EL «TROMPO» EN SU RESIDENCIA
Por Luis Machado Ordetx
Otra vez una larga temporada, la tercera, de «Para Bailar en Casa del Trompo», late en Santa Clara, ocasión anual que, a finales de noviembre y parte de diciembre, atrae, convocados por Ernesto Alejo Sosa, a las más prestigiosas compañías y coreógrafos de danza moderna y contemporánea de Cuba, acontecimiento que, ante el público, estriba entre los más absolutos privilegios de cualquier territorio nacional o foráneo.
En determinados instantes, el común de los humanos no se detiene en el repaso que ubica a la ciudad, aun cuando en las exposiciones persista el desafío al aire libre -por la carencia de una instalación ideal-, en la Capital de la Danza Cubana, válida en el referente del disfrute de repertorios de lujos y estrenos, y de la confrontación, el diálogo y las enseñanzas en torno a las sendas que mueven ese tipo de discurso gestual.
El más parco de los observadores conoce que media una distancia abismal entre una actuación en recinto cerrado -con acústica, luces, escenografía, audio y...-, con aquellas de espacios abiertos, sujeto a digresiones de todo tipo, incluidos los ruidos parásitos y las desconcentraciones.
Sin embargo, la «aventura» del careo artístico que posibilita esta ciudad, dijo el pasado año Santiago «Tropicana» Alfonso Fernández, coreógrafo antillano de respetabilísimo reconocimiento, reside en el prestigio acumulado durante una década por los integrantes de Danza del Alma -desprovistos todavía de un espacio fijo para ensayos-, y en particular de Alejo Sosa, un director empeñado en el replanteo de códigos que calen dentro de un calibre temático y gestual diferenciador, y hasta plural, propiciador del encuentro de identidad expresiva del hombre.
Ahí está la representación, al margen del aplauso y los premios, de algunas composiciones clásicas: «Machos y hembras», «Oríkis, al Hombre», «El silencio de los parques» y «Con tu Rostro», por citar algunas, en las cuales se apuntalan las posibilidades de seguimiento y acentuación artística.
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