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ANIDO PACHECO SIN MINIATURAS

ANIDO PACHECO SIN MINIATURAS

Por Luis Machado Ordetx 

 

Desde los embrujos insertados en el primitivismo moderno -ese que hormiguea en las arterias de la creación artística sumergida en imaginerías desprendidas por el encierro hogareño y el ambular silencioso por callejas céntricas-, Alberto Anido Pacheco, pilongo hasta los tuétanos, re(busca) en sus totales andanzas: la palabra oral, la escritura, la selecta música, el cine, y por supuesto la pintura; espacios que presagian su desenvolvimiento perpetuo en el señorío de las siete décadas de existencia.

 

Otra vez, rodeado de amigos, retoma el dibujo popular, con acuarelas concebidas -unas a dos manos y otras a cuatro-, en motivos extraídos de los siempre acompañantes «mitos afrocubanos y la religiosidad insular», así como de temáticas, casi surrealistas, preñadas de hálitos en los cuales el ornamento se funde a la línea, el color y la lectura sugerida. Nadie duda que sus acabados jamás quebranten la fijeza  del perfeccionista.

 

Recién acaba de abrir otra exposición: «Electriza el pensamiento», ubicada en la Galería Provincial de Arte; y durante ese empeño está acompañado de los  creadores Erick Sacramento Ortega y Eduardo LLamosa, devenido éste último en original perseguidor de los arcanos más próximos insuflados por el mágico lirismo que consigue Anido Pacheco.

 

La muestra surgió en ocasión del xv Salón Territorial de Arte Popular, instante en que creador aprovechó para, otra vez, desdoblar el goce espiritual que explaya en sorprendente imaginación. Antes, meses atrás, en la galería del Museo Provincial de Historia, festejó el aniversario 45 de iniciación en la pintura y el dibujo; momento en el cual sumó a otros amigos en similar proyecto sumergido para mostrar la espléndida complacencia por  lo popular.

 

Ahora vuelve a la carga con 23 piezas firmadas por Anido Pacheco (20 le pertenecen por entero), otra la rubrica junto a Llamosa -quien exhibe cinco independientes y de su autoría- y dos con Sacramento Ortega, fusionadas con original visión a la manera en que Anido Pacheco concebe la realidad mitológica.

 

El espectáculo de inauguración, a principios de semana -en saludo, además, al medio siglo de surgido el ICAIC-, trajo a la instalación radicada en los salones de la antigua Colonia Española, un hecho sin precedentes: integración de las artes con sus respectivos medios expresivos: música al piano, pintura, narración oral y dramática en sugerencia a un texto punzante que se aferra al entorno mítico de las aguas del río habitado por el güije; y a la par retoca el sentido maléfico de la hechicería, la seducción, el erotismo, la majestuosidad de la ciudad envuelta en los conjuros alados de las aves y en los colores radiantes de la noche o el día.

 

Las firmas de las acuarelas, incluso de los cien diferentes dibujos que conforman igual número de catálogos, estampan 2008 como fecha de realización; sin embargo, aun la reciente incorporación de Sacramento Ortega y Llamosa a los delirios de Anido Pacheco, persiste aquel afán de iniciación signado a la inspiración que dejaron Samuel Feijóo Rodríguez o José Seoane Gallo.

 

Alberto subraya en sus huellas con la «Virgen Pagana» (1961) o «Bailarín de Carnaval» (1962), hasta las más recientes elucubraciones en «Recuerdo de una puta marginada», «Romance guajiro» y «Murciélago con tomeguín», entre otros.

 

Robert Almann, el estudioso y animador de la cultura popular, cuando escribe sobre este artista villaclareño, estampa un rostro de asombro por la ingeniosidad de sus concepciones fantasmagóricas prolongadas a la narrativa publicada -La casa en silencio (1995), Un mundo de sábados azules (2002) y El hilo del silencio (2008)-, incluida también la inédita, titulada «Más que el polvo», continuadora del ciclo temático que inician las primeras novelas.

 

Todo provoca un crujido hacia lo recóndito y habitable; peripecia sorprendente que en versos dedicados por la poetisa Iliana Aguila Castillo a Anido Pacheco, se afirma que toda su pintura «Es la luz del colorista quien la mira/ descubriendo el ayer como un hechizo/ y es una sirena mulata quien regresa/ a su perenne azul de tornasoles.» Visión esa que expone al creador sin un rostro atado a las miniaturas.                                        

1 comentario

cuba -

Muy bueno este post es un gran pintor sobre todo se distingue por los colores que logra