalle que encaja  en la psicología individual, y la ampulosidad y la mesura del discurso escrito, oral o pictórico que esgrime Anido, convierten toda su obra en exclusividad de una u otra época.Por eso, cada día, cuando el hombre se detiene a contar de sus historias, en los ojos y los oídos del interlocutor retumba un estremecimiento ante tan insospechadas fabulaciones populares, siempre depositadas dentro de un mítico instante creativo: desde el mutismo hasta el estruendo en que ciñe una acabada perfección.  

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